Siempre se había sentido costalero. Siendo un crío, su padre lo llevaba sentado en las trabajaderas, durante pequeñas chicotás, para que aprendiera. Gracias a su dedicación y devoción consiguió su mayor anhelo, llevar a su Nazareno, junto con treinta y cinco hermanos, por las calles de la ciudad, iluminadas por la luna nueva de primavera. Se sentía Hermano 365 días al año. Participaba en todos los actos de la Hermandad. Fervoroso creyente, siempre lo tenías dispuesto para ayudarte a ti o a los demás. Como sus padres, se casó delante de su Cristo, bautizó a su hija en la misma pila bautismal en la que él, años atrás lo había hecho. Cuando acudía a misa, se colgaba del pecho la vieja medalla que su padre le había dejado. Una medalla en la que apenas se distinguía la imagen de un Nazareno que te mira con ojos de Esperanza.
También fue una noche de luna llena cuando ocurrió el maldito accidente. Aquel coche, conducido bajo los efectos del alcohol por un energúmeno, se llevó la vida de su esposa, su compañera, la madre de su hija y la fiel acompañante de toda su vida. Durante la semana que duró la agonía no faltó de rezar y pedir ayuda, agarrando su vieja medalla. Ayúdame, no te la lleves, sabes como soy y no creo que me merezca tanto dolor. Siempre me has tenido a tu lado. Llevándote años tras años. Ayúdame y no me dejes solo. No te la lleves, Señor, no te la lleves.
Cambió. Sentía que Aquel al que había venerado toda su vida lo había abandonado. Se volvió solitario. Ya no se relacionaba con nadie. Afortunadamente tenía a su hija que era lo único que lo mantenía con ganas de vivir y por la que él de desvivía. En su trabajo, una empresa de seguridad, solicitaba siempre los servicios más solitarios y apartados. Al ser posible de noche, aislado. Cuando la gente de la hermandad le preguntaba por qué no estaba con ellos, siempre le contestaba lo mismo. Le pedí ayuda y no me la concedió. Ahora será El quien me pida ayuda a mí.
-Central para Tango 29. -Tango 29 a central. -Oye Simón nos ha llamado la directora del Instituto de Patrimonio y Restauración, quiere que, si puedes, en tu ronda de esta noche te pases por el sótano y recojas un paquete que hay encima de su mesa, que mañana a primera hora ira un mensajero a recogerlo.- Enterado Central.
Entró en el sótano. Así es como llamaban a la inmensa sala donde restauraban las antigüedades y esculturas del rico patrimonio de la ciudad. Estaba iluminada por pequeños focos y algunas pantallas de ordenador que permanecían encendidas. Sintió como las rodillas se les doblaban. El corazón le latía tan fuerte que las venas de la frente le estallarían de un momento a otro. Las manos le temblaban de tal forma que la linterna que llevaba se le cayó al suelo.
Sobre una pequeña peana, en el centro de la sala, había lo que parecía un maniquí de madera. Pero tenía un rostro, unos pies y unas manos, talladas en una madera de un color que él había visto y sentido millones de veces. Un rostro apenado, que en la tenue oscuridad, lo miraba con tristeza. Unas manos que pedían, que imploraban, ayuda.
Al día siguiente, la directora del Instituto de Patrimonio, fue la primera en llegar. Cuando entró al sótano se fijó en la “escultura” de la peana central. Así no la había dejado ella. Ahora estaba vestida con una túnica morada de las que estaban en un cajón cercano pendiente de restaurar. El rostro de aquel Nazareno ya no parecía apenado y los ojos brillaban como si los iluminara la alegría. Las manos juntas y unidas por un cordón del que colgaba una medalla en la que apenas se distinguía la imagen de un Nazareno que te mira con ojos de Esperanza.
En el relevo para la última chicotá antes de entrar en la Iglesia un costalero salió de debajo del paso. Se dirigió a una joven y una señora que aguardaban junto a la fila de penitentes y nazarenos. Beso a ambas, cogió de la mano a la joven y se encaminó con ella hacia el interior del templo. Mientras, la elegante señora atendía en voz baja a un periodista que le preguntaba por la técnica que había utilizado para darle ese brillo en la mirada a aquella portentosa figura que regresaba después de la estación de penitencia. La directora, mientras intentaba contestar a las preguntas, no dejaba de mirar a aquel padre y su hija que caminaba felices. Y no podía dejar de mirar aquella medalla que llevaba la niña, iluminada por la Luna llena Una medalla en las que apenas se distinguía la imagen de un Nazareno que te mira con ojos de Esperanza.
¡¡ Llevátelo a papel !!
Bueno, mi Señor,... muy bueno,... hasta un viejo soldado sin fe como yo, se ha conmovido.
ResponderEliminarUn placer pasear por Vuestra casa,... aunque solo sea de tarde en tarde.
Mi Señor D. Rodrigo, a los viejos soldados nos quitaron la fé los avatares de la vida, pero siempre estamos dispuestos a defender lo que creemos justo.
ResponderEliminarMi casa siempre estará abierta para que Vos se pase cuando lo considere oportuno.
Siempre a sus órdenes
¡Ohhhhh, qué historia tan dulce! Bellísima leyenda, Carlos, una historia de Fe y Amor, y sobre todo, con un final abierto y feliz :)
ResponderEliminarMe da mucho gusto volver a encontrarte por aquí, un beso grande, y...
¡FELICES PASCUAS!
Grácias Liliana, en esta ciudad nacen leyendas en cualquier momento.
ResponderEliminarUn beso y felices Pascuas para ti y los tuyos.
Y a miles de kilómetros en un lugar en el que un costalero es algo tan desconocido como el jarabe de arce, en unos ojos ignorantes se hizo un poco de luz tras una pantalla de ordenador. Si algún día convenzo a mi marido de que las aglomeraciones de gente no son tan malas, me pido visitar tu Semana Santa, y brindar contigo.
ResponderEliminarUn abrazo, Naranjito
Querida Princesa: dile a tu marido que en Sevilla no hay aglomeraciones de gente, hay "bullas" que es otra cosa bien distinta y llevadera. Cuando puedas date una vueltecita por estas fechas que cualquier sevillano te enseñara la esencia de la Semana Santa (y te lo dice un medioagnostico)
ResponderEliminarUn abrazo para ti.
Preciosa historia, ¡Estoy emocioná!
ResponderEliminar¡¡Viva esos costaleros!! ¡¡Vamos mis valiente!!
http://ozuquecalor.blogspot.com/2011/04/los-costalero-el-alma-de-la-semana.html
Qué bonito. Muy emotivo. Muy bonito, me he emocionado.
ResponderEliminarQue maravilla Naranjito.Con ojos de esperanza me quedo, pensando ya en el proximo año.
ResponderEliminarUn abrazo y una alegria tu vuelta.
NARANJITO:
ResponderEliminarBonitas historias nos cuentas.
Salu2.
Que bonito. Me gustó mucho
ResponderEliminarAy, mi querido Naranjito...te estaba echando unmontón de menos. He visto que habías escrito y he entrado ilusionada a leer esta preciosa y emotiva hisotria. Muchísimas gracias. Me has conmovida toda.
ResponderEliminarMe alegro de volver a encontrarte.
Un besotes enorme.
Naranjito, además de emocionarme, me has alegrado la Semana Santa pasada. Felicidades.magnífico.
ResponderEliminarQuerida Jerusalem: ¿a que esta historía se podría ubicar en la ciudad de los Califas?
ResponderEliminarUn saludo cordobesa, y en 2016 Capital Cultural.
Grácias Reyes, no sabes lo que me motiva que una escritora como tú me digas estas cosas.
ResponderEliminarUn saludo Bética.
Amigo Paco, Ya queda menos para el año que viene. Por lo menos tenemos Esperanza.
ResponderEliminarD. Dyhego, tengo de donde aprender. Desde Murcia me llega muchas veces las musas. Jejeje.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchisimas grácias Mariaeugenia.
ResponderEliminarAquí me tienes estimada Susana, y grácias por tu palabras de aliento.
ResponderEliminarTranquilo D. Antonio, que la Semana Santa, igual que la Navidad, para alugunos dura 365 días al año. (eso me han dicho).
ResponderEliminarUn abrazo.
No puedo decir nigun comentario,no puedo,se me ha hecho un nudo en la garganta.Como siempre,sabes expresar las cosas con mucho sentimiento.Muy,muy bonito.
ResponderEliminarQuerida Angustias, tu es que ves con buenos ojos. Srá cosa de familia.
ResponderEliminarUn besote. (a ver cuando me invitas a catar tus recetas).
Carlos, muy bueno. Salud.
ResponderEliminarJuan Escabias.
Grácias Don Juan, por los comentarios y por los apoyos.
ResponderEliminar