lunes, 30 de enero de 2012

25 nuevos brotes verdes

Dudé mucho en publicar esta entrada porque no me gusta de hablar de la empresa donde presto mis servicios como buen currante, o al menos lo intento. Nunca hablaré mal de ella, entre otras cosas porque no tengo motivos. Pero leyendo las noticias sobre la tasa de desempleo que tenemos en España y sobre todo en la bendita ciudad de María Santísima, más de 260.000 personas no tiene trabajo y la cosa va en aumento, esto me hizo reflexionar un poco. Por cierto, y antes de seguir, ayer domingo los bares de mi barrio estaban “a reventar”, no estará el asunto tan malo ¿no?

A lo que iba. Resulta que la semana pasada se escuchaba un rumor en la fábrica que próximamente saldría la lista de los nuevos fijos. -¿nuevos fijos estáis diciendo?, ¡pero si hace tiempo que  no tenemos el antiguo convenio por él que todos los años tenían que aumentar la plantilla! –Quillo que sí, que la cosa va en serio. Me quedé un poquillo perplejo. Pero si todas las empresas están reduciendo personal, con la ETTs cubren puestos, con externizar trabajos logran menores costes igual que con la reducción de plantilla, y así un buen rato.
Pero mira por donde me  vi a un miembro del comité de empresa, sí, uno de nuestros “representantes” ante la Dirección. Me faltó tiempo para preguntarle: -He escuchado rumores que van a hacer fijos este año, ¿eso es verdad o es radiomacuto, que cuando estornudo en una punta de la fábrica le llega al guarda de seguridad de la otra parte  que el Naranjito está con la gripe?. -No es oficial todavía pero vamos a intentar que la lista salga hoy. -¿Qué me estas diciendo?. –Lo que oyes, hoy pasarán a indefinidos 25 nuevos compañeros. Es bueno que se mantenga la plantilla ¿verdad?.

Y tan bueno, y me alegro por todos ellos. Por Paco, que me lo crucé el lunes a las seis y media de la mañana cuando yo me incorporaba y él terminaba su jornada nocturna dominical, por Fran, ese mecánico que viene todos los días de Morón,  al que siempre le toca  arreglarme las averías de las máquinas, por Alonso, ese venezolano criado en La Coruña con el que tantas veces he despotricado sobre el Ilustrísimo Sr. D. Hugo Chávez, y por todos y cada uno de los veinticinco. Gente joven en su mayoría, que ahora ven el futuro de otra manera; gente  de todas las secciones: de fabricación, de producción, de expedición, de I+D, de laboratorio, de mantenimiento, de ingeniería…

Que conste que los trabajadores seguimos teniendo reivindicaciones. Que tenemos los mismos problemas que cualquier otro trabajador de la industria. Que cada día nos achuchan más. Que queremos mejorar y conciliar nuestra vida laboral y familiar. Que seguimos proponiendo subidas de sueldo como hace todo el mundo. Pero nos alegramos cuando la plantilla aumenta con compañeros a los que conocemos desde hace muchos, pero que muchos, meses.

No sé si será una empresa modelo. A lo mejor es porque lleva cerca de 70 años en el mismo sitio y por lo pronto no se piensa mover (El Jefe dice que esto es una empresa sevillana y en Sevilla se queda). O porque invierte en tecnología (que de pantallitas táctiles tiene las máquinas nuevas). O porque abre y consolida mercados en el exterior (que porculeros son los auditores ingleses). O porque se intenta cuidar el producto que llega al cliente (la de controles de calidad que tiene que hacer uno al cabo del día). O porque siempre está en ampliación (haber si tengo suerte y me toca esta noche en las naves con aire acondicionado).  O porque cumple con las normas internacionales (ahora se lo que es un bolígrafo monocuerpo y el uso de los apósitos coloraos). O porque cumple con las medidas en materia de seguridad (que guapo estoy con los protectores auditivos de color amarillo canario). O porque tiene un plan de emergencia  (que suerte tengo de pertenecer a la brigada de contraincendios y además publicaré las fotos). O porque los encargados de las normas medioambientales son un taco de quisquillosos (Naranjito, el plástico se tira con el plástico, el cartón con el cartón y el vasito del café en la papelera de la cafetería). O porque les ganamos a los yanquis por goleada (Jenquel, Llonson an Llonson, Protec an Gamble, un mojón pa ustedes). O porque, lo más importante:

Una empresa es las personas que la compone. Nadie es imprescindible, pero todos somos necesarios. Por eso, mis queridos “nuevos” compañeros me alegro un taco por vuestra nueva situación, y este currante os felicita y les dice a los medios de comunicación que rebusquen bien que hay empresas que se lo curran, sobre todo sus empleados, que creen en el futuro, que creen en esta bendita tierra y que los brotes verdes existen, hay que trabajarlos, pero existen.

jueves, 26 de enero de 2012

El Cabrero

A Hilario todo el mundo lo conocía en el pueblo por el Cabrero, así, con mayúsculas. A pesar de que había otros cabreros, él era especial. O, por los menos lo eran sus cabras. Una reducida piara de chivas  endémicas de la zona. La Diputación se encargaba de mantener esta rara especie para que las futuras generaciones pudieran verlas en su habitat natural, cosas de los nuevos ecologistas, decían los lugareños. Y como buenos naturalistas, las criaban en el campo, nada de corrales modernos ni de naves acondicionadas. En plena naturaleza, en invierno y en verano, en otoño y en primavera. Para eso estaba Hilario. Todos los días en el campo. Frío, calor, viento, lluvia, siempre estaba él. Vivía en un pequeño cortijo, sin luz ni agua corriente, pero feliz entre sus animales. Cincuentón, alto como los espárragos que recogía, no se le conocía que hubiera tenido mujer, ni siquiera una novia en sus años mozos. Su cuñado se ocupaba de facilitarle comida y enseres para hacerle la vida más cómoda. No en vano, él era el que le buscó el trabajo, ya que era funcionario de la Agencia de Medio Ambiente.

Al pueblo le gustaba bajar poco. Alguna que otra visita al bar para tomarse sus botellines de cerveza y sus copitas de ligaitos, pero a la capital le encantaba ir. Acompañado de su cuñado, visitaba a sus jefes y les informaba  personalmente de la marcha del rebaño. Y sobre todo le gustaba montarse en los autobuses urbanos en hora punta. Hilario, le decía el marido de su hermana, te gusta más un roce que a un chapista. Con lo que más disfrutaba  eran con los escaparates, en especial  el de Woman Secret.  Con diferencia, el mejor de todos los que había en el centro. Se quedaba embobado mirando las prendas que mostraba para deleite de sus ojos.

Un año tuvo unas habitantes especiales en la sierra. El trabajo en el verdeo de la aceituna no lo querían los jornaleros habituales, preferían la construcción que les aportaba más emolumentos a final de mes. La cooperativa agrícola había contratado   trabajadoras de  los países del este. Todas rubias y con ojos claros. Todas con pantalones vaqueros bien rellenitos y con camisas convenientemente desabrochadas. Pero había una que lo traía por la calle de la Amargura, o por la calle de la Calentura como a él le gustaba decir. Se pasaba las horas rondando la cuadrilla de trabajadoras, junto con su cabras, sus perros y su inseparable gorro de paja. Les decía cosas y ellas se destornillaban de risa. Y él feliz, como sus chotas  encima de los riscos. Siempre se acercaba a la misma. Todos los días. Ella reía con sus ocurrencias y él veía en su sonrisa y en sus nacarados dientes,  la futura compañera de su soledad. No entendía su idioma pero sus palabras le sonaban a música. Mirosuc de capra se amesteca in mine curaj, repetía ella a menudo. Capra, capra, mucha capra, contestaba él.

Se acabó la temporada, la recolección de las aceitunas se terminó y las doradas mujeres se marcharon a seguir con su trabajo en un pueblo de la costa. Allí los frutos  ya esperaban para que manos hábiles y suaves las arrebataran de sus matas.

Un año estuvo el Cabrero esperando. Un año aguardando ver de nuevo aquellos ojos celestes. Esta vez se atrevería a proponerle salir a pasear por el pueblo. Esta vez le cogería de la mano,  vestiría con  su mejor traje, se afeitaría y peinaría con esmero. Esta vez pondría en práctica todo lo que decían en los programas de radio nocturnos que escuchaba en la soledad de la noche.
Pero su rubia no vino ese año. Preguntó al encargado por ella. Solo falta Alina la rumana, le contestó el manijero, es que el año pasado, después de aquí estuvo en Moguer cogiendo fresas. Conoció a un pescador de Lepe que se divorció de su mujer y se casó con ella.

Hilario sigue solo en el monte con sus animales y, según su cuñado, un poco más triste. Recordando las risas y las palabras de aquella rumana. Sobre todo recordaba una frase que nunca supo interpretar:

Î mi place mirosul de peşte

miércoles, 18 de enero de 2012

Miradas

 La de una madre cuando no quiere ver que sus hijos están creciendo. La del bebé cuando nota de nuevo el latido que lo ha acunado durante nueve meses. La de una niña que se está convirtiendo en mujer y siente un escalofrío cuando se cruza con ese chico que apenas le hecha cuenta. La de los amantes que se hablan en silencio. La de ella cuando te espera cada día como si fuera el primero de una vida en común. La del hijo cuando se convierte en fiel acompañante de su padre en el camino de la vida. La del amigo de verdad al que no necesitas pedirle nada para que te lo dé todo. La de ese desconocido que te saluda a las siete de la mañana con un simple buenos días y te reconforta después de una larga noche de trabajo. La de una mujer observándote detrás de una celosía y hace que tu corazón brinque como si tuvieras quince años.

Todas tienen algo. Todas expresan sentimientos: ternura, amor, rubor, pasión, cariño, complicidad, amistad, lealtad, bondad, ilusión, …
Siempre me ha gustado mirar a los ojos cuando hablo con una persona, será por eso que creo leer en ellos el mensaje que trasmiten. Pero hacía días que no conseguía  interpretar, ni siquiera sentir, una mirada especial. Llevaba diecisiete jornadas  igual, inmutable. Furtivamente observaba esos misteriosos ojos tratando de descifrar sus intenciones, sus pensamientos.

Sin embrago esta tarde noté algo especial, al menos a  mí me lo pareció. Al principio creí intuir una mirada de celos, pero no era envidia precisamente lo que me trasmitía.
Ocurrió cuando mi hija les daba de comer. Ella es la que se encarga de criarlos; de limpiar su transparente habitación;  de fijar sus horas de descanso y sus horas de actividad; de que crezcan sanos; de controlarles la temperatura, la intensidad de la luz que los ayuda a mantenerse activos.

Pero allí estaban esos ojos. No apartaban la mirada de lo que mi hija estaba haciendo. Ni siquiera cuando esta grababa con el móvil para mostrarles a sus amigas la evolución de los pequeños.

Precisamente esta tarde, hace diecisiete días que le regalaron a mi princesa, una pareja de peces de agua dulce que ella se encarga de cuidar en un acuario.

El Quillo, ese gato callejero que nos adoptó cuanto tenía cinco días de vida, sigue hipnotizado con las burbujas que producen el oxigenador del agua, el ruido de la bomba depuradora y los movimientos de los pequeños peces rojos.

Esta vez me miró de reojo. Y esta vez sí supe interpretar la mirada del felino:

-Tranquilo Naranjito, me decía, ya crecerán, que a todo cerdo le llega su San Martín.

domingo, 15 de enero de 2012

Mi Sevilla tiene de tó

Mi Sevilla tiene de tó. Después de patearme las calles  aprovechando mis merecidos cuatro días de vacaciones y haciendo de buen y fiel recadero de mi santa sufridora esposa, he conseguido algunas pruebas fotográficas.

La primera es referente a lo bien que acogemos a todos los emprendedores extranjeros que montan sus negocios para fomentar el consumo y relanzar la maltrecha economía que tenemos últimamente. Como los sevillanos tenemos mucha intuición sabemos interpretar las indicaciones que nos hacen en los carteles de sus tiendas. Hasta yo, con lo torpe que soy, sé que cuando coja una funda para el móvil, tengo que huelverla a su sidio. Lo vi en una tienda de chinorris que hay en la galería comercial del Carrefú Macarena.



Esta otra foto está hecha en una tienda de esas nuevas en la que todos los ¿juguetes? valen la módica cantidad de 10 euros. Me la facilitó una amiga de mi hija. Si, una con las que estuvo en el restaurante chino y tiene más peligro que un valenciano con una caja de petardos a las siete de la mañana el día de año nuevo. Este ¿artilugio? es para los fanáticos del deporte que no pueden pasar ni un segundo practicando el noble arte de pegarle a una bolita con un bastón al revés y meterla en un agujerito. No sé pero un servidor, cuando visita regularmente el baño, voy a lo que voy y ni si  quiera me entretengo en leer los mentirosos, que no son otra cosa que los periódicos deportivos.



Y esta es la resume nuestra idiosincrasia. 



La hice rodeado de gentes alucinados con la riqueza barroca de este escaparate en una tienda de la calle Puente y Pellón. Si vuestros inteligentes ojos se fijan bien observareis:

Cordones de colores con medalla incluida para lucir en nuestros pechos descubiertos a la menor oportunidad; capirotes de nazarenos ultramodernos con un diseño que recuerda al techo del Metropol Parasol, más conocido por mis paisanos como las Setas de la Encarnación; un bloque escultórico a escala para decorar con cualquier técnica de manualidades que se imparte en los distintos talleres que organizan los distritos municipales para las personas desocupadas; miniatura de un paso neorenacentista para colocar en una canastilla a escala y lucir en  el mejor lugar de nuestro salón; varios llamadores de plata, o de alpaca, vete tú a saber, con los que llamar a nuestros costaleros al grito de “a esta éh”; la omnipresente Virgen del Rocío, que entre otras cosas está en un pueblo de Huelva; unos detallitos de cerámica sevillana para colocar en el frigorífico junto a los de “yo estuve en Dysneylanparis”; una foto de una Virgen con el niño en brazo que me recuerda a la Virgen de Guadalupe mexicana; una pareja de gitanillos felices y contentos aunque vivan en las Vegas (las Vegas es un barrio de Sevilla, no la cuidad que hay en el estado norteamericano de Nevada); figuras de monjes, creo que benedictinos, saboreando los buenos caldos que da la tierra; pareja de angelotes para pintar con la técnica del pincel seco y pan de oro y colocar en el cabecero de nuestra cama; tampoco puede faltar la imagen del Niño Jesús en pelotillas, mostrando sus atributos varoniles para que no haya duda que nació hombre aunque sea hijo de Dios; y por ultimo, y en lugar preferente, una sevillana de pro, una descendiente del grandísimo Duque de Alba terror de los flamencos, de los flamencos de Flandes y no de los seguidores de lo recientemente declarado Patrimonio de la Humanidad entre los que me incluyo. Sentada en las rodillas de su último esposo, un señor funcionario.

Por un segundo, solo por un segundo, pensé en lo curioso de la situación. ¿Cómo es posible que la persona que tiene más títulos nobiliarios de España, la que, ante ella las Casas Reales de todo el mundo, incluido Su Graciosa  Majestad la Reina Elizabeth Alexandra Mary II, tiene que hacer una genuflexión,  esté casada con un empleado público?

-No seas mal pensado Naranjito, el amor es libre y no tiene explicación. Y deja de leer a  Góngora cuando decía eso de
                                                            Ándeme yo caliente
                                                                y ríase la gente.
                                                         Traten otros del gobierno
                                                       del mundo y sus monarquías,
                                                       mientras gobiernan mis días
                                                          mantequillas y pan tierno;
                                                         y las mañanas de invierno
                                                          naranjada y aguardiente,
                                                              y ríase la gente.


miércoles, 11 de enero de 2012

Regalos

Después de un montón de días sin poder utilizar mi viejo ordenador por “problemas técnicos” y gracias a que mi hijo le ha hecho una cura de urgencia y me lo ha dejado con servicios mínimos a la espera que pase la cuesta de Enero y, sobre todo la de Febrero, para poder sustituirlo por otro en condiciones, por fin puedo abrir de nuevo La Bodeguita.

No pude felicitaros el solsticio de invierno, ni siquiera la Navidad. Ni desearos una feliz salida y entrada de este al parecer, y según los mayas, el último año de la humanidad (no me creo ná). Tampoco pude disfrutar con vuestros blogs, pero a partir de hoy me pongo al día.  Sobre la noche de reyes, como hace pocos días de ella, hoy me permitiré el lujo de presumir de los regalos que me dejaron Sus Majestades D. Melchor, D. Gaspar y D. Rafael (como D. Gaspar estaba con gripe lo sustituyó el día cinco el genio de las medias caída y el número 3 a la espalda).

Lo primero que me dejaron fue una colección de vales canjeables, cuando buenamente pueda. A saber:

Un vale canjeable para poder hacer el Camino de Santiago por la Ruta de la Plata. Comenzando en la puerta de Palos de la Catedral de Sevilla y terminando en la Plaza del Obradoiro. Camino a pie, con sus 26 etapas.

Un vale canjeable por un velero con el que surcar los mares del sur y llegar a Nueva Zelanda, el país que siempre quise conocer. De momento tengo el nombre para el velero: Lubricán. Este es el nombre de ese momento mágico que ni es de día, ni es de noche, ni siquiera de tarde. Ese instante en que la luz de Sol deja paso al embrujo del brillo de la Luna.

Un vale canjeable por un fiel mastín con el que perderme por la sierra y pasear entre encinas, alcornoques y  bosque de galerías. Poder respirar el aire puro, escuchar los sonidos de la naturaleza y dejarme observar por la nobleza de la mirada de mi futuro perro.

Un vale canjeable por un caballo Cartujano de color tordo con el que pasearme al trote por una playa al amanecer del día, aprovechando la soledad de la mañana.

Y ahora la lista de lo que estaba empaquetado en lo alto del sofá:

Una camisa de mi talla de color celeste.

Una camisa de mi talla de rayitas de varios colores en tono pastel.

Un jersey de cuello alto de color azul marino, también de mi talla.

Un pantalón de pana finita, de color marroncito, pero, una de dos, o Sus Majestades barbudas que llegan del lejano oriente creen que sigo teniendo veinte años o me lanzan una indirecta para que pierda mi barriguita cervecera que tanto trabajito me ha costado conseguir. Bueno, tiene solución, (lo de la barriguita no) lo de la talla, la ayudanta de lo reyes ha quedado en conseguir una talla mayor que para eso tiene un vale.

Y ahora os dejo, que me toca esta semana el turno de noche y  tengo que prepararme para el curro. Os prometo que la Bodeguita está de nuevo abierta para disfrutar con vuestras cosas y las de este vuestro humilde bodeguero.