lunes, 27 de junio de 2011

El examen

Rosa, la profesora de Lengua y Literatura, quería inculcar en sus alumnos la vieja costumbre epistolar, y que dejasen por un momento el lenguaje de los mensajitos de móviles y el chateo por ordenador. Promover, de alguna manera, la escritura con todas las letras y expresiones que la lengua de Cervantes nos regala y nos facilita el entendimiento entre los hombres y mujeres de habla hispana. Se le ocurrió un trabajo sorpresa para clase, con él que fomentar la expresión escrita y al mismo tiempo concienciar al alumnado en temas como la solidaridad y la participación.

Haber queridos niños y niñas: tenéis que poneros en el papel de un inmigrante senegalés, mauritano, keniata o de cualquier país subsahariano. Aunque en nuestro pueblo aún no tenemos vecinos de color negro, salvo los que venden bolsos y cinturones los días de feria, pronto los tendremos. Está pasando en todos los pueblos y ciudades. Así que ya sabéis, imaginaros que soys unos de estos emigrantes y les mandáis una carta a vuestra familia contando como os tratan en España. Por favor expresaros bien y ¡con todas las letras! Venga, mis queridos inmigrantes e inmigrantas comenzar a escribir.

Dicho y hecho:

Maripuri:
Querido papi y mami, estoy muy contenta de estar en este bonito país que se llama España…

Luisito:
Estimados progenitores: espero que estéis bien al recibo de la presente, yo estoy bien gracias a Dios Alá…

Estefany:
¡Hola fámili! Estoy chupi guay en España. Esto mola mazo…

Julito:
¿Qué passa troncos? Hace tela de caló por la mañana y por la tarde. ¿Y la vacas? ¿Cómo están?...

Pedrito: si yo fuera de la selva africana que les diría a mis padres. No sé, no sé. ¡Ah! ¡Ya lo tengo!

Hakuna matata: murumbu bia uncara guruntanga mia. Handaá bïe ankagüa  puchunga puchunga….

viernes, 24 de junio de 2011

Teta, culo, caca, pipí


Nunca miro las estadísticas, ni le hecho mucha cuenta a los datos “técnicos” de este, vuestro humilde blog, pero hace unos días observé una cosa muy curiosa, por lo menos para mí. Resulta que el número de visitas se había cuadruplicado. La línea que te indica las visitas parecía la cordillera del Himalaya con sus ochomiles y todo eso. Más contento que unas castañuelas me fui a presumir delante de mi hijo. Mira, aprende de tu padre y date cuenta de la cantidad de visitas que tiene La Bodeguita.
Con la seriedad que te dan los veintitrés años, con la seriedad de un estudiante de ingeniería en época de exámenes finales, con la “seriedad” de un entendido en esto de la informática y de los interneses, el bueno del Naranjito chico, mi asesor informático particular, se marchó a su cuarto para hacer un estudio pormenorizado de la estupenda situación en la que se encontraba mi blog.
Al cabo de un minuto, justo el tiempo necesario para hacer la investigación pertinente, regresó el irónico de mi hijo y me dio la explicación a tan magno acontecimiento:

-Papá, ¿tú no has escrito una entrada hace unos días sobre una venganza del Eustaquio Canales ese?
-Si, ¿no me digas que le ha gustado a tantísima gente?
-No, papá no. ¿Qué pusiste en negrita?
-¿En negrita? A ver…

  ¡!Pruébame!!, ¿Jugamos?,!Maduritas interesantes!, ¡Rusas ardientes!, ¡Ofertas privadas: 3 x 2!...

-Pues ahí lo tienes, eso es lo que han rebuscado por interné y se ha topado con La Bodeguita del Naranjito.
-Me cagoentoloquesemena, no me digas que si pongo en negrita cosas como teta, culo, caca, pipí, aumento el número de visitas.
-Más o menos, pero ese no es tu estilo. Anda, sigue con tus batallitas, y cuando quieras contar algunas historias picantes hazlo con estilo, que tengo muchos compañeros y compañeras que te leen de vez en cuando y saben que eres mi padre.

O sea, que este aumento de visitas, que por cierto, ha coincidido con que es más difícil hacerme comentarios que mi jefe me diga eso de bien, Naranjito, bien, ¿se debe a lo de las negritas? Bueno po toma negritas:

   Teta, culo, caca, pipí, y otra vez, teta, culo, caca, pipí

Bueno, que me sigo enrollando, querido visitante: si has llegado hasta esta Bodeguita buscando teta, culo, caca, pipí, te habrás dado cuenta que hay poquito de esto por el momento. Si te ha gustado algo de lo que has visto quédate que yo te invito, en la Bodeguita del Naranjito no paga nadie. Quédate que te prometo que en los próximos días hare una entrada clasificada “S” (¡que películas aquellas!), y no pondré nada en negritas, o a lo mejor sí.

Y encima he decorado la entrada con una foto de tetas que he rebuscado por la red. La he encontrado en un blog de la Asociación Mexicana de Criadores de Cebú (sic)

-Papá teta que la mano no cubre, no es teta sino ubre.
-Vale niño, pero antes la duda la más tetuda.

Nota final (de momento): como el índice de visitas se vea incrementado hasta límites insospechado con esta entrada, me acordaré de los antepasados del blogger que no dejan que mis amigos hagan comentarios

domingo, 19 de junio de 2011

Las enfermeras

¿He contado que tuve el tifus? ¡Ah! sí, ya me acuerdo lo conté en su momento. Bueno, pues después de que aquellas inyecciones obraran el milagro, mi médico me recomendó que me hiciera el análisis de sangre en otro lugar para cotejar los resultados. Yo, que por aquella época era más chulo que un ocho, no se me ocurrió otra cosa que presentarme en una clínica privada. No le haré publicidad, pero solo os diré que está en la avenida Manuel Siurot y es donde operan a los toreros de las heridas causadas por los astados. Ya sabéis a la clínica que me refiero ¿verdad? Pues nada, que entro en la sala de extracciones y mi primer pensamiento fue: ¡esto es una cámara oculta para un programa de televisión! ¡Esto no puede ser verdad!

Pero allí estaban ellas, una rubia y una morena, igualitas que las que aparecen en las páginas centrales de las revistas especializadas en entretener al género masculino. Esto último lo sé porque me lo han comentado ¿vale? 

Una rubia y una morena, con su correspondiente uniforme de enfermera. Por cierto, los encargados de vestuario del hospital se debieron equivocar porque les dieron tres tallas menos, a lo ancho y a lo largo, Bueno mejor a lo corto, “solo” le llegaba la falda a un palmo por encima de las rodillas, dejando casi al descubierto unas piernas torneadas que….. (Se me olvidaba decir que mi mujer, mi novia por aquel entonces, me acompañaba junto con una pareja amiga, y no me permite dar muchos detalles y recordar el encuentro con las sanitarias). Uniforme blanco y casi transparente, o al menos eso me parecía a mí. Lo digo porque el logotipo de Plaitex se distinguía perfectamente entre los dos botones  que abrochaban la parte de arriba, dos botones de los cuatro del minúsculo vestido.

Y allí estaba yo, sentado, con el brazo apoyado en la mesa y pensando cuando saldría el presentador y decirme aquello de está usted en un programa de televisión. Pero no, de momento estaba solo con aquellas mujeres que me parecían de mentira. Empezó la exuberante morena a ponerme la tirita de goma en el brazo y a buscar la vena donde introducir la aguja, cosa fácil porque el corazón bombeaba a buen ritmo. Ligeramente inclinada hacia mí, me preguntó si me daba miedo las inyecciones a lo que yo respondí negando con la cabeza porque no podía articular palabras. Definitivamente la marca del sujetador era Plaitex. ¿Chanel nº 5?, posiblemente y encima ya había estado en la playa, lo digo por el color de piel que lucía en sus pechos que… (Vale cariño, no sigo dando detalles).

Y allí estaba yo, sentado, con el brazo apoyado en la mesa cuando me dijo aquello de abre y cierra la mano. ¿Qué donde estaba la mano? Justo ahí, a veinticinco coma cuatro milímetros, es decir, una pulgada, del ultimo botón a punto de estallar por no poder abrochar el vestido. Abriendo y cerrando la mano con suavidad para alargar el momento. Pero tuve que girar la cabeza, esto es una cámara oculta, esto es una cámara oculta, seguía pensando.  Giro la cabeza y ¿a quién me encuentro? A “mi” enfermera rubia, buscando unos papeles en un archivador y no podía agacharse como cualquier mujer pudorosa, no. Ella tenía que inclinar el cuerpo para que este atónito embobado se fijase que también había estado en la playa, por el color moreno que lucía, que, efectivamente, como había intuido a través de la nitidez del uniforme, la ropa interior era negra, que… (Vale esposita, si ya apenas me acuerdo, ya no doy detalles).

Ahora es cuando sale el presentador y dice aquello de… No, el que salió fue un servidor, sujetando fuertemente el algodón sobre el insignificante pinchazo y diciéndole a mi amigo que me esperaba en la puerta: -Quillo, entra y hazte un análisis. -¿Yo?, ¿pa qué?. –Anda entra y mira. Solo le dio tiempo de asomar la cabeza por la puerta. Cuando estaba remangándose la manga de la camisa para disfrutar del análisis de sangre, nuestras “leonas”, hoy en día nuestras sufridas esposas, ya nos habían cogido fuertemente y tiraban de ambos camino de la calle. Por lo visto, habían estado pendiente de este sufrido paciente y, sobre todo, de las dos “raposas” (he tenido que buscar un sinónimo para la palabra que les dedicaron a las empleadas de la clínica).

Por cierto, esta semana he tenido el reconocimiento médico anual en la fábrica. Cuando entré en el departamento galeno me encontré con mi diplomado en enfermería. Se llama Manolo, mide 1,90 de alto por 1 de ancho. Y allí estaba yo, sentado, con el brazo apoyado en la mesa y diciendo: -Manué, tu todavía no has ido a la playa, ¿verdad? –Estás colgao, Naranjito, estas colgao.

viernes, 10 de junio de 2011

El coche exclusivo



Mi primer coche fue un Simca 1000. Ya era viejo (el coche, que yo era un chavalín con dieciocho añitos recién cumplidos), cuando mi padre me permitía cogerlo de vez en cuando para ir soltándome en esto de la conducción “responsable”.  Era rojo, como el de la foto, pero tenía la particularidad del color del capó. Después de un pequeño percance sin importancia que sufrió mi padre, tuvo que cambiarlo y le puso uno de color crema. Yo decía que era un coche exclusivo, único, personificado, no había otro igual. Encima tenía matricula de Valencia. ¿Cuántos había en Sevilla con estas características?. Lo dicho un coche exclusivo.

El viejo coche nunca me dejó tirado. Un pinchazo de vez en cuando, cambios de batería, algún que otro manguito de refrigeración, bujías y platinos de encendido y poco más (¿dónde estarán los buenos desguaces  antiguos?). Gracias a estas pequeñas averías aprendí un poco de mecánica. De chapa estaba muy cortito, tan cortito que a una buena amiga se le clavó el tacón de su zapato de fiesta en el suelo de la parte de atrás y le costó la misma vida sacarlo. Mi padre me cortó el rollo y reforzó con unas planchas de chapa todo el fondo. Aún recuerdo la risa nerviosa diciendo aquello de espera que no puedo salir del coche. Las puertas de atrás solo se abrían desde fuera, como la de los coches de policía. Si les quitabas el seguro y cogías una curva un poco más rápido de la cuenta, se abrían por arte de magia.  Eran otros tiempos y otras carreteras.  Un pequeño tuneado más,  el asiento del conductor. Se le jubilaron los muelles y mi augusto padre consiguió un asiento de un modelo más moderno y encima requinable. ¿He dicho algo sobre los desguaces antiguos?, ¡ah sí, que ya no quedan!

Suelo “atrapazapatosdetacón”, puertas que se abren solo desde fuera, asiento del conductor requinable… no seáis mal pensados. Seguro que estáis recordando la canción de Los Inhumanos, aquella que decía algo así como: ¡qué difícil es hacer el amor en un Simca 1000, en un Simca 1000! Si me prometéis que no se lo contáis a nadie os diré que era igual de fácil o difícil que hacerlo en un Seat 127, un Supermirafiori o en un Dyane 6. Dependía de los dos, es decir: de tu pareja que es la que manda. 

Bueno, po al grano. Que tenía un coche exclusivo y único. Rojo, con el capó casi blanco. No había otro igual. Solo yo era el afortunado conductor.

-Oye, anoche te busqué por La Recua y no te vi, y el coche de tu novio estaba en los aparcamientos.
-Niña, el viernes por la noche estabais en la calle Betis, que aparcamos detrás del coche de tu novio, a ver si quedamos los cuatro.
-¿Qué? El sábado en la feria de Alcalá, que bien te lo montas. Cuando entramos vimos el coche de tu novio aparcado junto a la portada.
-Vecina, ¿cómo fue el partido? ¡Anda que no estaba bien aparcado el coche de tu novio! ¡Junto a la entrada de gol sur!

Venga, conductor de un coche exclusivo, dales explicaciones a tu novia, dile, y sobre todo convéncela, de que no estuviste con tu amigo “Güisqui” en la discoteca de moda de la época;  convéncela de que no podías estar en la calle Betis de noche porque te fuiste a casa cuando la dejaste a ella; convéncela de que la feria de Alcalá solo la pisas acompañado de ella; convéncela que el domingo por la tarde estabas estudiando y al equipo de tus amores solo lo escuchaste por la radio. Y al final haber como la convences de que tu novio no tiene un coche exclusivo.
Las cosas de la edad y de aquellos maravillosos años.

P.D. Mi segundo coche fue un Renault 5, de color blanco, del montón. 

lunes, 6 de junio de 2011

La venganza

Llevaban una semana en una ciudad costera intercambiando conocimientos con compañeros de otra sucursal de la fábrica. La dirección llevaba años organizando estas jornadas que servían, entre otras cosas, para evaluar el grado de aprendizaje y el grado de estandarización de los procedimientos productivos. A primera vista parecía un auténtico tostón. Pero en realidad todos los empleados deseaban ser los elegidos, pasar unos días en la playa a gastos pagados y recabar nuevos conocimientos que aplicar en sus quehaceres diarios. Acudían de todas las secciones: logística, ventas, financiero, mantenimiento, producción… En esta ocasión, Eustaquio, fue seleccionado para desarrollar un curso sobre la “operatoria del trabajo diario”.  De la fábrica al hotel y del hotel a la fábrica. Así durante toda la semana. Por las tardes preparaba los apuntes y diapositivas con que intentar enseñar sus métodos aprendidos a través de la experiencia y conocimientos que dan los años de trabajo. 

Mejías, su compañero de habitación, tenía la suerte de “solo” acudir por las mañanas para formarse en las nuevas líneas de producción que más tardes instalarían en su fábrica. Siempre estaba bromeando, apenas lo dejaba dormir y siempre dándole la lata. Cosas de la juventud y de los muchos ratos de ocio. Ropa que desaparecía, apuntes y notas que se desordenaban solas, café con extra de azúcar, mucho extra, y un sinfín de travesuras, por otro lado sin importancia.

El día antes de su regreso el grupo decidió salir a cenar todos juntos y despedirse de la bonita ciudad que comenzaba a tener  ambiente veraniego. En el paseo marítimo lleno de terrazas y paseantes, la fauna urbana nocturna  disfrutaba de las benignas temperaturas de final de primavera. La fauna urbana y los depredadores en busca de víctimas o clientes para sus negocios. Seis hombres solos son, en principio, una buena manada que dirigir hacia los “bares de colores” de las afuera de la ciudad. Cada dos por tres le obsequiaban con panfletos en los que se podían ver fotos con voluptuosos reclamos: ¡!Pruébame!!, ¿Jugamos?, !Maduritas interesantes!, ¡Rusas ardientes!, ¡Ofertas privadas: 3 x 2!...
No estaban por la labor de visitar estos lugares y tranquilamente se resistían a la erótica publicidad. Todos la rechazaban menos uno. Canales, quien nos iba a decir que con lo serio que tú eres te gustan estas cosas, je je. Hizo buen acopio de aquel material gráfico cogiendo varios ejemplares de cada. Fue el primero en marcharse al hotel no sin antes aguantar los comentarios chistosos de sus compañeros. ¿Qué harás con tantas fotos, viejo? ¡Quién te ha visto y quién te ve! Pero él no se lo tomó mal y se marchó a descansar. Al día siguiente regresaron todos a su ciudad recordando los buenos ratos pasados en los cursos.


Marisa, la fiel y abnegada esposa de Manolo Mejías, deshizo la maleta de su marido y se dispuso a lavar y planchar la ropa para que el lunes siguiente estuviera su marido como un dandi y poder presentarse en la reunión con los jefazos y explicar lo que había aprendido. Fue ella la que descubrió, en el bolsillo superior de la chaqueta, algo que le llamó la atención, saco los papeles y los leyó con asombro

¡!Pruébame!!, ¿Jugamos?, !Maduritas interesantes!, ¡Rusas ardientes!, ¡Ofertas privadas: 3 x 2!...

Pequeña nota final: El enfado de Marisa duró exactamente tres días. El tiempo que tardó Eustaquio Canales en explicarle la vengancilla que le preparó a su compañero por las horas de  puñeterías que le había hecho pasar. Bueno, tres días de verdad, pero el bueno de Mejías estuvo dando explicaciones un par de semanas más.