viernes, 17 de diciembre de 2010

Los Buzones de la Basura (II)



¡No puede ser! Alguien ha leído mi entrada sobre los buzones de la basura y, para evitar que siga haciendo travesuras de las mías, ha puesto buzones con llave. ¿Y ahora como tiro la basura?

Que no Naranjito, que no te enteras. Esos buzones están puestos desde el principio. Los usan los comerciantes del barrio. Sus bolsas son más grandes que las nuestras. Bares, tiendas, talleres y todos los establecimientos poseen la llave. Y el funcionamiento es muy fácil: abren con la llave, meten la basura y vuelven a cerrar con la llave.

¡Uf! Ya me quedo más tranquilo, podré usar los buzones como siempre. Aunque, por otro lado, es un buen sistema este de la llave. Esta noche se me ocurre que podría utilizar estos nuevos buzones para tirar lo malo de este año que está a punto de terminar. Solo tengo que pedir la llave a mi amigo David, que trabaja en una de mis “farmacias de guardia” favoritas.

Abro el buzón, meto dentro la hipocresía, la envidia, los malos royos, la puñetera crisis,…..; cierro el buzón con la llave y se la devuelvo a mi amigo David para que él la guarde convenientemente.

Seguro que a vosotros se os ocurren muchas más cosas que meter dentro del buzón. Ya sabéis, pedirle la llave a David y dejar dentro todas las cosas malas que queráis que desaparezcan.

Pero, por favor, no olvidaros de volver a cerrar.

lunes, 13 de diciembre de 2010

El Niño Feliz


(Continuación de Los Buzones de la Basura)

Así lo bautizó mi hija: El niño feliz, aplicando muy acertadamente sus conocimientos sobre el mundo infantil, que para eso lo está estudiando. El crío es un encanto. Siempre con la sonrisa en la cara. Tendrá unos cuatro años, rubillo, con los mofletes siempre sonrojados. Cuando te ve, te mira y siempre te saluda. ¡Hola vecino! Siempre con la sonrisa en la cara. Está contento por todo. El otro día me lo encontré cuando la madre lo traía del colegio y venia cantando y saltando. ¡Quillo!, ¿qué te pasa hoy?  Que teno lentegas pa comel. ¿Y te gustan?, A este niño le gustan todas las comidas, me contestó la madre, es una bendición, no como sus hermanos.

Sale del  bloque como un rabillo de lagartija a jugar con sus amigos de la calle, disfrutando y feliz, siempre riéndose. Mi mujer se lo encontró días atrás y también le preguntó ¿Dónde irá hoy mi vecinillo? Voy al medíco, toy malito, me va a pone una inyetión. Pero lo dicho, riéndose y feliz como él solo. Hija que suerte tienes con tu hijo, disfruta con todo. Pues la verdad es que sí, que con él no tengo problemas.

Cuando entro en el portal, y me ve, siempre me saluda, ¡Hola vecino! ¡Adiós vecino! Lo dicho, es un encanto de crío. 

Un día, que salía yo para cumplir con mis obligaciones laborales, vamos que iba a trabajar, lo vi especialmente contento, cantando, saltando, esperando que yo abriese la puerta. ¿Dónde vas quillo? A jugá con mi papá, que ta ahí en los jaldines. Y efectivamente, allí estaba su padre esperándolo.

Hola Juan, ¿Qué le das tu hijo que siempre está tan contento?
¡A que sí! Desde que nació el puñetero es la alegría de la casa. Pero hoy está como una moto, me tiene jugando con él desde que llegué esta mañana.
¿Y eso?
Pues nada, vecino, que no sé cómo ha aparecido una bolsa colgada  en la puerta de mi casa con un balón dentro y lo que es más sorprendente, con el nombre de mi hijo escrito en letras bien grandes.
¿Un balón dices?
¡Digo! Un jabulani  de esos del mundial. No es el original pero da muy bien el pego. No sé quién se lo habrá regalado, pero ha sido todo un acierto.
Bueno, Juan, te dejo que disfrutes con tu hijo y no pierdas de vista el balón que luego tu niño se enfada.
Adiós vecino, que te sea leve en el trabajo.

Y me marché dejando a mi vecinillo el niño feliz y a un padre todavía más feliz.
Por puñetera casualidad, tenía el coche aparcado justo al lado de unos buzones muy modernos, donde los vecinos del barrio tiramos la basura. Abrí el de color azul, él que usamos para el papel y el cartón, metí dentro un pequeño ticket de una tienda de deportes, cerré la puerta, tiré de la palanca y me marché a trabajar más feliz que mi vecinillo del primero.
  

viernes, 10 de diciembre de 2010

Los Buzones de la Basura (I)


-Mira, compadre, que buzones para la basura más modernos nos pusieron hace tiempo en el barrio.
-Si, ya veo y de colores para que no os equivoquéis.
-Exactamente, tú lo has dicho para que no se equivoque la gente. El azul para el papel y el cartón, el amarillo para bricks, latas y envases y el gris para el resto de basura orgánica.
-¿Y cómo funcionan?
-Es fácil. Abres la puerta. Metes la bolsa. Cierra la puerta. Tira de la palanca y ya está. Mira te haré una prueba, ¿ves ese balón viejo y roto que está ahí entre el seto?

Cogí el viejo balón y le demostré a mi compadre el fácil funcionamiento de los buzones.

-¿Lo ves? Abro la puerta, meto el balón, cierro la puerta y tiro de la palanca. Cae en un compartimento que está debajo y cada cierto tiempo, a través de unos conductos subterráneos y por medio de aire a mucha presión llega hasta el Punto Limpio que está al final del barrio para su correspondiente preparación y reciclado. Están decorados de una forma muy especial, pero ya los limpiarán mañana.
-¡Qué bien te explicas compadre! ¡Anda! No te escaquees que me tienes que invitar, que las comadres ya nos llevan ventaja. 

Después de una agradable velada y tras haber visitado un par de “farmacias” (que conste que por prescripción facultativa) regresamos a casa dando un agradable paseo. Junto a mi bloque me encontré a mi vecino Juan que andaba como buscando algo entre los pocos jardines que nos quedan.

-Hola Juan, buenas noches. ¿Qué andas buscando?
-Hola vecino, nada que mi hijo pequeño se ha dejado una pelota esta tarde por aquí y anda con un berrinche que no veas.
-¿Una pelota vieja?
-Sí, es que a los críos no hay quien los entienda, tiene dos o tres de sus hermanos mayores pero a él la que le gusta es la vieja. Olle ¿tu como sabes que es un balón viejo?
-No nada, me lo he imaginado. Que mi hijo ha sido pequeño también y, tú sabes, las cosas de los niños.

Las “comadres” ya estaban dentro del portal, escondidas y con una risita cómplice, esperando que llegara para impartirme la oportuna bronca.
Mi compare no dijo nada. Solo me miró, y, con la mirada, me dijo: “espabilao, eres muy didáctico explicando el funcionamiento de las cosas, eres muy técnico, pero haber cómo le explicas a tu vecino que el balón de su hijo ha viajado por las entrañas de la tierra y ha acabado en un gran contenedor de basura”.

-Adiós Juan, buenas noches y suerte.
-Adiós vecino hasta mañana.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El Tifus


Fue en un concierto de Víctor Manuel y Ana Belén, en un solar que más tarde sería el Teatro de la Maestranza. A mediados del concierto empecé a tener los síntomas. Malestar, moquillo, tos y un pequeño dolor de cabeza.  Ya está, ya cogí el típico resfriadillo de primavera. Nada, un par de días en casa, cuidándome, sin salir y como nuevo. Al cabo de cuatro días fui al médico de guardia que me diagnosticó lo que yo me suponía. Pero de resfriado nada, de gripe nada. Así que de nuevo otra vez al médico. Esta vez fui a mi médico de cabecera, que era la primera vez que lo veía.

Tú no vas a tener gripe, me parece que tienes una infección. Hazte estos análisis y me traes los resultados. Te lo pongo urgente.  Y tan urgente, al cabo de unas horas ya tenía los resultados. Te lo dije, tienes una infección. No es gripe ni es un resfriado primaveral. Lo que tienes es EL TIFUS.

¡Ostras! Yo soy un tío raro pero esto ya se pasa de raro. En plenos años ochenta, con España en la Comunidad Económica Europea ¿cómo puedo tener esta enfermedad? 

No te preocupes, esto se cura y normalmente no es contagioso. Lo has podido coger de múltiples maneras: comida en mal estado, leche no hervida convenientemente o vete tú a saber. Pero te pones estas inyecciones y al cabo de una semana se te olvidará la infección.

De veinticuatro horas que tiene el día me pasaba  dieciocho como si tal cosa, pero las otras seis eran espantosas. Fiebres altísimas y sobre todo, según mi madre y mi esposa, por aquel entonces mi novia, lo peor, el sudor. La fiebre me producía un sudor que a su vez producía un olor espantoso. Sería que mi cuerpo arrojaba a través de mis poros todos los virus causantes de la puñetera infección; pero ninguna de las dos estaban en mi habitación en los momentos febriles.

Aprovechando los momentos sin calenturas y armado del medicamento “milagroso”, visitaba el ambulatorio del pueblo (todavía no se habían inventado los Centros de Salud), en busca del practicante de guardia. Acostumbraba a sentarme enfrente de las señoras que siempre estaban allí. Mi cajita de inyecciones en la mano y preguntándome, como hoy en día, que rara enfermedad tendrán las señoras mayores para no faltar ningún día a su cita con el médico. Observaba que me rehuían. Pero estaba claro, el tufo que desprendía, a pesar de ducharme varias veces al día, las alejaba del pobre enfermo.  Es lo que tienes ser muy raro y tener una enfermedad todavía más rara. Yo no tengo artrosis ni reuma abuelas, yo lo que tengo es EL TIFUS, pa chulo yo.

El penúltimo día había más “señoras” que de costumbre, seguramente porque era viernes y se preparaban para un largo fin de semana de fiesta y jarana. Aburrido de esperar, no se me ocurre otra cosa de leer el prospecto que traían la caja de las inyecciones, cosa que desde entonces no hago. Fué cuando se me cayeron los palos del sombrajo.

A ver cómo me explico. ¿Ustedes saben cuántas enfermedades venéreas existen? ¿Cuántas? No, muchas más. Y todas las curaban las inyecciones que yo llevaba seis días poniéndome. Y empecé a preguntarme sin levantar los ojos del papel: ¿Estas señoras se retiran de mi lado por mi olor o porque saben lo que curan las inyecciones? ¿Y el cuchicheo que tienen entre ellas? No puede ser, seguro que no tienen ni idea de este medicamento. Pero la duda me quedó.  Me guardé la caja colorao como un tomate de Los Palacios, entré cuando me tocó y salí corriendo del ambulatorio. Está claro que la inyección que me quedaba no llegue a ponérmela.

El tifus se curó, os juro que era el tifus lo que tenía, conservo los primeros análisis y los últimos que certificaban que me había curado y en los que se especifican la infección tifoidea que tuve. Que yo siempre he sido un tío muy sano, por lo menos en aquella época.

Y ahora en serio (lo anterior es real, aunque lo cuente de esta manera), esto me pasó en los años ochenta, aquí, muy cerquita de Sevilla, en Alcalá de Guadaira. Es muy fácil acabar con ciertas enfermedades, solo hace falta tener los medicamentos adecuados.
Y poniéndome más serio ¿ya no es noticia el cólera en Haití? ¿No se cura con inyecciones? La prevención es otro tema. Pero yo, cada vez que veo noticias de plagas, infecciones, enfermedades, etc. en otros países me acuerdo de MI TIFUS y ¡de las viejas alcahuetas que se sentaban enfrente de mí en la consulta del practicante!  

domingo, 5 de diciembre de 2010

El Regreso

 
¿Qué pasa papá que después de tu cumpleaños te has vuelto viejo, te ha entrado depresión y no das la lata con lo del blog?
Niño, viejo tu abuelo el padre de tu madre,

Pero tiene razón el puñetero. He estado perdido, casi sin ganas. ¿El motivo?, no tengo ni idea. Amamonaillo como dicen algunos. La verdad es que he estado un poco liado. Algunas veces incluso dulcemente liado. Pero esto es muy fuerte y ya estaba tardando en retomar esta adicción. Sé que me he perdido mucho sin mis constantes visitas a todos los que nos maravilláis con vuestras cosas. Pero aquí estoy, dispuesto a continuar dando la vara con mis batallitas, historias, recuerdos, mosqueo, enfados y todo lo que buenamente se me valla ocurriendo.

Me he dado cuenta que me lee hasta mi hijo, Papá si yo soy el que te corrijo algunas cosas. A mi hija le debo alguna entrada. La foto que publicaste de mi gato es muy fea, te he preparado algunas de las buenas, como no las publique te vas a enterar.  En el trabajo (por cierto estoy de puente hasta el jueves así que tengo tiempo para ponerme al día) alguno de mi compañeros me comentaban  que llevaban semanas sin leerme y que lo echaban de menos y eso que yo pensaban que solo visitaban páginas de…….
Lo dicho, como las insignes musas y los duendes del azahar han hecho las paces conmigo me pongo de nuevo a teclear y gastar bolígrafos.

Y lo que es más importante, seguiré Soñandosevilla con Trianatrinidad, seguiré aprendiendo del maestro D. Jesús Cotta, seguiré recogiendo los Retales del bueno de Ojeda, seguiré llenado ese fantástico Vacío Interior, seguiré a la Dama de Sevillano Nombre, seguiré haciendo el Master en Nubes de la fascinante Aurora, seguiré “peleándome” con la Princesa del Guisante, seguiré visitando la Argentina de mi Abuela Frescotona, seguiré paseándome con El Barbero de Sevilla, seguiré descubriendo mi ciudad con Sevilla Daily Photo, seguiré Vicheando con el bueno del choquero, seguiré conociendo la naturaleza de la mano de Legolas, seguiré siendo de color Verde Oscuro, seguiré pensado como tiene tanto tiempo para hacer tantas cosas, aunque claro Solo Yo, seguiré respirando el aire de la peña  Por Estos Andurriales, seguiré compartiendo las Impresiones de una Tortuga, seguiré aprendiendo historia con el Pasado de Sevilla, seguiré  disfrutando de las imágenes de Esa Sevilla, seguiré escuchando los dulces ronroneos de la Gata Roma, seguiré siendo Naturaldesevilla, seguiré pensando en esos de Ni lo sé ni falta que me importa,  seguiré dejándome llevar por las Palabras de Lou, seguiré tomándome la servesita en la Taberna de Mou, seguiré sentado sobre los Bocoy de Pepe, seguiré escuchando las opiniones de El Alegre Opinador, seguiré a las órdenes del Capitán Malaventura, seguiré intentando No coger ventaja, Miarma, seguiré estando en Benidoriam esté donde esté, seguiré a la encantadora Liliana, seguiré pasando aventuras en la Hostería de Cristófano Butarrelli, seguiré a Sevilla misterios y leyendas, a Pepe Páncreas, a Sevillana, a D. Dyhego,  a Maese Rancio, a Cosas Mías, a Desnuda en otoño, a Lamiradadelhombre, a Ozú que caló, al cuaderno de notas de Lisset, a ...

Seguiré, seguro que seguiré.

Gracias y perdón por no contestaros, pero dentro de un ratito me pongo a ello.

sábado, 23 de octubre de 2010

La Bandera

 
El barco llegó a puerto tras una larga travesía del estrecho, marcada por un temporal de los que suelen azotar las aguas que separan  Andalucía y Marruecos. Después de un par de días en Ceuta sin poder disfrutar de la ciudad norteafricana,  los marineros estaban deseando llegar  a San Fernando para desfogarse y visitar todos los garitos, bares y demás lugares donde disfrutar y olvidarse de las largas horas de trabajo a bordo.

Llegaron dos días antes de la festividad de la Virgen del Carmen. Atracaron en el Arsenal de la Carraca. El Almirante de este establecimiento militar quería  que fuera un día especial, ya que su señora celebraba su onomástica. Todos los marineros de los distintos buques atracados en el muelle aprovecharon las horas libres para, con permiso de sus superiores, acabar con las reservas de comidas y sobre todo bebidas de la fantástica Isla de León.

Llegó el día señalado, 16 de Julio. Todos los barcos engalanados para la ocasión. El inmenso Galicia, el patrullero de altura Villa de Bilbao, los buques aljibes que levaban el agua a la isla de Alborán, el pequeño Nereida   de los buzos de la Armada, la patrullera Acevedo, los remolcadores de altura que ayudaba a atracar a los barcos y, por supuesto, los dos gemelos: el Rigel y abarloado su costado de babor, el Antares. Todos de punta en blanco. Los que más el Antares y el Rigel, que al ser buques hidrográficos, el color de la pintura con que estaba recubierto todo su acero era el blanco. Decorados con banderas y banderines de proa al “palo mayor” y de este a popa. Todos relucientes, recién baldeados y limpios como nunca. Todo preparado también en el muelle. Varios batallones de Infantes de Marina, el Tercio Sur, el Tercio de Armada, la Policía Naval, todos formados y dispuestos a vivir la izada de bandera en el día de la patrona de los marineros. Gradas  provisionales  repletas de invitados.

En la popa del BHA Rigel todo está dispuesto. La guardia, con polainas, correajes y mosquetones de honor. Los zapatos negros como el azabache. El Lepanto, el mal llamado gorro, brillando gracias a la pasta de dientes aplicada momentos antes de llamar a formación.  El sargento primero  de máquinas Don Lizardo con su mejor traje, su mejor traje o el que le quedaba  después de muchos años al servicio de la Armada. Pero le daba igual, le quedaban horas para jubilarse, para pasar a la merecida reserva. Un sargento primero, tres marineros y un cabo segunda marinería, todos ellos con el cuerpo perjudicado después de una noche de juerga. Todos ellos con dolor de cabeza y ojos medios cerrados por las pocas horas de sueño. Pero allí estaban. Dispuestos a izar la mejor bandera, la más grande, para que el ilustrísimo señor Almirante viese que los hidrógrafos eran los marineros con más marinería de todos los que estaba bajo su mando.

El disparo de salva del cañón anunció el inicio simultáneo de las enseñas. La banda de música de la Infantería de Marina, comenzó a tocar el himno de España. D. Lizardo, con su metro noventa de altura, su oronda cintura, sus barbas de viejo lobo de mar, saludaba marcialmente cuando notó algo raro. El color del trapo que empezaba a desplegarse suavemente sobre el pequeño mástil era demasiado rojo. No había nada de amarillo, no había nada del escudo con las dos columnas. En todo este rojo aparecía poco a poco ¡un pentagrama verde, una estrella de cinco puntas! ¡Pero si es el Sello de Salomón! ¡Pero si estamos izando la bandera de Marruecos!

Con los ojos inyectados en sangre miró a cabo de la guardia que estaba más pálido que él. ¿Pero qué coño habéis hecho? El cabo, dejó la formación y corrió todo lo que pudo hacia el puente de mando donde se guardaban todas las banderas. Cogió una, después de cerciorarse que era la auténtica, la de España, y bajó a toda velocidad la escala que lo llevaba a popa. Allí estaba el sargento esperándolo y con su ayuda cambiaron el trapo que sujetaba un asustado marinero y pudieron izar la enseña española.

Al parecer, nadie se dio cuenta del suceso, ya que todos estaban pendientes de sus propios izados. D. Lizardo los reunió en la camareta de suboficiales y les echó  la bronca más grande que habían recibido los marineros en todos sus meses de mili. Como pudieron los resacosos marinos le contaron sus correrías de hacía unos días en Ceuta. Le contaron como una noche, sigilosamente, habían tomado prestado un trapo que una patrullera mora de la morería, “se había dejado izada”. Le contaron que uno de ellos cuando regresó a bordo no se le ocurrió otra cosa que colocar la bandera en el sillón de mando del comandante. Le contaron que no sabían cómo habría podido llegar hasta la estantería donde se ordenaban las distintas banderas de señales. Le contaron que la resaca es muy mala, como usted bien sabe D. Lizardo, y que no saldremos de juerga la noche anterior a un acto como este.

No pasó nada a nadie. El viejo marino se jubiló semanas más tardes. El cabo segunda de marinería CVP (conductor de vehículos pesados, o sea un Land Rover) lo acompañó a la estación de tren con todos sus bártulos y  en el andén se despidió de él

D. Lizardo ha sido un placer navegar bajo sus órdenes.

Naranjito so mamón, cuando vayas a mi tierra, a Vigo, te voy a llevar a la calle de los vinos y hasta que no salgas arrastrándote por el suelo y lleno de los buenos caldos gallegos no te dejaré en paz.

Entre sus pertenencias llevaba una bandera marroquí con la firma de todos los marineros de a bordo, que el viejo sargento de máquinas se había preocupado de conseguir.


(La historia de la “conquista” de la bandera alauita se merece una entrada aparte.)

  

viernes, 15 de octubre de 2010

El último ataque nocturno

Noches de terror y miedo, ambas cosas; miedo que con el paso de los minutos se convierte en terror. Noches de ataques furtivos, de sufrimientos a la espera de cuando sería el próximo  acoso. Esperan pacientes, guarecidos en sus oscuras madrigueras a que el sueño nos venza y poder lanzarse sobre  nosotros.   Mi familia lo ha sufrido durante los últimos meses, y en sus cuerpos quedaban heridas y cicatrices después de enfrentarse casi indefensos a la caterva de depredadores que, aprovechando las tinieblas, cual jauría de lobos, se cebaban con nuestra materia y con nuestros espíritus desvalidos.

Semanas de lucha, más bien de defensa, por no poder combatir en igualdad de condiciones con estos seres maléficos. Semanas temblando al escuchar el sonido que producían cuando revoloteaban sobre nosotros y nos atacaban de dos en dos o de tres en tres, sin poder saber cuándo y dónde clavarían sus  apéndices picudos para succionarnos la sangre y marcharse después de quitarnos nuestra fuente de vida para  sustentar a sus crías.

Tenía que hacer algo, tenía que defender a los míos. Con el paso del tiempo la manada había disminuido. No sabía si se habían marchado en busca de otros humanos con que alimentarse o su ciclo de vida terminaba cuando se agravaba en nosotros la desesperación. Pero yo tenía que hacer algo.

En la oscuridad de la noche sentía como quedaba uno. Era  la hembra alfa, la líder de la manada. Seguía atacando sola, incluso cuando comenzaban a llegar las noches frías y la temperatura nos permitía protegernos con armaduras de tela. Pero yo tenía que hacer algo. Yo tenía que defender a los míos. Tenía que dejar que aparecieran cicatrices y heridas en los cuerpos de mi compañera y de mi prole.

Lo preparé a conciencia. Me ofrecería como presa fácil para mi oponente. A pesar de que por la ventana entraba una pequeña brisa que invitaba a taparse, dejé mi torso desnudo como si fuera una  frágil gacela que pones de reclamo para cazar al rey de la selva. Esperé paciente.

La oí llegar. Volaba en círculo sobre mi cuerpo esperando y estudiando donde atacar. El sonido era inconfundible. Lo había escuchado muchas noches sin atreverme a moverme. Pero esta vez no, esta vez estaba dispuesto a terminar de una vez por todas con esta pesadilla. Se trataba de ella o de mí.  

Dejó de hacer aquel horrible ruido y se posó suavemente sobre mi hombro dispuesta a morder una vez más mi aterrorizado cuerpo. Pero esta vez estaba preparado y mis miedos anteriores desaparecieron pensando en mi rol de defensor y adalid de mi familia. Lentamente, alcé mi  zarpa y golpeé con fuerza y decisión. Encendí la luz y observé ávido mi mano. Allí estaba. Restos de alas, patas, pico  y una gran mancha de sangre fruto de saqueos anteriores. Había terminado con la reina de los Aedes Albopictus, había terminado con el último mosquito que nos fastidiaba las cálidas noches veraniegas.

Me levanté de mi redil de sábanas, me lavé la mano donde estaba el cuerpo inerte de mi enemiga y disfruté de una noche tranquila y placentera si escuchar el   zumbido de los puñeteros mosquitos.   

domingo, 10 de octubre de 2010

El gallo del callejón


Salíamos del colegio correteando, deseosos de llegar a casa para disfrutar de la merienda, la mayoría de las veces pan con chocolate. Chocolate del bueno, el de las onzas envueltas en papel de orillo.
En un pueblo todas las cosas están cerca, el colegio, la iglesia, el ayuntamiento, la plaza de abasto, tu casa, hasta el campo está cerca. Pero los críos disfrutábamos de esta cercanía, dando rodeos para seguir con nuestros juegos y aventuras. 

De camino a casa cogíamos por el callejón de atrás de nuestra calle. Un callejón a donde daban las puertas traseras de los hogares, por donde, no hacía mucho, entraban los animales de labranza para acceder al corral donde estaban las cuadras. En uno de estos corrales tenía un vecino un pequeño gallinero compuesto por una docena de gallinas y un espectacular gallo. Este último era nuestro objetivo diario. Gallo grande, de corral como dicen ahora, con una cresta inmensa, las plumas de la cola negras cono las noches de aquellos inviernos y el resto de plumas con todas las tonalidades de naranja, rojo y azules. Las patas nos parecían del mismo grosor que nuestros tobillos y los espolones eran como las navajas que nuestros abuelos usaban para cortar el pan y el tocino.

El juego era muy fácil. Nos acercábamos lentamente, disimulando, hasta la puerta, siempre abierta, del corral de nuestro vecino. Las gallinas solían salir al callejón a seguir picoteando por el empedrado. A pocos pasos aminorábamos la marcha y casi nos parábamos. En ese momento uno de nosotros empezaba a gritar y vocear y los demás esperábamos la salida de nuestro amigo. El  gallo salía como un toro del chiquero,  defendiendo su plumífero harén y nos perseguía con las alas abiertas y dando brincos intentando alcanzarnos con sus inmensos espolones. Corríamos más que él  y,  casi nunca conseguía su objetivo.

En una ocasión nos visitaron mis tíos que vivían en Madrid acompañados de mi primo. Para mí era una ilusión disfrutar de unos días con mi primo y escuchar embobado las cosas que me contaba de la capital de España.
Aquí no hay coches. En Madrid un montón. En Madrid se viaja en metro, por debajo de las calles. En Madrid las calles son muy anchas. En Madrid hay muchos autobuses. En Madrid las plazas son muy grandes y tenemos la Puerta del Sol. En Madrid tenemos el mejor equipo de futbol de Europa. En mi colegio en Madrid tenemos un uniforme con jersey gris y pantalones cortos hasta las rodillas. En Madrid……

Al principio de daba envidia. Me hacía ilusión imaginarme la capital del reino que solo veía por la tele. Así durante dos o tres días, hasta que empezó a cansarme, no sus historias, sino la forma y la reiteración de que en Madrid……. Ya estaba harto de tanto Madrid y de que aquí….

El día que se marchaban, mis tíos lo dejaron que se viniera a jugar por el pueblo con mis amigos. Después del juego regresamos los dos solos a casa y, mira tú por donde, no se me ocurre otra cosa que tirar por el callejón de atrás. El seguía presumiendo con sus historias y llegado a un punto concreto de la estrecha calle, me paré y, a voz en grito le dije:

PRIMO, ¿TU SABES CORRER?
¿Por qué?

 Al final de la calle me volví y vi a mi pobre primo con el miedo en la cara, intentando separarse de los espolones y los picotazos de un gallo, que como digo era casi del mismo tamaño que nosotros y que por fin había conseguido una presa fácil. Como pudo se escapó de su atacante y corrió sollozando hacia donde yo lo esperaba   aguantándome la risa.

En casa, mientras mi madre y mi tía le curaban las heridas, yo con cara de inocente le pregunté.

Primo ¿en Madrid no tenéis gallos por la calles?


domingo, 3 de octubre de 2010

El cólico nefrítico

Cólico nefrítico, oigan, cólico nefrítico. Sabéis lo que es, ¿verdad?, menos mal, de esta forma no tengo que explicarlo. Bueno, po eso, que he tenido unos diez más o menos. Los peores el primero y el último. El primero, porque no sabía lo que era hasta que llegó el médico de guardia y me puso el pinchazo mágico después de las   explicaciones. De esto hace veintitantos años. Posteriormente he expulsado los oportunos cálculo o piedra del riñón como decimos por aquí. Nada, esto sin problema, una sensación extraña, pero salen sin problema, por lo menos para mí.

Ahora, el último, el último ha sido de los buenos, tela de bueno. Empezó con el resquemorcillo en los riñones, poquito a poco. Como uno ya tiene experiencia se prepara un poco. Bañera con agua calentita y a relajarte, que ya has pasado por esto en varias ocasiones y sabes de lo que va. Pero nada. El dolor en aumento. De la bañera a la cama, a tumbarte que así duele menos. Te tomas una pastilla que dicen que es muy buena para los dolores, pero nada, estos siguen en aumento. Ahora en los riñones, ahora en la barriga, ahora en los riñones, ahora te vuelves a retorcer, ahora te estiras, ahora te duele más todavía, ahora sigue en aumento.
Mi mujer no puede más y, como ve que las pastillas no hacen el efecto que tiene que hacer, llama al médico de urgencia.

En estos momentos estamos saturados y no tenemos visita domiciliaria. Si lo prefiere le mandamos una ambulancia.

Imposible. No puedo estar estirado, ni puedo estar doblado. ¿Cómo me bajan del octavo hasta la ambulancia? En una “sillita”. Que no, que me espero, que esto  se pasará. El puñetero dolor en aumento. La experiencia en los anteriores no te sirve para nada. Este es más fuerte.
No sé cómo aguanté. Creo que fueron dos horas de sufrimiento. Estuve a punto de desmayarme. No exagero nada. Y las pastillas sin hacer efecto.
Cuando la cosa mejoró un poco, solo un poco, conseguí incorporarme y acercarme al Centro de Salud. Suerte que está a dos manzanas.

¿Cómo sabe usted que es un cólico nefrítico?
¡Porque no es el primero!

Vale, toquecito con el canto de la mano en los riñones y a ponerte la inyección en la sala de curas.
Por fin entra el enfermero. Yo, como es lógico, estaba preparado y deseando sentir el pinchazo de la aguja.

Pues yo tengo un cuñado que cuando le dan los cólicos se pega chocazos contra la pared.
Mira gilipollas (con la excusa del dolor uno se puede permitir insultos y otras palabras mal sonantes) ¿tú que crees que hago con los pantalones por los tobillos, el culo al aire, agarrado con mis pocas fuerzas a la cama y en esta postura tan indecorosa? ¿Proponerte algo, so mamón? ¡Que me pongas el pinchazo!
Es que me parece que no tengo Buscapina.
Me via cagá en to tus mulas. ¡Que me pongas ya lo que sea!

Menos mal que tenía el medicamento milagroso. Mano de santo, oiga, mano de santo.
Al poco tiempo hizo el efecto y desapareció el dolor. Con mi esposa me dirigí de nuevo a la consulta del médico para recibir las   recomendaciones.

Ya está doctor, ya no me duele, el dolor se fue. Muchísimas gracias y ahora no se preocupe que beberé mucha agua.
También puedes beber cerveza que está más buena y es muy diurética.

Tengo a mi mujer como testigo de esta recomendación del doctor. Os juro que estaba a mi lado y escuchó la frase. Que no me la he inventado.

Enormemente agradecido a tan insigne doctor abandonamos el centro de salud paseando plácidamente hacia casa. Yo no dije ni una palabra, fue mi mujer la que se atrevió a comentar: te diré una cosa, la farmacia es aquel local con una cruz verde en la puerta y no el local que tiene un muñequito gordito, vestido de rojo y con una jarra en la mano, así que cruza la calle y vamos para casa.

Y ahora, queridos amigos, me marcho a comprar el pan y de camino me pasaré por la “farmacia de guardia” a tomarme una pequeña dosis de medicina, pero eso sí, con moderación.

viernes, 1 de octubre de 2010

Carta a la Señora Ministra

Excma. Sra. Ministra Doña Bibiana Aido Almagro
Ministerio de Igualdad


Excelentísima Ministra:

Este humilde bodeguero, sin ánimos de ofender, se dirige a usted con el objeto de pedirle tenga a bien promover una nueva ley o reglamento o lo que ustedes, los iluminados ministros y iluminadas ministras hacen para el bien común de hombres y mujeres.

La solicitud de este reglamento, o ley a ser posible, es terminar de una vez por todas con  la discriminación que venimos sufriendo las personas del sexo masculino con respecto a los nombres con que designan a nuestra queridas congéneres del sexo opuesto a nosotros. Estas denominaciones o nombres con que nuestros procreadores nos inscriben, da pié a discriminación hacia los hombres y, por supuesto, a las mujeres. Si me lo permite paso a ponerle unos cuantos ejemplos.

Hay infinidad de mujeres que se llaman:

Consuelo .....................................   EL consuelo
Dolores .......................................   LOS dolores
Rosario .......................................   EL rosario
Pilar ............................................   EL pilar
Reyes ..........................................   LOS reyes
Rocío ..........................................   EL rocío
José (por lo de María José) .........   SAN José

Habrá notado que el artículo es masculino, lo que puede crear confusión y a la larga un pequeño trauma entre las féminas que tiene un nombre de varón pero que se consideran mas hembras que nuestra antigua madre EVA.

Seguro que existen muchos más ejemplos de nombres varoniles que constan en los carné de identidad femeninos, seguro que las personas que lean esta carta pueden aportar más y mejores ejemplos.

Por favor estimada Ministra, tome nota de esta carta y disponga para que sus asesoras y asesores,solucionen el tremendo problema y evite traumas para futuras generaciones.
Los hombres estamos orgullosos de  llamarnos de forma masculinas y nos gusta llamar a las mujeres de forma femenina.

Mis amigos de mili (yo soy de los antiguos, digaselo usted a su colega Carma Chacón) José Dolores y José Pilar están totalmente de acuerdo con este su servidor. Como usted se imaginará y, seguramente sabrá, a José Dolores le llamábamos "corneta", por el instrumento que tocaba en la banda, y a José Pilar le llamábamos "trespi" por un atributo masculino que tenía.

Sin animo de molestarle, y esperando tenga en consideración este escrito, se despide de usted muy agradecido.

Un Servidor de Usted.

lunes, 27 de septiembre de 2010

El sindicalista




En estos días, que no se habla de otra cosa que de huelgas, sindicatos, parados, manifestaciones, servicios mínimos, etc. me acuerdo de Antonio Lora. A este buen hombre le toco vivir la época dura de los sindicatos clandestinos, la época de hambre entre los trabajadores y la época donde los derechos laborales, sencillamente, no existían. Me refiero a los años 50, 60, 70 y 80. Estuvo en los calabozos de la comisaría, él y los dirigentes, que luego más tarde, con la democracia aparecían en todos los periódicos y en primera plana. Cuando se aproximaba la fiesta del trabajo, que por aquella época se celebraba el día de San José Obrero, la policía iban a buscarlo a su casa de la calle Matahacas. Hablaban con su mujer, mira Reyes que si lo vemos tenemos que llevárnoslo unos días. Lógicamente él ya estaba preparado y escondido en casa de familiares.  Le tocó el camino de la inmigración por no encontrar trabajo. Por lo visto según dicen, existían unas listas negras y ninguna empresa contrataba a estos trabajadores problemáticos. Una vez normalizada la situación política en España regresó con su familia y siguió en su lucha obrera. Como soldador de los Astilleros de Sevilla le toco vivir la reconversión naval y ver como esa empresa por la que tanto había luchado, poco a poco se desmoronaba. Siguió en su  lucha, hasta su jubilación, incluso después. Los trabajadores seguían visitándolo, ya que vivía entonces en una  pequeña barriada para empleados y obreros de Astilleros  que ha existido hasta hace poco junto a la entrada de la factoría sevillana. Seguían preguntándole y solicitando su ayuda, aunque el ya no tenía fuerzas, pero si ganas y la misma ilusión. Siempre defendiendo la lucha y los derechos de los trabajadores.

Y lo curioso es que no era comunista, ni socialista, ni anarquista. Mientras su cuerpo se lo permitió, no dejó de estar el 15 de Agosto viendo a su Virgen de los Reyes. Se casó por la Iglesia y bautizo a todos sus hijos, incluso los nacidos en Francia.
Cuando falleció hace unos años, en el tanatorio le pregunté a mi suegro, que no lo he dicho pero era su cuñado y compañero,  Paco, ¿Dónde están los compañeros de lucha de Antonio? ¿Dónde están los líderes y cabecillas del sindicato por los que el tanto ha batallado? ¿Nadie se acuerda de él? Mi suegro me miró con lágrimas en los ojos y no pudo responderme. Me respondió mi mujer que estaba a su lado: Aquí estamos los que siempre hemos estado de verdad, su familia.

He escogido esta foto para ilustrar la entrada por lo curioso de la situación. Son dos nazarenos de la Hermandad del Calvario que procesiona en Sevilla en la “Madrugá”. Para los que no lo sepan, la Hermandad del Calvario es una de las más “serias” con las que cuenta esta bendita ciudad. Hermandad de silencio, recogimiento y penitencia. La foto está tomada en el compás del convento de Santa Paula al amanecer del Viernes Santo, después de haber realizado su estación de penitencia estos dos nazarenos.
El de la izquierda es mi querido suegro Paco, Paquito como a él le gusta que le digan, y el descalzo nazareno de la derecha es D. Antonio Lora, eterno luchador por los derechos de los trabajadores.

sábado, 25 de septiembre de 2010

El conductor

Día de asuntos propios en el trabajo. Que conste que trabajo en una empresa privada como humilde y eficaz currito.

Po eso, día libre y a sorprender a mi gente. ¿Qué os parece si mañana nos acercamos a San Nicolás del Puerto, nos bañamos en la playa y visitamos el nacimiento del Huesnar? ¡Vale papá aviso a mis amigas para que se vengan! Mi hijo, como casi siempre, Papá yo no voy, me quedo en casa, con mi hermana y sus amigas me aburro. Vale tío, tú te quedas pero cuida del gato.

Y salimos tempranito para aprovechar el tiempo. Mi mujer, mi hija y dos amigas de esta. Para presumir de serrano, campero, cateto, pueblerino, les hice un recorrido turístico por las carreteras de la sierra. Llegamos a Lora del Rio a la hora del desayuno. En este sitio se tiene que comer bien, hay un par de camiones aparcados. Restaurante a la entrada del pueblo, grande, limpio y con muy poca gente. Señor camarero ¿nos podría poner tres batidos de chocolate, un café con leche, un café solo para mí y cuatro tostadas con mantequilla y jamón? Ahora mismo caballero, siéntense que se lo servimos al instante. Efectivamente, al instante, tres batidos de chocolate, una café con leche, un café solo y TRES tostadas. Je je Naranjito, te pareces a tu padre que siempre era el último al que servían. Los genes, esposa, los genes. Escucho a lo lejos la voz del camarero: Niña no cierres la cocina que llega un autobús de turistas. ¿Un autobús de turistas?, un autobús llenos de chavalería vestidos de Boys Scouts. Mi tostada sin llegar. Los niños y niñas correteando por el restaurante. Los monitores en la barra desayunando. Papá ¿y tú tostada?, espera hija, preguntaré. Me levanto, me acerco a la barra. El camarero me ve llegar y me pregunta ¿la cuenta?, si, la cuenta, pero antes dame de desayunar que el café solo para mí ya está más frio que …. Me doy cuenta de la mirada del camarero, de reojo, hacia un señor orondo, con una camisa blanca impoluta, que disfruta de un peazo de tostá, sentado junto a los monitores de la excursión. Inmediatamente el camarero subsanó su error y me puso la esperada tostada. El autobús se marchó, llevándose consigo a los niños, los monitores y, conduciendo, un señor orondo con una camisa impoluta. Mis féminas: ¡Anda el chofer se ha comido tu tostada!. Venga, no recordármelo, vamos a seguir a ver si llegamos prontito.

Seguimos la ruta. Llegamos al fantástico pueblo de Constantina (tela, niña Lou). Día entre semana, ¿lo he dicho antes? Es verdad, lo he dicho, era un día de asuntos propios de los que tenía. Claro, día entre semana, en un pueblecito de la sierra, poco tráfico. ¿poco tráfico? ¡Y una leche!. Un atasco de los buenos, de los que se forman en Sevilla en el puente del V Centenario. El coche parado, por lo menos 15 minutos. En una calle empinada. El freno de mano subido a más no poder. La primera velocidad metida y la mano en la palanca de cambio, no se valla a salir. Ya cansado de no saber lo que pasaba, me bajo del coche y le pregunto a una buena mujer, que tranquilamente barría la puerta de su casa. Perdone señora, ¿sabe usted que es lo que pasa? No hijo, no tengo ni idea, pero está la policía municipal dirigiendo el tráfico. Al cabo de un rato nos ponemos en marcha y, en un cruce me encuentro con la policía. Hola buenos días, me dirijo a San Nicolás, ¿hay algún problema?  No, no pasa nada, es que un autobús se ha metido por donde no debía y se ha quedado parado en un cruce de calles.  Giro lentamente mi cabeza hacia la izquierda y observo un autobús, cargado con un motón de niños, varios monitores y un orondo conductor con una impoluta camisa.  Los comentarios y risas de mis acompañantes os los podéis imaginar. ¡él que se comió tu tostada! Así con este comentario y otros por el estilo, ¿quién me mandaría a mí hacer un viaje con cuatro mujeres con tanto cachondeito?, seguimos nuestra ruta por esas maravillosas carreteras llenas de paisajes.

Llegamos a San Nicolás del Puerto. Por fin. Estuvimos en la playa fluvial. Si, lo he dicho bien, a un motón de kilómetros del mar, en este pueblo de la Sierra Norte, existe una playa fluvial, con sus chiringuitos y todo. Fantástico día, agua fresquita, las niñas bañándose, mi esposa y yo en el chiringuito. Cervecita, sardinitas, sombrita,   una delicia. Papá vamos a ver las cascadas del Hueznar que nos han dicho que es una zona preciosa. Vale, preguntaré como se llega. Usted perdone, señor policía municipal como puedo llegar a las cascadas. Mire usted caballero, coja el coche y a unos tres kilómetros hay una entrada a un camino que lleva al camping. Aparque por ahí, ande un poquito y ya vera a la gente que sube a ver la caída de agua. Venga, carretera y manta de nuevo. A los tres kilómetros, más o menos, giro a la izquierda por el camino que me indicaron. Vi el cartel indicador del camping y enfilé mi coche por el sendero. ¿El sendero? El aparcamiento de la feria de Abril parecía. Coches a un lado y a otro, subidos en las pequeñas laderas del camino. Otra vez a preguntar. Olle ¿Qué me han dicho que por aquí podría dejar el coche para subir andando a las cascadas? Si a mí también me lo han dicho pero es que hay un autobús que quiere entrar en el camping No podía ser. Otra vez no. Pues sí, podía ser, un autobús vacío, un motón de niños y niñas, acompañados de monitores entrando en el camping, un orondo conductor con una camisa, ya no tan impoluta, intentando introducir el autobús por la pequeña puerta del camping. Cogí los bártulos, miré a mis acompañantes, no dije nada y emprendí la subida hacia las cascadas. Detrás de mí   escuche unas risitas y unos comentarios del tipo: Niñas callaros que le va a sentar mal la tostada que se tomó esta mañana.  

Vale, ya está. Las cascadas una preciosidad. Un paisaje inolvidable. Un agua cristalina, fría no, más todavía. Unas horas estupendas. Después nos marchamos a la Rivera del Hueznar para seguir bañándonos y disfrutar del bosque de galería que rodea este paisaje.

¿Vale? ¿Ya está? Que va, las historias del Naranjito no terminan de esta manera. Es mi sino.

Al día siguiente por la tarde, estando tranquilamente en casa, me llama mi mujer y mi hija, partiéndose de risas las puñeteras.
Papá, corre ven, que en la tele sale un amigo tuyo. Allí que voy yo corriendo, ilusionado. ¿Quién? ¿Dónde?

¿Dónde?, en Andalucía Directo. La reportera informando de una convención de Boys Scouts que anualmente visitan el camping de San Nicolás del Puerto.  A la espalda de la reportera un autobús, unos niños correteando y haciendo actividades y unos cuantos monitores intentando calmarle los nervios por salir en televisión.
¿Quién aparecía limpiando tranquilamente el autobús? Exactamente, un orondo conductor, esta vez sin la impoluta camisa.

Cari, ¿mañana quieres para desayunar una tostaita con jamón, o se la pongo a tu amigo conductor?

Perdonadme la entrada tan larga, pero como es la última de este verano os dejo tranquilos hasta el verano que viene, pero solo con los relatos veraniegos, que dentro de unos días os seguiré dando la lata.


jueves, 23 de septiembre de 2010

Mi amigo Antonio

Preámbulo: Esto que viene a continuación es real, os juro que es real. No pensaba publicarla por algún que otro malentendido en un torpe comentario mío en un blog. Pero esta mañana me he encontrado a Antonio en la tienda de informática y me ha dicho: Quillo tanto porsaco que más dao con el bló y que ibas a hablar de mí y yo no me he visto por ningún lao, ni con la lechuza, ni en la alberca, ni en la gente del autobús de la playa y mucho menos con la gabacha. No te cave ná, tio, no te cave ná.


Mi amigo Antonio es un prenda de cuidado. Es el tío con las enfermedades más raras que existen.  No se priva de ninguna de ellas. Va en una silla de ruedas motorizada de color rojo, yo le digo que tenga cuidado  con el Ferrari no valla a atropellar a alguien con la velocidad que coge, a lo que él me responde pa eso voy por mi sitio. Aguanta lo inaguantable, tiene hasta una bomba implantada  en un costado para que le suministre los calmantes que necesita. Naranjito tengo que pasar la ITV de la bomba, que últimamente me está fallando. El nota se queja en silencio para que no lo vea nadie, pero está tela de fastidiaillo. Pero siempre lo tienes ahí. Peleándose con la izquierda y con la derecha para hacer un barrio habitable para, los que como él, necesitan de accesos, aceras en condiciones y todas las carencias que tienen los barrios para las personas con movilidad reducida, quillo, Naranjito pa los que vamos en sillita de rueda. El otro día me lo vi con un brazo en cabestrillo y le dije Antonio,  solo te falta quedarte embarazado,  ¿Yo?, mira yo me quedo preñao y seguro que aborto. Fíjate que mis cuñaos me quieren llevar a Lourdes a ver si puede hacer algo. Y yo entre que no soy creyente y que cuando voy a Chipiona en autobus llego hecho una piltrafa a Lourdes no llego. Todo se lo toma con buen humor y con filosofía.  Me he pegao to el verano en la Macarena, Ostras Antonio ¿viendo a la Virgen?,  No  churrita, en el Hospital Virgen Macarena. Tiene Un defectillo, que es sevillista, Naranjito que soy sevillista pero no antibético. Por ahí te vas a escapar.

A las mujeres las tienes en los altares.  La primera  la suya. Dice que sin su apoyo, sus cuidados, sus desvelos, esto no sería llevadero. Yo creo que es mejor feminista que la mayoría de mujeres que enarbolan la bandera del feminismo.

Apasionado con la informática, siempre te está comentando los últimos programas, novedades, equipos, interné, etc. Cuando habla de sus hijos, tela de sevillistas también, no cabe en la silla de rueda. Quillo este año mí hijo empieza en la Universidad, va a estudiar informática, cuando necesites algo, ya sabes cuenta con él y conmigo.

Uniendo su pasión informática y su altruismo colabora en la Asociación de la Tercera Edad,   dice que es para echar una mano a los mayores, que él es joven todavía.
 Allí estaba él, sentado, como siempre, ayudando a rellenar solicitudes y todo  lo que nuestros mayores necesitan. Una compañera recogiendo los impresos y él introduciendo los datos en el ordenador. Detrás del mostrador una pequeña cola de cinco o seis abuelas esperando su turno.
En ese momento entró un señor mayor, o quizá un mayor energúmeno, alto, con  gafas de sol para ocultar su mirada. Mira la cola de abuelas, la mujer que las atendía y empezó a despotricar.

Joé, ya estamos, otra vez la mujer recogiendo los papeles, que pasa que aquí nadie tiene prisa, con lo lenta que es la tía esa. ¿Por qué no ponen de una vez a un tío?

Al bueno de Antonio  a pesar de tener un montón de carencias física, el oído le funciona a las mil maravillas. Las bilis en el estómago se les revolvieron en plan guerreras. Las pobres ancianas no sabían que decir y menos que hacer. Muy tranquilo, cogiendo  el joystick de su Ferrari se aproxima a la salida del mostrador y sin salir, suavemente (creo que no fue suavemente) le contesta al energúmeno

 ¿Pero tú quien coño te crees que eres?  ¿Por qué  vienes a fastiarnos aquí? ¡Ten un poco de educación y respeto! Y a mi compañera ni la nombres, que eres un sinvergüenza! Como salga del mostrador una hostia no te puedo dar porque no llego, pero te voy a dar un bocao en los güevos,  que me caen a la altura, que te vas a enterar.!

El energúmeno, lógicamente se marcho por donde había venido y todas las mujeres miraron a mi amigo con  agradecimiento.

En fin Antonio, como siempre te digo ¡CON DOS COJONES!

martes, 21 de septiembre de 2010

Dominguero

-Nos vamos a la playa este domingo, la Tata se viene con nosotros.
-Vale, dile que la recogemos en su casa y que no se lleve nada más que el bañador y la toalla.
Salimos los cuatros mi mujer, mi hijo con casi dos añitos, nuestra amiga Pepa, que seguirá siendo la Tata toda su vida y un servidor. A pasar un día en la playa de los miarmas, esa que tiene el tapón del Océano Atlántico. Vuelvo a insistir, un solo día.
Llegamos tempranito, a eso de las once de la mañana y conseguí aparcar no muy lejos. Mi querida esposa cogió al niño en brazos, la bolsa con las toallas y acompañada de nuestra amiga bajaron para  conquistar un buen sitio. Este que os escribe, como buen macho alfa, se encargaría de bajar los bártulos. Y aquí estoy, a saber: tres sillas, dos sombrillas a la bandolera, en el otro hombro una bolsa donde se guardan las cosa del niño, crema protectora, una gorra de repuesto, una pequeña barca hinchable, deshinchada en esta ocasión, dos cubitos, una pala, un rastrillo y un montón de cosas más para el pequeñajo. Aparte una pequeña nevera conseguida por mi esposa, cuando éramos novios a base de tomarme un monto de litros de batidos de fresa, (que asco le cogí), dedicada a transportar la comida del niño: potitos, leche, galletas y todo lo que cabía. Por último la típica nevera azul, la de toda la vida, con su asa blanca, donde metíamos el tintito, la cervecita, la tortilla, los filetes empanados, la ensaladilla rusa, etc., todo rodeado de hielo comprado en la gasolinera antes de salir de Sevilla.
Y allí estaba yo, con mi pantalón corto, mi camiseta verde, por supuesto, y mis chanclas.
Despacito Naranjito que tú puedes. Pasito a pasito campeón.
Y de esta forma como un sherpa del Himalaya, me dirigí a bajar los escalones para reunirme con el resto de la expedición. Pero mira tú por donde, justo cuando estaba delante de la salida del aparcamiento de los autobuses, va la puñetera asa de la nevera azul, sí la grande, y se rompe. Con mucha tranquilidad, me libero de mi carga y me dispongo a recoger todo el interior de la nevera que estaba esparcido por el suelo. En ese momento no se le ocurre otra cosa a un autobús que querer salir del aparcamiento lleno de viajeros. El conductor se comportó muy bien, paró el vehículo, y pacientemente esperó a que yo terminara de recoger.
Justo cuando estaba recomponiendo y repartiendo convenientemente todos los cachivaches por mi fuerte y joven cuerpo, oigo un suave toque de pito, digo de claxon. Me incorporé, giré mi cabeza hacia el autobús con ganas de echar una mirada de esas de como vuelvas a incordiarme me monto en el autobús y te pego un bocao en la nuez.  Pero me detuve, me detuve porque observé en el pasillo central un montón de cabezas asomadas, algunas sonriendo, otras a carcajadas vivas y otras con caras de mira el pringao ese.
Lentamente me erguí,  cogí las tres sillas, las dos sombrillas, la bolsa con las cosas del niño, la nevera conseguida por los puntos de los batidos de fresa y la querida nevera azul con tapa blanca, sin asa. No me preguntéis como, hoy en día sigo sin explicármelo.
Poquito a poco, pasito a pasito llegué hasta la playa sin querer volver la cabeza porque notaba que el autobús salía del aparcamiento más despacio de lo normal para que sus pasajeros pudiesen disfrutar del espectáculo.
Allí estaba mi mujer, mi niño, la Tata, esperándome, sentadas en las toallas, ¡a veinte metros del chiringuito!
Cal’ lito Manué, hay que ves lo que has tardado. Pero ¿qué le has hecho a la nevera? ¿No se habrán roto las botellas?
Como pude, solté todo, tranquilamente me di media vuelta y me marché al chiringuito a ahogar mi rubor en una cervecita bien fresquita pensando en el significado de la palabra dominguero.

P.D. Os juro que la historia es real, real como que desde aquel día cuando hemos ido a la playa para un solo día, lo que llevo es el bañador, la toalla y las gafas de sol.
Otra P.D. Bueno, la verdad es que desde aquel día doy dos viajes para llevar las cosas desde el coche hasta la arena, aprovechando que nuestros hijos son grandes y van por libres.

jueves, 16 de septiembre de 2010

La hija de Rafael el francés


La vecina de enfrente, Antonia, tenía cuatro hijos, pero solo conocían  a tres. El mayor, Rafael hacía muchos años que vivía en Francia. Algunos chismoso decían que  por cuestiones políticas, pero la vedad  era  más simple, como muchos de otros españolitos emigró muy joven buscando trabajo y una vida mejor para su familia. Al cabo de los años, un verano regresó para pasar sus vacaciones y presentarles a su madre y hermanos a su mujer y su hija. Fue un acontecimiento en la calle. Todas las vecinas pendientes del francés y su familia. Llegó en un coche con una matrícula muy rara, de color amarillo. El bueno de Rafael siempre sonreía y tenía palabras agradables para todos. Las amigas de  Antonia estaba encantadas de conocer a su hijo. “Oye Antonia que hijo más guapo. Se parece al George Dan”. Le acompañaba su esposa una francesa alta, morena, altiva sin ofender y, la sorpresa para los zagalones de la calle, también vino aquel verano, su hija Charlotte.
Si la madre era guapa, la  hija era  espectacular, por lo menos para los chavales. Diecisiete años, el pelo moreno y corto. Los ojos eran los más claros  y verdes que habían visto aquellas calles. A él, aparte de aquellos ojos, le maravillaba  los  labios de Charlotte. Ningunas de las amigas con las que empezaba a tontear  tenía aquellos labios. Siempre con una leve sonrisa. Desde que llegó, su vida  cambió. Dejaba de salir todos los días y pasaba más tiempo en casa, junto a su madre en la cocina. Mirando por la ventana del lavadero esperando a ver aquella criatura que le parecía exótica y distante. Su madre, con esa sabiduría que solo tienen las  madres con los hijos, se dio cuenta que las miradas iban destinadas a la nieta de su vecina, pero solo sonreía y no le decía nada.
Lo  mejor  que le pudo pasar fue cuando la buena  de Antonia  le propuso acompañar su nieta a conocer la incipiente ciudad que estaba creciendo por aquellos años. Antonia sabía que de él se podía fiar. Que era un chaval educado y respetuoso y que cuidaría de ella. Empezaron dando paseos por el barrio. El fascinado por el acento de Charlotte y la alegría que expresaba, fascinado por sus ojos y fascinado por sus labios. Al cabo de varios días de paseos ya se conocían y sabían  de sus inquietudes. Fueron tres semanas de paseos y confidencias.
Llego la hora de partir. El sentía que el verano era corto, que pronto se marcharía aquella amiga tan especial y la puñetera vida corriente le golpearía de lleno. El día antes de la partida, sentados en un banco de un parque cercano se despidieron. Comenzó con un roce de labios, un leve roce, para terminar en el beso más apasionado que a él le habían dado,  el abrazo más ardiente que él había dado. El corazón nunca le había latido  más fuerte a ambos. Esa fue su despedida. El día que se marchó Charlotte no se atrevieron a verse. Terminó de esta forma aquella maravillosa aventura de verano.
Años más tarde, bastantes años más tarde, de regreso a esa ciudad como hacia a menudo para ver a su familia y amigos, notó que se aproximaba unos ojos, los más claros y verdes que habían visto aquellas calles.  Se cruzaron, cada uno con su pareja y sus hijos. Se miraron. Pensó que no podía ser. Que hacía muchos años de aquel verano. Pero no pudo evitarlo y se giró. Se dio cuenta que ella también se había girado y vio una sonrisa, una leve sonrisa que tenía clavada desde su juventud en el corazón. No había duda que eran aquellos labios que se habían besado con pasión, sentados en un banco de un viejo parque.
No había duda, los años los habían cambiado a ambos, pero la sonrisa y los labios de Charlotte, esos no habían cambiado.
Como en el día de la partida, cada uno siguió su camino y no se dijeron nada, pero aparte de su corazón, él escuchaba otro corazón latiendo con la misma fuerza calle arriba

jueves, 9 de septiembre de 2010

Er Quillo

He estado unos días ausente del mundillo, o mundazo, de los blogs. El motivo es muy simple, después de mis "merecidas" vacaciones, he comenzado de nuevo mi "merecido" trabajo. Bueno, esto último lo dice mi mujer y mis hijos, !que agustito nos hemos quedado los tres! (tienen un taco de guasa). De verdad que he estado liado, pero mira por donde esta tarde estoy solito en casa y tengo el interné pa mi solo. Pero lo que ocurre es que no estoy completamente solo. Me acompaña el elemento que está en la foto. ¿Que como se llama?, pues depende de la ocasión y de quién lo llame: Quillo,  Cosita, Chipy, Gordo, Mi niño, Lo más bonito, Pitufo, Enano, Mono, Cabroncete, Joputa,  Chipirón, Callejero, Illo, Pisss Piss y un largo etcétera. Se lo regalaron a mi hijo sus amigos a los pocos días que nuestra Lola, una gata Angora Turca (tela marinera), decidiera cazar una puñetera paloma que se posó en  la ventana. El problema es que la ventana está en un octavo y la puñetera paloma volaba, pero nuestra Lola no. Pero bueno, esto es una historia muy triste que ya la contaré en su momento, hoy me perdonáis que no la cuente porque estoy muy contento con mi vuelta al trabajo (Joé no queda ná pa las vacaciones de Navidad).
Pues eso, con cinco de días de vida nos lo trajeron. Mira Naranjito, que es una gata, que tus hijos están muy triste, que lo hemos recogido de la calle, que estaba debajo de un coche, pobrecito, ¿no te da pena?. Mi mujer lo tubo que alimentar con una jeringuilla y un pequeño biberón. Cada cuatro horas. De día y de noche. Y, como es lógico, al final el Mamoncete se quedó. A los diez días descubrí que no era una gata. Que los dos bultitos que tenia debajo del rabito eran los atributos del género masculino. Pero bueno ya nos había adoptado a nosotros y teníamos que aguantarlo.
El Cabroncete es un sibarita, un señorito. El pienso tiene que ser de tal marca, el otro, el del Mercadona o el del Carrefour, no le gusta. Las gambas, las de la pescadería Isabel, no se las traiga de la plaza de abasto que nanai de la china. Las aceitunas con sabor a anchoas. Os juro que come aceitunas, las saca del plato con la uña y se las zampa. Cuando hace calor se duerme debajo del sofá y cuando hace frío busca el regazo de mi mujer y cualquiera lo quita.
Lo he dicho, es un maniático. Pero la mejor manía que tiene es cuando a  los miembros de mi familia les toca hacer la cama. La única que puede hacerla es mi mujer, a los demás nos ataca a mala leche. No sabemos el porqué, pero se enfada y nos saca la uñas. Mi hija se encierra en su cuarto, pero mi hijo y un servidor le decimos a mi santa esposa, que el gato no nos ha dejado. De hecho, cuando regrese mi sufridora de casa de mis augustos suegros, se la encontrará deshecha. Que quieres hija, tu otro niño no me deja y no me quiero enfadar con él. 
La otra manía que mas me fastidia es que el muy cabrito le gusta sentarse en MI silla, en MI lugar, en MI sitio. Cuando llego y lo quito se queja y coge un enfado de padre y señor mío. No hace mas que hacerme la puñeta. Muchas veces pienso que lo hace en venganza porque un buen día, hace mucho tiempo, lo cogí, lo metí en un transportin para animales, lo lleve al veterinario, y aquellos atributos de masculinidad, desaparecieron sutilmente.
P.D. Lo que no sabe mi querido felino, que aquella simple operación me dolió y me sigue doliendo a  mí mucho mas que a él.
Otra P.D. Seguro que cuando mi hija vea la foto de su gato la cambia y pone otra mas bonita.


viernes, 3 de septiembre de 2010

La Virgen de los Bandoleros

El ejército napoleónico entro desde el norte en su camino hacia Sevilla. El pueblo fue fácil de controlar ya que sus pocos habitantes, gente humilde, agricultores y pastores en su mayoría, no pusieron resistencia. No conocían al invasor. Pocas noticias habían llegado hasta la sierra y veían a los gabachos como algo que no iba con ellos. Los uniformados soldados, en pocos días, arrasaron con las pocas pertenencias de los pueblerinos. Los mandos de la tropa, aposentados en el ayuntamiento, ordenaban cargar en los carros todos los objetos de valor que pudieran conseguir  abase  de la  fuerza. La iglesia fue saqueada, imágenes,   candelabros,  cuadros  y todo aquello de valor que pudieran transportar. El capitán, confiado en la bondad de la gente, mandó una avanzadilla hacia la capital con el fruto de este saqueo y todo lo que habían conseguido en su avance, pueblo a pueblo, desde  el centro de España.
Pero el capitán no contaba con lo que la sierra escondía. Al poco de salir del pueblo la pequeña patrulla fue asaltada por un grupo de bandoleros que  aprovechaba la oscuridad de la noche para intentar diezmar al ejército galo. Los pocos soldados que acompañaban al carruaje donde transportaban el fruto de sus pillajes, fueron malheridos pero a ninguno se les dio muerte.  Los bandoleros consiguieron su botín, pero dejaron una pequeña imagen de una Virgen de poco más de un palmo de altura.
El capitán ordenó una batida por los montes que no dio sus frutos, ya que los bandoleros  conocían la sierra y sabían de los lugares donde esconderse. Montado en cólera reunió en la plaza del pueblo a la pobre gente con objeto de sonsacarles el paradero de los ladrones.  Nadie habló, unos porque so sabían nada y otros porque sabía guardar el secreto de sus paisanos. Colocó en el centro la imagen de la Virgen y mandó a los soldados que apuntaran con sus mosquetones a los indefensos parroquianos. Cuando estaba dispuesto a ordenar el fuego, un trueno sonó en el cielo y un rayo impactó directamente sobre el oficial dejándolo fulminado. En el tumulto que se formó  los  aldeanos atacaron a los soldados que, asustados por el acontecimiento, huyeron despavoridos.
Con el tiempo, la gente del lugar decía que los bandoleros habían dejado la imagen para que los protegiera. La Virgen desapareció después de aquel suceso. Dicen que cada noche   dormía  en casa de una familia distinta. Hay quien  dice que todo aquel que  le reza  de corazón y le pedía ayuda la recibía. Nadie sabía dónde estaba la pequeña  imagen. Pero días más tarde empezaron a aparecer en las puertas de las casas bolsas con parte del botín recuperados a los franceses. Cada  día en  una casa distinta. Los bandoleros nunca más aparecieron por la serranía.

Todavía, hoy en día, hay quien  dice que la imagen de la Virgen  esta   de casa en casa para ayudar a los vecinos. Nadie sabe nada. Solamente si te fijas bien en la cara de alguien, podrás intuir si tiene la imagen en su poder. Dicen que ya no da riqueza, que solo protección, que aquellos bandoleros de buen corazón protegen tus sueños y protegen tu vida.
Si preguntas por la Virgen de los Bandoleros la respuesta será siempre la misma, eso son historias de viejos, pero si te fijas en sus ojos veras un brillo especial.
Esta  historia se la contó a éste medio agnóstico, un buen hombre en una habitación de hospital después de una intervención de corazón. Cuando le dieron el alta y se despidió de mí, yo estaba de visita con un familiar, me dijo:
Bueno amigo, me marcho a mi pueblo, no sea que alguien necesite un trocito de madera en el que apenas se nota una cara, A mí ya me ha ayudado.

lunes, 30 de agosto de 2010

El banco de los bomberos


Hace poco hice una entrada quejándome amargamente de la desaparición de bancos, los de sentarse, de las calle de mi barrio. Si queréis recordarla pinchar flojito aquí.
Bueno, pues hace unos días pase por el Parque de Bomberos que tenemos la suerte de tener cerca y observe su banco particular. Se ve que nuestros heroicos vecinos son las listos o han leído mi humilde blog.
Que no Naranjito. Que no se lo llevan. Que este es nuestro. Que aquí nos sentamos a tomar el fresco los pocos ratitos libres que tenemos. Si, le hemos puesto una cadena y un candado no vaya a venir los señores uniformados, con el NO8DO escrito en el bolsillo y se lo lleven.
Tenéis cosas de bomberos, amigos, cosas de bomberos.

jueves, 26 de agosto de 2010

Libro de familia


En el escrito anterior os comentaba la historia del nombre que consta en mi DNI. Ahora permitirme que os comente los nombres de mis hijos. Mi hijo nació va a hacer ahora veintitrés años. A los pocos días, con toda la documentación en regla, este orgulloso padre se pasó por el Registro para asentar en el libro de familia aquel morenillo canijillo que había llegado para alegrarnos la vida a mi santa y a un servidor.
Entregué los papeles y me dispuse a esperar ya que había dos o tres padres atontaillos como yo, haciendo este fantástico trámite burocrático. Al cabo de un tiempo llego el señor funcionario y dijo la palabra mágica:

¿VICTOR?

Os juro que me pegó un vuelco el corazón. Era la primera vez que escuchaba el nombre de mi hijo en boca de otra persona que no fuera mi mujer. Seguro que puse cara de tonto, de pánfilo. El cuerpo no me cabía en la ropa. Hinchado como un pavo real, me apresuré a coger el libro de familia y ver escrito en aquellas hojas una palabra que me había sonado a sinfonía. Para mí no había nadie más en el edificio. Solo yo y ese sonido mágico que acababa de escuchar. De verdad que no sé como expresar lo que sentí en aquel momento. Llegué a casa y, orgulloso, le enseñe a mi mujer esa hoja donde con unas letras caligrafiadas a la antigua usanza, estaba su nombre. A mi mujer se le cayeron unas lágrimas de alegría.

Tres años más tarde vino mi princesa, perdón, nuestra princesa, y me dispuse a repetir ese bendito trámite. Las oficinas del registro estaban en otro edificio más moderno, más informatizado. Me encontré con la sorpresa que no había nadie delante de mí, que yo era el único. Le dí la documentación a la señora funcionaria y espere el mágico momento. Pero observé una cosa: si yo estaba solo en el mostrador, se limitaría a darme el libro de familia y sanseacabó. No escucharía la música que esperaba, la Palabra, El nombre de ella. 
Me hice el loco, disimuladamente de retiré un poco hasta colocarme en la puerta de la pequeña oficina.Mientras la funcionaria comprobaba los datos y hacía su trabajo, me coloqué estratégicamente en el pasillo de forma que ella no podía verme. Al cabo de unos minutos me llamó. ¿oiga?. No, no puede se, !que no!. ¿Oiga?. No podía verme y seguro, pensé, que sale a buscarme. Pero no. Lo hizo. La nombró.


¿PAULA?

El sonido mágico volvió. Llamaba a mi hija, la llamaba por su nombre. Con la misma cara de tonto que puse con su hermano, con esa sonrisa de padre henchido de orgullo por haber escuchado en boca de una extraña, y por primera vez, un sonido que volvió a parecerme el mejor sonido del mundo, entré y le dije: Si, es mi hija, gracias.

Fueron dos momento irrepetibles. Momentos y sonidos que este humilde aprendiz de padre no olvidará en su vida.

lunes, 23 de agosto de 2010

Un servidor




Después de unos días ausente, algunas mentes malpensadas dicen que corriendo, con el culete al aire, tras un par de bañadores por un huerto, creo que va siendo hora de que este humilde aprendiz de bitacorero, o de bloguero, o de como se llame esto, se presente despacito pá no molestar y no enrollarse mucho.
Y empezaré por mi nombre. Como os imaginareis lo de Naranjito es un nick (je je, sé lo que significa, nick = mote).
Al grano Naranjito.
Cuando nací, hace menos de medio siglo ¿vale?, mis padres vivían en unas casas junto a las minas que habían en mi recordado El Pedroso.
Estando mi madre embarazada de un servidor el ingeniero jefe de mi padre le dijo:
Mira Carmelo, si tienes un varón, como será el primer niño de los trabajadores de la mina, hazme un favor, de primer nombre le ponéis el que halláis decidido, pero de segundo nombre podríais ponerle el nombre de una de las minas.
Mi padre acepto gustoso y mi madre también, pero puso una condición: ella escogería el segundo nombre.
Este, que torpe y gustosamente os escribe se llama CARLOS MANUEL, nombre de héroe de telenovelas, Carlos para los amigos y Cá'lo en andalú.
Si observáis la foto, había dos minas en mi pueblo.
Creo que si santa y añorada madre acertó con escoger el segundo nombre entre las dos opciones ¿no creéis?


Notita breve: la foto es del libro EL PEDROSO..... Imágenes para el recuerdo, W. Marín Gallego

viernes, 20 de agosto de 2010

La alberca

Aquella tarde la canícula del estío caía con fuerza sobre el campo. En el pequeño cortijo, los visitantes intentaban disfrutar de las horas de siesta aprovechando la novedad de dormir en un viejo soberao o en los confortables colchones mullidos de las camas de hierro forjado. El fiel mastín dormitaba en la puerta junto a la silla de enea donde ya no se sentaba su amo.
Cerca del cortijo estaba la alberca, bordeada por varias higueras y dos robustas moreras. Junto a la alberca la noria en desuso te enseñaba, si tú lo querías ver, otra época, otros tiempos. Quedaba poco de la noria, el tiro, donde se ataba la vieja burra, hoy sustituida por un motor con "caballos", los cangilones, cambiados por una tubería que llegaba a lo profundo de la tierra para encauzar la subida del agua, y poco más.
La alberca alimentaba la vida del huerto contiguo. En un costado, el agujero por donde salía el líquido elemento, seguía medio  tapado por una tabla de madera para controlar el riego.
Allí estaban los dos. La música corría a cargo de varias chicharras que competían, de higuera a higuera y de morera a morera. El perfume lo ponían las plantas del huerto, las tomateras, las sandías, las cebollas, lechugas, pepinos y todo lo que aquella fértil tierra donaba después de su cuidado.
Allí estaban los dos. Sentados en el pretil de la alberca, con los pies en el agua., disfrutando de la sombra y del calor de la tarde. Disfrutando de unas pocas horas de soledad. Disfrutando del frescor que regalaba la naturaleza.
Comenzó él. Se echó al agua, agua que le cubría poco más de la cintura. Besó sus rodillas y, casi sin querer acarició sus piernas. "No seas tonto" fue lo único que dijo ella. En ese momento saltó también al agua.
Empezó con un roce, una mano acariciando su espalda, sus hombros, sus senos. Deslizó suavemente su bañador negro por su cuerpo y se dejó flotar sujeta por los brazos de él. Él la abrazó con ternura y se dejaron llevar.
Fue especial. Algo nuevo. Algo viejo. Nunca lo habían hecho en el agua, ni siquiera en los veranos de juventud, soledad y playas.
Después de aquel mágico momento allí estaba los dos. Ella abrazaba con sus piernas las de él, él la rodeaba con sus brazos, en silencio, solo se escuchaban leves suspiros de gozo y el cansino cántico de las chicharras. Los pensamientos de los amantes andaban por los años en que comenzaban a conocerse. Pero ahora tenían experiencia, ahora tenían conocimientos de los gustos y placeres de cada uno. Ahora celebraban una vida en común.
Las chicharras cesaron su canción., en el relajamiento del placer, en ese abrazo sincero, escucharon las voces encantadoras que gritaba desde el cortijo:
!Papá, mamá! ¿Donde estáis? !Mamá! ¿Hay algo de merendar? ¿Papá dónde están las llaves del coche? !Que nos vamos al pueblo con los primos que hoy hay fiesta!
El abrazo se deshizo en un instante. Sus cuerpos desnudos se hundieron hasta que el agua les tapó dejando al descubierto sus cabezas. Ella buscó su bañador negro. Él consiguió verlo, el provocativo bañador negro flotaba, entrelazado con el suyo, surcos abajo, alejándose por los canales de riego que alimentaba a las plantas del huerto.
Mientras tanto, el viejo mastín, abría lentamente los ojos y ponía esa cara de "estos humanos de ciudad ,aprovechan la menor oportunidad para....."

miércoles, 18 de agosto de 2010

La casa de Pepe


En un rincón, casi oculto a la vista de comensales, ahí tiene su morada. Si visitáis esta posada no dudéis en buscar su pequeño alojamiento. Preguntad por él y a él preguntarle por las vivencias que ha conocido a lo largo de tantas décadas de historias y leyendas. Mientras degustáis las viandas y caldos que se sirven en este alojamiento, no dejéis de mirar la puerta de su pequeña casa. Con un poco de suerte se asomará y os contará aventuras y desventuras de un rondador sevillano
¿Que dónde está?. Una pista:

!Cual gritan esos malditos!
Pero, !mal rayo me parta
Si en concluyendo la carta
No pagan caros sus gritos!

¿Todavía no?. venga la última pista, la definitiva:

¿La hostería del Laurel?
En ella estáis, caballero
¿Está en casa el hostelero?
Estáis hablando con él

El bueno de Pepe, testigo de disputas entre D. Juan y D. Luis, por los amores de la novicia Doña Inés, cuando cae la noche en el sevillano barrio de Santa Cruz, se asoma sigiloso por la rendija de una ventana, para observar a los nuevos donjuanes y doñaineses que pasean sus amores por las estrechas calles.

La hostería  El Laurel existe, en la plaza de los Venerables, el bueno de Pepe lo tienes que buscar. Su casa, como te he dicho, en un rincón del antiguo hogar de Cristófano Buttarelli