martes, 10 de marzo de 2015

De tarjetas black, o pacas, o lo que sea

Llevo una buena temporá currando en un puesto privilegiado. No sé cómo explicarlo. A ver, tengo libertad, responsabilidad e incluso he tenido trabajando como peón a mismísimo director de producción. Fue por casualidad, mientras esperaba para “charlar” con  los jefes se puso a realizar una series de labores “menores” y nos pusimos a platicar. Lo acompañaba otro director de departamento, y este me dijo eso de “ahora lo publicas en el blog”. ¡Ostras! Pues sí que es verdad que en La Bodeguita entra mucha gente.  Pero nada, yo tranquilo, total, nunca digo nada malo. Y siempre con mucha prudencia. Al día siguiente otro compañero me dijo “Quillo, ¿Qué pasa? ¿Qué has traspasado la Bodeguita?”. -¡Otro lector abandonado! pensé, esto no puede seguir así, tengo que arreglarlo.  Y poco a poco empecé a arreglarlo. A ver que escribo para que la gente esté contenta, me preguntaba en mis pocos ratitos de asueto. (¿Pocos? ninguno diría yo, pero como soy “muy responsable” saco tiempo para todo).

Venga, a contar batallitas. Resulta que el sitio donde presto mis servicios como fiel trabajador, responsable, quisquilloso, saborío y cumplidor fehacientemente con mis obligaciones y protocolos; está estratégicamente situado frente a la garita donde se encuentran las máquinas de vending. Para que nos entendamos, café, agua, refrescos, pastelitos, chucherías, frutos secos, y poco etc. Para el uso y disfrute de estas máquinas disponemos de unas tarjetas que recargamos previamente. De pasada diré que   la mía tenía ayer un saldo de 2,05 €. Yo no invito casi nunca, es una tradición mantenida durante muchos años y no pienso romperla aunque insistan algunos de mis compañeros.

Muy “pocas veces durante la jornada laboral me encuentro solo”. Muy pocas ¿vale?, pero esa noche, porque yo tengo turno de noche, de tarde,  de mañana; por pura casualidad me encontraba más solo que la una. La 1:00 para ser exacto. Y solito solo llevaba un buen rato. Desde las 23:00 viendo como pasaban las tarrinas (esto último es una cosa interna y no puedo explicarlo porque me debo al secreto profesional), sin  novedad, con las premisas de eficiencia establecidas y estándares de calidad reflejados en los protocolos correspondientes. Bien la cosa muy bien, los objetivos cumpliéndose, pero yo más solo que la 1:05. Y en ese momento veo a un compañero que se dirige a tomarse un cafelito. Ofú, menos mal, ahora podré charlar con alguien.

Hacía tiempo que no lo veía. Entre otras cosas porque pertenece a otro departamento, concretamente a I+D. Incluso no viste como nosotros los “normales”. Él lleva una bata blanca y nosotros “los normales” vestimos de azul clarito o celestón o azul oscuro, yo que sé. En temas de colores los hombres somos muy simple. Encima pertenece al comité de empresa. Iba a aprovechar el ratito de asueto para preguntarle cómo andan los temas pendientes e incordiar un poquito con mis ideas y discrepancias con el comité. De camino también pensaba preguntarle por lo de las vacaciones, lo de los reconocimientos de categorías, ¿tendremos subida de emolumentos? Etc. etc. ¡vamos! a darle la vara. Y comienza nuestra conversación

-Illo. –Ey que pasa? –Ya ves, aquí sacando café, y tú ¿qué haces? –Lo mismo, tomarme un café a ver si me espabilo. – Joé, que largan se hacen las noches. –Dímelo a mí que estoy solo y hablo hasta con las tarrinas. -¿Qué tomas? –Cortao extra de azúcar… ¿y esa tarjeta?


-¡Coño! Pues la tarjeta de las máquinas del café.

–Joé, con la que está cayendo con lo de las tarjetas black, tú, como miembro del comité, ¿dispones de una tarjeta distinta?  Mira como es la mía, igual que la del Armani, la del Maromo, el Lolo, el Talega, el Breva, la Camella, el Lagarto, el Papin, el Bigote y la de los compañeros “normales”. Esto me lo tienes que explicar. Me estáis mosqueando. Ahora me explico un montón de cosas. ¿No será que ustedes…?

-Anda, tómate el café. Ahora hablaré con tu jefe para que te mande  personal. Cuando estas solo le das muchas vueltas al coco.

Vale, que sí, que en la soledad mi neurona anda un poco obnubilada, pero mi tarjeta y la de todos los compañeros que vestimos de azul clarito, celestón o azul oscuro es esta:


Ustedes saquen sus propias conclusiones.

D.E.E.: (Despues de Escribir Esto, me he acordado de:)

Esta historia es real y está hecha con un poquito de ironía. El turno de noche es lo que tiene que saco historias de donde no hay nada de nada. Pero que conste que mi tarjeta es blanca.



sábado, 7 de marzo de 2015

Pejiguera mañanera

Según el diccionario de la R.A.E., pejiguera es, coloquialmente, cosa o persona poco provechosa y que trae problemas o produce molestias. Vamos, una persona porculera, para que nos entendamos. Esta última palabra no sé si está en el tocho de la Ilustre Academia pero por estos lares se utiliza muy a menudo para referirnos a… porculeros y porculeras en general. Así, sin más dilación, a explicar el concepto con un ejemplo gráfico para que todo el mundo me entienda. Como porculera puede sonar un tanto peyorativo para mis distinguidos lectores y lectoras de otras latitudes, dejemos la cuestión en simplemente pejiguera. Pero pejiguera matutina, que conste. Al grano.

Hora del suceso: sobre las 08:00 a.m. (las ocho de la mañana ¿vale?)

Lugar: En el Mesón que hay en la calle Agricultores cuyo nombre es igual que el nombre del  barrio. Pero en esta ocasión no haré publicidad ya que ni el Quino, ni Eva, ni Salva, ni Ana, ni el Genaro, ni Rafa, ni siquiera Domingo que cuando éramos zagalones correteábamos haciendo trastadas por las calles de la milenaria Hienipa, tienen la deferencia de invitarme de vez en cuando. Y eso que yo por Pino Montano suelo salir poco y solo voy a lugares distinguidos.

¿He comentado que es a la hora del desayuno? Ah, sí, las ocho de la mañana, buena hora para tomarse una tostaita. Tostaita, pan tostaito, valga la redundancia, untado con un sinfín de productos para deleite de paladares exquisitos. Entera, media, media de abajo, media de arriba, con migajón, sin migajón, de pan de pueblo, con  aceite, con tomate, con mantequilla, margarina o manteca de lomo, con pringá, con… Vamos, que si eres un pejiguera este es tu reino.

Simplifiquemos la comanda. -Entera de pan de pueblo con mantequilla y jamón. ¿Qué es una tostada de pan de pueblo? Pues una buena rebanada de una cuarta de largo por centímetro y medio de grueso. Pero eso sí, tiene que ser de pueblo pueblo. En el caso que nos ocupa la telera, la pieza original de donde se corta la rebaná, proviene de Las Cabezas de San Juan, buen pan y mejor pueblo.

Con mucha profesionalidad, una de las mesoneras que atendían las mesas colocadas en la acera, le sirvió con cariño la tostada convenientemente untada con mantequilla. La señora clienta, en este caso me estoy refiriendo a una “señora” pejiguera, al ver el plato dijo aquello de

-Niña, yo la quería sin migajón. Es que estoy a régimen.

-Sin problema señora –le contestó la camarera sin variar para nada su cara sonriente mientras le retiraba el plato.

-Un tostá de pueblo sin migajón. Que está a régimen. Hay que ser pejiguera y porculera a la vez. A ver qué le hago yo. Pensó la empleada. -Ya lo tengo.

Sin mediar palabra, cogió un vaso fino, de los de servir el líquido dorado que en Sevilla tiene dedicada toda una avenida (Mario Vaquerizo, ¿a qué en Madrid no tenéis una avenida dedicada a la Mahou? Po en Sevilla tenemos la Avenida de la Cruz del Campo), con primor le cortó el centro del pan y se la volvió a servir.
-Señora, aquí tiene usted la tostada de pan de pueblo sin migajón.


Foto de mi amigo L.M.L., testigo directo

Sin que sirva de precedente no haré comentarios de la cara de las acompañantes de la pejiguera-porculera. Ni de la cara que puso la empleada cuando pensó lo de

-¿Y cómo le pongo el jamón?

-Sin problemas


 Foto de mi amigo L.M.L. 

D.E.E.

En mis datos de perfil me defino, entre otras cosas, de pejiguera. Pero que conste que eso es cosa de mi mujer.

martes, 3 de marzo de 2015

Hibernar, invernar, virus, pantallazo azul, !que lío!



¿Qué pasa? ¿Qué los osos pueden hibernar y el Naranjito no? ¡Enga ya! Po claro que puedo  hibernar y más cuando el viejo ordenador no me deja que mantenga La Bodeguita a entera disposición de su distinguida y abandonada clientela. Hoy parece que la buena temperatura permite que el procesador que procesa como le sale de los….. (Relax Naranjito, relax) me permite un ratito de aporreo de teclas y aquí está el tío.

Desde diciembre no abro este vuestro local. No he felicitado las navidades, ni he podido hacer una pequeña inocentada que tenía prepará, de fin de año y las uvas mejor no hablar.  No he contado que los Reyes Magos no me han traído la réflex, ni lo de las papas guisas y el gazpacho de invierno y una jartá de tonterías mías. Pero con una mijilla de suerte y la ayuda de mi churumbel el mayor, de aquí a dos semanas me pongo al día con mis batallitas y de camino visito todos esos blogs que hecho tanto de menos.

Dice una prestigiosa universidad israelita (¿Por qué todos los estudios raros y experimentos absurdos los hacen las universidades israelitas?) que la vida media de un blog personal es de cuatro años. Po nanai, que no, que esta Bodeguita y a este bodeguero le queda mucho por contar. Y ahora que puedo, a jartarme

Como he dicho antes, mi hijo me ha hecho una pequeña reparación de urgencia, ha tardado una media hora. Y esto parece que funciona. A ver lo que dura. Ahora, cuando abro el navegador, no sale la página de inicio esa que, entre otras cosas, me invita a conocer “mujeres solteras cerca de tu ciudad”. Menos mal que mi hijo sabe que yo no visito esas páginas, que es un virus, que yo no tengo nada que ver, que de verdad, que no, que como coja a los notas que me han infectado el ordenador-reliquia se van a enterar la malaleche que gasto.

Llevo un ratito escribiendo y no me ha salido la pantallita azul y se ha apagado el trasto. Esto promete. Y como esto promete, yo prometo que dentro de un par de días os cuento lo que pasó el otro día desayunando en el Mesón Pino Montano (joé ya he colado publicidad sin querer). 

Por hoy está bien, tampoco se trata de abusar. No publicaré foto para no gastar muchos recursos no sea que se me apague otra vez, tota, no tengo réflex