viernes, 30 de octubre de 2015

Las tradiciones de noviembre.

Bueno, pues estamos prácticamente en Noviembre. Si parece que era ayer cuando estábamos  bailando sevillanas en la caseta, él que baile; o camino del Rocío, él que entienda lo que es el Rocío; o en el chiringuito de la playa, él que se pare de vez en cuando en el chiringuito. Po eso, que parece que fue ayer pero no, han pasado ya unos meses y ahora toca el mes de las tradiciones más auténticas y perdurables.

Lógicamente no me refiero al jalogüin  o como se diga, aunque ya es tradicional que el carrefú y otras "grandiosas" superficies comerciales, lleven un mes con disfraces de brujas, zombis, vampiros, enfermeras peligrosas y otros bichos al uso. De las tiendas de chinos de mi barrio mejor no hablar. ¡Que le gusta una fiesta tradicional a un chino con un bazar! La verdad sea dicha que si quieres organizar una fiesta de esas de truco o trato y hay botellines fresquitos me puedes invitar. Lo cortés no quita lo valiente que es uno para apuntarse a un sarao aunque sea made in usa. Y si es de gorra, mucho  mejor para mí. 

Vamos a lo que vamos, tradiciones tradicionales que mantenemos los de estas latitudes. Las castañas y los difuntos. Sobre las castañas me esperaré unos días a que se pongan en la esquina de Elcorteinglé y pueda oler el carbón ardiendo y las castañitas tostaitas. Ya veré si comento algo o simplemente me las como a caraperro.

Sobre los difuntos. Es el día dos de Noviembre, aunque el día uno también cuenta (aprovecho que el uno es el día de todos los santos para felicitar a to el mundo en su onomástica). En Sevilla hace tiempo que se han reforzado las líneas de autobuses urbanos que dan servicio hasta nuestro camposanto y los puestos de flores están haciendo su agosto. Yo lo veo un pelín exagerado, pero bueno, nuestros seres queridos que no están entre nosotros, se merecen esto y mucho más. Aunque sea un solo día. Pero es que somos mu exageraos y en cuestiones de flores una jartá.

Cuando trabajaba en el gremio de Artes Gráficas, la empresa donde prestaba mis servicios como tuvalesparatodo estaba en el polígono industrial que comparte la última tapia del cementerio y sufría en mis carnes estas tradiciones sevillanas. ¿He dicho que se compartía tapia? Que conste que de cara al polígono era una pared lisa, pero de cara a cementerio de San Jerónimo era una sucesión de nichos. En estos días, dentro del cementerio no quedaba un lugar donde colocar un exorno floral, hasta tal punto que ponían coronas de flores en el techo de los nichos. En estos días, final de mes, me tocaba quedarme hasta tarde para cerrar la facturación, yo solito, claro. En estos días de otoño, en Sevilla, de vez en cuando hace una mijilla de viento. Ese viento, en estos días, arrastra de to .Y en estos días, es muy reconfortante, después del cambio horario, salir a las tantas de la noche y encontrarte encima de tu coche un montón de capullos diversos  y una cosa redonda con flores de colores y una banda de tela con inscripciones tales como “te seguimos queriendo” o “tus clientes no te olvidan”. Que conste que no soy supersticioso porque eso da mala suerte, pero ¡que yuyu!.

Pero ahora toca nuestra particular tradición familiar por el día de los muertos. Esto último dicho con todo el cariño  del mundo para nuestros difuntos. En casa tenemos una tradición. La verdad es que la tiene mi mujer heredada de su madre que a su vez la heredó de la suya. ¿Qué tradición es?: ¡La ropacamilla se pone el día de los muertos!  Haga veintidós grados como hoy, o cuatro bajo cero, ¡La ropacamilla se pone el día de los muertos! Ni antes, ni después.

Mi hija lleva una semana conchabándola (la verdad es que mi princesa es muy exagerada con esto del frio). –Mamá, ¿Qué frío no? -¡Niña! Hasta el día de los muertos no saco la ropacamilla. –Mamá, el Quillo está buscando taparse y estar calentito. -¡Que no! ¡Que hasta el día de los muertos no se pone la ropacamilla y el gato se espera, que pa eso lo he criao yo. Madre e hija, todo el rato que están juntas, así. Y no hay maneras, la ropacamilla se pone el día de los muertos.

Yo me esperaré hasta ese día para seguir con la tradición y porque ni se me ocurre discutir con la parienta, casi siempre (siempre) pierdo. Pero cuando llegue el día de los muertos me sentaré tapaito a ver la serie esa de los zombis caminantes y disfrutar como se comen  al chino o ver si al final se salva y las tripas eran del compañero. Esto último es un homenaje a los que celebráis el jalogüin y de camino os desvelo el final de un capítulo de The Walking Dead para seguir con la tradición de ser un saborío liante.


¿Qué no sabéis lo que es una ropacamilla? Aquí está, la del año pasado, hoy es solo 30 de octubre:

foto de un servidor (con el móvil)

La copita la pondremos cuando de verdad haga frío, que la lu esta mu cara y también es tradicional recibir la factura correspondiente. 



jueves, 22 de octubre de 2015

El Consenso

Tenía una entrada prevista para estos días pero, como mis vecinos bomberos, no han encontrado un hueco para, según ellos, hacerme un regalito por la entrada sobre el zoo, paso a contar una de mis historias. Que conste que lo anterior no es una exigencia, ustedes tranquilos que ya me pasaré el domingo a ver si cae.

Hoy toca sobre como escoger el nombre para nuestros hijos. Y nosotros lo teníamos muy clarito.

Lo primero que decidimos, ambos dos, era que los nombres no tendrían nada que ver con nuestras familias. Por ejemplo, a mí me gustaba el nombre de Ignacio para nuestro churumbel mayor, pero resulta que mi abuelo paterno se llamaba Ignacio. Así que nanai de la china. Ni Ignacio, ni Iñaki, ni Nacho. Francisco como mi suegro tampoco y menos Carmelo como mi padre. A ver qué nombre le ponemos al niño. Y por supuesto, Carlitos como un servidor, ni se nos pasó por la cabeza.

Pues resulta que un buen día, estando en la cola de la caja del Hipercor  escuchamos a una buena señora decir a voz en grito: ¡Víctor, deja de coger chucherías que ya tienes bastante en el carro!
Oye, que nos gustó Víctor. Mi mujer me miró y me dijo aquello de mira que nombre más bonito. Decidido, si tenemos un hijo lo llamaremos Víctor. Y así fue, meses más tarde estábamos bautizando a un precioso niño con una mata de pelo castaño a estilo Pumuki, en la Parroquia de San Román. Esto último no es secundario. Los que sois de Sevilla podéis poneros en situación geográfica. Sigo.

Bueno, ahora a por la parejita. Y la parejita vino. Y antes de que mi señora esposa estuviese embarazada, ya sabía ella que traería a este mundo una niña. Y  teníamos que decidir el nombre para nuestra pequeña. Buscamos un nombre sonoro, cortito, fácil de pronunciar y que no tenga relación con los familiares. Y se nos ocurrió Paula. Y, otra vez, meses más tarde, estábamos bautizando a una preciosa niña con una mata de pelo color caoba, en la Parroquia de San Román. ¿Sabéis dónde está la Parroquia de San Román, de donde hace unos años salía la Hermandad de Los Gitanos? La Hermandad de Los Gitanos que junto con la del Calvario eran las hermandades de mi suegro Paquito. Los de Sevilla seguro que lo sabéis y los foráneos tranquilos que ya os enterareis de que va todo esto.

Está claro como escogimos los nombres, ambos dos, mi señora y un servidor. Fue por consenso marital, nada que ver con nombres de familiares, compadres y amigos. Nada que ver con que la abuela de mi esposita se llamase Victoria, nada de nada. ¿Y la niña? El nombre de nuestra hija no tiene nada que ver con que mi mujer, cuando era una rubilla canijilla y chiquinina viviera en la calle Pasaje Mallol. Y nada tiene que ver que desde su ventana escuchara los cánticos de laudes, maitines o vísperas, del vecino Monasterio de Santa Paula.
 
Foto tomada de la página del Monasterio de Santa Paula

Información para los amigos de otros lares: ¿la Parroquia de San Román? Al  laito del Pasaje Mallol. ¿Y el Pasaje Mallol? Al laito de Santa Paula donde las monjas siguen con sus cánticos. ¿Dónde nació mi señora esposa y jugaba con sus amigas a la comba, al cojé y a otras cosas de niñas bajo la atenta vigilancia de su abuela Victoria? Pues sí, por la zona de Enladrillada, Sol, Peñuelas, Los Terceros, Bustos Tavera,  ¡vamo, al laito de San Román y Santa Paula!


Lo que yo diga, la mejor forma de escoger el nombre a un hijo o hija es por consenso.


miércoles, 7 de octubre de 2015

Un lugar cálido para morir

De camino a casa, después de toda una noche trabajando, escucho una noticia en la radio que me llamó la atención. Entre avisos de corruptelas varias, pactos pre y post electorales, conflictos en los vestuarios de equipos de futbol, información del tráfico (como si yo no supiera como está la SE30 a las siete de la mañana a la altura de la Gota de Leche) e inauguraciones varias, un ínclito locutor desgrana una historia acaecida en un restaurante de comida rápida de Hong Kong.  Cuando me refiero a “restaurante de comida rápida” quiero decir un McDonald´s, como el que tenemos en mi barrio que abre las veinticuatro horas.

Escucho atentamente mientras mantengo mis reservas, ya que, en estos restaurantes, cíclicamente, nos sorprenden con sucesos como que ha aparecido una rata dentro de una botella de Cocacola, o un dedo de un nota de Atapuerca en un Big Mac, o vete tú a saber que chorrada inventada. Pero al parecer el caso no es inventado, desgraciadamente.

Pues resulta que una necesitada (en la radio hablan de indigente, pero como no me gusta esa palabra he buscado un sinónimo que creo que es más adecuado) ha aparecido muerta en el local.  Esta mujer sin recursos,  que malvivía y maldormía en los alrededores, en un barrio con grandes rascacielos, entró en el local a eso de las 8:30 de la mañana. No pidió nada, solamente un vaso de agua en el mostrador y se sentó en una mesa de las muchas que disponen en estos establecimientos. Sobre la una y media de la madrugada se desplomó sobre la mesa después de trece horas sola, en medio de los clientes que seguramente se sentaron a su lado y ante la indiferencia de los empleados que, siguiendo la política de la empresa, se dedican a hacer su trabajo.

Tuvieron que pasar siete horas más, siete, hasta que un empleado se acercó a ella y descubrió con horror que la buena señora había fallecido.

 Foto capturada en la red

Y ahora me pregunto yo: ¿es posible que esto pase aquí? ¿En este bendito y puñetero país? ¿Somos tan indiferentes? Y en mi ciudad, Sevilla, con más de 6.000 bares y restaurantes, ¿dejarían sin atender a una indigente, perdón, necesitada, después de mucho rato sin pedir nada solo buscando cobijo? O peor ¿la dejarían entrar? Y nosotros, sentados cómodamente disfrutando de un japimil con muñequito incluido ¿nos molestaría tener a nuestro lado a una persona con todas sus pertenencias encima?

Yo, de verdad, creo en el ser humano. Todavía no he perdido la esperanza. Nuestra cultura es distinta a los asiáticos, aquí no pasaría eso. Entre otras cosas porque todavía hay pocos restaurantes abiertos 24 horas y porque cuando ha ocurrido un caso similar, porque ocurrir ha ocurrido, esto ha pasado en la calle, y en la calle no hay empleados eficientes en limpiar mesas y retirar restos de comida en bandejas y las familias que paseamos con nuestros hijos, procuramos pasar por la otra acera.


Bueno, que esta noche seguiré dándole vueltas al coco, totá esto pasa en Hong Kong, ciudad con más de 7.500.000 habitantes y unos 2.000 viviendo y durmiendo en la calle.