viernes, 19 de enero de 2018

De vecinos jubilados y presidente sin convocar plenos



Conté lo de reírse del último hace poco y eso ocurrió en nuestra antigua vivienda. Pero resulta que hace unos meses por fin pudimos mudarnos a nuestro nuevo hogar. Bueno, nuestro, casi casi, pero dentro de ya será nuestro. Ya seguiré contando detallitos pero ahora a lo importante: los vecinos.

La primera, la vecina de al lado. Una encantadora señora mayor, atenta, dispuesta a ayudarte en todo, y con una educación exquisita. Cuando los albañiles estaba reformándonos la cocina, se prestaba a facilitarles a los distinguidos alarifes, botellas de agua fresquita con la que mitigar la caló que pasaban los pobrecitos. Cuando nos presentamos a ella, la invitamos a ver nuestro piso. Todo patas arriba, claro, azulejos, morteros, escayolas y esos elementos constructivos que sufrimos en nuestras carnes. ¡Qué jartura de obra! Aproveche ese momento para consultarle una duda:

-Vecina, en nuestro anterior bloque teníamos una costumbre que era que cuando nos encontrábamos en nuestro tendero del ojopatio una prenda de otro vecino, la dejábamos en el portal para que el propietario o propietaria la recogiera. Es que mire usted lo que tenemos enganchado a los cordeles –le comenté mientras la invitaba a pasar al lavadero.

-Ah, sí, esas bragas son de (nombre de la vecina de arriba, lo omito por preservar la intimidad y porque no me acuerdo).

-Joé,  ¿a que bloque nos hemos mudados –contesté arrepintiéndome de la ironía que iba diciendo- que se conocen la ropa íntima de los vecinos?

-¡No! –Contestó ella con risa nerviosa- es que fuimos al mercaillo las dos juntas y las compramos de oferta. Es que somos como hermanas y aprovechamos  el 3 x 2.

Nada, aclarado lo de la ropa íntima, ahora el vigilante de la obra. Cuando los albañiles estaban enfrascados en su menesteres, ¡qué jartura de obra!, se acercó otro vecino interesado. Los trabajadores estaban liados con la cocina como he dicho, ya que el cuarto de baño estaba reformado desde hacía un mes. De pasada diré que el baño tiene un espejo fulhachedé cuatroka de 57 pulgadas, que para las féminas de la casa en una virguería pero a mí me golpea todos los días devolviéndome mi cara así como de sopetón. ¡Toma ya! ¡Qué te afeites so flojo!

Mi vecino, jubilado como la mayoría de los moradores, la media de edad  es proporcional al número de nietos que tienen,  llamó a la puerta y, muy amablemente, les dijo:

-Verán, es que los albañiles que hicieron la reforma anterior, se dejaron sin repellar los laterales de la ventana del cuarto de baño que da al ojopatio. A ver sin antes que ustedes terminen pueden enfoscarla un poquito para que esta familia tenga la ventana como Dios manda. Con una lechada suavita eso queda de lujo y…

Más o menos fue lo que les dijo,  porque supieron resumirme el coloquio que les dio durante más de veinte minutos.

Pero el mejor es el presidente de la comunidad, jubilado, claro. Creo que es presidente perpetuo y nadie quiere elegir a otro. De reuniones de comunidad ná de ná. Cuando se tiene que decidir sobre algo importante, como ahora que se va a cambiar el suelo y las paredes del portal de entrada, hace una encuesta.

Con caligrafía de colegio de curas, refleja todos los datos. Varios presupuestos, estado de cuentas, posible subida de cuotas, y, al final, dos cuadraitos para que tu reflejes la opción que elijas. O un sí o un no. El resultado de la encuesta lo publica en el oportuno tablón de anuncios. Enga, todos contentos y sin perder el tiempo en discusiones absurdas.

Claro que queda escoger los paramentos verticales y horizontales del portal. Nada, como este buen hombre tiene tiempo de sobra, monta una pequeña exposición en uno de los cuartillos comunitarios con los distintos pavimentos que se ha buscado. Conforme va viendo a los habitantes del bloque les invita a que escojan cual es el que más le gusta. En una lista apunta los elegidos por cada uno. Al final salió escogido el terrazo marcado con el número cuatro. Eso me he encontrado este medio día cuando llegué del curro.

Nada, que tengo un presidente que gobierna a distancia, que nos ahorra horas y horas de discusiones absurdas y que lo tienes dispuesto casi veinticuatro horas.


La cosa promete, hay más historias, pero como dice la canción, poquito a poco.


martes, 16 de enero de 2018

Paqué se me ocurrió cambiar.


Nada, que no puede uno modernizarse y adaptarse a los nuevos cánones de diseño sobre esto de los blogs.

Resulta que tenía ganas de darle un lavaito de cara a La Bodeguita, quitarle ese color marroncito y blanquearle las paredes con buena cal de Morón. Y lo hice, yo solito, sin ayuda y me gustó como quedó. Pero empezaron los problemas. De momento de los blogs que sigo la mitad desaparecieron. El diseño de las entradas, ni se parecía al anterior. Los comentarios, bueno de los comentarios mejor no comento. Y lo único que hice fue cambiarle el color, es decir, cogí una brocha y dale que te pego. Pero creo que el blogger me tiene más manía que el Quillo, el gato de  casa.

Pero tengo la suerte de tener en casa un experto en la materia. Lo cierto que es un experto en eso de la electricidad y las chispas, de alta y baja tensión, de interruptores, bombillas, cables, caídas de tensión, transformadores, plantas de cogeneración, etc. Claro que dice que le ha costado muchos años terminar la carrera y ahora no pone ni un enchufe, que no es electricista, que él ha estudiado para ser jefe de los jefes de los electricistas.

De informática sabe más que de electricidad y como mi asesor informático particular, le faltó tiempo para solucionarme el problema. Más o menos la conversación transcurrió tal cual así:

-Hijo, hazme un favor, mírame lo del blog, que está todo cambiao.

-Que peasito eres papá, cuando te da por una cosa es que no paras. A ver. Bueno, veras, al modificar los (una palabra mu rara), se te modifica el código (una palabra mu rara) y no soporta los protocolos (una palabra mu rara). Pon los comentarios en ventana emergente (esto lo entendí) y ya, si eso, luego, más tarde (esto significa cuando este aburrido y pare un ratito en casa) te miro las demás cosas.

Y se quedó tan ancho. Y se fue a su cuarto. Y siguió montando su último juguetito, una impresora 3D. Conociéndolo como lo conozco, miedo me da lo que puede salir de ese cacharro. ¿Saldrán réflex? No sé, creo que  por el momento no.

Como se entere que le he hecho la foto...


La Bodeguita sigue regulin regulá. Ahora que me había envalao escribiendo resulta que la cosa no furula como mandan los cánones blogueriles. A cabezota no me gana nadie y estoy seguro que dentro de poco la cosa funcionará y volveremos a la normalidad, si mi churumbel el mayor quiere, claro.

¿Ustedes saben si se tarda mucho tiempo en montar un cacharro de esos? ¿Y en probarlo? ¿Y en ajustarlo? ¿Y en buscarle una ubicación? ¿Y en arreglar el interruptor del vestíbulo? ¿Y en arreglare el cargador del portátil a su hermana?


Para una vez que las musas me han echado una mano y tengo una jartá de entradas pendiente, va el blogger y me fastidia. Y encima mi hijo…



sábado, 13 de enero de 2018

Un maquetista, un fin de semana raro y los Quitapupas



El encargado de la maquetación de Diario de Sevilla es un fenómeno. Y ¿sabéis que día de la semana le gusta? Es bien fácil, solo hay que mirar la página 20 del pasado viernes, dedicada a las actividades en la provincia. A mí me lió un poco. ¿Cuándo puedo ir a Alcalá de Guadaira a ver una exposición sobre Blanca Bonald? El viernes 12. ¿Cuándo puedo correr la 31ª Milla Urbana en Los Palacios? El viernes 13. Y ¿Cuándo disfruto del Séptimo Medio Maratón en La Puebla del Rio? Pues el viernes 14.



Nada que este frio fin de semana se compone de viernes 12, viernes 13 y viernes 14. Ya el lunes será 15, si eso.


Ahora bien, estoy seguro que no es una equivocación. Tampoco le echaré  la culpa al becario, aunque sea mu socorrío. Me apuesto media de boquerones en adobo a que este buen hombre lo ha hecho con buenas intenciones. O más bien malas.

 Me imagino que es un gran aficionado al carnaval  gaditano. Me imagino que le pidió a su jefe librar el jueves 11 que es cuando actuaban en las preliminares del Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas de Cádiz, una de sus chirigotas favoritas. Me imagino que su jefe se lo concedió pero antes tenía que dejar todo el trabajo del viernes listo para las rotativas. Me imagino que se puso a rebuscar eventos con los que rellenar la página. Los consiguió y se dijo eso de ¿A qué no se da cuenta nadie? Lo que no se imaginaba el bueno del maquetista es que al Naranjito no se le escapa una.


Y como han empezado las preliminares del concurso de chirigotas, comparsas, coros y cuartetos, os dejo un pequeño anticipo. Un cuplé de la chirigota Los Quitapupas que habla de lo que sufren las madres de los grandes deportistas para guardar y limpiarle el polvo a tantos trofeos. Me recuerda mucho a mi madre que no sabía dónde guardarlos, espera, a lo mejor mi madre era como la madre de Fernando Alonso.   





jueves, 11 de enero de 2018

El que se ríe del último...


Entro por el portal  y me encuentro de sopetón con un cartelito mu simpático que dice, más o menos, que cortarán los ascensores durante una jartá de tiempo con motivo de fumigar el hueco de los mismos, que ya va tocando. Po eso, que nada más que entro en casa, me falta tiempo para comentárselo a mi sufridora.

-¿Cuándo? -Me inquiere ella clavando sus pupilas azules en mis pupilas marroncitas.

-Pues este viernes, desde las 20:00 hasta las 09:00 del sábado sabadete.

-¿Desde las ocho de la tarde hasta las nueve de la mañana? –Me contesta ella demostrándome que sabe traducir el formato horario 24H al formato de las personas normales. -¿Y el viernes? ¿El único día que quedo con mis amigas y despejarme un poco? ¿Qué pasa? ¿No pueden parar un ascensor y al día siguiente el otro? ¡Que para eso tenemos dos ascensores!

-Es que me han dicho que ambos huecos se comunican y tienen que aprovechar para que las cucarachas…

Craso, enorme, burdo, inexcusable y garrafal error por mi parte. Es que es nombrarle a mi parienta esos insectos hemimetábolos paurometábolos de cuerpo aplanado que los frikis de los bichos conocen con blatta orientalis, y  se convierte en otro ser. Escalofríos, repelús, mosqueos, enfados, falta de apetito, asco y paro de contar. Vamos, que no puede, que es superior a ella, que ni se las menciones. Así que continuo con la historia sin mencionar a las cucas.

A día siguiente, en el curro, se lo comento a un compañero.

-¿Cuál es el problema?

-Joé, que vivo en un octavo.

Diez minutos se llevó riéndose y diciendo eso de ¡qué putada jajaja!


Foto de un servidor

Nada, que llega el viernes “negro”. Y como era verano y en la cálida Sevilla salir a la calle antes del lubricán es de personas insensatas y encima las sillas de las terrazas de los bares están más calientes que el aceite de una freiduría de pescaito frito, esperamos a una hora prudencial. Mientras mi cónyuge se acicalaba, algo sencillito, elegante, como siempre, yo le eché valor y tiré escaleras abajo.

Justo en el portal me encontré con el señor ascensorista.

-Valla tela quillo, mira que cortar los ascensores un viernes.

-A mí no me digas nada, se lo dices al fumigador que ahora viene. ¿Qué problema tienes?

-Joé, que vivo en el octavo.

Esta vez fueron cinco minutos riéndose, pero lo de ¡qué putada jajaja! sí que me lo dejó claro.

En esto que llega el matabichos y el grasioso  del nota del ascensor le faltó tiempo para indicarme que este era el responsable.

-Mira es bueno que periódicamente se fumiguen los huecos de los ascensores porque es por ahí por donde pueden subir los insectos y…

-No no, si eso está muy bien –contesté raudo y veloz- todo lo que sea higiene zoosanitaria nunca está de más. Lo que pasa que yo soy él del octavo.

-¡Ostia! ¡Qué putada! ¡jajaja! ¡Sin ascensor hasta mañana por la mañana!

, dos minutos de risas, más o menos.

Mi parienta bajó como pudo, no por cansancio ni por esfuerzo, sino por el miedo cerval a los bichos innombrables. La verdad que una vez sentados  bajo las estrellas de la noche sevillana, mejor, sentadas las féminas  bajo las estrellas de la noche sevillana y los tíos de pie, en la ventana del bar solucionando los problemas del país (entiéndase hablando de furbo, caló y de ¿a ti cuando te toca pasar la iteuve?) pasamos una velada muy entretenida, fresquita y agradable. Pero llegaba la hora de regresar a casa no sea que los churumbeles llegasen antes que nosotros y las buenas costumbres hay que conservarlas.

Paseando tranquilamente y disfrutando de la suave brisa que corre por las noches de final de Julio en esta bendita ciudad (entiéndase por suave, ná de ná) nos encontramos con una pareja vecina acompañada por su pequeñín. Aunque no venga a cuento diré que el niño de nuestros vecinos llevaba una camiseta con trece barras que le hacía juego con sus ojos verde. Esto último es una licencia que me he tomado y algunos lo entenderá, vamos que mi vecinillo llevaba la camiseta del Betis. Bien, vecino, bien.

Mientras charlábamos amigablemente nos acercábamos a nuestro bloque. Lógicamente el tema de conversación era la putada de los ascensores. Yo estaba callado, cosa extrañísima en mí, pero conforme nos acercábamos al portal notaba que mi sonrisa iba in crescendo. Abrimos la puerta y poquito a poco fuimos subiendo los pisos, desde el bajo hasta el octavo. Cuando llegamos a nuestra planta yo ya no sonreía, simplemente me reía con esa risita irónica y satírica que se nos escapa en alguna que otra ocasión.

-Bueno, vecino  que descanséis, que vivir en el noveno ¡en el noveno! y sin ascensor es una putada, jajaja



Sobre la foto:

Lógicamente la he hecho con el móvil, pa que voy a par explicaciones. Ha salido un poco movida porque mi sufridora se llevó una temporaita mirando por todos lados y cada vez que escuchaba un ruido raro miraba como una posesa. Cuando hice la foto íbamos en el ascensor ¿y como queréis que enfoque si tengo a mi parienta agarrada a mí brazo porque ha escuchado un pequeño ruido en el tubo fluorescente del techo?





domingo, 7 de enero de 2018

Ya sé quién es el culpable


Uno de los propósitos para este nuevo año que me marqué, aparte de seguir sin ir al gimnasio, afeitarme todos los días, dejar de fumar, aprender a bailar sevillanas y empezar el Ulises de Joyce, era el de ser una persona seria, responsable,  políticamente incorrecta y no dar la tabarra con lo de la réflex.

Lo de seguir sin ir al gimnasio lo consigo seguro. Lo de afeitarme todos los días, casi casi. Lo de dejar de fumar estoy en ello. Lo de aprender a bailar sevillanas, con un par de copitas de rebujito está hecho. Lo del libraco ese, a lo mejor cuando me jubile. Lo de persona seria, responsable y políticamente incorrecta, , eso está hecho también. ¿Y lo de la réflex?

A ver, que yo sea de esa generación a la que los Reyes Magos nos traían lo que les parecía bien, no significa que el día 6, a eso de las siete de la mañana, ande rebuscando paquetes en los que pongan algo de Canon, Nikon, Pentax o Fuji, por poner un poné. Con un canto en los dientes otro año más. Pero tranquilo, Naranjito, de esta también te repones, que hay un proyecto en curso y para el verano cae seguro.

¿Y este año por qué no ha sido? Me voy a sincerar y lo cuento.

Yo les preparé a Sus Majestades, al Melchor, al Gaspar y al Baltasar, un tentempié consistente en café con leche, unas tostaitas de pan de pueblo y unas tarrinitas de delicateses como zurrapa de lomo, mermelada, paté ibérico, botellitas de aceitito de oliva virgen extra y una tapita de jamón de bellota. De pasada diré que este año intentaré dejar de ser un vil pelotillero con ciertas personas. Bueno, sigo contando.

 La foto la ha hecho mi hijo


Los Magos de Oriente dieron buena cuenta de las delicias primorosamente preparadas por un servidor, la prueba son los pocos restos que dejaron ¡los mamones! Pero, en mis historias siempre hay un pero o dos, también faltaba algo. El Quillo, el gato de la casa, que a sus 17 años sigue siendo un cabroncete conmigo pero mantiene su agilidad felina y sigue siendo fiel guardián de las cosas de su ama grande, mi sufridora esposa, estaba tela de mosqueao. No paraba de mirar a un mueble de la cocina donde mi mujer guarda, entre otras cosas el coñac con él que hacer la salsa al wisqui. Arduo y veloz abrí el susodicho mueble y me encontré con la botella totalmente vacía. ¿Quién se la habrá bebido? Me preguntaba para mis adentro. ¿A qué se la han bebido los tres notas estos? El Melchor es el más mayor y el más sabio. No, ese no. El Baltasar, el Mago de color negro tampoco, es el más querido por la chavalería. Este tampoco. ¿Quién queda? Po el Gaspar, él que siempre va en medio. El más chico, chiquitito o chiquetete, ese es el que se ha jincao la botella de coñac.


¿Y qué pasa cuando te trincas tu solito una botella de 40º? Varias cosas. Una, que se te olvida dejarle al Naranjito su añorada réflex. Y la  otra y más importante, que cuando visitas el Colegio de las Hermanas de la Cruz en Carmona, para llevar ilusión y esperanza a las niñas allí acogidas, vas y la lías parda o dicho en román paladino: ¡que la cagas! Y encima vas y te pones a cantar.