lunes, 24 de enero de 2011

Pacharán

Eustaquio Canales se prejubiló de su trabajo como mecánico ajustador en una fábrica de automóviles en el norte. Recogió todas sus pertenencias, vendió su piso y junto con su esposa regresó al pequeño pueblo de su infancia. Dejó atrás a sus hijos y nietos, porque sabía que sus vidas estaban enraizadas en la maravillosa tierra navarra.
Reformó la antigua casa de sus padres y se instalaron dispuestos a disfrutar de muchos años de descanso. Pero él tenía una idea en su mente que le rondaba hacía muchos años. Su padre le había dejado unas cuantas hectáreas de terreno ondulado y verde junto a la carretera de entrada al pueblo.

Dispuesto a realizar su sueño se dirigió a la sucursal del banco que estaba en plena Plaza Mayor. Al señor interventor le propuso la idea: Quiero cultivar en mi finca. El joven lo miró escéptico y comenzó a hacerle preguntas. ¿Qué tipo de terreno es? ¿Qué tamaño tiene la finca? ¿Desde cuándo es suya? Y todas las que se le ocurrieron al aburrido empleado. El bueno de Eustaquio le contestó todo lo que pudo.  En fin, Canales, vamos a rellenar todo el papeleo. Haber, su finca ¿con que finca linda por el norte? Pues mire usted con la finca de la cooperativa corchera. ¿Y por el sur? Por el sur con el arroyo Culebrilla que es el que riega todas estas tierras. ¿Y ….? Y así todo un extenso cuestionario.

Después de varias semanas de estudio, el interventor lo llamo de nuevo para pedirle documentación y avales. Escrituras de propiedad de su casa y su finca, informes de los Registros de la Propiedad, declaraciones de bienes, declaraciones de hacienda, y no le pidió el certificado de honorabilidad de su madre porque no estaba seguro que existiera. Es que en su finca solo hay arbustos grandes y ciruelos silvestres que crecen por todos los lados.
Al cabo de un mes de idas y venidas le concedieron una póliza de crédito de manera que él solo pagaría intereses por el dinero que utilizara.

Comenzó limpiando el terreno, quitando las plantas que no le servían, todo ello acompañado por su mujer. Alquiló aperos, un pequeño tractor con remolque, abonos naturales y contrató temporalmente a un par de trabajadores del pueblo.
Llegó el mes de Octubre y comenzó la recolección. Aquellas ciruelas silvestres estaban rodeadas de endrinos, y estos, estaban cuajaditos de bayas. Con mucho mimo recogieron todos los pequeños frutos, los prepararon  primorosamente  y los enviaron a una destilería de Navarra.

Su hijo mayor hacía tiempo que invitó a un grupo de amigos y les obsequio con unas botellas de pacharán casero, hecho en las tierras del sur. Uno de estos invitados era un refutado enólogo que quedó maravillado con el sabor salvaje de aquel licor. La empresa de este señor le compró, más tarde, toda la cosecha para asegurarse la exclusividad. Y se la pagó bastante bien.

Una vez recibido el pago de la venta, el buen prejubilado se dirigió al banco con objeto de liquidar su póliza de crédito. Esta vez lo atendió el Sr. Director.
¡Hombre Don Eustaquio! Veo que el rendimiento de su magnífica finca ha sido de casi un trescientos por cien. Don Eustaquio es usted un visionario y un magnifico agricultor. He notado que el saldo de su cuenta ha aumentado en muchas cifras. Y dígame Don Eustaquio ¿Qué le parece si invierte sus  extraordinarias ganancias en este su banco?

Bueno en principio me parece bien. Vamos a empezar rellenando los papeles, haber, el banco ¿con quién linda por el norte?... ¿Y por el Sur?...


(Versión libre y torpemente adornada de un chiste que me contaron hace tiempo.)

sábado, 15 de enero de 2011

Er Quillo II


Hola, soy el gato de la mujer de vuestro amigo Naranjito. Mi ama chica ha rescatado unas fotos mías porque no le gustó la que, sin su permiso, publicó el carota de su padre. Ella me quiere mucho, demasiado para mi gusto. Es muy pesada, besos, achuchones, caricias, siempre me quiere tener en brazos. No me deja dormir la siesta, y cuando yo quiero que me acurruque, tiene algo que hacer.

Mi amo chico es distinto, es más sereno y tranquilo. Ahora lo veo poco, solo los fines de semana. Pero disfruto mucho con él. Me gusta ponerme encima de su mesa, sobre sus libros  y apuntes y aprender por osmosis. Me estoy haciendo todo un experto en circuitos, cuadros eléctricos, maquinarias, instalaciones y otras cosas raras. Él me trata muy bien, aunque algunas veces jugamos a pelearnos y casi siempre gano yo.

Pero a quien más quiero es a mi ama grande y es con la que paso la mayor parte del tiempo. Incluso me permite dormir a los pies de su cama cuando al Naranjito le toca trabajar por la noche. Como he dicho me cuida  muy bien: me alimenta con unos granos de comida de muchos colores y, de vez en cuando, me premia con unas gambitas pequeñitas, cosa que le da mucho coraje a uno que ustedes conocéis. Yo como la quiero tanto y soy tan buen cazador a pesar de mi edad, le premio con el fruto de mis aventuras nocturnas. Pero algunas veces no la comprendo. Figuraos que una noche atrapé un bicho de color marrón con muchas patas y se lo llevé a la cama para enseñárselo. En mi idioma la desperté y cuando vio el fruto de mi caza empezó a gritar y me echó de lo alto de la cama. Solo le entendía algo así como… ¡una cucaracha! Y eso que no llegue a matarla, que estaba viva; bueno, después di buena cuenta del trofeo  ya que ella no lo quería. Mi ama grande se enfadó mucho y se llevó una semana sin tocarme.

Al que no trago es a El Naranjito. Ese sí que es un maniático. Cuando estoy más a gustito en mi silla preferida, siempre llega él y me quita. Si quiero beber agua encima de la mesa, no me deja. Si quiero dormir en “mi” cama, me coge y me echa de la habitación. Encima, en una ocasión, me metió en su coche, que huele a suavizante para la ropa, y me llevo donde un señor con una bata blanca. No me acuerdo muy bien, pero cuando regresé a “mi” casa, me faltaba algo en mi cuerpo.

Bueno perdonadme que me enrolle tanto, pero es que mi ama chica, a pesar de la lata que me da, se merece esto y mucho más y en las fotos he salido más favorecido. Y ahora os dejo que me tengo que pegar un buen lavado con mi lengua, que el tonto del Naranjito usa agua, será derrochador.
Un saludo

miércoles, 12 de enero de 2011

El Concierto de Madonna

Después de muchos meses esperando por fin llegó el gran día: Madonna actuaba en Sevilla. Se  preparo con tiempo suficiente para   colocarse en buen sitio. Para que la espera no fuera angustiosa se dejó acompañar por su novio y su amigo. Nada más abrir las puertas del lamentablemente inutilizado Estadio Olímpico de la Cartuja corrió a ocupar su localidad y disfrutar de un concierto irrepetible según ella.

Los dos amigos se quedaron por los alrededores viendo  el ambiente que trae un evento de este tipo. Allí estaban todos los medios de comunicación y aprovecharon para ver de cerca a personajes curiosos como el "archifotografiado” Mocito Feliz al que tuvieron que aguantar contando la historia de la perdida (o robo como él decía) de una mochila  cual  Pocholo cualquiera.  Me consta, porque conozco los gustos de estos dos “elementos”, que pasaron más tiempo rondando y fotografiándose con Berta Collado, la reportera rubia de Se Lo Que Hicisteis. Toda una fiesta lo que se había organizado por las inmediaciones del estadio.

Después de un rato disfrutando de dicha fiesta decidieron regresar a casa para más tarde, al finalizar el concierto, volver para  recoger a la ilusionada fan.  Dieron una última vuelta y cuál fue su sorpresa cuando descubrieron por casualidad una puerta abierta y, por pura y sana curiosidad, se asomaron al interior. Allí encontraron un amplio vomitorio y se dejaron caer en la tentación. De fondo sonaba una melodía, algo así como Like a Virgin. Siguieron caminando y cuando se quisieron dar cuenta   estaban en un graderío vacío detrás de un magnifico escenario donde la Ambición Rubia deleitaba a miles de seguidores.  En silencio   continuaron bajando por aquellos escalones cuando de pronto se toparon con un vigilante de seguridad que estaba más pendiente de la rubia de Detroit que de los dos jóvenes que se les acercaban por detrás. Estos se quedaron helados al descubrir lo fácil de su entrada y también por el ancho de la espalda del segurata. Ostras la bronca que nos va a echar el gorila este. Mientras nos eche una bronca y no llame a la policía estamos salvados.

En ese instante el embobado agente de seguridad sintió la presencia de los jóvenes en su cogote y giró su cuerpo de ropero de cuatro puertas. Asustado, mucho más que ellos, les grito: ¿pero qué coño estáis haciendo aquí? Con la rapidez mental de los pícaros del siglo de oro español consiguieron contestarle: Nada, viendo el concierto, desde aquí se ve muy bien. Tenéis un taco de cara aquí no se puede estar, anda tirar para abajo. Ni cortos ni perezoso le hicieron caso y se acercaron lo más que pudieron al lateral del escenario. Desgraciadamente se perdieron las dos o tres primeras canciones, pero disfrutaron de la mayoría del evento.  Todo por la “curiosidad” de ver lo que había dentro de una puerta que algún empleado se olvidó de cerrar.  Por curiosidad o por dejarse embrujar por los acordes de la música ochentera de Madonna Louis Verónica Fortin.

Carlos, a tu hijo y a mi novio no se les puede dejar solos. ¿Por qué lo dices? ¿Qué porque? ¡Porque  yo he tenido que   juntar el dinero de la entrada, esperar un montón de meses, aguantar una cola de muchísima gente,  y ellos por la patilla ven el concierto,  tendrán cara!
Tú no te preocupes, que cuando vuelva el Boss les preguntaremos a estos dos prendas donde esta esa puerta y te enseñaré lo que es buena música.

jueves, 6 de enero de 2011

La Noche de Reyes


Durante los primeros años de la década de los 70, se mudaron muchas familias a los pisos de las barriadas construidas al norte de la ciudad, junto a la carretera de Málaga. La mayoría eran parejas jóvenes recién casadas y con hijos pequeños. Por aquel entonces no existían las asociaciones de vecinos, ni falta que hacían. Los propios habitantes, gente humilde y trabajadora, se bastaban para organizarse y solucionar los pocos problemas que surgían. Un equipo de futbol, que sigue existiendo hoy en día a otro nivel mucho más alto, verbenas y cruces de mayo y en la época de Navidad: la mejor cabalgata de Reyes Magos que se podía imaginar en la época.

Días antes de la fecha señalada, se escogía entre los cabezas de familia con hijos mayores a tres personas para encarnar a Sus Majestades los Magos de Oriente. Ataviados con vestidos hechos por hábiles costureras, es decir, abuelas y madres ilusionadas, se preparaban para la gran noche.

En complicidad con los padres, a primera hora del día 6, iban casa por casa llevando los regalos que la chavalería  esperaban con ilusión. Llamaban a la puerta y os podéis imaginar la cara de los niños cuando, al abrir se encontraban con los juguetes deseados en la mayoría de las veces. El Cineexin, la Nancy, el Scalextric, el Fuerte de Comansi, los artilugios de la Señorita Pepi, y algunos otros que no se esperaban. Eran años difíciles pero la mayoría de las familias sacaban recursos de donde no había para que sus hijos pudiesen disfrutar durante todo un año.

Las familias, sabiendo lo que se avecinaba, dejaban los paquetes en las puertas de las casas y esperaban con los niños ya despiertos al mágico sonido del timbre. Los Magos no entraban por las ventanas, sino por las puertas de las casa. Los niños, después de abrir los paquetes con sus nombres y curiosamente con el número del bloque donde vivían e incluso con la planta y la letra de la puerta, regalaban a sus Reyes  galletas y leche para los camellos. Camellos que por otro lado nunca veían.

Era una madrugada y una mañana de las más felices que vivían todos los de la joven barriada. Pero aquello se acabó. Los vecinos decidieron suspender “temporalmente” y casi para siempre este magnífico reparto de juguetes e ilusión. ¿El motivo? Muy fácil, a ver como os lo explico.

Como he dicho antes, los niños les dejaban a los Reyes galletas, leche, agua…. Pero, claro los padres querían agasajar a Melchor Pepe (el del Kiosco), Gaspar Luis (el de la ferretería) y a Baltasar Manolo (el de la fábrica de cristales), que aparte de magos eran vecinos y amigos, con un pequeño detallito a base de mantecados y copichuelas de anís o coñac según el gusto de Sus Majestades. Catorce bloques, cada uno con cuatro plantas, cada planta con dos viviendas… hacer la cuenta. Por muy prudente que son nuestros magos de oriente, después de llamar a tantas puertas más de un Rey y más de un paje, terminaban el día un poco perjudicados.

Me ha gustado mucho la experiencia pero el año que viene te toca a ti, que me llevo todo el día con ardentía y el estómago hecho polvo.
Venga Manolo que ver la cara de los niños al abrir la puerta es lo más grande que te pueda pasar.
¿Ver la cara dices? Si cuando iba por el bloque ocho yo solo quería visitar los cuartos de baños de los pisos. No tomo más anís en mi vida. 

Los tiempos han cambiado, pero espero que los Reyes Magos solo cojan de vuestras casa las galletas y el agua y  os hayan traído esperanza, ilusión, ganas, buena voluntad, trabajo, salud,  felicidad y que podamos disfrutar este nuevo año  en compañía de nuestros seres queridos estén donde estén.