domingo, 27 de septiembre de 2015

Los de aquí, los de toda la vida


No sé, a lo mejor suena xenófobo lo que explico a continuación, no es mi intención. O quizá  si lo sea, en todo caso es la humilde opinión de este que quiere trasmitir lo que sus pensamientos le dictan pero sus palabras y letras no saben reflejar.

Lo he observado desde hace tiempo. Poco a poco, sin darnos cuenta, han venido de fuera y se han hecho con la vida y costumbres de los de aquí, los de toda la vida. Cuando yo era un crío, a los de aquí, los de toda la vida, los veía convivir con nosotros si problemas. Estaban, pero no estaba. Se acercaban, pero con mucho sigilo y casi sin darnos cuenta. Habitaban principalmente en pueblos y campos pero poco a poco empezaron a poblar las ciudades. Como muchos de nosotros, que una vez dejamos nuestro lugar de nacimiento para buscar una vida mejor en las grandes urbes, ellos también nos acompañaron en nuestra particular emigración a las ciudades. Pero seguían con sus costumbres, estaban pero no estaban.  Se acercaban con respeto y sin molestar. Se dedicaban a sacar a su familia adelante con lo que encontraban por las calles repletas de bloques de pisos, plazuelas, jardines y aparcamientos. Pero llegaron los de fuera y tuvieron que cambiar su forma de vida de la manera más radical que uno puede imaginarse. Si, de fuera, por lo menos en Sevilla estos foráneos, que yo sepa, son de Argentina, de Senegal, de Turquía, de India y otros lugares exóticos por llamarlos de alguna manera. Pero la culpa es nuestra.

Si, nuestra. Somos los culpables cuando, una vez que se nos acaba el interés por lo exótico, por lo extranjero, por la novedad de otros mundos, los abandonamos a su suerte. ¿Y qué hacen estos extranjeros? Lo que cualquier colectivo en un país extraño, formar sus propias comunidades, seguir con sus costumbres, imponer sus leyes. ¿Quiénes son los perjudicados? Los de aquí, los de toda la vida,  estos son las verdaderas víctimas. Me da coraje cuando salgo por la calle y escucho la algarabía y el estruendo que forman estos forasteros intrusos. Forasteros que se creen que con sus canticos han conseguido colonizar y echar a los de aquí, los de toda la vida,  que siempre han sido silenciosos y respetuosos. Y de pasada comentaré que los de aquí, han sido foco de falsas acusaciones durante años. Siempre se les ha echado la culpa a ellos.

Pero afortunadamente hay buena gente que está dispuesta a ayudar a este colectivo desprotegido. Gente a la que no le importa  dejar parte de su comida para que puedan alimentarse. Buena gente que incluso le dan de comer con la mano, con paciencia y cariño. He dicho que han cambiado sus costumbres y lo puedo demostrar, porque antes no se sentaban en nuestras mesas, antes no se atrevían a comer junto a nosotros, pero la necesidad obliga.  Para demostrarlo os paso una fotodenuncia y un videodenuncia.

Fotodenuncia con el movil (ampliable)



Atención spoiler

De Argentina y el cono sur: las cotorras grises; de Senegal: la cotorra de Kramer; de Turquía: la tórtola turca, de la India: otra cotorra que no sé cómo se llama.

Los de aquí, los de toda la vida: los gorriones. Si, a esos que le echamos la culpa cuando falta algo de trigo.

Fotodenuncia: si la ampliáis a lo mejor se ve uno de estos protagonistas degustando mediaconmantequilla

Fotovideo: Hasta los fritos le gustan. (Quillo, la próxima vez me mandas el video en horizontal, no es po ná, es que queda mas chulo)

Y para finalizar, un llamamiento: Apadrina a un gorrión, son de aquí, de toda la vida.




domingo, 13 de septiembre de 2015

De barbero a estilista

Hace unos días comentaba que me tenía que pelar, ¿y donde me pelo? pues en la barbería de mi amigo Raúl Murillo. Antes de seguir, esto no va de publicidad a la barbería, de eso ná de ná,  seguro que la próxima vez me cobra el importe correspondiente, como siempre. ¿Y de que va esto? Pues esto va de varias cosas, a saber:

El bueno de Raúl, que comparte apellido con el insigne pintor sevillano, pero creo que familia no son, decidió hace unos meses dejar el local alquilado donde ejercía su trabajo y embarcarse en una nueva aventura. Para ello compró un local, lo reformó, lo lleno de enseres y se puso a cortar pelos a todo aquel que se lo pide.

 ¿Facilidades y ayudas para ello? Todas las habidas y por haber. ¿El banco? Mañana puedes disponer de la pasta.  ¿El permiso de obra? Sobre la marcha. ¿El agua? Antes de que usted salga de la oficina de contratación la tiene instalada. ¿Sigo? Mejor no, la ironía no la entiende mucha gente, y este último párrafo no se lo cree nadie.

Pues nada, que después de muchas semanas de obras y sofocones, inauguró el nuevo local.


Foto hecha desde lejos, Dos de los que aparecen me pueden canear si me pillan

De izquierda a derecha: un currito subido a una escalera, el ínclito Raúl, el alarife que le hizo la reforma, el jefe de la empresa de los toldos y otro currito subido a otra escalera. Que conste que los tres del centro están supervisando los trabajos y no incordian para nada la labor de los operarios, solamente algún comentario que otro.

 Vale, y ahora al meollo de la cuestión. Lo primero la profesión. Yo cuando era jovencito, hace nada, me pelaba en una barbería de tíos y me pelaba un barbero. Ahora resulta que me pela un estilista con título. Y encima entran mujeres. Unisex pone en la puerta, pero digo yo que debería poner multisex, ¿no? ¿Problemas con que también atiendan a féminas? Ninguno, bueno si, algunos. Verbigracia los temas de conversación. ¿De qué podemos hablar los tíos delante de las mujeres enfrascadas en los bigudíes, permanentes, mechas, extensiones y todas esas cosas? Pues de casi nada. En mi barbería juvenil hablábamos de mujeres, de futbol, de mujeres y de esos temas de conversación varonil (de futbol y de mujeres). Ahora ¿de qué podemos hablar? ¿De mujeres? A ver quién es el valiente. Si en el barrio  se conocen todas, y si no se conocen se enteran. Cualquiera se atreve. ¿De futbol?   ¿Hablar de futbol con mujeres? Yo por lo menos no. Siempre salgo perdiendo, y si encima la señora es sevillista me da por todos lados (de momento). A continuación una transcripción de la última conversación mantenida con mi estilista particular:

-Quillo ¿Qué? –Po ya ves.  -¿Y el curro? –Bien, ahora estoy de tarde.  -¿Cómo siempre? –Enga.  -¿Y las vacaciones?  –Cortitas. …(silencio)… -¿Cuánto es? –Lo mismo que la última vez. –Aquí tienes, hasta luego Raúl. –Hasta luego Carlitos.

Y ahora el local. Antes las barberías estaban llenas de objetos. Tijeras, peines, cuchillas, cachivaches diversos, dos o tres sillas, almanaques en la pared de varios años atrás (la faldillas con los números del almanaque se cambiaban pero Samantha Fox…..), dos o tres sillas y un largo etcétera.

¿Y ahora que hay? Ná de ná. Minimalista que le llaman. Hasta los botes para pulverizar el agua son de diseño y reciclados. De diseño del bueno made in Murillo Peluqueros. Mira que chulería (solo agua ¿vale?)

El contenido original de los botes se agotó en la inauguración, creo.



 Y lo mejor de lo mejor, de sillas nada de nada, para esperar tu turno, todo un chéster, o sea, un sofá de dos plazas de toda la vida. Chester suena más “cooul”, pero eso es un sofá. Y lo del fondo resulta que es un “photocall” para retratarse después del trabajo hecho por el estilista, ¡casi !

El sofá y el fotocol

Se me olvidaba, Raúl es muy bueno, y muy baratito, y Bético, y buena gente y yo no soy nada de pelota ¿vale?