jueves, 7 de junio de 2012

En el aparcamiento del hospital


Otra vez ando de mosqueo y, curiosamente, con organismos públicos y oficiales mantenidos con los impuestos que pagamos todos y cada uno de los sufridos contribuyentes. Al grano.

El pasado Diciembre mi mujer y yo acompañamos a mi augusta suegra a una revisión médica en el Hospital Virgen del Rocío de la capital hispalense. Dejé el coche en la primera planta del aparcamiento subterráneo junto a la puerta de los ascensores que nos llevan a la entrada principal del recinto hospitalario. La mala suerte, o un traspié, quiso que la madre de mi media naranja, justo antes de acceder al ascensor, se cayera de espalda con el consabido susto para todos. A esas horas, sobre las ocho de la mañana, tuvimos la suerte de que varios médicos y personal sanitario comenzaban su jornada laboral y, muy amablemente, atendieron a la accidentada que en un principio no tenía nada de gravedad; incluso ellos mismos se encargaron de avisar al servicio de urgencia para que nos mandaran una ambulancia. 

Tumbada sobre el parasol que utilizo en verano para proteger el interior de mi vehículo y tapada con una cazadora aguantó durante cuarenta y cinco minutos a que llegara la ambulancia. En todo momento el encargado de los aparcamientos, que a través de las cámaras de seguridad había sido testigo del suceso,  estuvo con nosotros ayudándonos  e incluso cuando termino todo, me retiro el ticket y  no me cobró el importe del parking.  Ni que decir tiene que   fueron innumerables las veces que me acerqué a recepción para reclamar y preguntar por la tardanza de la ambulancia, no me podía creer que estando a cien metros del servicio de urgencia no se acercase nadie con los medios adecuados para atender a una accidentada de ochenta y cuatro años. Cuando por fin llegó la ambulancia me enteré  que venían del Hospital Virgen Macarena, hospital que para las personas que no conozcan esta bendita ciudad les diré de pasada que está a unos diez kilómetros de distancia. Nada, que la subieron a traumatología, le hicieron todas las pruebas habidas y por haber y pocas horas después le dieron el alta hospitalaria. Afortunadamente no tenía ninguna lesión y “solamente” estuvo varios días con dolores en todo el cuerpo.

Ahora es donde viene mi mosqueo y no es precisamente por  los interminables minutos que estuvo la abuela de mis hijos tirada en el suelo junto a la puerta del ascensor. El mosqueo es por la siguiente carta recibida.

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A ver Antoñito si me explico bien:

El Aparcamiento Puerta de Córdoba está justito debajo de la entrada principal al memorable Hospital Virgen del Rocío, donde  prestas tus servicios en la Unidad de Ingresos Económicos, ¿vale? Comprendo que con la crisis que tenemos y los recortes efectuados y por efectuar, tengas que buscar por donde sea el peculio para sufragar los gastos  de la asistencia facilitada. Comprendo que como mi suegra es pensionista y, de momento, tiene derecho a una atención sanitaria de calidad, que por otro lado la recibió y la sigue recibiendo, no puedes pasarle a ella la factura correspondiente. Comprendo que la compañía concesionaria del aparcamiento debe tener una póliza de seguro de responsabilidad civil, que no sé si cubre los tropezones que nos podemos pegar cuando andamos por un suelo completamente llano. Todo esto lo comprendo, pero, como trabajador de una empresa privada (y puntera en su sector. ¿Se nota que soy un poquito pelota desde que algunos de mis jefes visitan La Bodeguita?) acostumbrado a intentar solucionar  sobre la marcha los problemas que surjen,  sin involucrar a más personas que las necesarias, te propongo:

Antoñito (perdona lo de Antoñito, es en tono cariñoso y sin segunda intención) cuando salgas a tomarte un cafelito junto con tus compañeros y compañeras, antes de ir al bar de enfrente pásate por la garita del encargado del aparcamiento y le solicitas muy amablemente copia de la póliza que nos reclama, seguro que en un par de días la tienes. ¿Qué no sales a tomar café? bueno pues dile a un compañero celador que cuando, a eso de media mañana salga a tomarse el piquislabi, el vermut, o la tapita de espinacas con garbanzos, a la vuelta se pase y pida la puñetera póliza, seguro que estará encantado. ¿Que el celador pasa olímpicamente? Pídeselo al becario, que está para solucionar estos asuntos tan trascendentes. ¿No tienes becario? Pues solicítalo que hay muchos estudiantes que están dispuestos a conseguir este puesto. ¿Has pensado en mandarle un correo electrónico a la empresa Aparcamientos Puerta de Córdoba?

Al mismo tiempo, si puedes, explícale a mi suegra que no intentas cobrarle la asistencia recibida, que no tiene que ir al juzgado a poner denuncia alguna (yo ya le he dicho que por un tropezón ella sola, no tiene que ir al juzgado de guardia), y que ustedes, los buenos profesionales, saben como reclamar y a quién los Ingresos Económicos que tanto necesita nuestra sanidad pública. Y todo esto a la mayor brevedad posible.

Antoñito, yo soy un tío que cumple con los tramites, que intento acatar todas las normas habidas y por haber, pero desplazarme hasta el aparcamiento del hospital, solicitar copia de la póliza, andar cincuenta metros y llevártela  a tu oficina, eso no me da la gana. 



viernes, 1 de junio de 2012

El Pibe


Hace tiempo que me da la lata con  “Gafas, a ver cuando hablas de nosotros”  un compañero de trabajo, que muy de vez en cuando visita La Bodeguita, aunque no tiene lo que tiene que tener para hacer un simple comentario. Me refiero a mi compañero el “Pibe”. Lo de “Pibe”  es un apodo cariñoso porque el chavalito es el mas joven de los tres que habitualmente curramos en el mismo sitio y con los mismos turnos.  Eso de chavalito es relativo, el nota ya tiene su edad, aunque el muy listo sigue soltero, con novia, pero soltero. Mira por donde, aprovechando que hoy ha cambiado el turno con otro compañero al que le hacía falta trabajar de mañana para poder disfrutar de la feria de Alcalá de Guadaira se me ha ocurrido hablar un poquillo de él.

Es el clásico tío que siempre te dice que si a lo que le pidas: ¿Me cambias el turno? Sí. ¿Mañana puede venir un rato antes? Sí. ¿Me cubres en el tajo mientras tomo café? Sí. Todo el mundo en la fábrica habla bien de él. No conozco a nadie, y eso que soy un taco cotilla, que tenga ningún reproche con mi colega. Pero precisamente no hablaré de lo buena gente que es, de eso dan fe todos los compañeros, sino de un par de cuestiones que me tiene preocupado.

La primera es que creo que tiene un poquito de gafe, me explico: 

Aprovechando uno de “los muchísimos puentes” que podemos coger, se marcha junto con un grupo de amigos y amigas a hacer senderismo por la sierra de Grazalema. ¿Qué le pasa? Que se pierde en el campo. Horas y horas perdidos; al final se encuentran a otro grupo de excursionistas ¡y también estaban perdidos! ¡Con el mismo mapa! Suerte que al caer la noche el equipo de rescate que se montó los pudieron rescatar. Salió en todos los periódicos de Sevilla y Cádiz. Me hubiera gustado ver la cara del Guardia Civil cuando lo subió al Land Rover y le dijo aquello de ¿Tú que vienes a jugar al pádel? Podéis imaginaros la indumentaria que el muchacho se puso para hacer excursiones por la sierra. Otro día se va a la playa con la parienta, se le vuela la sombrilla, sale corriendo para cogerla y tropieza con una tabla de surf que “un capullo había dejado junto a nosotros” (sic). Total una semana de baja con un esguince de tobillo. ¿Que quiere pasar un fin de semana en una casita rural en la sierra onubense? Sin problema, se pone a tontear, se tropieza con la cama y se parte el labio con el radiador de la habitación. ¡Qué morritos tenias Pibe, qué morritos! Ah, bueno, lo de Venecia. Le compra un regalo al padre, una tontería de nada, un juego de pluma, bolígrafo y abrecartas de cristal de murano. Lógicamente, con las prisas, lo metió en el equipaje de mano. La mirada del carabinieri cuando descubrió el arma blanca que portaba era digna de una película de Tarantino. Un poco mas y sigue preso paseándose por el Puente de los Suspiros en la ciudad de los canales.  No quiero ni acordarme el verano que pasé cuando me dijo que se iba de crucero por el Mediterráneo. Todos los días pendiente de las noticias. Menos mal que lo del Costa Concordia ha sido más reciente, que si no le hubiera tocado a él.

Y la segunda cuestión es lo que me tiene más mosqueado:

Cuando salimos de cumplir nuestras obligaciones laborales, todos los días y delante de otros compañeros me dice: -Gafas, dúchate conmigo hoy. -¡Que no, Pibe! -Venga que tengo una toalla grande para acurrucarnos los dos.  -¡Que me dejes Pibe.  -Gafas, hoy tengo una toalla chiquitita pero nos vale.    -¡Que pesao eres tío! –Gafas ve terminado de rellenar el parte que te espero en la ducha. –Gafas he comprado un champú que huele a   azahar. -Gafas…. -¡Quillo Pibe! ¿Porque no se lo dices a (***)? – ¡Tus están tonto, (***) me dice que sí! 

Os  podéis imaginar las miradas del resto de compañeros cuando subimos la escalera camino de los vestuarios. Esto sí que me tiene mosqueado.

En fin, querías que hablara de ti, ahora espero que tú tengas el valor de hacer algún comentario en esta tú Bodeguita. Otra cosa, de el “Breva” tengo preparada otra entrada, pero me parece que la tengo que hacer en tres o cuatro capítulos.

Bueno Pibe, que me piro a la ducha, solo, como siempre ¿vale?

Elena, si llegas a leer esto, no te preocupes, que tu novio sigue teniendo las tendencias “normales”, pero es que es muy mamoncete.  Y encima aprovechamos para ducharnos sin aguantar el overbooking que hay a esas horas en las duchas. Cuidaito, cuidaito, cada uno  por su lado, ¿vale?