Hacía cinco años que quedaban los dos en el mismo sitio. Cuando el sol se ocultaba en el horizonte y parecía que la mar se juntaba con el cielo, comenzaban su particular brindis. Entre las rocas, sentados en este lugar mágico para ellos, donde cuando eran jóvenes se escapan para pescar y pasar sus ratos de independencia.
Otro año estamos aquí, compañero, otro año más recordándote, otro año más brindando por tu amistad. Aquí estamos los dos solos, pero tú siempre estarás con nosotros, por eso siempre traemos tres vasos. El tuyo se quedará otra vez lleno, pero como siempre rociaremos tu mar Atlántico para que puedas brindar con nosotros.
Contigo no pudo aquel asesino que, en tu primer destino en la maravillosa tierra vasca, se te acercó por la espalda e intentó acabar con tu vida. Saliste adelante y te dejó aquella cicatriz en la cabeza de la que presumías diciendo que es un tatuaje del río Nervión. No pudo contigo aquel cobarde.
Tampoco pudo contigo la explosión que destrozó las quince toneladas de acero del BMR mientras os encaminabais a socorrer a una gente inocente que deambulaba por los montes de la antigua Yugoslavia. Otra cicatriz más, pero esta vez en el corazón. Esta la más dolorosa. Solo te atreviste a contarnos a nosotros como habías tenido que sujetar las tripas y las piernas de tu compañero de patrulla, para que al final tu compañero no pudiese salir adelante. ¿La metralla que llevabas en la pierna? Era tu barómetro particular. Joder, hoy hará frío. No pudo contigo aquella bomba.
Ni siquiera pudo contigo cuando, desde muy lejos, una bala intentó que no pudieras proteger a los forenses de la ONU en aquella tarea tan horrenda de desenterrar decenas de cuerpos medio enterrados entre los bosques. Y a pesar del chaleco antibalas, otra cicatriz más. No pudo contigo aquel disparo desde la impunidad de la distancia.
Lo único que pudo contigo fue la maldita enfermedad. Desde que te la diagnosticaron, solamente pasaron dos meses. -De esta no salgo. -Joer tío, claro que sales, si has estado en todos los fregaos y siempre has regresado. -No, el médico ha sido muy claro y yo, que me he codeado con la muerte varias veces, sé que tiene razón. Dos meses, puto cáncer, en dos meses conseguiste lo que no consiguió ni un pistolero asesino, ni una bomba traicionera, ni aquel francotirador.
Sentados entre las rocas, a los pies del faro (en Lepanto la victoria y la muerte en Trafalgar), esperando que el viento fresco de levante trajera de nuevo el sol que calentaba los primero días de Julio, sentados y felices por recordar a su amigo, a su colega, a su compadre. Dejaban atrás varias botellas vacías y tres vasos.
Bueno, Picoleto, hasta el año que viene, ahora nos vamos a agradecerles a tus colegas que patrullan por aquí, que nos hayan permitido un año más, y van cinco, hacer nuestro particular brindis en Trafalgar.
Que hermoso, lo he sentido en el alma.
ResponderEliminarSiempre entristece una partida, pero en este caso, es una alegría que los encuentros en Trafalgar se sigan realizando.
Un abrazo
Tremendamente conmovedor, Naranjito, me llega hasta el alma, hasta el centro de mi ser. Soy una sobreviviente y el fantasma está siempre sobre mi cabeza. También en dos meses perdí al hombre de mi vida de la misma forma.
ResponderEliminarTu amigo, esté donde esté, estoy segura que apreciará tu homenaje de hoy, brindo por eso, que nunca le falte esa copa llena...
Un beso muy grande.
Te puedo asegurar, querida Verdial, que el encuentro se seguirá produciendo muchos años, y dentro de poco seran tres. Se les unirá el hijo del "Picoleto", que ya tiene edad para brindar en Trafalgar.
ResponderEliminarGrácias Liliana, desde Sevilla, si me lo permites, levanto mi copa y brindo por el hombre de tu vida. Seguro que estará escuchando las batallitas ( en este caso son literales) del bueno del "Pico".
ResponderEliminarPor fín, parece que voy resolviendo lo de los comentarios.
ResponderEliminarContestando a la anterior entrada:
Tortuga: yo, ya tengo un negrito en casa, dos mulatitas y un "morenito" ¿qué quiere la sr. maestra que le conteste?.
Con respecto a la entrada actual:
Lo mismo nos haces reir que nos haces llorar, pero siempre nos llegas al corazón.
Un abrazo.
Muy conmovedor el brindis anual.. dónde quiera que esté seguro brindará
ResponderEliminarQuerida Tortuga: en un principio pense en un inmigrante "amarillo" para el examen, pero como no se escribir en chino...
ResponderEliminarY sobre la entrada actual ¿que quieres que te diga? la vida es como es. Quedemonos con los buenos ratos.
Mariaeugenia, puedes estar segura que no falta a la cita de una u otra manera.
ResponderEliminarUn saludo.
Me apunto a vuestro "brindis" y siempre os quedará un bello recuerdo, un gran saludo.
ResponderEliminarNo se si han sido, las salpicaduras de ese mar de Trafalgar, pero cerca de mis ojos, tengo algo húmedo.
ResponderEliminar¡amigo mio, que ARTE, has tenido contando tu dolor!.
un abrazo.
Sencillamente emocionante...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo en mi retorno a bloguilandia.
Muchas veces me dejas con la duda de donde acaba la ficción y empieza la realidad. Esta es una de esas veces…
ResponderEliminarSea como fuere, precioso relato.
Kisses
NARANJITO:
ResponderEliminarMe has dejado los pelos erizados.
Salu2 con brindis.
Grácias Mamé, tú tienes la suerte de respirar los vientos de Trafalgar.
ResponderEliminarUn saludo.
Grácias Pedro, algún día contaré las aventurillas por el espigón de tu tierra.
ResponderEliminarGrácias JUanma, ya te hechaba de menos.
ResponderEliminarUn saludo.
Querida Gatilla, de esta manera somos, no distinguimos la ficción de la realidad. ¿Será porque la vida es una ficción?
ResponderEliminarUn saludo.
Me es muy grato el poder sorprenderte D. Dyego.
ResponderEliminarGrácias Maestro.