sábado, 9 de noviembre de 2013

Un coche, un ministro, un bautizo



De verdad que pensaba dedicar todas mis entradas de aquí a final de año, a temas serios, a temas con calado social, a protestas y denuncias de cosas cotidianas que considero merecen un poquito de conciencia humana. Un compañero, como os habréis dado cuenta tengo compañeros para escribir entradas de todo tipo, me dijo en una ocasión que soy muy previsible en mis historias. Tienes toda la razón, Lolo, cuando me dices eso de como siempre en tu línea. Es verdad que tengo una historia medio preparada para sorprenderlo en la que mezclo un poquito de terror con erotismo, una hoguera de San Juan en un pueblo de la sierra con un rio lleno de misterios, una anciana solitaria con una modelo en horas bajas, pero tengo que aprende a condensar las quince páginas en tamaño normalizado A4 que llevo escritas en un solitario folio para que, uno de mis “particulares críticos literario”, no se aburra con tantas palabras juntas. Ya me lo han dicho varios amigos, que lote de leer, tío; ojú, no me cabe en la pantalla del móvil; ya lo leeré entero luego; pero es que yo…

¡Otra vez me estoy enrollando! Pues nada, a la calle a hacer los mandaos que me encarga mi mujer y despejarme un poco, que no hay nada más relajante que pasar una mañana de sábado en el mercado de abastos del barrio, rodeado de gente y disfrutando de todos los puestos, hasta con él de la casquería. Paso por delante de la sede de la Comunidad General de Propietarios y Residentes de Pinomontano, conocida por los vecinos como la “socia” (de Asociación, aunque no existe la Asociación de Vecinos) ¿y que me encuentro antes de entrar en el edificio del mercado?  Con esto:

fotoyuyu nº 1


Sí, es lo que parece, un coche de muertos de los antiguos, de los que usaban la gente con póliza de decesos de primera categoría para su último paseo a San Amaro (esto lo he deducido por la matricula). ¿y que hace un coche fúnebre gallego en un barrio del norte de Sevilla? Tiro otra vez de móvil obsolescente, me acerco con mucho cuidaito, en silencio, para respetar el duelo, otra foto.

 fotoyuyu nº 2


Pero amos a vé, Julito que pagas el taco, ¿tú crees que la gente cuando vea tu coche de empresa, va a salir corriendo para empeñar su oro, sus antigüedades, sus ¡diamantes!? ¿Y no había otro sitio donde aparcarlo? ¿Por qué no lo pones delante de la Consejería de Educación o delante de la casa del ministro Wert? ¿Pero es que ya no existe el Monte de Piedad? ¿Él de toa la vida? ¿Vida? Chunga está la vida cuando el icono de una casa de empeño es un coche fúnebre. 

Bueno, Lolo, ¿qué quieres que te diga? En mi línea, pero si salgo a la calle y me encuentro con “eso”, pues ¡tú me dirás! Y otra cosa, esta tarde estoy invitado a un bautizo. ¿Qué que tiene eso de raro? Nada, tío, un bautizo por el rito ortodoxo rumano en la Biserica Misericordia sevillana es de lo más normalito. Y la celebración posterior promete. Y prometo llevarme mi cámara de fotos, la réflex todavía no me la han regalado y creo que va a tardar. Y va a tardar por culpa del ministro Wert. Del ministro Wert y de las matrículas de mis churumbeles. ¿Y porque escribo tantas veces el apellido del ministro? Porque viendo el coche de la funeraria, digo de la casa de empeño, me acuerdo del primer antepasado que fundó la saga Wert. 

Tres puntualizaciones finales.

La primera: ¿alguien podría investigar por qué las cuatro letras que componen el apellido del responsable de la educación en España están situadas juntitas, una detrás de otra, en la misma línea de los teclados? 

La segunda: este tocho lo he escrito antes de la celebración y posterior festejo del acristianamiento de la nueva rumana-sevillana, para que nadie piense que llevo a rajatabla el dicho rumano que dice que hay que tomar vino: una copa para la salud, dos para el placer y tres para un buen descanso.

La tercera: si no os dá yuyu, podéis ampliar las fotos para disfrutar de los detalles.

domingo, 3 de noviembre de 2013

La mujer del cura



Tengo un compañero de curro, que aparte de ser todo un profesional en lo suyo y por eso cuando sacáis los vasos y los platos del lavavajilla salen relucientes, tenía una tienda en Sevilla Este, regentada y atendida por su santa parienta, dedicada a la bisutería de la buena. Se llamaba  Alhajitas y era un taco de chula. Hablo en pasado porque en agosto tuvo que cerrarla, la crisis llegó a la bisutería. Ya no tengo por qué hacerle publicidad, pero si quiere se puede gastar 30 céntimos e invitarme a un café en la máquina expendedora que tenemos muy cerquita a nuestros puestos de trabajo. Pero como es mu agarrao, como casi todos los pequeños ex empresarios, al final me tocará pagar a mí, como siempre.

Hoy no hablaré de él sino de un colega suyo, colega en tiendas de complementos y demás artículos de moda. Resulta que este amigo de mi compañero abrió hace tiempo un local en la calle Amor de Dios, en pleno centro de la capital hispalense, dedicada a ropa chula, bikinis brasileños y complementos. ¿El nombre? La Mujer del Cura. Curioso ¿verdad? Pero bueno tenemos que tener en cuenta que La Mujer del Cura en su país de origen significa algo así como más raro que un perro verde por aquí. Hasta aquí todo normal. Pero ahora resulta, que como las cosas le iba bien, abrió una segunda tienda en el barrio sevillano de El Porvenir.

Este es un barrio de obreros, piadoso, religioso y cofrade. ¿En Sevilla hay algún barrio que no sea cofrade? ¿Quién no ha visto a la Hermandad de la Paz, la del Porvenir, en la noche del Domingo de Ramos, luciéndose bajo los centenarios árboles del Parque de María Luisa? Vale, hasta aquí todo normal, otra vez. Pero ahora viene lo bueno.

Un sacerdote de una  iglesia de esta barriada, en un momento determinado de su vida, encontró el amor marital y, después de mucho pensárselo y consultarlo con sus superiores eclesiásticos, decidió dejar colgada la sotana en la percha de la sacristía y formar una familia, cristiana, por supuesto.

El revuelo entre las personas de cierta edad fue mayúsculo. Gente humilde que en su educación religiosa no cabía que un representante de Dios, pudiera dejar el celibato y casarse.

Y ahora entra en juego el amigo  de mi compañero.

Ultimando los retoques en el local, se le acerco una buena señora tirando del carrito de la compra después de haber hecho los mandaos.

-¿Qué vais a abrir?, ¿una tienda de ropa?
-Sí, señora de ropa y de complementos.
-¿Y cómo se va a llamar?
-La Mujer del cura.

Sorprendida, la buena señora se marchó con cara extrañada y deseando ver a sus amigas de misa de Domingo y fiestas de guardar.

Se inauguró la tienda. Fue todo un éxito. La gente hacia cola por entrar. Gente de una edad para la que, en principio, no había artículos, pero que acababan comprando. ¿Cuánto le costó la publicidad del lanzamiento? Nada. El boca a boca. Todas querían ver La Mujer del Cura.

 
 Foto obtenida de la página de la tienda