domingo, 30 de octubre de 2011

La pastilla de Flota





Llegas a casa después de una “dura” jornada de trabajo, te vas del tirón a la ducha, compruebas que la botella de butano tiene suficiente cantidad para calentar el agua ya que siempre se acaba cuando te estás duchando y al lío. Joé , no hay gel de baño. Gel de baño de hombres que en mi casa tenemos de dos clases: el de mujeres y el de hombres (cuidadito con usar los potingues de las féminas). Llamas a tu sufridora esposa y esta, con su güasita sarcástica te contesta: -¡Niño! si no tienes gel de baño con aloe vera y bífidus relajantes usa la pastilla de jabón Flota, ¡el de toda la vida!

Pues sí, el de toda la vida. ¿Qué no os acordais? A lo mejor en otros lugares del mundo no tienen la suerte de conocerla, pero en mi desconocida España todo el mundo que tiene cierta edad, seguro que se acuerda de ella. ¿Qué no? Haber:

No existía un taller de reparación de coches, motos, bicicletas, frigoríficos,  herrería, carpintería, o cualquier otro establecimiento que tuviera o tuviese la necesidad de lavarse las manos, que en su lavabo no apareciera la pastilla de jabón Flota.

Los mineros, mi añorado padre entre ellos, se quitaban la mugre de la mina refregándose con ganas todo el cuerpo. El olor a limpio cuando me cogía en brazos después de la dura jornada lo sigo recordando.

Y en las casas de vecinos, en los lavaderos, con sus pilas y restregadores, todas las vecinas tenían una pastilla de Flota. Dale que te pego restregando durante muchas horas y hablando y “criticando” sobre todo lo humano y divino.

En cualquier casa había una. ¿Su uso?, múltiples. Lavar la ropa. Lavar el suelo. Lavarse las manos. Sacarte de un atolladero cuando vas a una comunión y aparece una mancha de última hora. Incluso hay quien las usaba para ahorrar agua y al mismo tiempo higienizar la cisterna del inodoro; al fin y al cabo son 225 centímetros cúbicos menos de agua que se gastaba y encima limpiaba cada vez que tirabas de la cadena. No voy a decir nada de las “amenazas” de algunas madres: -¡como sigas diciendo palabrotas te lavaré la lengua con la pastilla de Flota!

Mi Yaya (apodo cariñoso de mi tía Monte, andaluza de pro, pero que vivió casi toda su vida en la magnífica tierra catalana), a sus 91 años la sigue usando. -Carlitos, hijo, yo para lavar la ropa uso jabón líquido, suavizante, activador y todos esos productos modernos que existen hoy en día. Pero para los rincones uso la pastilla de Flota. ¡No veas como se quedan de limpios! -Pero Yaya, ¿no me digas que te tiras al suelo, con tu edad, para limpiar los rincones? –Po claro sobrino ¿por qué te crees que está tan limpio el suelo?

Bueno, que la pastilla de Flota se sigue fabricando (doy fe de ello). Mejor, se sigue haciendo. Ahora viene con un traje de plástico que  la envuelve, cosa de las normas internacionales. Y con una etiqueta a través de la cual nos enteramos que, entre otras cosas, contiene tensioactivos no iónicos, policarboxilatos, zeolitas, tensioactivos aniónicos, perfumes y blanqueantes ópticos. Más o menos lo que yo digo: ¡un cuarto de kilo de jabón de toda la vida! Y encima patrocina al Equipo Paralímpico Español.

Quien te ha visto y quién te ve Pastilla de Flota, perdón, Detergente Multiusos.

Ahora os dejo, que resulta que mi amigo Luismi tiene una reunión de comunidad el próximo día 31 de Octubre, coincidiendo con que han organizado una fiesta de disfraces para ese día. Es que por lo visto es “jalogüin”.

sábado, 8 de octubre de 2011

La voz del ascensor


La primera vez que escuchamos nuestra voz, en una grabación sonora o en una película, no nos reconocemos. Por lo visto es debido a que estamos acostumbrados a escucharnos desde el interior de nuestro oído o desde lo más profundo de nuestra cabeza. Algo de eso he leído por algún sitio. Nuestra voz,  desde el exterior, nos resulta chocante, rara y a casi nadie nos gusta. Además, estamos familiarizados con ese sonido con él que llevamos conviviendo muchos años, me refiero al sonido interno, y es nuestro, de toda la vida ¡que puñetas!

Bueno, a lo que iba. Hace tiempo, Maribel, una amiga de mi mujer (que daño nos hacen las amigas de nuestras novias y, peor aún, las amigas de nuestras esposas) le dijo a mi querida sufridora que se acordó de mí. Que estaba en un ascensor y resulta que la voz que sonaba era la mía. Miró a su marido y le dijo aquello de parece que Carlos, el marido de Lourdes, es él que está hablando. 

Pero aquí no queda la cosa. Mercedes, otra amiga de mi mujer (si una amiga de tu mujer te hace la pascua, dos ni te cuento) le comentó lo mismo.  ¡Niña! ¡Niña! ¡Qué Maribel tiene razón! Que la voz que suena en el ascensor del tanatorio es la de tu marido.

¿He dicho ascensor del tanatorio? Pues sí, justo eso. La voz que suena en el ascensor del tanatorio de San Jerónimo de Sevilla, el de Servisa, el que está junto a la fábrica de Renault, es clavaíta a la mía. Eso dicen las dos buenas amigas de mi mujer y “amigas” mías también y lo han corroborado un montón de conocidos nuestros.  -Siempre que me monto en el ascensor del tanatorio me acuerdo de ti. Po sube y baja por las escaleras, son mamón, les suelo contestar yo.

Hace unos días, acompañando a familiares nuestros en estos trances tan duros que se suelen pasar en este tipo de instalaciones, no me pude resistir. Voy a escucharme, a ver si es verdad lo que dice la gente.

Y allí estaba un servidor. CERRANDO PUERTAS. SUBIENDO. PLANTA PRIMERA. PUERTA ABIERTA. Tres o cuatro veces repetí la situación. Planta baja y primera planta. Mi mujer me miraba con cara de “cada día estas más tonto”. -No le des más vueltas, cariño, que es tu voz la que suena. -Po ya la podían haber puesto en los ascensores de un centro comercial ¡coño!

Ya sabéis, si alguna vez, espero que pocas y muy tarde, os montáis en el ascensor del tanatorio, acordaros de vuestro humilde servidor. Si por un instante os reconforta “escucharme”, ya me doy por satisfecho y perdono al buen señor o señora que decidió poner mi “voz” en ese impersonal y frio ascensor.

Otra cosa, si escucháis “mi voz” es señal que estáis todavía por aquí ¿verdad? Pues nada, a disfrutar.

lunes, 3 de octubre de 2011

El cartel 2


Pues resulta que después de publicar mi entrada anterior sobre el cartel encontrado en la puerta del cementerio, me he enterado que este buen señor ha pegado cartelitos por toda Sevilla. Que la cosa va en serio. Que lo del cementerio es pura casualidad. Y hasta sale en los periódicos. Si queréis saber más aquí tenéis la noticia: Busca el amor de su vida pegando carteles por Sevilla.

Muy bien tío, pero la próxima vez no lo pegues en ciertos sitios que  yo soy muy mal pensado. No, si al final resulta que es un romántico.
 

domingo, 2 de octubre de 2011

El cartel



Viendo uno de los anuncios que mi querido ayuntamiento colocó en su día para recordarnos lo bien que hacen las cosas y en qué se gasta nuestro dinero, observé un pequeño papel, toscamente pegado justo en la esquinita inferior derecha, a la altura de los ojos de las personas.

Me llamó la atención el reclamo  de, creo, un hombre desesperado. Unas pocas letras para una búsqueda que me parecía angustiosa. Una persona  que piensa que el amor es injusto. Que la soledad es inmensa y que necesita imperiosamente una mujer comprensiva, cariñosa y sincera. Que se enamore de él de verdad. Hombre atrevido que pone en la petición su número de teléfono fijo y su número de móvil. Para recibir esa llamada esperanzadora en cualquier momento.

Un solo cartel he visto de este angustiado. Un solo cartel y en un solo sitio. Y esto último es lo que me ha hecho pensar de lo curioso de la situación.

¿Dónde está el cartel?: ¡En la puerta del Cementerio de San Fernando de Sevilla!. 


Si, tal como suena, en la puerta del cementerio. Y yo me pregunto: ¿este es el lugar para buscar a tu media naranja? o es que, aprovechando esos momentos de bajón sentimental quieres….

Decía un antiguo torero sevillano que hay gente pa tó. Pero, tío, date una vueltecita por los lugares clásicos del ligoteo de Sevilla. Que los tenemos de todos los ambientes y para todas las edades. ¡¿Pero en la puerta del Cementerio!?.

¿Qué andará buscando este buen hombre?