Bueno, venga, sin escusas, que ya
va siendo hora. Además, con las nuevas normas de aperturas y todo eso, ya puedo
abrir La Bodeguita. Por casa estamos bien de salud y medio vacunados, y además
habéis estado al liquindoi durante estas semanas y meses,… un momento, ¿he
dicho al liquindoi? ¿A que no sabéis de donde proviene esta palabra? Yo sí que
para eso he estudiado.
Pues resulta que a Napoleón
Bonaparte no se le ocurrió otra cosa que intentar conquistar o invadir la
España de todos los españoles. Casi lo consigue, pero la gente de la tacita de
plata, más conocida por ser una ciudad que se fundó ochenta años antes que la de
Troya, no se lo permitieron. Me refiero a Cádiz por si a estas alturas no lo
habéis notado. Nada que los gabachos asediaron
durante mucho tiempo a los gaditanos que resistieron como pudieron.
Aprovechando la coyuntura, los
hijos de la Gran Bretaña, enemigos acérrimos de los franceses y de todo aquél
que circule por la derecha, ayudaban a los gaditanos y de camino le hacían la puñeta
a los que decían eso de “güi güi, mesié, coman ta le vú”.
Con sus barcos y aprovechando el
fuerte viento de levante, o de poniente, según, rompían el cerco marítimo que
habían impuesto los amigos de Josefina, la parienta de Napoleón. Llegaban al puerto
gaditano cargados de armamento, avituallamiento y poco más porque ayudar lo que
se dice ayudar lo hacían pero cobrando a precio de oro las cosillas que traían.
Y hete aquí, más bien allí, que
los gaditanos y gaditanas, como estaban caninos, es decir, cortitos de
condimentos con lo que hacer los pucheros y guisos con que alimentarse,
aprovechaban la ocasión para acercarse al puerto a ver si podían conseguir algo
con que solucionar sus problemas de mantenimiento doméstico. Tomándolo
prestado, por supuesto.
Pero claro los británicos, en su
desconfianza natural que ha llegado hasta nuestros días, intentaban impedir la
rapiña de los pertrechos que traían. Vale, para que nadie se disguste, la
presunta rapiña.
Pues nada que el contramaestre,
ya que el capitán del barco nada más que atracaban se piraba a los
garitos que rodeaban el puerto, se encargaba de la vigilancia y el control de
la estiba. ¿Cómo lo hacía? Fácil, le decía al pringao del marinero de
guardia que estuviera pendiente y que no se fiara de nadie. Se lo decía en
inglés, claro:
-¡Look and do it!
Con el tiempo y después de
escuchar muchas veces esta expresión, los gaditanos la tomaran como suya pero
gaditaneandola una mijilla.
-Pisha ¿hoy qué?
-Ná, estos notas están al liquindoi.
A ver si luego cuando estén en el cambio de guardia nos subimos por la estacha
de proa y aprovechamos la clarita.
Está claro ¿no? Pues nada que en
vez de decir estoy pendiente hay que decir estoy al liquindoi
Por cierto, la foto no es de un
barco inglés en construcción, es de uno español. Ya está más avanzado pero eso
es otra historia.