jueves, 20 de marzo de 2014

El azulejo de la plaza de San Pedro



Quizás para los sevillanos sevillanos, la entrada de hoy no les resulte una novedad, pero, como dice mi churumbel el mayor que es el experto en estadísticas y cosas de esas, la Bodeguita la visitan gente de todo el mundo. Y yo tan contento recibiendo, en esta su humilde casa, a ilustres visitantes de Chikiristan, Malajati o de las Islas Perdidas en los Mares del Sur, vete tú a saber desde donde se asoman mi “legión” de visitantes.
Y a todos estos amigos foráneos les quiero mostrar una tradición que todo buen enamorado de la Híspalis romana debe conocer y pregonar a los cuatro vientos. Empecemos con una poesía:

Soy de la Sacramental

El artista me pintó

Y puso aquí un pajarito

-que es su forma de firmar-

oculto en un rinconcito

Todo aquel que lo encontró

dió su limosna al pasar

y a las Ánimas rezó

sí se quería casar,
siempre y pronto lo logró

¿Esto qué es lo que es? os preguntareis ávidos de misterios y leyendas. Pues es un azulejo que se encuentra encima de una ranura donde depositar donativos para rezar una plegaria dedicadas a la Ánimas Benditas del Purgatorio. Pero no es este azulejo en cuestión al que me refiero en el título, sino al que está justo encima de él. Tranquilos que la foto (hecha con el móvil) la pongo al final, así que seguir leyendo que si no, no os enterareis de .  

Más que un azulejo es un mural hecho en cerámica por el artista Juan Oliver, nacido en el aljarafe sevillano, concretamente en Castilleja de la Cuesta. Este buen señor tenía la costumbre de firmar sus obras con un carduelis, o sea, con un jilguero. El artístico alicatado representa a las almas en tránsito hacia su destino final, algunas de ellas rescatadas por ángeles y presentadas a San Pedro, el dueño y señor de las llaves de cielo. Obsérvese, como curiosidad, algún que otro obispo y papa rogando por la salvación de su alma. Y la firma del autor está. De eso se trata de buscar el pajarito.

Si pasáis por la plaza de San Pedro, en la fachada de la iglesia del mismo nombre,  siempre observareis a personas de todas las edades buscando en la pintura el detalle que escondió el mencionado Oliver. Y como en esta ciudad hay gente que tenemos mucha güasa, también observareis al típico sevillano malaje (yo solo lo hice una vez y porque eran alemanes los que estaban embobaos, que conste) que muy amablemente te dice eso de ¡aquí está! Y encima te lo señala con el dedo. Nada, se acabó el misterio, adiós a la diversión y adiós a la limosna. Totá, como no lo he encontrado, no me caso. Esto último seguro que lo han pensado muchas personas a las que les han fastidiado la búsqueda.

Y ahora os propongo que por un momento os trasladéis al centro de Sevilla, pararos frente a la fachada de la iglesia de San Pedro, levantá la mirada y dejaros llevar por el juego de buscar al jilguero. Seguro que lo encontráis, para ello un par de pistas

La primera por gentileza de mi esposa: –Hay que buscarlo con ojos de niños
La segunda, la segunda ya  la he dicho cuando he transcrito la poesía del azulejo pequeño.
Ahora viene la foto, aconsejo que la ampliéis, si tuviera una réflex se notarían los detalles con mucha más nitidez, pero ¡qué le vamos a hacer!


La foto la hice el lunes pasado cuando acompañé a mi hijo al centro. Estando los dos intentando conseguir una buena instantánea, se puso un señor delante  de nosotros alargó el brazo y con el dedo índice señalando un punto en concreto, nos dijo mu risueño: ¡aquí está! Claro que mi vástago y yo no nos pudimos reprimir y le soltamos un sonoro: ¡chivato! Y er nota, encima se marchó riéndose, el mu gilipollas.
Ya solo me queda decir lo que se puede leer a los pies del azulejo:

TENED COMPASION DE MÍ
AL MENOS VOSOTROS MIS AMIGOS

miércoles, 12 de marzo de 2014

Apadrina a una encina


 

Hace poco estuve dándome un garbeo por la maravillosa Sierra Norte sevillana. Fue gracias a  un amigo que se había comprado una peaso moto de nosecuantos caballos y no se le ocurre otra cosa que invitarme a desayunar en mi pueblo. ,  setenta kilómetros de ida y otros setenta de vuelta. De paquete en una CBR azul, con casco (me quedaba pequeño, su mujer no tiene el molondro que tengo yo), con unos guantes comprados antes de salir en el chino (totá, pa un ratito) y mis zapatos de los domingos. Nada, sin problema, bueno un poquito de cague al coger alguna que otra curva es normal. Pero mi colega es Motero (con mayúscula) y uno va muy “tranquilito” sentado a la grupa de la “pequeña motocicleta”. Con lo agustito que voy en mi Logan disfrutando del paisaje, me meto en unos berenjenales que ya me vale.

Bueno, que llegamos a mi pueblo (¿alguna vez he comentado, aunque sea de pasada, que yo tuve la suerte de nacer en El Pedroso?), nos paramos enfrente de la estación de tren a disfrutar de un buen desayuno, ligerito, un cortao con una entera de zurrapa de lomo. ¿Colesterol? ¡Eso no existe!. Veras el próximo reconocimiento médico que me toca dentro de unas semanas. No me va a dar la médica del curro.

Ya estoy yéndome por el cerro de San Cristóbal. Vale, por los cerros de Úbeda, es una metáfora pero como yo soy pedroseño y el cerro de San Cristóbal está en mi pueblo, permítanme vuestras mercedes la licencia geográfica.  Y no os quejéis que esto se alarga que llevo muchas semanas sin escribir y ya no podía más con el síndrome de abstinencia blogueril.

¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Que después de disfrutar del desayuno, sentados tranquilamente absorbiendo todo el Sol serrano, disfrutando de un cigarrito (querida doctora que trabajas en el servicio médico de mi empresa: te prometo que pa la feria dejo de fumar, esta vez va en serio) mi amigo el Motero (*) me propuso una de sus ideas filosóficas:

-Quillo, tú que eres tan rustico, ¿Por qué no apadrinas un cerdo de la zona?

- Amo avé, Ducati, pa que tenteres, de cerdo, guarro, cuino, chancho, gorrino, marrano, puerco, y cualquier sinónimo de la especie conocida por los eruditos como “sus scrofa ssp”, no te vas a encontrar de por estos montes. Aquí lo que se crían son buenos cochinos. Sí, de esos que se aprovecha tó, desde el hocico hasta el rabo, y que su gruñido es más melodía que el bolero de Raquel, digo de Ravel. Además, después de que mi mujer viera como una Cochina (lo pongo en mayúscula para no confundir con las guarras) amamantara a diez lechones, se lo piensa mucho a la hora de comprar jamón. Menos mal que después de saborear un platito chiquito, acompañado de picos, se le olvida lo “bonito” que son los cochinos de pequeñines. Ahora bien Ducati, ¿sabes lo que yo apadrinaría? Una encina, y no me llames bellotero. Quillo la encima es un árbol milenario que se adapta al medio, tranquilamente, con sabiduría, con miles de historias tan largas como esta entrada, es constante, aguanta lo que le echen y da sombra, comida y alojamiento a una jartá de animales. Y además, de encina en encina viajaba una ardilla desde Tarifa hasta Zarautz hace un porrón de años, sin bajarse de las ramas ni para hacer pipí. Apadrina a una encina, Ducati, apadrina a una encina.

Después de un ratillo más disfrutando del solecito de mi pueblo (joé que frío hacía), mi colega de excursión dijo otra de sus frases metafísicas: -Vámonos pa Sevilla, que las niñas (o sea, nuestras correspondientes medias naranjas) no estarán esperando.

El viaje de regreso sin contratiempo. ¿He dicho que mi amigo es Motero? Llegamos al barrio. Cada uno tiró para sus cometidos personales, no sin antes quedar una mijilla más tarde en solucionar los problemas del país, sentados en un velador, frente a una barra de una buena tasca acompañados de nuestras respectivas. ¡Ostras! Que tengo que recoger a mi mujer con las bolsas de la compra. Tiro de guassa: 

Onde ands¿ <<

               En ls pz  d palmerts<<

Voi<<

Traducción para torpes: -¿Donde andas?. –En la plaza de las Palmeritas. –Voy pa yá.

Y para allá que me encamino. Estirando las canillas que tengo por piernas después de un montón de kilómetros por esas carreteras de la sierra y encima de paquete.

Y  ¿que me encuentro antes de ver a mi sufridora esposa? Con esto.

Foto del Naranjito, adivinad con qué la he hecho


Y digo yo:

¿A quién se le ha ocurrido taponar con un aglomerante o cemento, acompañado de agua y grava o arena, vamos con hormigón, los poquitos resquicios de naturaleza que nos quedan a los urbanitas de adopción?
Y esos alcorques, ¿no lo podéis hacer más grande? Es que la pobres plantas no saben por donde salir.
Y los perros, ¿dónde harán sus necesidades fisiológicas?
Y ¿por qué le habéis puestos unas vallas (menos mal que sin concertinas)? ¿Para que las plantas no se escapen?  

¡Coño!, perdón, ¡leches!, sembrar los arriates con plantas verdes, nada de césped sintético del leroimerlín, una buena tanda de tagarninas, que además son comestibles. Dejad que crezca la hierba, que los niños jueguen y se manchen mucho y después lavar la ropa, como toda la vida se ha hecho. Y otra cosa, ar nota que le ha echado hormigón al parterre: ¿tú sabes cómo huele la dama de noche en verano? ¿y el Jazmín?. ¡Gilipollas! La naturaleza se abrirá camino a pesar de que tú la quieras ahogar con tus inventos. Piensa en una cosa, cuando, después de una vida larga y esplendorosa (tampoco te deseo nada malo, que soy buena gente, muy en el fondo, pero buena gente), en que te reencarnaras ¿en cemento portland? Pues a mí me gustaría reencarnarme en una encina vigorosa, frondosa y llena de bellotas. Y si es posible ahijada mía.


(*)Motero, ra. 
  1.  Apasionado de las motos. Es decir, persona responsable, que cumple con las normas de seguridad vial, que    utiliza siempre el casco, siempre. Que no hace locuras y que no excede el límite de velocidad.
  2. Amigo que no te deja tocar la moto con la mano derecha no sea que se la vayas a rayar con la alianza que portas en el dedo corazón. 
 3. Ducati, que aunque tenga una Honda, siempre será el Ducati.

domingo, 9 de marzo de 2014

Tradiciones domingueras



Bueno, pues otra vez ando por aquí. Parece que se convierte en tradición mis guadianescas apariciones, y eso que a principio de año me propuse darle caña al blog. También me propuse dejar de fumar, volver a hacer deporte, terminar Los Pilares de la Tierra, seguir con la construcción de la Bounty, … Tengo que romper con esa tradición de abandonar La Bodeguita momentáneamente y darle la continuidad que se merece. Y otra tradición que tengo que eliminar es la de los domingos. Veréis.

Antes, cuando nuestros churumbeles eran pequeños, todos los domingos y fiestas de guardar teníamos que visitar a los abuelos. Más tarde, cuando ya no podíamos tirar de ellos para hacer lo que nuestros progenitores nos “obligaban”, tocaba lo de los calentitos (léase churritos). Y allí estaba yo, en la cola de la freiduría para llevarle el desayuno a mi prole. Pero como la edad no perdona, ni siquiera a mis hijos, un finde mientras yo bajaba  ancá la Sofi para comprar la rueda correspondiente, me crucé en el portal con mi churumbel el mayor que venía de marcha, de la biblioteca o de visitar museos, no me acuerdo pero de una de estas cosas regresaba, eso sí, mu tempranito.  Llegamos a un acuerdo: Tú o tu hermana, el primero que llegue a casa, es el que se sube los calentitos dominicales. ¡Ea! otra tradición eliminada, o casi, porque a mi parienta también le gustan los churritos un dominguito por la mañana.

Pero la que tengo que eliminar es la tradición dominguera que me trae de cabeza últimamente. Me trae de cabeza y está tirando por tierra mi reputación de tío formal, serio, responsable, elegante, etc. (esto último lo pensaba poner en negritas, pero iba a quedar una mijilla pedante).

Al grano que me enrollo. No es por falta de previsión cuando hacemos la lista de la compra, no es que en mi casa se use para otra cosa que no sea su cometido, no es por nada de esto, es simplemente coincidencia. Coincidencia es que durante las últimas semanas, cuando me dispongo a dar mi paseíto domingueromatutino para comprar el pan y el periódico, mi queridísima esposa me dice eso de: acuérdate de  comprar papel higiénico que solo queda un rollo. Tal como suena, compra papel higiénico. Y no un día, no, ¡durante tres domingos seguidos!

Asi, que este que torpemente aporrea las teclas, sale a eso de la 13:30 PM, la hora ideal para el piquislavis. Primera parada, la panadería. Aquí sin problemas, lo habitual entre un Bético y un panadero sevillista, pero bien. Después el encargo de la madre de mis hijos. ¿Dónde? Po donde va a ser, en la tienda del moro que está abierto siempre. Que pensabais ¿que el Mercadona va a abrir un festivo para los desavios del Naranjito? El moro y el chino son las únicas tiendas abiertas pero los chinorris tienen el local un poco retirado de mi zona habitual. 

Paissa, no cabe en bolsa, llevar del asa. Y el Naranjito paseando por el barrio los nosecuantos rollos. ¿He dicho antes que esto me ha pasado tres semanas seguidas? Esto y lo que sigue, es que soy un bicho de costumbres raras.  Y ahora a por la prensa. Paso por delante de una bodeguita real, unos cuantos parroquianos disfrutando del solecito y las tapitas. Y la mayoría me conocen de unos masters que hacemos viendo la tele y solucionando el país. Y la mayoría sonríen levemente cuando son ¡tres domingos seguidos! los que llevan viéndome. Sigamos.

Ahora paso por El Mesón. En la ventana de la cocina mi paisano Domingo (Domingo es su nombre) ¡tres domingos seguidos! diciéndome eso de Paisano no te preocupes que nos salvamos, que no bajamos a segunda, el papel regálaselo a los palanganas que veras la que le daremos en la güefa.

Continúo con la ruta. Por fin la prensa, otro cachondeito.- ¿Qué pasa? ¿Qué traes tu propio papel para que el Marca imprima los periódicos? –No quiosquero, para el Marca no, para tu periódico La Razón, so mamón.

Bueno, la última paraita. Ahora a relajarme. A tomarme una cervecita con un platito de Lupinus albus, conocido mundialmente por chochitos. Rodeado de buenos amigos y amigas, sobre todo una amiga de mi mujer (que daño nos hacen las amigas de nuestras mujeres). –Hola Carlos Renova, y tu mujer ¿no baja?.
Mu grasiosa la amiga de mi mujer, pero más grasiosos los otro tertulianos. Cada domingo me dicen eso de ¿no se te ha olvidado comprar algo? No, mamones, no se me ha olvidado ni se me olvidará.

Foto del Naranjito (con el teléfono, aún)


Ahora, cada vez que voy al Carrefú, al Día, al Supersol, al Mas, al Mercadona o a cualquier super, esté o no esté en la lista compro un paquete de papel higiénico, con eso tengo reservas, por si las moscas.

Por cierto, se me olvidaba, ayer estaba en la cola del super en la caja 4. En la 15 estaba la “amiga” de mi mujer. Desde lejos le enseñé el paquetito de marras y, muy sonriente le dije: Que pases un buen día Mariangeles Ausonia.