El otro día un Amigo y compañero de trabajo, el Pibe al que conocéis de otra entrada (ojo, he puesto Amigo en mayúscula queriendo) me dijo muy serio:
-Gafas, el próximo diciembre a lo mejor no podemos quedar los tres para nuestra comida navideña, es que voy a ser papá precisamente en esas fechas.
Después de los abrazos y besos que nos dimos alegrándonos de la buena nueva y deseando que sea un varón por una simple cuestión de complicidad masculina, le dije aquello de “ojú quillo, se te acabó el cachondeo, los partidos de pádel, los partidos de furbo con la camiseta de las gloriosas trece barras, tus visitas a los sitios de flamenquito y bares cofrades y en Navidad vete convenciendo a los abuelos para que se queden con el churumbel y puedas salir con el Breva y con un servidor a tomarnos, con nuestra habitual moderación, los gintonic de Yimijendrix, o como se llame esa ginebra. Se te acabó la buena vida, compañero”.
¡Ea!, seguimos trabajando y, para variar, a este humilde tasquero le toca ser responsable de una línea de producción que se compone de una persona: el Naranjito. En la soledad de mi puesto de trabajo una de mis neuronas, la otra está 100 x 100 pendiente de mis obligaciones laborales, faltaría más, se da vueltas por la rotonda de mi cabeza y empieza a reflexionar. Resulta que esta neurona es más simple que la receta del rebujito por lo que llegó, seguramente acordándose de un gintonic en su buena copa de balón, a la siguiente cavilación.
Empezamos. La ginebra la inventó un médico flamenco (¿flamenco? En Triana y en Jerez saben mucho de esto) el doctor Franciscus de la Boe.(…) Ya tenemos la ginebra inventada pero, ¿cómo llegamos al magistral gintonic? Una vez más, el afán por cuidar de la salud tendrá la clave en este proceso. Los soldados ingleses destinados a las colonias tropicales ingerían quinina a diario para prevenir la malaria y demás enfermedades propias de esas latitudes. Y el principal componente de la tónica, por aquella época, era la quinina. De esta forma, comenzaron a mezclar la tónica con la ginebra para matizar el sabor amargo de la quinina y para beneficiarse de las propiedades de la tónica como digestivo (recordemos que ingerían alimentos muy ricos en especias y sus estómagos no estaban acostumbrados a estos condimentos). Esto mi neurona lo saco de lasmusas.com
Vale, seguimos no sin antes agradecerle a D. Paco él de la Boa tan gran descubrimiento. Mi célula nerviosa se acordó de, Elizabeth Ángela Marguerite Bowes-Lyon, (1900-2002), esposa que fue del difunto rey Jorge VI. ¿Quién es esta augusta señora? Po la reina Madre de Inglaterra, si, aquella abuelita británica que salía siempre con su sonrisa, sus perros y su buen gintonic en copa de balón. Murió longeva, con 101 años. Las buenas lenguas dice que su larga vida fue gracias al consumo “moderado” del combinado mágico que le trajeron los soldados desde sus colonias.
Y puede que sea cierto porque nada más hay que ver a su descendencia. Veréis. Su hija mayor, Elizabeth Alexandra Mary, la actual reina de todos los ingleses y de la Commonwealth, Isabel II, tiene 87 tacos. El hijo de esta, Charles Philip Arthur George Windsor, el orejas, el sucesor al trono, tiene 65. Curioso por cierto, con edad de jubilarse y aún no ha empezado a trabajar. Seguiría contando pero la eternidad es demasiado corta para esta Real Familia.
En resumen, que supuestamente gracias al gintonic logran, los hijos de la Gran Bretaña, prolongar su existencia como quería nuestro Ponce de León en su búsqueda de la fuente de la eterna juventud por tierras de Florida.
Pero ahora entra en juego mi neurona la inteligente. Enga, al lío, que esto se alarga más de la cuenta. Llego del curro, aparco y me encuentro con esto:
Como este hay por las calles de Sevilla 30.000 arbolitos, en principio con fines ornamentales y aromáticos, ya que el azahar es su flor. Para los instruidos se trata de un híbrido entre Citrus maxima y Citrus reticulata, ¡vamos un naranjo de toda la vida! Los guiris, nuestros ilustres visitantes foráneos, piensan que somos unos afortunados porque tenemos los árboles frutales en la puerta de casa al alcance de la mano. Eso lo piensan hasta que cogen una fruta del árbol y la prueban. ¡Están más amargas que el culete de un pepino! La naranja amarga es el fruto de los Citrus estos. ¿Y qué hacemos los sevillanos con esta fruta?. Nada, pero nuestro querido ayuntamiento, una vez que ha terminado de recoger las poquitas luces que adornan las calles sevillanas en época navideña procede a la recogida de las naranjas que ya tienen el tamaño y la madurez necesaria. ¿Y que hace con ellas? Pues se las ¿da? o se las ¿vende? a ciertas empresas para elaborar la famosa 'Seville Orange Marmalade', en cristiano, mermelada de naranja sevillana. Ya está mi neurona tirando de investigación y rebuscando por interné.
Resulta que aprovechando el transporte del mineral de hierro de las minas de Riotinto en la provincia de Huelva, la naviera MacAndrew empezó a enviar naranjas amargas al norte de Inglaterra. Con ellas, los británicos, hacían una mermelada para la gente con pocos recursos. Pero la calidad y el sabor de esta confitura llego hasta el palacio de Buckingham, y de esto hace más de 150 años. Desde entonces no falta en el desayuno ni en el té un buen tarro de mermelada color anaranjado. Todos los días y sin falta, el de Gales, el de Edimburgo, la de Cornualle o la Middleton, disfrutan de este manjar de dioses.
Por Sevilla hay una leyenda urbana (que raro) que dice que las mejores naranjas amargas son las del Palacio de Las Dueñas, propiedad de la Duquesa de Alba y que con ellas se elabora la mermelada de la casa real inglesa. Puede que sea cierto, nada más que hay que ver a la descendiente de Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, azote de los herejes europeos. Ochenta y siete tacos tiene María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, la esposa del anticuario-funcionario conocida vulgarmente como la doña Cayetana de los programas del corazón y revistas de peluquerías. Sin embargo me extraña que esta señora, que tiene más títulos nobiliarios que la Isabelita segunda esa, le envíe naranjitas del patio donde se crió Manuel Machado.
Bueno, que mi neurona ha dejado de dar vueltas, que se ha aburrido en la rotonda de mi cerebro, pero yo he llegado a las siguientes conclusiones:
a)¿Qué tienen en común los componentes de la Casa de Windsor con la Casa de Alba? Años, lo que tienen son muchos años. Bueno, muchos años y más libras esterlinas y euros que los españolitos de a pié juntos, pero esto es secundario.
b)¿Qué alimento tienen en común en desayunos y meriendas? Mermelada de naranja amarga sevillana.
Está claro ¿no? juventud lo que se dice juventud como que no, pero larga vida un taco. Y la prueba final de que todo esto es cierto:
y c)¿Alguien ha encontrado en las tiendas, o en el supermercado del corteinglé que tiene cosas mu raras, tarros de auténtica mermelada de naranja amarga sevillana? ¡A que no! Como lo vais a encontrar si lo acaparan ellos para durar más que un martillo enterrado en manteca.
P.D. Que los datos son ciertos, que no me he inventado nada. Y cuando visitéis Sevilla y veáis los naranjos en flor, no tocarlos, no sea que tengamos un conflicto internacional con los hijos de la Gran Bretaña.
Resulta que aprovechando el transporte del mineral de hierro de las minas de Riotinto en la provincia de Huelva, la naviera MacAndrew empezó a enviar naranjas amargas al norte de Inglaterra. Con ellas, los británicos, hacían una mermelada para la gente con pocos recursos. Pero la calidad y el sabor de esta confitura llego hasta el palacio de Buckingham, y de esto hace más de 150 años. Desde entonces no falta en el desayuno ni en el té un buen tarro de mermelada color anaranjado. Todos los días y sin falta, el de Gales, el de Edimburgo, la de Cornualle o la Middleton, disfrutan de este manjar de dioses.
Por Sevilla hay una leyenda urbana (que raro) que dice que las mejores naranjas amargas son las del Palacio de Las Dueñas, propiedad de la Duquesa de Alba y que con ellas se elabora la mermelada de la casa real inglesa. Puede que sea cierto, nada más que hay que ver a la descendiente de Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, azote de los herejes europeos. Ochenta y siete tacos tiene María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, la esposa del anticuario-funcionario conocida vulgarmente como la doña Cayetana de los programas del corazón y revistas de peluquerías. Sin embargo me extraña que esta señora, que tiene más títulos nobiliarios que la Isabelita segunda esa, le envíe naranjitas del patio donde se crió Manuel Machado.
Bueno, que mi neurona ha dejado de dar vueltas, que se ha aburrido en la rotonda de mi cerebro, pero yo he llegado a las siguientes conclusiones:
a)¿Qué tienen en común los componentes de la Casa de Windsor con la Casa de Alba? Años, lo que tienen son muchos años. Bueno, muchos años y más libras esterlinas y euros que los españolitos de a pié juntos, pero esto es secundario.
b)¿Qué alimento tienen en común en desayunos y meriendas? Mermelada de naranja amarga sevillana.
Está claro ¿no? juventud lo que se dice juventud como que no, pero larga vida un taco. Y la prueba final de que todo esto es cierto:
y c)¿Alguien ha encontrado en las tiendas, o en el supermercado del corteinglé que tiene cosas mu raras, tarros de auténtica mermelada de naranja amarga sevillana? ¡A que no! Como lo vais a encontrar si lo acaparan ellos para durar más que un martillo enterrado en manteca.
Foto sacada de una página de buenos gurmeses |
P.D. Que los datos son ciertos, que no me he inventado nada. Y cuando visitéis Sevilla y veáis los naranjos en flor, no tocarlos, no sea que tengamos un conflicto internacional con los hijos de la Gran Bretaña.