lunes, 27 de septiembre de 2010

El sindicalista




En estos días, que no se habla de otra cosa que de huelgas, sindicatos, parados, manifestaciones, servicios mínimos, etc. me acuerdo de Antonio Lora. A este buen hombre le toco vivir la época dura de los sindicatos clandestinos, la época de hambre entre los trabajadores y la época donde los derechos laborales, sencillamente, no existían. Me refiero a los años 50, 60, 70 y 80. Estuvo en los calabozos de la comisaría, él y los dirigentes, que luego más tarde, con la democracia aparecían en todos los periódicos y en primera plana. Cuando se aproximaba la fiesta del trabajo, que por aquella época se celebraba el día de San José Obrero, la policía iban a buscarlo a su casa de la calle Matahacas. Hablaban con su mujer, mira Reyes que si lo vemos tenemos que llevárnoslo unos días. Lógicamente él ya estaba preparado y escondido en casa de familiares.  Le tocó el camino de la inmigración por no encontrar trabajo. Por lo visto según dicen, existían unas listas negras y ninguna empresa contrataba a estos trabajadores problemáticos. Una vez normalizada la situación política en España regresó con su familia y siguió en su lucha obrera. Como soldador de los Astilleros de Sevilla le toco vivir la reconversión naval y ver como esa empresa por la que tanto había luchado, poco a poco se desmoronaba. Siguió en su  lucha, hasta su jubilación, incluso después. Los trabajadores seguían visitándolo, ya que vivía entonces en una  pequeña barriada para empleados y obreros de Astilleros  que ha existido hasta hace poco junto a la entrada de la factoría sevillana. Seguían preguntándole y solicitando su ayuda, aunque el ya no tenía fuerzas, pero si ganas y la misma ilusión. Siempre defendiendo la lucha y los derechos de los trabajadores.

Y lo curioso es que no era comunista, ni socialista, ni anarquista. Mientras su cuerpo se lo permitió, no dejó de estar el 15 de Agosto viendo a su Virgen de los Reyes. Se casó por la Iglesia y bautizo a todos sus hijos, incluso los nacidos en Francia.
Cuando falleció hace unos años, en el tanatorio le pregunté a mi suegro, que no lo he dicho pero era su cuñado y compañero,  Paco, ¿Dónde están los compañeros de lucha de Antonio? ¿Dónde están los líderes y cabecillas del sindicato por los que el tanto ha batallado? ¿Nadie se acuerda de él? Mi suegro me miró con lágrimas en los ojos y no pudo responderme. Me respondió mi mujer que estaba a su lado: Aquí estamos los que siempre hemos estado de verdad, su familia.

He escogido esta foto para ilustrar la entrada por lo curioso de la situación. Son dos nazarenos de la Hermandad del Calvario que procesiona en Sevilla en la “Madrugá”. Para los que no lo sepan, la Hermandad del Calvario es una de las más “serias” con las que cuenta esta bendita ciudad. Hermandad de silencio, recogimiento y penitencia. La foto está tomada en el compás del convento de Santa Paula al amanecer del Viernes Santo, después de haber realizado su estación de penitencia estos dos nazarenos.
El de la izquierda es mi querido suegro Paco, Paquito como a él le gusta que le digan, y el descalzo nazareno de la derecha es D. Antonio Lora, eterno luchador por los derechos de los trabajadores.

sábado, 25 de septiembre de 2010

El conductor

Día de asuntos propios en el trabajo. Que conste que trabajo en una empresa privada como humilde y eficaz currito.

Po eso, día libre y a sorprender a mi gente. ¿Qué os parece si mañana nos acercamos a San Nicolás del Puerto, nos bañamos en la playa y visitamos el nacimiento del Huesnar? ¡Vale papá aviso a mis amigas para que se vengan! Mi hijo, como casi siempre, Papá yo no voy, me quedo en casa, con mi hermana y sus amigas me aburro. Vale tío, tú te quedas pero cuida del gato.

Y salimos tempranito para aprovechar el tiempo. Mi mujer, mi hija y dos amigas de esta. Para presumir de serrano, campero, cateto, pueblerino, les hice un recorrido turístico por las carreteras de la sierra. Llegamos a Lora del Rio a la hora del desayuno. En este sitio se tiene que comer bien, hay un par de camiones aparcados. Restaurante a la entrada del pueblo, grande, limpio y con muy poca gente. Señor camarero ¿nos podría poner tres batidos de chocolate, un café con leche, un café solo para mí y cuatro tostadas con mantequilla y jamón? Ahora mismo caballero, siéntense que se lo servimos al instante. Efectivamente, al instante, tres batidos de chocolate, una café con leche, un café solo y TRES tostadas. Je je Naranjito, te pareces a tu padre que siempre era el último al que servían. Los genes, esposa, los genes. Escucho a lo lejos la voz del camarero: Niña no cierres la cocina que llega un autobús de turistas. ¿Un autobús de turistas?, un autobús llenos de chavalería vestidos de Boys Scouts. Mi tostada sin llegar. Los niños y niñas correteando por el restaurante. Los monitores en la barra desayunando. Papá ¿y tú tostada?, espera hija, preguntaré. Me levanto, me acerco a la barra. El camarero me ve llegar y me pregunta ¿la cuenta?, si, la cuenta, pero antes dame de desayunar que el café solo para mí ya está más frio que …. Me doy cuenta de la mirada del camarero, de reojo, hacia un señor orondo, con una camisa blanca impoluta, que disfruta de un peazo de tostá, sentado junto a los monitores de la excursión. Inmediatamente el camarero subsanó su error y me puso la esperada tostada. El autobús se marchó, llevándose consigo a los niños, los monitores y, conduciendo, un señor orondo con una camisa impoluta. Mis féminas: ¡Anda el chofer se ha comido tu tostada!. Venga, no recordármelo, vamos a seguir a ver si llegamos prontito.

Seguimos la ruta. Llegamos al fantástico pueblo de Constantina (tela, niña Lou). Día entre semana, ¿lo he dicho antes? Es verdad, lo he dicho, era un día de asuntos propios de los que tenía. Claro, día entre semana, en un pueblecito de la sierra, poco tráfico. ¿poco tráfico? ¡Y una leche!. Un atasco de los buenos, de los que se forman en Sevilla en el puente del V Centenario. El coche parado, por lo menos 15 minutos. En una calle empinada. El freno de mano subido a más no poder. La primera velocidad metida y la mano en la palanca de cambio, no se valla a salir. Ya cansado de no saber lo que pasaba, me bajo del coche y le pregunto a una buena mujer, que tranquilamente barría la puerta de su casa. Perdone señora, ¿sabe usted que es lo que pasa? No hijo, no tengo ni idea, pero está la policía municipal dirigiendo el tráfico. Al cabo de un rato nos ponemos en marcha y, en un cruce me encuentro con la policía. Hola buenos días, me dirijo a San Nicolás, ¿hay algún problema?  No, no pasa nada, es que un autobús se ha metido por donde no debía y se ha quedado parado en un cruce de calles.  Giro lentamente mi cabeza hacia la izquierda y observo un autobús, cargado con un motón de niños, varios monitores y un orondo conductor con una impoluta camisa.  Los comentarios y risas de mis acompañantes os los podéis imaginar. ¡él que se comió tu tostada! Así con este comentario y otros por el estilo, ¿quién me mandaría a mí hacer un viaje con cuatro mujeres con tanto cachondeito?, seguimos nuestra ruta por esas maravillosas carreteras llenas de paisajes.

Llegamos a San Nicolás del Puerto. Por fin. Estuvimos en la playa fluvial. Si, lo he dicho bien, a un motón de kilómetros del mar, en este pueblo de la Sierra Norte, existe una playa fluvial, con sus chiringuitos y todo. Fantástico día, agua fresquita, las niñas bañándose, mi esposa y yo en el chiringuito. Cervecita, sardinitas, sombrita,   una delicia. Papá vamos a ver las cascadas del Hueznar que nos han dicho que es una zona preciosa. Vale, preguntaré como se llega. Usted perdone, señor policía municipal como puedo llegar a las cascadas. Mire usted caballero, coja el coche y a unos tres kilómetros hay una entrada a un camino que lleva al camping. Aparque por ahí, ande un poquito y ya vera a la gente que sube a ver la caída de agua. Venga, carretera y manta de nuevo. A los tres kilómetros, más o menos, giro a la izquierda por el camino que me indicaron. Vi el cartel indicador del camping y enfilé mi coche por el sendero. ¿El sendero? El aparcamiento de la feria de Abril parecía. Coches a un lado y a otro, subidos en las pequeñas laderas del camino. Otra vez a preguntar. Olle ¿Qué me han dicho que por aquí podría dejar el coche para subir andando a las cascadas? Si a mí también me lo han dicho pero es que hay un autobús que quiere entrar en el camping No podía ser. Otra vez no. Pues sí, podía ser, un autobús vacío, un motón de niños y niñas, acompañados de monitores entrando en el camping, un orondo conductor con una camisa, ya no tan impoluta, intentando introducir el autobús por la pequeña puerta del camping. Cogí los bártulos, miré a mis acompañantes, no dije nada y emprendí la subida hacia las cascadas. Detrás de mí   escuche unas risitas y unos comentarios del tipo: Niñas callaros que le va a sentar mal la tostada que se tomó esta mañana.  

Vale, ya está. Las cascadas una preciosidad. Un paisaje inolvidable. Un agua cristalina, fría no, más todavía. Unas horas estupendas. Después nos marchamos a la Rivera del Hueznar para seguir bañándonos y disfrutar del bosque de galería que rodea este paisaje.

¿Vale? ¿Ya está? Que va, las historias del Naranjito no terminan de esta manera. Es mi sino.

Al día siguiente por la tarde, estando tranquilamente en casa, me llama mi mujer y mi hija, partiéndose de risas las puñeteras.
Papá, corre ven, que en la tele sale un amigo tuyo. Allí que voy yo corriendo, ilusionado. ¿Quién? ¿Dónde?

¿Dónde?, en Andalucía Directo. La reportera informando de una convención de Boys Scouts que anualmente visitan el camping de San Nicolás del Puerto.  A la espalda de la reportera un autobús, unos niños correteando y haciendo actividades y unos cuantos monitores intentando calmarle los nervios por salir en televisión.
¿Quién aparecía limpiando tranquilamente el autobús? Exactamente, un orondo conductor, esta vez sin la impoluta camisa.

Cari, ¿mañana quieres para desayunar una tostaita con jamón, o se la pongo a tu amigo conductor?

Perdonadme la entrada tan larga, pero como es la última de este verano os dejo tranquilos hasta el verano que viene, pero solo con los relatos veraniegos, que dentro de unos días os seguiré dando la lata.


jueves, 23 de septiembre de 2010

Mi amigo Antonio

Preámbulo: Esto que viene a continuación es real, os juro que es real. No pensaba publicarla por algún que otro malentendido en un torpe comentario mío en un blog. Pero esta mañana me he encontrado a Antonio en la tienda de informática y me ha dicho: Quillo tanto porsaco que más dao con el bló y que ibas a hablar de mí y yo no me he visto por ningún lao, ni con la lechuza, ni en la alberca, ni en la gente del autobús de la playa y mucho menos con la gabacha. No te cave ná, tio, no te cave ná.


Mi amigo Antonio es un prenda de cuidado. Es el tío con las enfermedades más raras que existen.  No se priva de ninguna de ellas. Va en una silla de ruedas motorizada de color rojo, yo le digo que tenga cuidado  con el Ferrari no valla a atropellar a alguien con la velocidad que coge, a lo que él me responde pa eso voy por mi sitio. Aguanta lo inaguantable, tiene hasta una bomba implantada  en un costado para que le suministre los calmantes que necesita. Naranjito tengo que pasar la ITV de la bomba, que últimamente me está fallando. El nota se queja en silencio para que no lo vea nadie, pero está tela de fastidiaillo. Pero siempre lo tienes ahí. Peleándose con la izquierda y con la derecha para hacer un barrio habitable para, los que como él, necesitan de accesos, aceras en condiciones y todas las carencias que tienen los barrios para las personas con movilidad reducida, quillo, Naranjito pa los que vamos en sillita de rueda. El otro día me lo vi con un brazo en cabestrillo y le dije Antonio,  solo te falta quedarte embarazado,  ¿Yo?, mira yo me quedo preñao y seguro que aborto. Fíjate que mis cuñaos me quieren llevar a Lourdes a ver si puede hacer algo. Y yo entre que no soy creyente y que cuando voy a Chipiona en autobus llego hecho una piltrafa a Lourdes no llego. Todo se lo toma con buen humor y con filosofía.  Me he pegao to el verano en la Macarena, Ostras Antonio ¿viendo a la Virgen?,  No  churrita, en el Hospital Virgen Macarena. Tiene Un defectillo, que es sevillista, Naranjito que soy sevillista pero no antibético. Por ahí te vas a escapar.

A las mujeres las tienes en los altares.  La primera  la suya. Dice que sin su apoyo, sus cuidados, sus desvelos, esto no sería llevadero. Yo creo que es mejor feminista que la mayoría de mujeres que enarbolan la bandera del feminismo.

Apasionado con la informática, siempre te está comentando los últimos programas, novedades, equipos, interné, etc. Cuando habla de sus hijos, tela de sevillistas también, no cabe en la silla de rueda. Quillo este año mí hijo empieza en la Universidad, va a estudiar informática, cuando necesites algo, ya sabes cuenta con él y conmigo.

Uniendo su pasión informática y su altruismo colabora en la Asociación de la Tercera Edad,   dice que es para echar una mano a los mayores, que él es joven todavía.
 Allí estaba él, sentado, como siempre, ayudando a rellenar solicitudes y todo  lo que nuestros mayores necesitan. Una compañera recogiendo los impresos y él introduciendo los datos en el ordenador. Detrás del mostrador una pequeña cola de cinco o seis abuelas esperando su turno.
En ese momento entró un señor mayor, o quizá un mayor energúmeno, alto, con  gafas de sol para ocultar su mirada. Mira la cola de abuelas, la mujer que las atendía y empezó a despotricar.

Joé, ya estamos, otra vez la mujer recogiendo los papeles, que pasa que aquí nadie tiene prisa, con lo lenta que es la tía esa. ¿Por qué no ponen de una vez a un tío?

Al bueno de Antonio  a pesar de tener un montón de carencias física, el oído le funciona a las mil maravillas. Las bilis en el estómago se les revolvieron en plan guerreras. Las pobres ancianas no sabían que decir y menos que hacer. Muy tranquilo, cogiendo  el joystick de su Ferrari se aproxima a la salida del mostrador y sin salir, suavemente (creo que no fue suavemente) le contesta al energúmeno

 ¿Pero tú quien coño te crees que eres?  ¿Por qué  vienes a fastiarnos aquí? ¡Ten un poco de educación y respeto! Y a mi compañera ni la nombres, que eres un sinvergüenza! Como salga del mostrador una hostia no te puedo dar porque no llego, pero te voy a dar un bocao en los güevos,  que me caen a la altura, que te vas a enterar.!

El energúmeno, lógicamente se marcho por donde había venido y todas las mujeres miraron a mi amigo con  agradecimiento.

En fin Antonio, como siempre te digo ¡CON DOS COJONES!

martes, 21 de septiembre de 2010

Dominguero

-Nos vamos a la playa este domingo, la Tata se viene con nosotros.
-Vale, dile que la recogemos en su casa y que no se lleve nada más que el bañador y la toalla.
Salimos los cuatros mi mujer, mi hijo con casi dos añitos, nuestra amiga Pepa, que seguirá siendo la Tata toda su vida y un servidor. A pasar un día en la playa de los miarmas, esa que tiene el tapón del Océano Atlántico. Vuelvo a insistir, un solo día.
Llegamos tempranito, a eso de las once de la mañana y conseguí aparcar no muy lejos. Mi querida esposa cogió al niño en brazos, la bolsa con las toallas y acompañada de nuestra amiga bajaron para  conquistar un buen sitio. Este que os escribe, como buen macho alfa, se encargaría de bajar los bártulos. Y aquí estoy, a saber: tres sillas, dos sombrillas a la bandolera, en el otro hombro una bolsa donde se guardan las cosa del niño, crema protectora, una gorra de repuesto, una pequeña barca hinchable, deshinchada en esta ocasión, dos cubitos, una pala, un rastrillo y un montón de cosas más para el pequeñajo. Aparte una pequeña nevera conseguida por mi esposa, cuando éramos novios a base de tomarme un monto de litros de batidos de fresa, (que asco le cogí), dedicada a transportar la comida del niño: potitos, leche, galletas y todo lo que cabía. Por último la típica nevera azul, la de toda la vida, con su asa blanca, donde metíamos el tintito, la cervecita, la tortilla, los filetes empanados, la ensaladilla rusa, etc., todo rodeado de hielo comprado en la gasolinera antes de salir de Sevilla.
Y allí estaba yo, con mi pantalón corto, mi camiseta verde, por supuesto, y mis chanclas.
Despacito Naranjito que tú puedes. Pasito a pasito campeón.
Y de esta forma como un sherpa del Himalaya, me dirigí a bajar los escalones para reunirme con el resto de la expedición. Pero mira tú por donde, justo cuando estaba delante de la salida del aparcamiento de los autobuses, va la puñetera asa de la nevera azul, sí la grande, y se rompe. Con mucha tranquilidad, me libero de mi carga y me dispongo a recoger todo el interior de la nevera que estaba esparcido por el suelo. En ese momento no se le ocurre otra cosa a un autobús que querer salir del aparcamiento lleno de viajeros. El conductor se comportó muy bien, paró el vehículo, y pacientemente esperó a que yo terminara de recoger.
Justo cuando estaba recomponiendo y repartiendo convenientemente todos los cachivaches por mi fuerte y joven cuerpo, oigo un suave toque de pito, digo de claxon. Me incorporé, giré mi cabeza hacia el autobús con ganas de echar una mirada de esas de como vuelvas a incordiarme me monto en el autobús y te pego un bocao en la nuez.  Pero me detuve, me detuve porque observé en el pasillo central un montón de cabezas asomadas, algunas sonriendo, otras a carcajadas vivas y otras con caras de mira el pringao ese.
Lentamente me erguí,  cogí las tres sillas, las dos sombrillas, la bolsa con las cosas del niño, la nevera conseguida por los puntos de los batidos de fresa y la querida nevera azul con tapa blanca, sin asa. No me preguntéis como, hoy en día sigo sin explicármelo.
Poquito a poco, pasito a pasito llegué hasta la playa sin querer volver la cabeza porque notaba que el autobús salía del aparcamiento más despacio de lo normal para que sus pasajeros pudiesen disfrutar del espectáculo.
Allí estaba mi mujer, mi niño, la Tata, esperándome, sentadas en las toallas, ¡a veinte metros del chiringuito!
Cal’ lito Manué, hay que ves lo que has tardado. Pero ¿qué le has hecho a la nevera? ¿No se habrán roto las botellas?
Como pude, solté todo, tranquilamente me di media vuelta y me marché al chiringuito a ahogar mi rubor en una cervecita bien fresquita pensando en el significado de la palabra dominguero.

P.D. Os juro que la historia es real, real como que desde aquel día cuando hemos ido a la playa para un solo día, lo que llevo es el bañador, la toalla y las gafas de sol.
Otra P.D. Bueno, la verdad es que desde aquel día doy dos viajes para llevar las cosas desde el coche hasta la arena, aprovechando que nuestros hijos son grandes y van por libres.

jueves, 16 de septiembre de 2010

La hija de Rafael el francés


La vecina de enfrente, Antonia, tenía cuatro hijos, pero solo conocían  a tres. El mayor, Rafael hacía muchos años que vivía en Francia. Algunos chismoso decían que  por cuestiones políticas, pero la vedad  era  más simple, como muchos de otros españolitos emigró muy joven buscando trabajo y una vida mejor para su familia. Al cabo de los años, un verano regresó para pasar sus vacaciones y presentarles a su madre y hermanos a su mujer y su hija. Fue un acontecimiento en la calle. Todas las vecinas pendientes del francés y su familia. Llegó en un coche con una matrícula muy rara, de color amarillo. El bueno de Rafael siempre sonreía y tenía palabras agradables para todos. Las amigas de  Antonia estaba encantadas de conocer a su hijo. “Oye Antonia que hijo más guapo. Se parece al George Dan”. Le acompañaba su esposa una francesa alta, morena, altiva sin ofender y, la sorpresa para los zagalones de la calle, también vino aquel verano, su hija Charlotte.
Si la madre era guapa, la  hija era  espectacular, por lo menos para los chavales. Diecisiete años, el pelo moreno y corto. Los ojos eran los más claros  y verdes que habían visto aquellas calles. A él, aparte de aquellos ojos, le maravillaba  los  labios de Charlotte. Ningunas de las amigas con las que empezaba a tontear  tenía aquellos labios. Siempre con una leve sonrisa. Desde que llegó, su vida  cambió. Dejaba de salir todos los días y pasaba más tiempo en casa, junto a su madre en la cocina. Mirando por la ventana del lavadero esperando a ver aquella criatura que le parecía exótica y distante. Su madre, con esa sabiduría que solo tienen las  madres con los hijos, se dio cuenta que las miradas iban destinadas a la nieta de su vecina, pero solo sonreía y no le decía nada.
Lo  mejor  que le pudo pasar fue cuando la buena  de Antonia  le propuso acompañar su nieta a conocer la incipiente ciudad que estaba creciendo por aquellos años. Antonia sabía que de él se podía fiar. Que era un chaval educado y respetuoso y que cuidaría de ella. Empezaron dando paseos por el barrio. El fascinado por el acento de Charlotte y la alegría que expresaba, fascinado por sus ojos y fascinado por sus labios. Al cabo de varios días de paseos ya se conocían y sabían  de sus inquietudes. Fueron tres semanas de paseos y confidencias.
Llego la hora de partir. El sentía que el verano era corto, que pronto se marcharía aquella amiga tan especial y la puñetera vida corriente le golpearía de lleno. El día antes de la partida, sentados en un banco de un parque cercano se despidieron. Comenzó con un roce de labios, un leve roce, para terminar en el beso más apasionado que a él le habían dado,  el abrazo más ardiente que él había dado. El corazón nunca le había latido  más fuerte a ambos. Esa fue su despedida. El día que se marchó Charlotte no se atrevieron a verse. Terminó de esta forma aquella maravillosa aventura de verano.
Años más tarde, bastantes años más tarde, de regreso a esa ciudad como hacia a menudo para ver a su familia y amigos, notó que se aproximaba unos ojos, los más claros y verdes que habían visto aquellas calles.  Se cruzaron, cada uno con su pareja y sus hijos. Se miraron. Pensó que no podía ser. Que hacía muchos años de aquel verano. Pero no pudo evitarlo y se giró. Se dio cuenta que ella también se había girado y vio una sonrisa, una leve sonrisa que tenía clavada desde su juventud en el corazón. No había duda que eran aquellos labios que se habían besado con pasión, sentados en un banco de un viejo parque.
No había duda, los años los habían cambiado a ambos, pero la sonrisa y los labios de Charlotte, esos no habían cambiado.
Como en el día de la partida, cada uno siguió su camino y no se dijeron nada, pero aparte de su corazón, él escuchaba otro corazón latiendo con la misma fuerza calle arriba

jueves, 9 de septiembre de 2010

Er Quillo

He estado unos días ausente del mundillo, o mundazo, de los blogs. El motivo es muy simple, después de mis "merecidas" vacaciones, he comenzado de nuevo mi "merecido" trabajo. Bueno, esto último lo dice mi mujer y mis hijos, !que agustito nos hemos quedado los tres! (tienen un taco de guasa). De verdad que he estado liado, pero mira por donde esta tarde estoy solito en casa y tengo el interné pa mi solo. Pero lo que ocurre es que no estoy completamente solo. Me acompaña el elemento que está en la foto. ¿Que como se llama?, pues depende de la ocasión y de quién lo llame: Quillo,  Cosita, Chipy, Gordo, Mi niño, Lo más bonito, Pitufo, Enano, Mono, Cabroncete, Joputa,  Chipirón, Callejero, Illo, Pisss Piss y un largo etcétera. Se lo regalaron a mi hijo sus amigos a los pocos días que nuestra Lola, una gata Angora Turca (tela marinera), decidiera cazar una puñetera paloma que se posó en  la ventana. El problema es que la ventana está en un octavo y la puñetera paloma volaba, pero nuestra Lola no. Pero bueno, esto es una historia muy triste que ya la contaré en su momento, hoy me perdonáis que no la cuente porque estoy muy contento con mi vuelta al trabajo (Joé no queda ná pa las vacaciones de Navidad).
Pues eso, con cinco de días de vida nos lo trajeron. Mira Naranjito, que es una gata, que tus hijos están muy triste, que lo hemos recogido de la calle, que estaba debajo de un coche, pobrecito, ¿no te da pena?. Mi mujer lo tubo que alimentar con una jeringuilla y un pequeño biberón. Cada cuatro horas. De día y de noche. Y, como es lógico, al final el Mamoncete se quedó. A los diez días descubrí que no era una gata. Que los dos bultitos que tenia debajo del rabito eran los atributos del género masculino. Pero bueno ya nos había adoptado a nosotros y teníamos que aguantarlo.
El Cabroncete es un sibarita, un señorito. El pienso tiene que ser de tal marca, el otro, el del Mercadona o el del Carrefour, no le gusta. Las gambas, las de la pescadería Isabel, no se las traiga de la plaza de abasto que nanai de la china. Las aceitunas con sabor a anchoas. Os juro que come aceitunas, las saca del plato con la uña y se las zampa. Cuando hace calor se duerme debajo del sofá y cuando hace frío busca el regazo de mi mujer y cualquiera lo quita.
Lo he dicho, es un maniático. Pero la mejor manía que tiene es cuando a  los miembros de mi familia les toca hacer la cama. La única que puede hacerla es mi mujer, a los demás nos ataca a mala leche. No sabemos el porqué, pero se enfada y nos saca la uñas. Mi hija se encierra en su cuarto, pero mi hijo y un servidor le decimos a mi santa esposa, que el gato no nos ha dejado. De hecho, cuando regrese mi sufridora de casa de mis augustos suegros, se la encontrará deshecha. Que quieres hija, tu otro niño no me deja y no me quiero enfadar con él. 
La otra manía que mas me fastidia es que el muy cabrito le gusta sentarse en MI silla, en MI lugar, en MI sitio. Cuando llego y lo quito se queja y coge un enfado de padre y señor mío. No hace mas que hacerme la puñeta. Muchas veces pienso que lo hace en venganza porque un buen día, hace mucho tiempo, lo cogí, lo metí en un transportin para animales, lo lleve al veterinario, y aquellos atributos de masculinidad, desaparecieron sutilmente.
P.D. Lo que no sabe mi querido felino, que aquella simple operación me dolió y me sigue doliendo a  mí mucho mas que a él.
Otra P.D. Seguro que cuando mi hija vea la foto de su gato la cambia y pone otra mas bonita.


viernes, 3 de septiembre de 2010

La Virgen de los Bandoleros

El ejército napoleónico entro desde el norte en su camino hacia Sevilla. El pueblo fue fácil de controlar ya que sus pocos habitantes, gente humilde, agricultores y pastores en su mayoría, no pusieron resistencia. No conocían al invasor. Pocas noticias habían llegado hasta la sierra y veían a los gabachos como algo que no iba con ellos. Los uniformados soldados, en pocos días, arrasaron con las pocas pertenencias de los pueblerinos. Los mandos de la tropa, aposentados en el ayuntamiento, ordenaban cargar en los carros todos los objetos de valor que pudieran conseguir  abase  de la  fuerza. La iglesia fue saqueada, imágenes,   candelabros,  cuadros  y todo aquello de valor que pudieran transportar. El capitán, confiado en la bondad de la gente, mandó una avanzadilla hacia la capital con el fruto de este saqueo y todo lo que habían conseguido en su avance, pueblo a pueblo, desde  el centro de España.
Pero el capitán no contaba con lo que la sierra escondía. Al poco de salir del pueblo la pequeña patrulla fue asaltada por un grupo de bandoleros que  aprovechaba la oscuridad de la noche para intentar diezmar al ejército galo. Los pocos soldados que acompañaban al carruaje donde transportaban el fruto de sus pillajes, fueron malheridos pero a ninguno se les dio muerte.  Los bandoleros consiguieron su botín, pero dejaron una pequeña imagen de una Virgen de poco más de un palmo de altura.
El capitán ordenó una batida por los montes que no dio sus frutos, ya que los bandoleros  conocían la sierra y sabían de los lugares donde esconderse. Montado en cólera reunió en la plaza del pueblo a la pobre gente con objeto de sonsacarles el paradero de los ladrones.  Nadie habló, unos porque so sabían nada y otros porque sabía guardar el secreto de sus paisanos. Colocó en el centro la imagen de la Virgen y mandó a los soldados que apuntaran con sus mosquetones a los indefensos parroquianos. Cuando estaba dispuesto a ordenar el fuego, un trueno sonó en el cielo y un rayo impactó directamente sobre el oficial dejándolo fulminado. En el tumulto que se formó  los  aldeanos atacaron a los soldados que, asustados por el acontecimiento, huyeron despavoridos.
Con el tiempo, la gente del lugar decía que los bandoleros habían dejado la imagen para que los protegiera. La Virgen desapareció después de aquel suceso. Dicen que cada noche   dormía  en casa de una familia distinta. Hay quien  dice que todo aquel que  le reza  de corazón y le pedía ayuda la recibía. Nadie sabía dónde estaba la pequeña  imagen. Pero días más tarde empezaron a aparecer en las puertas de las casas bolsas con parte del botín recuperados a los franceses. Cada  día en  una casa distinta. Los bandoleros nunca más aparecieron por la serranía.

Todavía, hoy en día, hay quien  dice que la imagen de la Virgen  esta   de casa en casa para ayudar a los vecinos. Nadie sabe nada. Solamente si te fijas bien en la cara de alguien, podrás intuir si tiene la imagen en su poder. Dicen que ya no da riqueza, que solo protección, que aquellos bandoleros de buen corazón protegen tus sueños y protegen tu vida.
Si preguntas por la Virgen de los Bandoleros la respuesta será siempre la misma, eso son historias de viejos, pero si te fijas en sus ojos veras un brillo especial.
Esta  historia se la contó a éste medio agnóstico, un buen hombre en una habitación de hospital después de una intervención de corazón. Cuando le dieron el alta y se despidió de mí, yo estaba de visita con un familiar, me dijo:
Bueno amigo, me marcho a mi pueblo, no sea que alguien necesite un trocito de madera en el que apenas se nota una cara, A mí ya me ha ayudado.