sábado, 17 de diciembre de 2011

El secreto


Como todos los años, la distribuidora de productos de alimentación, celebraba la tradicional cena de Navidad para los empleados. Reservaba un pequeño restaurante a las afueras de la ciudad. Iban todos:   las dos chicas de la oficina; Gutiérrez, el contable; los cuatro vendedores; el joven jefe de almacén; los tres almaceneros y los seis o siete repartidores. Presidiendo la mesa, como siempre, el sr. Gerente. Persona un tanto altanera, a la que siempre había que reírles sus chistes y sus gracietas. Destinado en la ciudad como “premio” a su gestión al frente de uno de los departamentos comerciales de la central. 

La cena solía terminar todos los años de la misma manera. Se formaban grupos que seguía la noche por su cuenta. La gente joven, las chicas, el jefe de almacén y un par de repartidores, solían marcharse a tomar copas a algunos de los bares de la orilla trianera del río. El resto, encabezados por el engominado jefe, aprovechaban estas reuniones de empresa para hacer varias visitas a los “bares de colores”. Todos, menos Gutiérrez.

Gutiérrez era el primero en marcharse de la cena. De mediana edad, bajito, delgado, con una incipiente calvicie, soltero, sin pareja que se supiera. Hombre cabal, callado, trabajador, metódico, puntual. Era el primero en llegar al trabajo y también era el primero en irse, eso sí, siempre a su hora, no sin antes dejar encima de la mesa del director, todos los informe que este le había pedido. Sus compañeros le apreciaban por la seriedad que mostraba en el trabajo. Guti que aburrio eres, aburrio y triste. Estas deseando llegar a tu casa para sentarte enfrente de la televisión. Mira los comerciales, después de estar todo el día en la calle, dando vueltas, se quedan hasta tarde charlando y bromeando con el jefe, le solían decir en tono cariñoso.

Aquella noche, después de haber seguido la fiesta por su cuenta, el jefe de almacén acompañó a una de sus compañeras a su casa. Parados en un semáforo, en un barrio residencial, vieron como salía de un portal un señor bajito y delgado. -Mira, se parece al Guti. - No es que se parezca, es que es Gutiérrez. -¿Y que hace por aquí? Miraron al portal y se dieron cuenta que era donde vivía el gerente. -¿Oye, aquí no es donde vive el jefe? -Si, en el primero. Cuando alzaron la vista vieron a una mujer asomada al balcón, cubierta con una elegante bata y sus morenos pelos enmarañados. Con una sonrisa le lanzó un beso al bueno de Guti, y este se lo devolvió con una sonrisa cómplice mientras se metía en su coche.

En el trayecto a casa de la chica no pararon de reírse. Empezaron a recordar situaciones. Los inmensos informes que les presentaba siempre a última hora. La poca gracia que le hacia los chiste machista del engominado. Lo puntual a la hora de salir. La cantidad de viajes que le organizaba. No se podían imaginar que una persona tan anodina como su contable, aunque muy buena gente, fuera el amante de la mujer del jefe.

Nunca comentaron al resto de compañeros su descubrimiento. Fue su secreto durante el tiempo que trabajaron juntos.


 Al cabo de los años se volvieron a encontrar una noche finalizando otra cena de empresa y recordaron viejos momentos vividos. 

-¿Qué fue de la gente?


-Cuando la empresa decidió cerrar la distribuidora, cada uno se buscó la vida como pudo. Casi todos encontraron trabajo en otras distribuidoras. Yo me fui a trabajar a la empresa de mi novio, que hoy es mi marido. El jefe lo destinaron a la central y acabó divorciándose, su mujer no quería moverse de aquí. 


-¿Y el Guti?


-¿Gutiérrez?  Ni idea. Me dijeron en una ocasión, que trabajaba como administrador en una explotación agrícola cerca de Salamanca propiedad de una persona de gran alcurnia. Conociéndole como lo conocimos aquella noche no quiero ni pensar…. ¿Por cierto?  ¿Contaste  alguna vez lo que vimos?


-Nunca lo conté compañera, ni lo conté ni pienso contarlo.  

lunes, 12 de diciembre de 2011

Las sombras


Calle Judería, Sevilla
Autor de la fotografía: J. A. Alcaide (otros-viajes.blogspot.com)


Bajó la persiana metálica que sellaba la puerta de la pequeña tienda de cerámica y se dispuso a marcharse a casa después de un largo día de trabajo. Siempre que era víspera de festivo, su jefa la dejaba a cargo del negocio, pero aquella tarde había tenido más trabajo del habitual. Nunca cerraba tan tarde pero tenía que aprovechar el paso de visitantes y en estas fechas las calles del barrio estaban particularmente concurridas. Se cercioró que estaba   cerrado el local y se dirigió con su bolso bien agarrado a coger el autobús junto a los cercanos Jardines de Murillo. Pero a unos cincuenta pasos los descubrió.

Apoyados junto a  la muralla de la ciudad, que en otra época traía el agua de los Caños de Carmona hasta el Alcázar, estaban los dos. El callejón de Agua es una calle muy transitada durante el día, pero a estas horas de la noche y con tan poca luz, pocos paseaban por él. Encima sus gafas para ver de lejos se las había dejado dentro del local. Pero lo que vio no le gustó. Dos figuras oscuras, completamente de negro, mirando algo que uno tenía en las manos, parados lejos del pequeño farol. Decidió coger la dirección contraria y encaminarse por el recorrido más largo.  Su corazón empezó a latir con fuerza al notar como sonaba los pasos de las dos figuras negras acercándose.

Giró a la derecha por la calle Vida, esperaba encontrar abierta la tienda de recuerdos que estaba en la que todo el mundo conocía como Plaza de las Cadenas, pero se la encontró cerrada. No se lo pensó, entró por el arco que daba acceso a la sinuosa calle Judería no sin antes pararse un instante a escuchar si les seguían. Seguían sonando aquellos pasos por las calles empedradas.

En el silencio de la calle solo se escuchaba el gorgoteo del agua de la pequeña fuente del rincón de unas de las torres del Alcázar, el agua y unos pasos cada vez más cerca. Y ahora venía lo peor.  Una especie de túnel  con un recodo la esperaba al final. Pasó rápida por los arcos escuchando el eco que sus zapatos de tacón producían. Al final de aquel interminable callejón, por fin se adentró en el Patio de Banderas.  Sentía cada vez más cerca a sus perseguidores, pero no se atrevió a acercarse a las pocas parejas que, desafiando al frio otoñal, se entregaba a escarceos amorosos sentados en los bancos. La impresionante imagen de la Giralda iluminada sobresalía por los tejados y le servía de faro y de guía. Hacia ella se encaminaba dispuesta a salir corriendo en el momento que su acelerado corazón se lo permitiera. Solo una puerta, siempre abierta, le separaba de sus acosadores y la acercaba al  resto del mundo.

Fue justo en la puerta, antes de salir a la Plaza del Triunfo, cuando las dos sombras se pusieron a su lado. Armada de un valor que ni ella misma se reconocía, se paró, aferro su bolso con ganas y se dispuso a gritar todo lo fuerte que pudiera, no sin antes mirarlos detenidamente, de abajo a arriba, para quedarse con todos los detalles. Zapatos negros, unas calzas de otra época y unos pantalones bombachos atados a la altura de la rodilla. Una especie de jubón les cubría el torso, todo ello de negro azabache.  Sobre el jubón una capa que casi les llegaba a los pies y sobre la capa infinidad de escudos, emblemas y divisas.  Uno portaba en la mano un artilugio desde el que salía una voz.

-¿Dónde os habéis metido? Los de Derecho ya han empezado a cantar. Aligeraros que no llegáis a tiempo, que la televisión conectará en directo cuando nos toque a nosotros.

Las dos sombras siguieron su caminar hacia donde había un numeroso grupo ataviados  de la misma guisa. Ella, respirando e intentando recuperar el resuello, lo recordó. Cada año, la noche antes del Día de la Inmaculada Concepción, junto al Archivo de Indias, la Catedral, los Reales Alcázares, el Antiguo Hospital del Rey y el Convento de la Encarnación, a los pies de la imagen que esculpiera a principio del siglo XX Lorenzo Coullaut, después de una ofrenda floral,  se reunían las Tunas de la ciudad para cantar   y más tarde salir de ronda por los distintos “sagrarios” de copas.

Se quedó un buen rato, esta vez rodeada de gente. Respiró tranquila y se acordó de aquellas dos “sombras” que casi llegan tarde a interpretar las coplas que llevaban años repitiendo, pero que le dejaron un escalofrio casi perenne en la espalda.

Cuando se marchó camino del autobús nocturno, sonrió cuando a lo lejos escuchaba aquello de…

Sevilla tuvo que ser
Con su lunita plateada,
Testigo de nuestro amor
en esta noche callada.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El mausoleo


Hace tiempo que no iba a mi pueblo, el que tuvo  la suerte de verme nacer un lluvioso día de octubre. En esta ocasión fui para visitar una muestra gastronómica de los productos típicos de la Sierra Norte. Ya sabéis: morcillas, salchichones, chorizos, caldereta de venao, guisos de jabalí y otras exquisiteces que da esta zona del norte de la provincia de Sevilla. Aparte de deleitarme de ver como mi añorada población se llenaba de gente, sobre todo de la tercera edad aprovechando los trenes gratis desde la capital, de moteros disfrutando de una magnifica otoñal mañana y de un montón de familias dispuestas a  oler y saborear el “sabor a pueblo”, no pude dejar de visitar el Mausoleo.

Está concretamente al final del Paseo del Espino, junto a la zona deportiva, con su “gran estadio olímpico” (más de un barrio de las grandes ciudades le gustaría tener unas instalaciones como tiene esta población de 2.300 habitantes), con su piscina y con su zona de esparcimiento. 

Y aquí viene la historia.

Hace años, a los regidores de esta localidad, se les ocurrió cambiar el cementerio de sitio. Seguramente por necesidades de terrenos o por cambios en los hábitos con respectos a nuestros difuntos. Esparce mis cenizas en la dehesa sevillana para que mi alma vuelva a respirar el aire puro y limpio que tiene la sierra. El caso es que llegó a un acuerdo con todos los familiares. Cambiaron las tumbas de sitio, todo ello dentro de la más estricta legalidad y con la aprobación de los descendientes de los finados. Cremaciones, osarios y toda lo que conlleva un traslado de este tipo. Con todos los interesados menos con una familia,  una se negó. Que mis muertos no se tocan, debieron decir. Que el mausoleo de mis antepasados ni se os ocurra moverlo. Que lo tenemos en propiedad, que lo hemos pagado durante muchos años, hasta el terreno es nuestro y aquí están los documentos que lo atestiguan. No hubo manera. Nada de traslado, que esta familia no estaba dispuesta a pasar por ver como sus ancestros se tenían que remover de su morada.

Pero como en los pueblos pequeños y llenos de buena gente, todo el mundo se conoce y sabe llegar a un acuerdo ratificado con un estrechón de manos, lograron una entente. La municipalidad les hizo una propuesta: Vale, el mausoleo es vuestro, lo tenéis correctamente demostrado, pero al menos dejarnos que por el exterior lo “decoremos” de otra manera para que a los visitantes no les choque lo extraño del edificio. Y, como mi pueblo está lleno de gente de bien,  llegaron al acuerdo. La familia mantendría la última morada de sus antepasados y el pueblo tendría un nuevo espacio para el disfrute de los vecinos y forasteros.

Y ahora lo bueno.

¿Qué dónde está el mausoleo?  ¡En un parque infantil! Aquí está la prueba.


Quitarle los colorines, imaginarlo con colores un poquito más “serios”. ¿A que es un mausoleo? De verdad, que sí. Aunque no pude entrar a pasear por este pequeño parque, una cadena y un candado me lo impidieron, me asomé lo suficiente para conseguir la foto. Y ahí lo tenéis. Justo en medio una cripta, que por fuera parece que la ha decorado Ágata Ruiz de la Prada, pero por dentro…, por dentro  seguro que mis antiguos paisanos están contentos de notar que sus descendientes los tienen siempre a su lado. Esto es un parque infantil, y ya me hubiera gustado verlo en la fiesta yanqui esa del jalogüin.



martes, 29 de noviembre de 2011

El penúltimo día


Para Luque era su penúltimo día de trabajo en los Juzgados. Cerca de cuarenta años como funcionario del Ministerio de Justicia y ahora, por fin, descansaría y sobre todo disfrutaría de sus nietos. Durante  estos años había estado en todas las dependencia posibles. Desde un pequeño juzgado perdido en un pueblo, hasta en la sede central de la capital. En esta llevaba 20 años y era conocido por todos. Su trabajo consistía, entre otras cosas, en transcribir las declaraciones del Juzgado de Guardia y pasar los informes correspondientes  al Juez Instructor. Desde los Guardias Civiles de la puerta hasta las limpiadoras del edificio, pasando por abogados, jueces, policías, compañeros funcionarios; todos le tenía en gran estima y aprecio. Se lo había ganado a pulso. Siempre dispuesto a ayudar a los compañeros, a cambiar una guardia; a echar una mano cuando el trabajo se acumula, cosa por otra parte muy común; a buscar ese expediente que casi nunca aparecen. Había visto y oído las miserias y las grandezas de la condición humana. Desde un simple robo de gallinas hasta los crímenes más cruentos que una persona pueda imaginar. Trabajo rutinario pudiera parecer, pero él creía en las personas y sabía que la mayoría de la gente es buena y que solo “usan” el juzgado para bodas, registros civiles y otros asuntos más llevaderos.

Varios compañeros se ofrecieron a hacerle la guardia en su penúltimo día, pero  se negó. Siempre al pié del cañón. Para colmo el sistema informático se fastidió ese día. Pero como él era de la vieja guardia cogió una  máquina de escribir, que le costó la misma vida encontrar, y se dispuso a realizar su trabajo, esperando que fuera una noche tranquila.

Fue la policía la que trajo al energúmeno. Lo habían detenido después de una persecución por la calles del centro, tras haber pegado un tirón a dos pobres turistas y robarles una pequeña mochila con sus pertenencias: la cartera, planos de la ciudad, cámaras de fotos, botellas de agua, un brazo magullado…

Tras tomarle declaración, comprobar los antecedentes (14 detenciones por robos similares), mirar su dirección de notificaciones  desconocida por Correos, rellenar todos los impresos y atender las peticiones del abogado de oficio asignado, cogió la vieja máquina y los papeles pulcramente escritos y  se encaminó a la segunda planta donde estaba el único ordenador que funcionaba medianamente bien. Encima, los ascensores estaban de mantenimiento esa noche. Pero tampoco le importaba, escaleras arriba, a copiar todo de nuevo y a esperar a su compañero del siguiente turno que sabía que le relevaba temprano.  En las escaleras fue donde se cruzó con el detenido. Iba acompañado del abogado después de hacer otra diligencia en la primera planta. No pudo evitar mirarlo. El arrestado, sonriendo, también lo miró.

¡Pringao! ¡Aquí te quedas! Que yo me piro a mi queli, Ya sabes lo que tienes que hacer, viejo. Que me voy a coger el autobús y a darme un garbeo por ahí.

Luque era tranquilo, muy tranquilo. Nadie sabe lo que se le pasó por la mente en ese momento.  Puso pausadamente la máquina en el suelo, colocó encima los legajos y le pegó una patada en la parte del cuerpo donde más nos duele a los hombres. Lo dejó retorciéndose de dolor y al joven e inexperto abogado voceando sin saber qué hacer. Recogió su máquina, sus papeles y tranquilamente siguió su camino a su despacho, cabizbajo.

Días más tarde, en la cena homenaje al   funcionario jubilado, alguien pregunto sobre un incidente ocurrido en las escaleras del Juzgado. El teniente González de la Guardia Civil comentó que él estaba   aquel día y no recordaba nada, solamente lo habitual de un juzgado de guardia. El decano de los abogados dijo que no le constaba nada raro en el turno de oficio. Varios de los jueces que se encontraba en la cena ratificaron que el día había sido de lo más normal. Los funcionarios se miraban unos a otros con caras de extrañados y decían que tampoco sabían nada.  María José, la encargada de la limpieza del edificio se quejaba de que algunas de sus subalternas olvidaban poner el aviso de escalera mojada cuando la limpiaban y eso producía muchas caidas y accidentes.

Me encontré en el parque del Alamillo a un abuelo jugando con sus nietos. Sentados al sol otoñal de nuestra Sevilla, me contó que no pudo evitar las lágrimas a los postres de la cena homenaje que le habían dado todos sus compañeros y, sobre todo cuando  uno, jubilado  años antes que él, levantó la copa y propuso un brindis:   Luque tú te lo mereces.

Nota final: Luque, teniente González, María José, Sevilla y el Parque del Alamillo, son nombres que he utilizado para esta historia. Cualquier parecido con la realidad puede que sea una coincidencia.

domingo, 27 de noviembre de 2011

¿Te echan de menos?







¿Tú crees que te echan de menos?  Posiblemente. Pero no sé. Viendo a tu hermana y a tu gato un domingo por la tarde, plácidamente, durmiendo su merecida siesta, pienso que están soñando con lo lejos que queda el lunes. Quizá estén soñando con el examen que tiene Paula el martes y tu gato sueña con las gambitas que le da tu madre. O a lo mejor sueñan que a última hora entrarás por la puerta  y nos saludaras a todos.
Bueno, lo más seguro es que estén tan agustito, tan calentitos, que ni siquiera se acuerdan de ti. Mentira cochina, tío. Te echan un taco de menos.

En serio, Víctor, están pensando en el día que regreses a casa para pasar tus vacaciones en familia. Como el turrón, vuelve, a casa vuelve por Navidad; o como las muñecas de Famosa, las muñecas de famosas se dirigen al portal...  

Tu madre y tu hermana están muy orgullosas de tenerte en tierra del ínclito Berlusconi (peaso personaje) continuando tus estudios. No está lejos ni ná Ancona; en la Marche de Italia. Si cuando estabas en Huelva, a poco más de cien kilómetros de casa, para tu madre eso era un mundo, ahora que estas en el extranjero, ni te cuento. No quiere hablar contigo por el Skipe o como se llame el programa ese en el que te vemos por el ordenador. Dice que te ve muy mal; por favor quita la ropa colgada  en la puerta secándose y aféitate para que te vea guapo, Yo le digo que es por el tema de los pixeles y la resolución de la cámara, pero tu madre no traga. Aprovecha el tiempo, aprende italiano que para algo servirá. Saca buenas notas. Estudia, estudia y estudia. Deja de visitar Venecia, deja de ir a Bolonia, ni se te ocurra pisar Roma, tampoco cruces el Adriático y te des un garbeo por Croacia. Solo estudia, estudia y estudia. Que ya vemos en la tele lo que hacen los estudiantes de Erasmus por Europa.

Los morritos que se ven en la foto son los de tu hermana. He tenido que recortar un poco la imagen porque  cuando   se dió cuenta que iba a publicarla se volvió una mezcla de la niña del exorcista  con la Carrie mosqueada en la fiesta de fin de curso y me dijo eso de ¡ni se te ocurra!. Ya la conoces.   Pero tranquilo, que tu habitación la cuida muy bien. Ella y tu madre la están utilizando como trastero. Lo siento tío, la aventura extranjera es la aventura extranjera y tienes que pagar el peaje correspondiente. Que conste que yo no he metido ningún trasto mío en tu cuarto. Y el acuario lo tienes lleno de agua, sin peces pero lleno de agua.

El gato, bueno, por aquí anda.  Cuando te escucha, aunque no te vea en la pantalla, se vuelve loco buscándote por toda la casa. Prepárate que cuando vuelvas a dormir en tu cama tendrás un compañero nocturno y por fin me dejará a mí tranquilo.

Yo también te echo de menos. Fíjate  que te tengo preparado un enchufe nuevo para la entrada de casa (es que tú sabes que yo para cambiar una bombilla tengo que desconectar los plomillos, perdón, los magnetotérmicos que para eso estás estudiando ingeniería eléctrica), la fuente de alimentación de tu viejo ordenador quiero que me la mires porque no funciona muy bien. Tenemos unos cuantos capítulos de nuestras series favoritas pendiente de ver, aunque sean subtituladas. También en la Bodeguita quiero hacer unas reformillas: una nueva cabecera, un icono para imprimir las entradas y un montón de cosillas más.

Bueno, po eso, que regreses pronto, que aunque los pocos días que estés con nosotros seguramente los pasaras en compañía de una guapísima carmonensa, ¿tú sabes que en Carmona vivió durante dos meses Don Miguel de Cervantes en calidad de Comisario de Provisiones de la Armada Invencible? (Papá no te enrolles), perdón hijo, que te dejo, que estudies, que tu madre, tu hermana, Laura y yo te echamos de menos.

Se me olvidaba, el mamón de tu gato también te echa de menos. ¿No ves con los ojitos que te mira?

Tu madre dice que comas, que te abrigues, que te afeites, que....



domingo, 13 de noviembre de 2011

Solo o en compañía de otros



Ando estos días un poco mosqueaillo. El caso es que alguien, solo, o en compañía de otros, me ha abierto el coche. Lo tenía aparcado al lado de casa. Cosa rara cuando llego a las once y media de la noche y todos mis queridos vecinos del barrio han ocupado los pocos aparcamientos, pero ese día tuve suerte.  Me quedé pasmao, más de lo que estoy habitualmente, al ver tirado en el interior del vehículo todo lo que tenía en la guantera. La documentación; el último recibo de la gasolinera, por lo de los puntos y eso; los CDs, todos “copias de seguridad” que consten; hasta una cajita de pañuelos de papel “especial guanteras”, esto último por el tamaño.

¿Qué  se llevó o llevaron? A saber: 

Un termómetro IN/OUT.- Valor 4,95 euros. Comprado en un momento de arrebato consumista en el LIDL. Lo tenía colocado estratégicamente sobre el espejo retrovisor del interior. Aún me pregunto en qué momento se me ocurrió poner un termómetro para que me “recordara” la temperatura, en pleno agosto, a las cuatro de la tarde, que hace en Sevilla. En el exterior y sobre todo, en el interior. Casi todos los días marcaba lo mismo: “$%&*”. Esto significaba que pasaba de los cuarenta y tantos a la sombra.  Bueno, pues se lo llevó o llevaron dejándome el cable y la sonda del termómetro.

Unas gafas de sol.- Las utilizaba para conducir (bendito el Sol y la claridad de mi tierra andaluza) y para no perderme detalles de las maravillas que tenemos en las playas de nuestras costas.

El cable de alimentación del GPS.- Hace meses que no lo uso. Me conozco el trayecto de mi casa al trabajo, y del trabajo a casa, perfectamente. Y encima el dichoso GPS, la mitad de las veces no se habla conmigo. Por eso está castigado en un cajón.

Se me olvidaba decir que también me destrozaron la cerradura, la de la puerta derecha. Menos mal que la del cierre centralizado es la de la izquierda. Nada, con un poco de Loctite se arregló.

¿Y por qué estoy mosqueado? Por lo de los CDs. Aparte de la radio, en los viajes un poco largos, me gusta escuchar música. Y esto fue lo que me preocupó. NO SE LLEVARON, a saber:

La banda sonora de la película Gladiator y la de El Último Mohicano.

Una “copia de seguridad” con canciones de Deep Purple. Otra recopilatoria de Pink Floyd. Otra con una macedonia de Santana, Kansas, Surpetramp, Eagles, Jethro Tull,…

Una que me hice yo con las mejores canciones de uno de mis grupos favoritos: Triana.

Tampoco se llevaron el Flaca de Amor de Pasión Vega, ni el Faith de George Michael (todos hemos tenido un pasado ¿vale?)Ni siquiera el primer volumen de los Grandes Éxitos de Queen. Ni se les ocurrió mangar el Papito de Miguel Bosé ni él de los 50 años de Raphael. Ojo, estos últimos son de mi querida esposa.

Pero el mosqueo gordo fue cuando me di cuenta que no se llevaron el disco de Rihana del año pasado (mi hija dice que no le gusta mi música y prefiere otro estilo, y por una hija hacemos cualquier cosa). Y encima, tampoco se apropiaron de uno con música de SFDK con el que mi hijo me atormentaba en la época en la que le gustaba la música rapera del Zatu y del Sanchez.   

Bueno, querido Cani, amigo de lo ajeno, te prometo que me haré un recopilatorio de Regeton o, incluso tendré las viejas cintas de casete con los grandes éxitos de Los Chichos VS Los Chunguitos, para que la próxima vez,  te alegren tus largas horas de estudio y preocupaciones.

Otra cosa te comento: soy miope desde los 20 años. Poco, solamente 0,25 dioptrías. Las gafas de sol que te llevaste están graduadas y las personas que, por error, se las han puesto dicen que se marean (¡que exageraos!). Así que ten cuidadito y cuando estés presumiendo delante de tu chorba, canija, tía o como la llames, no te vaya a dar un mareo de “esos raros” y te caigas, que la sanidad pública está mu chunga.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Los polizones (y II)


(Basado en una historia real)

El comandante García dejo su conversación con el encargado nocturno del muelle de Levante. Lo que me faltaba, pensó. Hacía pocas horas que habían llegado a Ceuta de camino para la Isla del Hierro con objeto de ayudar en la misión encomendada. Por lo visto el volcán estaba haciendo de las suyas y tenían que controlar las aguas colindantes. Aguas, que por otra parte conocía muy bien, ya que desde el 2007 patrullaba buscando traficantes y sobre todo controlando la inmigración ilegal que llegaba a las Islas Canarias. Sus siete compañeros intentaban descansar en los camarotes después de muchas millas de navegación por el Mediterráneo. Los once nudos los habían exprimidos al máximo desde que salieron del canal de Suez. Tres meses colaborando en la Operación Atalanta dejaron al barco un poco maltrecho pero en perfectas condiciones para sus distintas misiones. Tenían que reparar la cubierta de vuelo para helicópteros pero esto podía esperar. Joé, estos yanquis no saben ni aterrizar en un barco.

El Rio Miño era un barco marinero. A pesar de su pasado japonés, no en vano había sido uno de los pesqueros con los que los hijos del país del sol naciente acaparan el mercado de las capturas marítimas, los astilleros españoles lo habían transformado en una patrullera de altura. Muchas modificaciones internas y de equipos de navegación y en el exterior la clásica pintura verde y blanca de la Benemérita.  En los dos costados junto a popa y en grande, las palabras: Guardia Civil, para que no quepa duda a que cuerpo pertenece el buque.

No tuvo más remedio que despertar a sus subordinados. Le fastidiaba mucho porque después de tantas horas de navegación un pequeño descanso era necesario para emprender la marcha y llegar a tiempo a la nueva misión.

Todos en alerta. El Regu, mote cariñoso con que apodaban al encargado del muelle tras su paso, hacía muchos años, por el Cuerpo de Regulares de Ceuta era el que se había dado cuenta. Tantos años de trabajo nocturno le concedía una visión y un oído especial en la oscuridad. Los ochos guardias comenzaron la inspección. La cosa era seria. Pistolas, chalecos antibalas, fusiles de asalto, todos en máxima alerta. ¿Esto es un ataque? se preguntaban unos a otros.

Eran profesionales con años de experiencia y sabían lo que hacer. Pensaban que después de estar muchos días en aguas llenas de piratas tenía que ser en España donde sufrir un ataque. No podía ser. 

Rastrearon palmo a palmo todos los recovecos y lugares donde se podían ocultar los terroristas. En pareja. Apuntando con sus fusiles de asalto y dándose las novedades a través de los intercomunicadores personales.

Fue el cabo Rodríguez el que los descubrió. Noto como debajo de una lona verde se movió algo. Destapó la lona y ayudado por una linterna, sin dejar de apuntar con su fusil, los descubrió. Tres pares de ojos asustados lo miraban y solo se atrevían a decir: ¡menores, menores! ¡no papeles!.

-Pero criaturas, ¿Cómo se os ocurre meteros de polizón en un barco de la Guardia Civil? ¡y encima en un barco que lucha contra la inmigración ilegal!

Mientras iban en el furgón del mismo Cuerpo, Selbe, Amadou y Hadjibou  pensaban que eran muy afortunados. A los polizones cogidos en alta mar se les arroja por la borda. Ellos regresaban con sus amigos de la Cruz Roja, para intentar de nuevo pegar el gran salto.

  

(Patrullero Oceánico Rio Miño)

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Los polizones (I)


(Basado en una historia real)

Selbe, Amadou y Hadjibou no aguantaban más. Llevaban varios meses en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes en Ceuta y esperaban su oportunidad para cruzar el estrecho y llegar al país donde creían que conseguirían una vida mejor. Lejos quedaba su Senegal natal, sus familias, sus miserias. Aunque para los europeos eran menores de edad, en su poblado habían realizado todos los rituales de tránsito para convertirse en hombres. Años escuchando a los mayores las bondades del país donde podían ver televisión cuando quisieran; donde, para acudir a los médicos, no tenían que andar horas y horas. Un país donde podían elegir un trabajo y mandar dinero para sus seres queridos. Un país, en definitiva,  en el que estarían unos años para regresar como héroes a su  tierra.

Tras semanas andando por terrenos angostos y alimentándose con lo poco que podían mendigar en las pocas aldeas que se encontraban, llegaron a Marruecos. Sabían por otros que como ellos se habían lanzado a la aventura de una vida mejor, que en este país podían encontrarse con personas que se aprovecharían de ellos y que involucrarían a sus familias para cobrarse el importe del viaje. Ellos no estaban dispuestos a eso. Con muchas penurias consiguieron llegar a la frontera de Ceuta. Por pura casualidad entablaron contacto con gente de su país. Estos le indicaron que lo mejor que podían hacer era intentar pasar la frontera y llegar a la ciudad española. Al ser menores de edad, no les podía pasar nada. A lo sumo los tendrían recogidos durante varios años, ya que ellos no tenían documentación, “no papeles, no papeles”.

Ayudados por ruedas de coches se echaron a la mar.  Apenas sabían nadar pero el riesgo merecía la pena. Cada patada que daban al agua los acercaba más a la tierra prometida. La playa estaba a pocos metros. Veian con alegría una serie de personas que los esperaban en la orilla. Unos con un uniforme azul oscuro y unas gorras con un escudo dorado. Otros con trajes rojos que les recordaban a los médicos del dispensatorio de medicina de su poblado. ¡Lo hemos conseguido!. 

Después de una semana en el CETI, se dieron cuenta de la realidad. Estaban retenidos a la espera de mandarlos de nuevo a sus casas. Sería cuestión de meses, pero tarde o temprano regresarían  a su poblado. Durante su estancia en el Centro, escuchaban historias de todo tipo: lo mejor es colarte en un camión cuando regrese a la península, te metes debajo, donde la rueda de repuesto y cuando  el camión pase la frontera y  pare, te bajas y ya estás en España. No lo mejor es meterte en un barco, escondido en la parte de dentro. Si es un pesquero mejor. Esos van y vienen todos los días.

Una noche, aprovechando la “libertad” que tenían para entrar y salir del CETI, lo decidieron. Cenaron, cogieron la poca ropa que les había facilitado la Cruz Roja y salieron por la ventana. Sabían dónde dirigirse.   La oscuridad de la noche los ayudaría. La antigua verja tenía un pequeño hueco por donde se colaban muchos días compañeros suyos. Agazapados como los animales salvajes que tantas veces habían visto, se acercaron a un pesquero que repostaba combustible atracado en el muelle de Levante. Pocas luces en el interior del barco y un solo marinero, junto al portalón, hablando con el encargado de la manguera de combustible. Sigilosamente se acercaron a proa. La marea alta les facilito el salto por la borda y en seguida encontraron una escotilla  abierta. A oscura, bajaron por varias escaleras empinadas hasta llegar a una bodega donde guardaban muchos fardos cubiertos por una lona verde. Destaparon uno y se metieron dentro. 

Dentro de unas horas estarían en un pueblo pesquero en la península. Comenzaría su nueva vida.

domingo, 30 de octubre de 2011

La pastilla de Flota





Llegas a casa después de una “dura” jornada de trabajo, te vas del tirón a la ducha, compruebas que la botella de butano tiene suficiente cantidad para calentar el agua ya que siempre se acaba cuando te estás duchando y al lío. Joé , no hay gel de baño. Gel de baño de hombres que en mi casa tenemos de dos clases: el de mujeres y el de hombres (cuidadito con usar los potingues de las féminas). Llamas a tu sufridora esposa y esta, con su güasita sarcástica te contesta: -¡Niño! si no tienes gel de baño con aloe vera y bífidus relajantes usa la pastilla de jabón Flota, ¡el de toda la vida!

Pues sí, el de toda la vida. ¿Qué no os acordais? A lo mejor en otros lugares del mundo no tienen la suerte de conocerla, pero en mi desconocida España todo el mundo que tiene cierta edad, seguro que se acuerda de ella. ¿Qué no? Haber:

No existía un taller de reparación de coches, motos, bicicletas, frigoríficos,  herrería, carpintería, o cualquier otro establecimiento que tuviera o tuviese la necesidad de lavarse las manos, que en su lavabo no apareciera la pastilla de jabón Flota.

Los mineros, mi añorado padre entre ellos, se quitaban la mugre de la mina refregándose con ganas todo el cuerpo. El olor a limpio cuando me cogía en brazos después de la dura jornada lo sigo recordando.

Y en las casas de vecinos, en los lavaderos, con sus pilas y restregadores, todas las vecinas tenían una pastilla de Flota. Dale que te pego restregando durante muchas horas y hablando y “criticando” sobre todo lo humano y divino.

En cualquier casa había una. ¿Su uso?, múltiples. Lavar la ropa. Lavar el suelo. Lavarse las manos. Sacarte de un atolladero cuando vas a una comunión y aparece una mancha de última hora. Incluso hay quien las usaba para ahorrar agua y al mismo tiempo higienizar la cisterna del inodoro; al fin y al cabo son 225 centímetros cúbicos menos de agua que se gastaba y encima limpiaba cada vez que tirabas de la cadena. No voy a decir nada de las “amenazas” de algunas madres: -¡como sigas diciendo palabrotas te lavaré la lengua con la pastilla de Flota!

Mi Yaya (apodo cariñoso de mi tía Monte, andaluza de pro, pero que vivió casi toda su vida en la magnífica tierra catalana), a sus 91 años la sigue usando. -Carlitos, hijo, yo para lavar la ropa uso jabón líquido, suavizante, activador y todos esos productos modernos que existen hoy en día. Pero para los rincones uso la pastilla de Flota. ¡No veas como se quedan de limpios! -Pero Yaya, ¿no me digas que te tiras al suelo, con tu edad, para limpiar los rincones? –Po claro sobrino ¿por qué te crees que está tan limpio el suelo?

Bueno, que la pastilla de Flota se sigue fabricando (doy fe de ello). Mejor, se sigue haciendo. Ahora viene con un traje de plástico que  la envuelve, cosa de las normas internacionales. Y con una etiqueta a través de la cual nos enteramos que, entre otras cosas, contiene tensioactivos no iónicos, policarboxilatos, zeolitas, tensioactivos aniónicos, perfumes y blanqueantes ópticos. Más o menos lo que yo digo: ¡un cuarto de kilo de jabón de toda la vida! Y encima patrocina al Equipo Paralímpico Español.

Quien te ha visto y quién te ve Pastilla de Flota, perdón, Detergente Multiusos.

Ahora os dejo, que resulta que mi amigo Luismi tiene una reunión de comunidad el próximo día 31 de Octubre, coincidiendo con que han organizado una fiesta de disfraces para ese día. Es que por lo visto es “jalogüin”.

sábado, 8 de octubre de 2011

La voz del ascensor


La primera vez que escuchamos nuestra voz, en una grabación sonora o en una película, no nos reconocemos. Por lo visto es debido a que estamos acostumbrados a escucharnos desde el interior de nuestro oído o desde lo más profundo de nuestra cabeza. Algo de eso he leído por algún sitio. Nuestra voz,  desde el exterior, nos resulta chocante, rara y a casi nadie nos gusta. Además, estamos familiarizados con ese sonido con él que llevamos conviviendo muchos años, me refiero al sonido interno, y es nuestro, de toda la vida ¡que puñetas!

Bueno, a lo que iba. Hace tiempo, Maribel, una amiga de mi mujer (que daño nos hacen las amigas de nuestras novias y, peor aún, las amigas de nuestras esposas) le dijo a mi querida sufridora que se acordó de mí. Que estaba en un ascensor y resulta que la voz que sonaba era la mía. Miró a su marido y le dijo aquello de parece que Carlos, el marido de Lourdes, es él que está hablando. 

Pero aquí no queda la cosa. Mercedes, otra amiga de mi mujer (si una amiga de tu mujer te hace la pascua, dos ni te cuento) le comentó lo mismo.  ¡Niña! ¡Niña! ¡Qué Maribel tiene razón! Que la voz que suena en el ascensor del tanatorio es la de tu marido.

¿He dicho ascensor del tanatorio? Pues sí, justo eso. La voz que suena en el ascensor del tanatorio de San Jerónimo de Sevilla, el de Servisa, el que está junto a la fábrica de Renault, es clavaíta a la mía. Eso dicen las dos buenas amigas de mi mujer y “amigas” mías también y lo han corroborado un montón de conocidos nuestros.  -Siempre que me monto en el ascensor del tanatorio me acuerdo de ti. Po sube y baja por las escaleras, son mamón, les suelo contestar yo.

Hace unos días, acompañando a familiares nuestros en estos trances tan duros que se suelen pasar en este tipo de instalaciones, no me pude resistir. Voy a escucharme, a ver si es verdad lo que dice la gente.

Y allí estaba un servidor. CERRANDO PUERTAS. SUBIENDO. PLANTA PRIMERA. PUERTA ABIERTA. Tres o cuatro veces repetí la situación. Planta baja y primera planta. Mi mujer me miraba con cara de “cada día estas más tonto”. -No le des más vueltas, cariño, que es tu voz la que suena. -Po ya la podían haber puesto en los ascensores de un centro comercial ¡coño!

Ya sabéis, si alguna vez, espero que pocas y muy tarde, os montáis en el ascensor del tanatorio, acordaros de vuestro humilde servidor. Si por un instante os reconforta “escucharme”, ya me doy por satisfecho y perdono al buen señor o señora que decidió poner mi “voz” en ese impersonal y frio ascensor.

Otra cosa, si escucháis “mi voz” es señal que estáis todavía por aquí ¿verdad? Pues nada, a disfrutar.

lunes, 3 de octubre de 2011

El cartel 2


Pues resulta que después de publicar mi entrada anterior sobre el cartel encontrado en la puerta del cementerio, me he enterado que este buen señor ha pegado cartelitos por toda Sevilla. Que la cosa va en serio. Que lo del cementerio es pura casualidad. Y hasta sale en los periódicos. Si queréis saber más aquí tenéis la noticia: Busca el amor de su vida pegando carteles por Sevilla.

Muy bien tío, pero la próxima vez no lo pegues en ciertos sitios que  yo soy muy mal pensado. No, si al final resulta que es un romántico.
 

domingo, 2 de octubre de 2011

El cartel



Viendo uno de los anuncios que mi querido ayuntamiento colocó en su día para recordarnos lo bien que hacen las cosas y en qué se gasta nuestro dinero, observé un pequeño papel, toscamente pegado justo en la esquinita inferior derecha, a la altura de los ojos de las personas.

Me llamó la atención el reclamo  de, creo, un hombre desesperado. Unas pocas letras para una búsqueda que me parecía angustiosa. Una persona  que piensa que el amor es injusto. Que la soledad es inmensa y que necesita imperiosamente una mujer comprensiva, cariñosa y sincera. Que se enamore de él de verdad. Hombre atrevido que pone en la petición su número de teléfono fijo y su número de móvil. Para recibir esa llamada esperanzadora en cualquier momento.

Un solo cartel he visto de este angustiado. Un solo cartel y en un solo sitio. Y esto último es lo que me ha hecho pensar de lo curioso de la situación.

¿Dónde está el cartel?: ¡En la puerta del Cementerio de San Fernando de Sevilla!. 


Si, tal como suena, en la puerta del cementerio. Y yo me pregunto: ¿este es el lugar para buscar a tu media naranja? o es que, aprovechando esos momentos de bajón sentimental quieres….

Decía un antiguo torero sevillano que hay gente pa tó. Pero, tío, date una vueltecita por los lugares clásicos del ligoteo de Sevilla. Que los tenemos de todos los ambientes y para todas las edades. ¡¿Pero en la puerta del Cementerio!?.

¿Qué andará buscando este buen hombre?

martes, 27 de septiembre de 2011

Comida china, dígame


Mi hija y dos amigas quedaron para cenar en un restaurante chino al que suelen ir de vez en cuando, aprovechando los últimos días sin clases en la facultad. Los días entre semana suele estar muy tranquilo y con poca gente. ¡Y tan poca gente!, ellas tres solas, Estrella, Sonia y Paula, el dueño del local y un chino, de edad indeterminada y la cara más rara que pueda tener un Sr. inmigrante del país oriental. ¡Mira ese, es “Chakichan” en feo!  Pero si “Chakichan” no es guapo precisamente. Por eso lo digo.
Terminando el primer plato, se les acercó el propietario y, un poquillo nervioso, no paraba de decirles: Comel tlanquilas, sin plisas. Las tres pensaban lo mismo ¡que pesado es! Y ahora viene lo mejor.

Tlanquilas, comel despacito. Lepaltidol taldal mucho. Yo tenel otlo pedido que selvil. Pol favol, si suena teléfono ustedes cogel. Tomal nota, después yo atendel llamada. Él no halblal español, no entendel.

Y antes de que se dieran cuenta, había cogido una bolsa de plástico llena de comida en cartón, el casco de la moto y salió disparado por la puerta. Las tres solas en el restaurante con el “Chakichan” feo y alucinadas por lo subrealista de la situación. Mirándose sin decirse nada, empezaron con la risa nerviosa de lo ridículo del asunto.
En esto suena el teléfono. Mi hija Paula, que afortunadamente no ha heredado de mí los genes de la caradura, miró a Estrella en busca de una solución. Estrella es la más reflexiva  de las tres, por lo que enseguida le dio con el codo a Sonia, que es la que tiene más desparpajo. Esta última miró al chino feo que ya estaba haciendo  gestos con las manos para que atendieran la llamada. Muerta de risa se levantó, se acercó al mostrador, descolgó el auricular y dijo:

-¿Dígame?.... ¡Anda!  Ha colgado.

Sus dos amigas estaban muertas de risa. A punto de levantarse para visitar los servicios del restaurante. Pero Sonia ¿Cómo se te ocurre decir ¡dígame!? Tienes que decir “comida china, digame”. (Esta que habla es la “prudente” de mi hija). Su amiga Estrella apuntilló un poco más: Claro hija, y además coge un papel y un boli para tomar nota del pedido.
A los pocos minutos volvió a sonar el teléfono. Esta vez era un inalámbrico que el “Chakichan” feo tuvo la gentileza de acercarles a la mesa, hablándoles todo nervioso en el idioma cantonés y haciendo aspavientos. Paula y Estrella seguían a lo suyo, a reírse todo lo que podían y sobre todo, viendo la cara del chino.

 -COMIDA CHINA, DIGAME.
- Mira, que hace un buen rato hice un pedido de cerdo agridulce, Chao-sao, hormigas suben al árbol,…
- ¿Y?
- Es que se nos olvidó las bebidas. ¿Podrías enviarnos también dos coca colas y dos cervezas?
- Vale, tomo nota, te llamamos.

El “Chakichan” les sonreía. ¡Que dentadura! Y ahora se preguntaban qué es lo que tenían que hacer cuando llegara el jefe. ¿Qué hacemos? ¿Se lo decimos? Claro el guardián del templo se lo contará nada más que llegue.

A los postres llegó el propietario. ¿Pedido? ¿Pedido? Sí hijo, sí, toma aquí tienes el papelito donde lo hemos apuntado. Anda, llámalo y hablas tú con él.

Han decidido volver al restaurante, pero solo cuando esté lleno de gente, para que les toque a otros hacer de recepcionistas; no por lo curioso de la situación, sino porque el buen chinito mandarín de las narices ¡ni siquiera las invitó a una bolsita de pan de gambas! Se limitó a ponerles una botella, con un lagarto con las tripas fuera y decirles:

-Un chupito glatis, un chupito glatis.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Mónica








Que conste que  la fuente de la siguiente historia no es mía. Lo leí en una página y, por más que he rebuscado por todos lados no he encontrado el original, para darle la oportuna mención. Al Cesar lo que es del Cesar, que dicen algunos ilustrados. Pero como resulta que   tengo Patente de Corso, en cuestión de letras, titulo otorgado por mis  viejos capitanes D. Rodrigo Malaventura y Capablanca y su compadre D. Luis Escarlata y Mejías, y rubricado por el Rey Nuestro Señor, tomo prestada  esa idea, para contar lo que  me pudo pasar este último verano en un pequeño restaurante de la Sierra Norte, pidiendo de antemano perdón por tal atrevimiento.

Aparqué el Logan bajo los chamizos que había justo al lado de un pequeño restaurante en una carretera perdida en la sierra. Restaurante Bar Casa Pericón, lucía el rotulo sobre la pequeña entrada al establecimiento. Coqueto salón, con chimenea al fondo apagada en estos días veraniegos. Decorado con múltiples trofeos de caza y alguna que otra foto antigua. Quince o veinte mesas, algún que otro aparador y aperos de labranza por todos lados. Pocos comensales, si acaso  tres o cuatro familias con niños revoltosos, dos o tres lugareños en la pequeña barra  y un par de mujeres en una mesa del fondo. Lejos de esta mesa  me sentó un larguirucho camarero que enseguida me enseñó la carta de viandas.  Como soy de fácil yantar, me decanté por un plato de caldereta de venado, que para eso estaba en  tierra de buenos  cérvidos.

Degustando el guiso, y como no tenía otra cosa en que pensar, me fijé en las damas que alegremente charlaban en aquella mesa alejada. Perdonadme, pero es un defecto que tengo: el mirar a las mujeres elegantes y guapas, por supuesto siempre con respeto y educación.
Cuando me trajo el postre el camarero larguirucho, se lo tuve que decir:

-La “chavala” morena aquella se parece a….
-No se parece, ¡es Mónica Bellucci! Que sí, la otra señora es su representante. Han estado viendo unas localizaciones para una nueva película. Pero por favor, no la moleste.

¿Qué no la moleste? ¿Y mi cámara de fotos en el maletero del coche? Pero claro, no me iba a levantar. Yo soy un señor y se supone que cuando una estrella de la belleza de la italiana, está disfrutando de su vida de mortal, no la debemos molestar ni incordiar.  ¿Y cómo puñetas funciona la cámara del móvil? ¿Pero este teléfono tiene cámara? ¡Y ahora resulta que han pagado la cuenta y se marchan!

Se levantó. ¡Que andares! Llenaba todo el local. Unos zapatos de vértigo. Unas piernas… vale, vale, no comento nada que mi mujer lee esto de vez en cuando. Una ajustada falda negra que insinuaba unas caderas…. ¡que sí, que no comento nada más! Bueno una cosa, el top que llevaba era de una talla menos. Y aquí ocurrió lo bueno. 

Se acercó a mi mesa. Se aproximó despacio, se inclinó, !que visión!, cogió la cuchara de postre, tomó una pequeña porción del  arroz con leche que esperaba sobre mi mesa. Introdujo la cuchara en su boca. Saboreó el postre casero. Me guiñó un ojo. Se limpió suavemente los rojos labios con su lengua. Y me susurró al oído, con ese acento mezcla italiano y español:

-Gentiluomo Naranjito, puedes contar esto, mio caro amico, porque nadie te va a creer.

Y se marchó. Pero antes de salir del pequeño restaurante, se giró. Se llevó los dedos a la boca, los besó, y suavemente me  sopló un beso.

Aún recuerdo sus palabras: Puedes contarlo, mio caro amico, nadie te va a creer.

domingo, 18 de septiembre de 2011

El búcaro









Decía D. Francisco Palacios, más conocido por El Pali, el  trovador de Sevilla, en una de sus múltiples sevillanas que: “Ya no pasan cigarreras por la calle San Fernando, con flores en la cabeza y los mantones bordaos”. Y tenía este buen hombre toda la razón. En la antigua Fábrica de Tabacos (os acordáis del mito de Carmen), ahora se ven estudiantes que van y vienen al Rectorado de la Universidad de Sevilla, cargados con libros de Derecho, Filosofía y Letras, Ciencias,… Han cambiado las flores y los mantones de Manila por pantalones vaqueros, pirsin, ojos enrojecidos por largas horas de estudios y la preocupación lógica de ver los resultados de los exámenes.

Mira por donde, hace unos días coincidí con mi amigo Luis Miguel  en una de nuestras “farmacias de guardia”. En la acera, bajo la sombra del oportuno toldo, charlábamos sobre lo divino y humano, o quizá hablábamos sobres mujeres o sobre futbol, no me acuerdo,  pero como son temas muy recurridos en las conversaciones varoniles, en eso estábamos. O quizá estuviéramos hablando de esto de los blog, él tiene uno en la “competencia”, en el Wordpress, con un estilo muchísimo más refinado que el de esta Bodeguita y con más calidad. El bueno del Luismi, que es   más sagaz que yo, me hizo una observación mirando  al mostrador del bar.

-Mira Naranjito, sobre eso que está en la ventana podrías escribir una de tus historias.
-¿Sobre el búcaro?
-Claro, pero di botijo que es como lo conocen fuera de Andalucía.

Y tenía razón el bueno del Luismi. Es que ya no se ven búcaros fresquito a disposición de los sedientos lugareños. Para mí era una cosa muy normal porque estaba acostumbrado a verlo en el alfeizar de tan distinguido bar, pero si nos paramos un ratito nos damos cuenta que ahora utilizamos muchas botellitas de plástico para mitigar nuestra sed en estos días del “puñetero” e interminable verano sevillano.
Donde esté un buen búcaro, de buena arcilla de Lebrija, preparado convenientemente con su copita de anís dulce la primera vez que se llena, que se quiten los frigoríficos, neveras o cualquier artilugio moderno. Y encima reutilizable. ¡Y no consume energía!

-Quillo, Naranjito, en mi antiguo barrio, cuando yo era un chaval, todo el mundo tenía un búcaro en su casa. Entrabas con tus amigos y lo primero que hacías era pegarte un buen chute de agua fresquita. Ahora eso no se ve. Le abres el frigorífico y coges la botella de plástico o de pet, que es más moderno, y a llenar los vasos del Ikea.  Pero donde se ponga un buen búcaro que se quite las botellitas modernas.

Le pregunté a la buena de Fama,  ilustre, agradable, exótica y jefa de ese Rincón donde nos lo pasamos tela de bien, el motivo de tan añorado artificio.

-Pues mira, es que ¿tú sabes lo que es tener un bar justo al lado de una plazoleta donde juegan todo el día los hijos de mis clientes? Vienen cada instante a pedirte un vaso de agua, ¡y no se lo vas a negar! Además, que yo soy trianera  y en  Triana de alfarería entendemos un montón.  Y  te digo una cosa, ahí está el búcaro, para el que quiera beber, ¡niño, por el agujero chiquitito que  el  grande es para llenarlo!

Nada, que no se ven cigarreras con el mantón ceñido al talle, ahora utilizan uniformes que pone Altadis, pero en El Rincón de Fama, tienen un búcaro, en la ventana, fresquito, siempre lleno y encima, gratis.


jueves, 15 de septiembre de 2011

A pedalear fresquitos


Mira por donde, después de mi regreso a la vida anormal (la normal debe ser eso de estar tumbado a la sombrita sin hacer nada), me encuentro con que los señores del servicio de alquiler de bicicletas en mi ciudad, Sevici, (Sevivici, para los fisnos) han firmado un acuerdo de patrocinio con la insigne, ilustre, afamada empresa cervecera que tiene a bien llamarse como el templete que hay por la calle Oriente de Sevilla. Es decir, pa no enrollarme, la Cruzcampo.

Y en el puerto de amarre de las bicis (que me gusta eso de “puerto de amarre”, que aires marineros, Sevilla Puerto de Indias,… Papá ya te estas enrollando otra vez), perdón, sigo, descubro con satisfacción una fila de velocípedos perfectamente atracados. Pero hay una especial, muy especial.



Ya me lo había comentado mi hija: ¿has visto las bicis nuevas?, les han cambiado la cesta delantera por una caja de botellines. Claro, yo pensé que era una imitación o una cesta con los colores corporativos de la marca. Pero no, de eso nada, es una caja de botellines como Dios manda, con sus celditas y todo para colocar las botellas de la mágica medicina que un buen galeno me recetó hace tiempo.

Como dice la publicidad serigrafiada en el guardabarros trasero, “Tu lado sur solo emite buen rollo”. Y buen rollo es lo que tenemos por aquí, que hasta nos reímos de los señores que han denunciado este tipo de patrocinio porque argumentan que por ley no se puede hacer publicidad de bebidas alcohólicas en eventos deportivos. ¡Un mojón pá tó ustedes! Pasaros, si tenéis agallas, por cualquier campo de futbol, al poder ser en el glorioso estadio (a medio hacer) Benito Villamarín y contar las veces que aparece la palabra Cruzcampo. Tela de veces ¿verdad?

Anda, no seáis agrios, montaros en una de estas bicis, pedalear por la jartá de kilómetros que tiene el carril bici en Sevilla, o el “barrilbici” como dicen el  blog Más claro agua al que tengo la suerte de seguir y que ha ilustrado este tema mejor que un servidor, que mientras ustedes pedaleáis yo os esperare en mi “farmacia de guardia” con unos cuantos botellines bien fresquitos para ir rellenado la “nueva cestita”.



¡Ah! ¡Otra cosa! A los señores de la Cruzcampo: ¿os habéis dado cuenta que os hago publicidad? ¿Sí? Pó no me seáis malos y no subirme el precio de los botellines, ¡que estamos en crisis!

P.D. Que dice mi hijo que si pinchais en las imágenes se ponen más grandes y se vé lo "buen fotógrafo" que soy.

sábado, 6 de agosto de 2011

Estampitas 2011-2012




Después de unos días obnubilado por motivos de la caló, hoy os quiero comentar un pequeño mosqueillo que tengo; pequeño o grande, depende de cada uno, incluso de la nacionalidad o la región con las que nos identifiquemos.  Po eso, que otro año, y van un porrón de ellos, comienza la liga de futbol y comienza la colección de fotos, o estampitas como les decíamos en nuestra niñez, de los ases de la Liga. La Liga de las Estrellas, de Las Galaxias, de El Universo, o de cómo nos la quieran vender. Bueno, y ¿qué me encuentro? Una foto de un portugués y de un argentino. Con todo mi respeto a mis amigos portugueses y a mis innumerables amigos argentinos: ¿alguien me puede decir si D. Cristiano Ronaldo o D. Lionel Messi son campeones del mundo? ¿Han ganado algo con sus respectivas selecciones? Creo que nanái de la china; y eso que son dos pedazo de futbolistas de los mejorcitos (o los mejores) que hay por el mundo mundial. Mundial, eso es lo que han ganado nuestro peloteros., ¿Vale, señores de Panini? 

Una pequeña sugerencia:

Poner una foto de Pepe Reina, pedazo de portero; o de Víctor Valdés (este tiene unos cuantos  títulos); o del mejor portero del mundo D. Iker Casillas. ¿Sigo? vale: Xavi Hernández (por supuesto  de Oro), Sergio Ramos (a pesar de su pasado palangana), ¿del Niño Torres comento algo?, Waka waka Piqué, Culebrón Fábregas, Tiburón Puyol,  Raúl Albiol, Carlos Marchena, Javi Martínez, Llorente, Xabi Alonso, Sergio Busquets, David Silva, Álvaro Arbeloa, Pedrito (perdón D. Pedro), Juan Mata, grande Capdevilla, ¿comento algo de David Villa Maravilla?, porque de Don Andres Iniesta ni hablamos; y por supuesto de Jesusito Navas, que es del otro equipo de mi ciudad, ni hablo porque es Campeón del Mundo.

Venga, señores de Panini, yo sé que hay que vender estampitas, que lleváis muchos años con esto. Pero ¡coño! que somos Campeones del Mundo, que el Cristiano y el Messi son muy buenos, tela de buenos, pero estos chavales se merecen una foto en los sobres de estampas de este año. O ¿es que no os acordáis que hace un año esta gente “vendían” un montón?

Perdonadme la licencia futbolera, será mono de partidos, pero es que me ha dado coraje ver la foto de estos dos señores (repito que son de los buenos de verdad) QUE NO SON CAMPEONES DEL MUNDO.

¡Ojú! Que ramalazo patriótico me ha dado hoy, pero como diría el ínclito Ridao: ¡un mojón pa los de Panini!

Bueno, mi hijo ya es bastante mayorcito para las estampitas, creo, pero mi sobrino favorito y único que tengo, me llamó esta mañana y me dijo: Tito, ya ha empezado la colección de este año de las estampitas de furbo. ¿Por qué lo dices sobrino? Por nada, tito, por nada.

¿Adivináis dónde voy?

lunes, 25 de julio de 2011

Folía Bética

Hoy estamos por la cultura de la buena. Me he permitido mostraros un vídeo de la Orquesta Barroca de Sevilla, de un concierto que interpretaron hace unos meses en el Convento de Santa Clara.  Es una folía, que, según los ilustrados de la Wiquipedia, “el termino folía es utilizado para designar un esquema armónico-melódico en cientos de composiciones a partir del siglo XV”.  El título de esta obra es Folía Bética, pero hay que entender, y si no yo os lo explico, que “la Bética (en latín Baetica) fue una de las provincias romanas que existieron en la península Ibérica, llamada Hispania. Tomó su nombre del río Betis (en latín Baetis), llamado en la actualidad río Guadalquivir” y que tenemos la suerte de que baña a Sevilla y acaricia a Triana.

Bueno, que no me enrollo por esta vez y os dejo que disfrutéis de la buena música (no todo va a ser el Waka Waka de la Shakira o el Paquito el chocolatero). Durante el minuto 4:30, más o menos, la cosa se pone lúgubre durante unos instantes, pero después vuelve a mostrarnos la belleza y los acordes mágicos de la música barroca; y no os perdáis los agudos de los violines sobre el minuto 6:40. 

 Os recomiendo la introducción del presentador y las caras de los intérpretes en ese triste minuto cuatro y medio, sobre todo la elegante dama del vestido rojo y el exquisito caballero del guitarrón antiguo. 





Unas cuantas  aclaraciones:

Seguramente mis ínclitos seguidores de otras partes del mundo no conozcan ciertas melodías que algunos llevamos muy dentro.

Incluso algunos de mis paisanos, que tienen el corazón colorao, y no lo tienen del color de la esperanza, se estarán tirándose de los pelos por tan magno descubrimiento  del grandioso Sancheti

A Don Javier Labandón, conocido mundialmente por El Arrebato, lo del minuto 4:30 seguro que le gusta, pero de todo hay en la viña del Señor. 

Y sobre todo: recordad que esto es La Bodeguita del Naranjito, ¿vale?

¡A disfrutar de la buena música!

sábado, 23 de julio de 2011

El pelota


Mi jefe jefe, (es decir, mi jefe de sección) me ha dado permiso para hablar un poquito de la empresa. Será porque no me conoce o porque me conoce muy bien. Él sabe que nunca comentaré asuntos personales, temas relacionados con la industria donde presto mis servicios como feliz currante, y que siempre, desde la honestidad y el respeto, intento darle un poquito de chispa a los quehaceres diarios.

Mi jefe jefe, sabe que tengo un blog porque otro jefe (mi jefe de área) se lo comunicó hace unas semanas. Este jefe, hace poco tiempo era compañero de fatigas y gracias a su trabajo, a su buen hacer, a sus conocimientos, a lo buena gente que es, fue, merecidamente ascendido. 

-Naranjito ¿me estás haciendo la pelota como el que tú y yo sabemos?

-¡Como te voy a hacer a ti la pelota mi estimadísimo David, perdón, Don David! Si hemos trabajado muchos años codo con codo. Si nos conocemos casi perfectamente, no tengo necesidad de pelotearte, mi querido amigo y sin embargo mi excelso jefe. Además, si tuviera o tuviese la necesidad de pelotear lo haría a nuestro jefe jefe.

-No quiero ni imaginarme, con lo irónico que eres lo que le dirías.

-Pues nada, le diría eso de:

¡Qué elegante viene usted hoy Don Julio! Porque el sueldo no me llega, que sino le compraría una corbata que le haga juego con ese magnífico traje que le sienta tan bien. Es usted la elegancia personificada. Como me gustaría ser jorobado para darle un paseíto sobre mi espalda por todas las instalaciones de la fábrica que usted, tan magníficamente, dirige. Se habrá dado usted cuenta, Don Julio, que soy su vil pelotillero.

-Anda Naranjito, que te vas a librar porque la semana próxima te toca el turno de noche, que como nuestro jefe jefe lea esto, te va a tener todo el verano sustituyendo a los robots paletizadores.

-No le des ideas David, digo Don David.


Algunos de mis compañeros compañeros (hay otros que simplemente trabajan en la misma empresa que yo) llevan tiempo diciéndome que escriba sobre las cosas que nos pasan en el trabajo diario. ¿Estáis seguros de que queréis que hable de vosotros? ¿Sí?, pues nada, próximamente escribiré sobre el noble arte del escaqueo, haber quien se siente por aludido.

miércoles, 6 de julio de 2011

Brindis en Trafalgar


Hacía cinco años que quedaban los dos en el mismo sitio. Cuando el sol se ocultaba en el horizonte y parecía que la mar se juntaba con el cielo, comenzaban su particular brindis. Entre las rocas, sentados en este lugar mágico para ellos, donde cuando eran jóvenes se escapan para pescar y pasar sus ratos de independencia.

Otro año estamos aquí, compañero, otro año más recordándote, otro año más brindando por tu amistad. Aquí estamos los dos solos, pero tú siempre estarás con nosotros, por eso siempre traemos tres vasos. El tuyo se quedará  otra vez lleno, pero como siempre rociaremos tu mar Atlántico para que puedas brindar con nosotros.

Contigo no pudo aquel  asesino que, en tu primer destino en la maravillosa tierra vasca, se te acercó por la espalda e intentó acabar con tu vida. Saliste adelante y te dejó aquella cicatriz en la cabeza de la que  presumías diciendo que  es un tatuaje del río  Nervión. No pudo contigo aquel cobarde.

Tampoco pudo contigo la explosión que destrozó las quince toneladas de acero del BMR mientras os encaminabais a socorrer a una gente inocente que deambulaba por los montes de la antigua Yugoslavia. Otra cicatriz más, pero esta vez en el corazón. Esta la más dolorosa. Solo te atreviste a contarnos a nosotros como habías tenido que sujetar las tripas y las piernas de tu compañero de patrulla, para que al final tu compañero no pudiese salir adelante. ¿La metralla que llevabas en la pierna? Era tu barómetro particular. Joder, hoy hará frío. No pudo contigo aquella bomba.

Ni siquiera pudo contigo cuando, desde muy lejos, una bala intentó que no pudieras proteger a los forenses de la ONU en aquella tarea tan horrenda de desenterrar decenas de cuerpos medio enterrados entre los bosques. Y a pesar del chaleco antibalas, otra cicatriz más. No pudo contigo aquel disparo desde la impunidad de la distancia.

Lo único que pudo contigo fue la maldita enfermedad. Desde que te la diagnosticaron, solamente pasaron dos meses. -De esta no salgo. -Joer tío, claro que sales, si has estado en todos los fregaos y siempre has regresado. -No, el médico ha sido muy claro y yo, que me he codeado con la muerte varias veces, sé que tiene razón. Dos meses, puto cáncer, en dos meses conseguiste lo que no consiguió ni un pistolero asesino, ni una bomba traicionera, ni aquel francotirador.

Sentados entre las rocas, a los pies del faro (en Lepanto la victoria y la muerte en Trafalgar), esperando que el viento fresco de levante trajera de nuevo el sol que calentaba los primero días de Julio, sentados y felices por recordar a su amigo, a su colega, a su compadre. Dejaban atrás varias botellas vacías y tres vasos. 

Bueno, Picoleto, hasta el año que viene, ahora nos vamos a agradecerles a tus colegas que patrullan por aquí, que nos hayan permitido un año más, y van cinco, hacer nuestro particular brindis en Trafalgar.

lunes, 27 de junio de 2011

El examen

Rosa, la profesora de Lengua y Literatura, quería inculcar en sus alumnos la vieja costumbre epistolar, y que dejasen por un momento el lenguaje de los mensajitos de móviles y el chateo por ordenador. Promover, de alguna manera, la escritura con todas las letras y expresiones que la lengua de Cervantes nos regala y nos facilita el entendimiento entre los hombres y mujeres de habla hispana. Se le ocurrió un trabajo sorpresa para clase, con él que fomentar la expresión escrita y al mismo tiempo concienciar al alumnado en temas como la solidaridad y la participación.

Haber queridos niños y niñas: tenéis que poneros en el papel de un inmigrante senegalés, mauritano, keniata o de cualquier país subsahariano. Aunque en nuestro pueblo aún no tenemos vecinos de color negro, salvo los que venden bolsos y cinturones los días de feria, pronto los tendremos. Está pasando en todos los pueblos y ciudades. Así que ya sabéis, imaginaros que soys unos de estos emigrantes y les mandáis una carta a vuestra familia contando como os tratan en España. Por favor expresaros bien y ¡con todas las letras! Venga, mis queridos inmigrantes e inmigrantas comenzar a escribir.

Dicho y hecho:

Maripuri:
Querido papi y mami, estoy muy contenta de estar en este bonito país que se llama España…

Luisito:
Estimados progenitores: espero que estéis bien al recibo de la presente, yo estoy bien gracias a Dios Alá…

Estefany:
¡Hola fámili! Estoy chupi guay en España. Esto mola mazo…

Julito:
¿Qué passa troncos? Hace tela de caló por la mañana y por la tarde. ¿Y la vacas? ¿Cómo están?...

Pedrito: si yo fuera de la selva africana que les diría a mis padres. No sé, no sé. ¡Ah! ¡Ya lo tengo!

Hakuna matata: murumbu bia uncara guruntanga mia. Handaá bïe ankagüa  puchunga puchunga….