sábado, 29 de abril de 2017

Un fistón en la puerta.


Hace tiempo que no hablo de mis vecinos los señores Bomberos. Para los afortunados  habitantes de este barrio son un vecino más. Parece que han estado aquí toda la vida. Y de verdad que se le aprecia mucho. Están totalmente integrados, como no podía ser de otra forma. Colaboran en todos los eventos, en la cabalgata de Reyes, cuando sale la Hermandad, con campañas de recogida de alimentos, ayuda a los mayores, felicitándonos el año nuevo con sirenas y fuegos (artificiales, claro, todo bajo control) y un largo etcétera. Ya comenté hace tiempo lo del árbol de los peluches, que sigue creciendo en colorido e ilusión. 

Creo que la gente de Pinoloko (Pinomontano para los foráneos) no sabe la suerte que tenemos conque, en pleno centro del barrio, esté situado un parque de bomberos.

Resulta que estos buenos señores,  por cuestiones obvias de su profesión, están continuamente probando sus equipos y practicado sus habilidades. Por ejemplo, a las nueve de la mañana y a las nueve de la noche, en los cambio de turnos, comprueban todos los elementos de que disponen para realizar su labor. Que nuestro querido y “cooperante” ayuntamiento, les facilita o les compra, un nuevo camión autobomba chiquitito para que puedan entrar por las estrechas calles del centro, nada, que se ponen todos a conocer las nuevas prestaciones de los vehículos para que no les pille a contramano cuando lo tengan que utilizar. Hasta prueban los equipos de espuma en la calle con la lógica algarabía que provocan entre los paseantes.

Bueno, pues ahora tenemos que probar  el fistón de pantalla. Creo que se llama así, má o meno, a lo mejor es festón.  Y ¿esto qué es lo que es? Pues una especie de fuente portátil que sirve como pantalla y de camino  controlar   zonas de esas radioactivas, o refrescar los espacios que han sido devorados por las llamas, o autoprotegerse con esta fuente portátil. Y ¿dónde y cuándo probamos el fistón o festón, como se llame? Nada más y nada menos que  en la puerta del parque de bomberos y en pleno Agosto. Aquellos que por diversa cuestiones no estamos en la playa disfrutamos  ¿disfrutamos?  ¡Que vá!, los que disfrutan de verdad, los que se lo pasan bien, son la gente menuda. Y aquí la prueba. 

Dos fotos hechas con mi móvil (ya sé que soy muy pesaito, pero es que no tengo réflex).




Los críos se lo pasan de lujo con las ocurrencias de sus vecinos de toda la vida.

Pero no todo va a ser alabanzas y reconocimiento al Cuerpo de Bomberos de Sevilla, no, también tengo quejas.

La primera: tienen una chimenea en el parque. Es la única chimenea en funcionamiento que les queda a los apagafuegos. Originalmente, y actualmente, servía para secar sus trajes después de las múltiples salidas.   ¿Que me quejo? ¡Po claro que me quejo! Esos días de invierno, en Sevilla cuando hace frío es que hace frío, pasas por la esquina del Parque y hueles a leña, a candela, a encina bien quemada; joé que envidia más cochina. Pero envidia dura y pura. Es que te entran ganas de  dejarte hipnotizar por la magia de una buena chimenea. Hasta te entra apetito.

¿He dicho ganas de comer?, ¿he dicho apetito?,  la segunda queja.

Hay algunos de ellos que hacen de comer, ¿cómo lo diría?, pues hacen de comer que alimenta solo con oler los  guisos, los arroces, los cocidos o lo que preparen para  el almuerzo o la cena. Estas a cincuenta metros de la ventana de la cocina y empiezas a salivar y el estómago te dice sin palabras eso de que rico tiene que estar lo que tienen en los fogones. Incluso hay vecinas que entran y les  preguntan cómo hacen el adobo para los boquerones que parece que estamos en Blanco Cerrillo en la calle Tetuán o Velázquez, donde quiera que esté ese templo gastronómico.

Enga, que estas son las quejas que tengo. La chimenea con buena leña y él o los cocineros de turno.


Ahora le doy al botón de publicar y me doy una vueltecita por la esquina de la calle Agricultores con Sembradores, justito donde está la ventana de la cocina, creo que hoy toca paella, y ¡qué paella! Hasta mi ventana llega el sabor, digo el olor.


jueves, 27 de abril de 2017

25 años de la Expo92 y funciona como el primer día.

Bueno, que antes de hablar de la Feria, la primera entrega de lo de la Expo. Pues sí, yo tuve la suerte de disfrutar de seis meses irrepetibles. Por cuestiones laborales, en mi anterior curro, conseguí el pase de temporada. Uno para mí y otro para mi sufridora. Mis niños eran pequeñitos y entraban por la cara. Por sus caras bonitas y porque no tenían edad para pagar la entrada correspondiente.

Seis meses en aquel recinto irrepetible dan para mucho, y en estos días que se cumplen veinticinco años del evento, nos hemos dedicado en casa a desempolvar recuerdos, fotos, videos y cosas por el estilo para rememorar lo vivido desde el 20 de abril hasta el 12 de octubre de aquel año mágico. Pero lo primero es lo primero.

Tenemos un artilugio que nos dieron en la plaza Sony. En este espacio al aire libre había un peaso de pantalla de televisión (la gente de Sony creo que pusieron  algo de su parte) y casi todos los días teníamos un concierto de los grupos más punteros de la música del momento. Pero lo que he dicho, nos dieron un cacharro que, para los calores de aquellos días, aliviaba una mijilla la canícula sevillana.

Pero lo bueno del tema es, que a pesar que han pasado 25 tacos del evento, el artilugio sigue funcionando como el primer día. ¿Gastos de energía? casi ningunos. ¿Funcionamiento? lo más simple. ¿Su principal componente?  Un tipo de material sintético obtenido mediante fenómenos de polimerización o multiplicación semi-natural de los átomos de carbono en las largas cadenas moleculares de compuestos orgánicos derivados del petróleo y otras sustancias naturales o lo que es lo mismo, plástico duro .  Eso sí, tiene una  poquito de publicidad. Los cacharros gratis ya sabemos que tienen, que te guste o no, te tragas los mensajes subliminales que te cuelan.

Pero que no hay problema, lo que anuncia el elemento objeto de esta entrada la mayoría de la gente no tienen ni idea de lo que son. A saber: un radiocasete de doble pletina (ni idea, ¿verdad?); un walkman (esto ¿qué es lo que es?); un Discman (esto lo explico: un reproductor portátil para escuchar los cedeses de “Los Manolos”, por ejemplo). Cuidaito que en letra pequeña pone eso de “walkman and discman are registered trademarks of Sony Corporation”.

Bueno, vale, ¿Dónde guardamos el artificio? Pues mi señora esposa lo guarda en el salón de casa, entre en el libro de “1080 recetas de cocina” y el de “Memorias de una geisha”. ¿Cuándo lo usa? Muy a menudo, por ejemplo antes que empiece la caló de verdad y enchufe el bendito aire acondicionado. O, por ejemplo, cuando  hace la ración diaria de pescaito en blanco para el Quillo y sale demasiado caliente para su esquisto paladar. Un pequeño inciso, el Quillo es el gato de mi mujer y mis hijos. A mi me sigue odiando y eso que el próximo 23 de Junio cumple diecisiete años.  Conmigo está  tan cabrón como el primer día, en eso no cambia.

Bueno venga, las fotos del cacharro. Las he hecho con mi teléfono, para variar. Es que sigo sin réflex de momento.

 Anverso 


Reverso



Lo dicho, esto funciona como el primer día, desde hace veinticinco años con  uso diario. Creo que le quedan otros veinticinco años mas.




jueves, 20 de abril de 2017

De avalanchas, madrugá y rock

Bueno, venga, que sigo, o empiezo a empezar otra vez. Como buen sevillano me toca hablar del aniversario de la EXPO92, pero este acontecimiento merece toda una serie de entradas y resulta, que lo más próximo en el tiempo ha sido la Semana Santa. Y si quiero seguir siendo buen sevillano (os recuerdo que buen sevillano no es sinónimo de ombliguista, o si, que también puede ser) tengo que comentar lo de la última Madrugá. Lo de la Expo para más adelante, ahora lo de las avalanchas.

Este año me he librado, entre otras cosas, porque no fuimos a “disfrutar” de esa noche mágica. Mira que le insistí a mi sufridora esposa, pero nada, que este año no se encontraba con ganas de ver a sus “Gitanos” y a su “Calvario” en la calle a eso de las cuatro de la mañana, en el caso del “Manué”, o buscar por las calles del centro a la hermandad de su padre de regreso a la plaza de la Magdalena horas más tarde. ¿He dicho que insistí mucho? Pues sí, una vez, tampoco hay que ponerse pesado. Pero que conste que se lo pregunté y estaba dispuesto a acompañarla.

También he dicho que este año me he librado porque tenemos experiencia con avalanchas de esas. La primera  en el año 2005. La única y la última vez que nos acompañó nuestra hija. Esperando para ver el paso del Gran Poder, en la esquina de la calle San Miguel, sin saber cómo, a escasos metros empezó la gente a correr en nuestra dirección. Sin avisos, sin consignas, sin saber porque, el caso es que con un ruido  ensordecedor y temblor en el suelo nos vimos en medio de la avalancha. Como pudimos nos aferramos a una reja y dejamos pasar la marabunta por nuestro lado. Como vino se fue. Duró un minuto más o menos. La cosa se calmó y la gente, con el miedo en el cuerdo y el lógico nerviosismo, siguió como pudo esperando al Señor de Sevilla. Lo que he dicho anteriormente, mi hija nos dijo eso de “una vez y no más, santotomas”; desde entonces, si puede, se pira a la playa en estos días. Mi hija en lo cofrade sale a un servidor, cosa que a mi mujer le da mucho coraje.

La segunda avalancha nos ocurrió hace dos años. Estábamos en la calle Matahacas esperando al paso de la Virgen de las Angustias. Un inciso, lo de reflejar los lugares donde nos ocurrieron los sucesos es para que os deis cuenta que, a pesar de que no soy capillita, conozco los lugares estratégicos donde ver las cofradías señeras, que son todas, claro. Bueno los sitios recomendados los conozco yo y todo el mundo, pero mi mujer es de las que le gusta llegar con tiempo. Después del inciso sigo.

Esperando al palio de los Gitanos, de buenas a primera sentimos un estruendo acompañado de una especie de terremoto, gritos, carreras, llantos, histeria. Nazarenos mezclados con penitentes y con público, todos corriendo sin saber porque y de qué. Si no habéis llevado una túnica de nazareno, imaginar lo que se siente con un antifaz que apenas te permite ver hacia adelante, y te empujan, te arroyan y ves a tus compañeros de tramo precipitarse a  tu lado. Pero esta vez tenía experiencia, por lo ocurrido años atrás y porque para eso pertenezco a la brida de emergencia de mi empresa. Protegí a mi cónyuge en un portal y me dediqué a tranquilizar a la gente. Más que tranquilizar lo que hice fue apagar cirios, sujetar cruces e intentar parar a los corredores para que no arroyasen a la gente que estábamos en el portal.  Pasado dos minutos o tres, el asunto se volvió a tranquilizar. Junto a nosotros se quedaron un par de nazarenas, se habían quitado el antifaz, llorando angustiadas y con un ataque de nervios que contagiaba a todos los que estaban a su alrededor. 

Entre llantos pudimos entender que, tras la estampida,  estaban perdidas. Su familia las esperaban en la cercana plaza de San Román, pero ellas no tenían fuerza ni de ponerse de pie. En esto llegó mi amigo Alejandro. Ale es componente de la cuadrilla baja de Hermanos Costaleros de la Virgen de las Angustias. Con la tranquilidad que te da la experiencia de muchos años bajo las trabajaderas, con las instrucciones que te da tu Hermandad después de lo sufrido en el año 2000 y con el cariño que un hermano trata a una hermana, Ale consiguió tranquilizarlas. No preocuparos, les dijo, ahora me voy a preparar el costal que en San Román hacemos el relevo, si hace falta os metéis debajo del paso. Lo primero es buscar a vuestro diputao de tramo que estará preocupado. ¡Y seguro que encontramos a vuestras familias!

Mientras sujetaba la arpillera con las rodillas y enrollaba la morcilla, tuvimos un ratito para hablar sin que las nazarenas, ya más tranquilas, se enterasen de nuestra conversación. ¿Sabes que ha pasado? Mira, me contestó Ale, ahí atrás, en los bares, suma cubatas más cubatas, más cubatas, ¡quillo no me empujes! ¡Te voy a ! Ná, lo de siempre cuatro niñatos que no saben diferenciar una Madrugá con una madrugada. Uno que se asusta, sale corriendo y la gente, sin saber porque, corre también. Pero ya se ha acabado todo.

Ale se marchó buscando su lugar para relevar a sus hermanos de la cuadrilla alta acompañado de las dos nazarenas con sus antifaces de terciopelo morado y sus  túnicas y capas blancas.

La pregunta final, que pa lo poco que publico me enrollo tela: ¿Es compatible la Semana Santa con otro tipo de cultura? ¡po claro que sí! Con ubicación, claro. Un ejemplo, el gran Silvio. Silvio Fernández Melgarejo, uno de los mejores rockeros españoles, hizo una versión de la canción “Preghero” (Rezaré) de Adriano Celentano. Hace poco, otro músico sevillano Pablo Gañán conocido con Señor Gañán, ha hecho otra versión de esta canción dentro de su disco “Por un mundo mejor”. ¿Y de quien se acompaña en el disco? Pues de algunas de la mejores bandas de cornetas y tambores sevillanas.

Aquí os dejo el video por si lo queréis ver. Tiene que ser a pantalla completa y con el volumen subidito. Y sí, quien acompaña al Señor Gañán es la banda la Centuria Macarena y no pasa ná, pero es música ¡y que música!




El video procede de la Tertulia Cofrade La Soga de Judas (el nombrecito de la tertulia da que pensar)




miércoles, 5 de abril de 2017

La grandeza del fútbol según Aitor



No sabía si llamar a esta entrada “La grandeza del Futbol”, “La grandeza de Aitor” o “La grandeza del padre de Aitor”. Al final cualquier título sería bueno, como es la historia de este chavalín barcelonés de siete años.

Dejando a un lado los cracks  multimillonarios, los medios de comunicación furboleros que solo tienen un monotema de información, los  aficionados fanáticos y colgaos, que no tienen otra cosa que hacer que  desgañitarse gritando y vociferando domingo tras domingo; dejando a un lado todo esto, quedémonos con la inocencia de Aitor.

Su padre lo llevó al campo de Cornellà-El Prat para ver el partido entre el RCD Espanyol y el Real Betis Balompié.  Era la primera vez que veía un partido de su equipo  y eso se le notaba en los ojos. Entre él y su padre demuestran la grandeza del deporte bien entendido. A través de los ojos de Aitor  podemos entender porque   unos cuantos  chiflados  disfrutamos con el fútbol y el resultado del partido casi que da igual.

Con su cara y con sus reacciones nos muestra todos los verdaderos sentimientos futboleros: pasión, nervios, preocupación, alegría, decepción, contrariedad, ilusión.

A su lado su padre enseñándole valores. "Con insultos no se llega a ningún lado, aunque sea al eterno rival". Grande papá de Aitor, eres un taco de grande.

Ahora el video del programa "El Día Después". Como siempre recomendado ver a pantalla completa.



Al final se van los dos, decepcionados, como solo los Béticos sabemos decepcionarnos, pero me quedo con las palabras finales.

-A veces se pierde. Hay que saber perder.
-Ya, yo ya estoy acostumbrado, porque ya perdí varias veces.