domingo, 28 de julio de 2013

Playa de Rompeculos



Bueno, pues nada, que después de mi parada en la farmacia pusimos rumbo a la playa. A una hora ideal, a esa que otros domingueros ya tienen la sombrilla clavada y sus posaderas encima de las toallas. Pero no importa, de casa a la playa del tapón se tarda una hora más o menos, yendo despacito y parando a desayunar a mitad de camino, en La Pausa, un área de servicio en Chucena donde no para nadie, solamente todos los coches que van camino de las playas onubenses o del Algarve portugués. Pero da igual, se trata de pasarlo bien y no agobiarse en la carretera. Y no me agobio, ni siquiera cuando llego a la aldea de El Rocío y llevo cerca de dos horas y media metido en el coche. Y no me agobio, ni siquiera cuando llevo escuchado el disco Papito de Miguel Bosé  desde que salí de casa. Y no me agobio, ni siquiera cuando pienso, que con el atasco que hay, puedo tardar una hora en recorrer los quince kilómetros que hay desde El Rocío hasta la paya de los miarmas.

¿Qué no me agobio? ¡Una jartá! Así que decido, en un momento de inspiración, o en un momento en que estoy hasta donde todos piensan, cuando llego a la rotonda de Matalascañas, después de otro repaso a las quince canciones del cd del Bosé, tirar a la derecha y poner rumbo a Mazagón. Qué más da otros treinta kilómetros, se trata de pasarlo bien y disfrutar. Pero no, no aguanto más, tengo que encontrar una playita güena y remojarme en la mar salada.

Bueno, pues nada, que carretera y manta. Dejo a mi izquierda el camping Doñana. -Esta playa está muy bien pero con la gente que hay en el camping seguro que ya está llena. Apunta sabiamente mi mujer. Sigo otro poco más y paso por el cruce que lleva a la base de lanzamiento de cohetes y prueba de misiles que tiene el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) en El Arenosillo.  Ya que los americanos de América del Norte tienen Cabo Cañaveral nosotros no podíamos ser menos, y que mejor sitio que Huelva. Entonces recordé que mi hija me había hablado de una playa por esta zona y como vi varios coches girar a la izquierda, pensé: ¡Aquí seguro que hay playa!

Un camino de tierra que termina en un pequeño aparcamiento donde caben cincuenta coches. Yo debía de ser él número setenta y tres, por lo que dejé aparcado el vehículo debajo de un pino con las ruedas medio enterradas en la arena. Ya estoy en la playa ¡por fin! ¡Y era la que mi hija me comentó!

 Foto con el móvil. Veis como el nombre es oficial.

Bueno, pues nada, que cogimos sus sillas, sus sombrillas, sus esterillas, su bolso, su nevera azul de toda la vida con sus filetes empanaos, mis litronas, su tinto de verano, su pipirrana, sus huevos a la bechamel y su melón y empezamos a bajar, a bajar, a bajar. Primero por un camino de cabras. Después por un corto camino de tablas que se han puesto con el dinero recaudado con los dos euros que valen el aparcamiento. Venga, que no voy a criticar los accesos, que la aventura es la aventura.
Bueno, pues nada, que por fin estamos sentados cómodamente en sus sillas, bajo sus sobrillas en la magnífica playa de Rompeculos.

 Foto obtenida en www.sobrehuelva.com

Como veis en la foto la playa es una maravilla, cien metros de arena fina, un suave oleaje, muy poca gente y muy tranquila. Dicen las malas lenguas que el nombre es debido al riesgo que corres cuando bajas por el acceso de cabras o de tablas. Nada de eso el nombre ya consta desde el siglo XIX, porque había un arroyo que se abrió paso entre las dunas. Muy gráficos nuestro antepasados. Otras malas lenguas incultas dicen que el nombre es debido a que como es una playa nudista hay una zona de “ambiente”. Otra mentira cochina. De nudista nada de nada, al menos en la zona donde nos aposentamos.  En un momento de la sobremesa en el que un servidor decidió dar un paseo para hacerle caso a la médica del trabajo que me dijo que hiciera deporte, sí que vi alguna dama con medio bikini, pero como en cualquier playa de nuestro litoral. Eso sí, cuando ya llevaba un buen rato andando note que la cantidad de ropa de los bañistas menguaba hasta tal punto que desaparecía. Pero muy bien, mucho respeto y mucha libertad y cada uno a lo suyo. En un momento dado me di cuenta que  mi meiba a rayitas desentonaba un montón, así que no tuve más remedio que hacer lo que cualquier persona que se considere liberal debe hacer. Me di media vuelta y regresé junto a mi esposa.

La playa ya he dicho que es un encanto, pero tiene un par de peros. El primero ¡que no hay chiringuitos! ¡Cómo puede existir una playa sin chiringuitos! Menos mal que llevábamos su nevera azul de toda la vida. Y el segundo pero es el tema de los servicios. Dos opciones o el Atlántico o los matorrales junto a los acantilados. Esta segunda opción no la recomiendo no sea que lo del nombre de la playa no tenga nada que ver con lo del riachuelo y las dunas.

El camino de regreso al coche me abstengo de contarlo porque ya os lo podéis imaginar, camino de tablas, camino de cabras y subiendo, pero lo que sí puedo decir es que cuando llegue la “calo membrillera” pienso regresar a este paraíso. Saldremos tempranito y cogeremos un buen sitio, con menos gente y entonces disfrutaremos de la naturaleza natural y salvaje.

 Foto con el movil. ¿A que es una playa normal?

martes, 23 de julio de 2013

La oferta



Nada, que sábado, sabadete, ropita limpia y a la playita. No rima, ya lo sé, pero eso os lo dejo a ustedes que sois unos poetas ilustrados y muy leídos, yo a lo mío. Aprovechando que los churumbeles andan, el mayor, por Punta Umbría y  mi princesa, por Conil (cuidaito conileños con mi niña) mi mujer y un servidor decidimos a eso de las diez de la mañana pegarnos una escapadita a la playa de los “miarmas”. Si hombre, si, esa playa que tiene el tapón del Atlántico y que está al laito del Parque de Doñana. Donde tú vas a perderte y te encuentras hasta con el nota del quiosco de chuches de tu barrio. Toa Sevilla en Matalascaña, hasta el Zoido nuestro “querido” alcalde.

Pero bueno, por la parienta uno hace lo que haga falta. ¿Qué quieres pasarte por la ermita de la Virgen del Rocío y ponerle una vela para que cuide de los tuyos y de toda la buena gente? Sin problema, de regreso a casa nos paramos tu entras y se la pones. Yo te espero en la puerta tomándome un helaito que con pantalones piratas no me dejan entrar. El santuario de la Reina de las Marismas se merece un respeto y yo con mi pinta de guiri, desentono una jartá. Enga Quilla, no tardes que nos va a coger el atasco a la altura de Huevar del Aljarafe, como siempre, 30 kilómetros agobiao y jartito de estar metido en el coche.

¡Ostras! ¡Si esto que cuento es el final del sábado, sabadete, ropita limpia y a la playita! Bueno, po venga, me sitúo. El principio:

-¿Lo tienes todo?
-Pero esposita, para un ratito que vamos a estar bañándonos ¿te tienes que llevar todo esto?
-Yo sin mis sillas, mis sombrillas, mis esterillas, mi bolso, mi nevera azul de toda la vida, mis filetes empanaos, tus litronas, mi tinto de verano, mi pipirrana, mis huevos a la bechamel y mi melón no voy a la playa.
-Pero si hay chiringuitos.
-Sí, y caros. Y las matriculas de tus hijos en la Universidad está a la vuelta de la esquina. Y el cabrito del Wert no veas como ha subido las tasas. Hay que ahorrar.
-Vaaale, veeenga, yo cargo con todo, como siempre.
-¡Uy! No te he comprado “eso” en la farmacia. Antes de salir nos pasamos y lo compras. Te vas a sorprender del precio.

Y ahí está el tío. Con el coche cargado para todo un día playero aparcado en doble fila detrás de un Focus rojo, un Ibiza amarillo y un Audi TT negro, cada uno con el asiento del acompañante ocupado por guapas damiselas. Entro en la farmacia de Cristóbal (24 horas al día, 365 días al año, ¡que agonía eres Cristóbal! ¡Y que malitos tenemos que estar los de Pinomontano!) Delante mía tres chavalotes con el pelo a lo Clint Eastwood en El Sargento de Hierro.

El primero:
-Una oferta, por favor.
-Tres con noventa y nueve.

El segundo:
-La oferta.
-Tres con noventa y nueve.

Y el tercero:
-Toma tres con noventa y nueve que ya he cogido la oferta.

En ese momento miro a la izquierda y me encuentro con esto

Foto hecha con el movil

Cuatro que nos vamos a la playa. Cuatro que nos paramos antes en la farmacia a comprar lo que pretendemos utilizar. Cuatro que… bueno, ahora me toca a mí.

-Me ha dicho mi mujer que te dé la tarjeta, que tú la metes en la máquina y me das “eso” que es muy barato.
-Toma, aquí tienes, son treinta céntimos. Esta es la segunda caja de Alopurinol, ya solo te quedan diez.
-Gracias, eres muy amable.


Notas finales.
1.- El Alopurinol es un comprimido EFG vía oral para prevenir el ácido úrico de los coj..
2.- Al final no fuimos a Matalascañas, fuimos a la playa de Rompeculos.
3.- ¿Qué pasa? ¿Qué no conocéis la playa de Rompeculos? Pues es el nombre oficial desde hace un montón de años. Y hay carteles de la Junta de Andalucía que así lo atestiguan.
4.- Tranquilos que en la próxima entrada cuento lo de la playa salvaje, natural, naturista y esplendida de este enclave de la costa onubense.

domingo, 21 de julio de 2013

A las doce en la esquina de Marta



No es que “la caló que ase en Sevilla” me afecte más de lo normal, no, lo que me afecta que tenga La Bodeguita medio abandonada es el ordenador de mi churumbel el mayor. Lo tiene escacharrao y tira de mi viejo portátil heredado de él. Papá, me dice el mu comodón, tengo que juntarle crema al procesador que se me ha pirao y no furula bien (esto es una traducción libre de los datos técnicos que me dijo). Vale, hijo, cuando tú puedas, tú tranquilo, sin prisas, pa eso estamos los padres, pa ayudar a los hijos en lo que haga falta, pero no tardes mucho en arreglarlo. Dicho y hecho: Papá este finde… me piro a la playa.  

¡Por fin! ¡Ya puedo tontear con mi ordenador! Después de alucinar con los iconos nuevos que han aparecido por el escritorio me dispongo a seguir con mis historias y batallitas. ¿Y de qué escribo hoy? Ya sé, de lo que vi la otra mañana. Atentos a las fotos tomadas con mi peazo de teléfono móvil heredado, como no, de mi primogénito (Dyhego la réflex aún la espero):

!Baja el puente levadizo!

!Preparados para la inmersión!
 !Enemigo a la vista! 


































Ni la nintendo de ese, ni la güi del otro, ni el güasa, ni el güifi, ni la madre que parió a todos los artilugios que hacen la vida más complicada. Unas cajas de cartón, otras de plástico donde vienen las frutas y verduras, una esquina a la sombrita, los primos y los amigos; “¿pa que queremos más?”.

Y ahí están los tíos. Más contentos que un perro de agua en Grazalema, el pueblo más lluvioso de Andalucía. Horas de juegos que terminaran con las peleas normales en estas edades y que se olvidan al cuarto de hora.  Arañando minutos a la mañana. Disfrutando de su castillo, de su cueva, de su barco o de su carro de combate, vete tú a saber. ¿El colegio? No seas esaborío Naranjito, eso es pa Septiembre.

Po ya está, que me subo a casa con los mandaos que me ha encargado mi señora esposa, escuchando a Marta la tendera decirle eso de “cuando terminéis lo dejáis todo recogido”. Cosa que seguro que no harán porque la orden imperativa de las abuelas  asomadas a las ventanas, es superior a la tarea ingente de desmontar los sueños. Anda, di que no a eso de “subiros ya, que la comida está en la mesa”, que mañana no bajas a la esquina de la tienda a disfrutar otro rato y te quedaras mirando por la terraza como tus colegas de aventuras le pegan patadas a un balón.

Ya en casa, tranquilito a la hora de la sagrada siesta, recibo un güasap (no sé cómo se escribe ni tengo interés en saberlo) de un joven compañero de curro. Él ha empezado sus merecidas vacaciones y me manda una foto que se ha hecho con su móvil ultimísimo modelo  en un chiringuito de una playa de Isla Cristina, seguramente para darme envidia. Lógicamente, yo le envié las fotos que ilustran esta entrada con un pequeño mensaje:

¡Que daño os ha hecho  Silicon Valley, el Pro, el Teken y el  MarioBro a tu generación!

miércoles, 3 de julio de 2013

Gracias E.L. James



Foto rebuscada en interné, mi mujer ha prestado el libro, otra vez


A ver si el “blogger” me deja, ya que desde que le puse los azulejos al blog y cambie la foto, esto está más raro que el ministro Montoro sacando pecho por los datos del paro. No sé si será el cambio climático (40º grados a la sombra en Serva La Bari, ¿cambio?) o que a los de gugle no les gusta que les modifiquen sus plantillas, el caso es que, en contra de mi voluntad, tengo La Bodeguita abandonailla. Bueno, un repaso técnico general y parece que todo vuelve a la “normalidad”.

Y ahora a lo que iba.

Que estoy muy agradecido, agradecidísimo si cabe, a la magnífica escritora que ha hecho posible el cambio en Ella. Y cuando digo Ella me refiero a mi Ella, a mi esposa y madre de mis (nuestros) dos churumbeles. La escritora no es otra que Doña Erika Leonard James, de soltera Erika Mitchell, autora de una trilogía que, por lo visto, ha revolucionado los gustos de miles de mujeres en el mundo. Como os habréis dado cuenta los libros en cuestión son las cincuentas sombras, las sombras más oscuras y las sombras liberadas, de un nota con muchos recursos económicos que se llama Christian Grey y sus escarceos amorosos con Anastasia Steele. 

Bueno, que mi mujer, después de que se lo comentara una amiga, se atrevió a leer los tres tochos de novelas sado-maso-domi-eróticas (¿). Y fue después de leer el último, el de las sombras liberadas, cuando cambió y empezó a alegrar mi triste existencia.

Volvió a su juventud, a sus ganas, a desear tener un ratito libre y tranquilad para hacerlo. Hacía años que lo había dejado, por falta de ganas, por falta de tiempo, por atender a sus hijos, por no disponer de intimidad. Pero la lectura de estos libros la cambió y desde entonces es otra y ha hecho de mí el tío más contento del mundo. Y encima presumo de ello y lo digo a los cuatro vientos: Mi mujer es otra desde que leyó las desventuras del Gregorio y la Anastasia.

Y aquí la tengo, a mi lado, sentada cómodamente en el sofá, enfrascada en la lectura de El Pedestal de las Estatuas de D. Antonio Gala. Antes de este ha habido otros, muchos. La Reina Descalza de Falcone; Historia de una Geisha; el de los cuadros del Prado de J. Sierra; La riña de gatos de Eduardo Mendoza… Incluso me ha prometido leer el poemario Piedra, Papel y Agua del ilustre poeta sevillano (y sevillista, nadie es perfecto) Luis Miguel León.

Pues eso, que muchas gracias E. L. James. Has conseguido que mi mujer vuelva a los buenos hábitos que heredó de sus padres. A los saludables hábitos de lectura.