Pues
sí, soy un sevillano atípico. Tendría que estar escribiendo sobre la hermandad
de mi barrio y no, hoy no toca. Además tampoco se bailar sevillanas y mucho
menos cantar. ¿Los chistes?, regular tirando a malos, eso dicen. Y ¿Qué cuento
hoy? Pues que hay que creer en la gente buena y sobre todo si son niños.
Empiezo:
Llaman
a la puerta y cuando abro me encuentro con pequeñajos que, con mucha educación
me dicen
—Hola
vecino, somos del 6º B, venimos a ver si nos puedes comprar una papeleta.
— ¿Una
papeleta para qué?
—Para
ayudar al CAR, el Club de Amigos del Rugby.
Y
allí estoy yo, hablando con ellos por primera vez porque ya casi ni conocemos a
nuestros vecinos. Todo lo más un hola y un adiós y para de contar.
El
grande y el pequeño. Entre nueve y seis años, creo. Con un desparpajo y una
educación que ya quisiéramos algunos de los mayores. Como es tradicional en mí,
aunque mi mujer diga que soy un esaborío,
empiezo a bromear con ellos. Lo primero un pequeño examen: Que qué es una melé,
un flanker, un hooker y cuatro cosillas de las que me acordaba de mis tiempos
mozos. A todo respondían con una sonrisa y con conocimientos de este noble
deporte. Se les veía ilusionados respondiendo y disfrutando, el más pequeño con
un balón ovalado demostrando que la cosa iba en serio. También les pregunté
cuál era el mejor equipo del mundo y, lógicamente, me dijeron que los All
Blacks y me contaron lo de la Haka que hacen antes de comenzar los encuentros,
que las Cocos es uno de los mejores equipos femeninos… Todo esto en la puerta
de casa sin querer entrar. Bueno hasta que apareció Micaela y entonces mi mujer
les invitó a que entrasen para verla. Ni que decir tiene que Micaela, nuestra
gata, se quitó de en medio al poco tiempo. Otra cosa no será pero curiosa es
bastante. Mira, observa y se marcha para dentro.
Mi
mujer ya me dijo eso de no entretengas más a los niños que querrán seguir
vendiendo papeletas, así que les compre una y con un que tengas suerte, vecino,
siguieron su ruta por el bloque.
Pero
lo bueno vino el día siguiente. Bajo a hacer mis quehaceres diarios y en el
interior del portal me encuentro con este cartel pegado junto a los buzones
Dicen
que es de biennacido ser agradecido y aquí están mis vecinillos. El grande y el
pequeño con su balón, agradeciendo a todos, porque muchos vecinos les compraron
papeletas, la ayuda prestada. Vale, se les olvidó el plural, pero no se lo
tengáis en cuenta.
Seguro
que los padres tienen que ver mucho en esta iniciativa del cartel, o a lo mejor
ha salido de los niños, no sé, pero una cosa es segura, hay que tener esperanza
en niños como estos.
Bueno,
¿y qué tiene que ver el título de la entrada con todo esto? Fácil, lo explico.
Cuando termina un partido de rugby, que dura dos tiempos, los dos equipos
contrincantes se juntan para compartir comidas, bebidas, cánticos, experiencias
y de camino “suavizar los resentimientos que pudieran haber surgido durante la
confrontación”.
En
estas edades es fundamental este tercer tiempo, fomenta el deporte sano, la
rivalidad bien entendida y muchos valores que le servirán para siempre.
Tenemos
que ser como José Antonio y David que saben ser agradecidos, que practican un
sano deporte supuestamente rudo y enciman disfrutan y aprenden del Tercer Tiempo. Mucho de este
“Tercer Tiempo” necesitamos los mayores.