lunes, 30 de marzo de 2020

Daños colaterales del confinamiento II




Bueno, que aquí estoy como Mel Gibson encerrado en la Cúpula del Trueno pero sin perro que poder pasear por los desiertos de Australia. Eso sí, con unas jefas que mandan más que Tina Turner en Negociudad, mi señora esposa y la jefa de la casa, nuestra hija. ¡Las madres que las pario a ambas dos!

Con esto del confinamiento y, para seguir con la rutina que tenían antes, no se les ocurre otra cosa que ponerse a limpiar, ordenar, a limpiar otra vez, a ordenar otra vez que no están contenta como ha quedado la primera vez, a modificar la ubicación de donde están las cosas para que yo me líe, no encuentre y poder echarme la oportuna bronca y así un largo etcétera.

Manos a la obra. Ponen en el tocadiscos/cedé, un concierto de Alejandro Sanz al catorce de volumen. Quién me va a tapar esta noche si hace frío. ¡Niño! Que no lo bajes. Vale, vale. Y quítate de en medio que estorbas. ¡Si yo pudiera salir! ¡Papá! ¡¿Te quieres quitar de ahí?! ¡Ya!.

Nada, que se lían con el altillo del ropero empotrado. Empotrado en la pared, claro. Y, ¿sabéis lo que cabe en un altillo de un armario empotrado de dos metros de largo por sesenta centímetros de fondo? ¡Tela! Pero tela marinera. Cogen la escalera, bajan las cosas, seleccionan, deciden que guardar de nuevo, desechan lo que ni sabían que estaba ahí y no vale pa ná. Y yo por medio. ¡Papá! ¡¿Te quieres quitar de ahí?! ¡Ya!.

Y yo embobao con la cámara de Súper 8 de mi suegro y su correspondiente reproductor. ¿Esto estaba aquí? ¡Desde luego papá, parece mentira que vivas con nosotros!

Cogen la escalera, suben las cosas, ordenan, ponen mu bonito todo y meten en bolsas lo que no les sirve. Por pura casualidad, casi todo lo que no vale es mío. Pero no me quejo, soy el macho alfa.

Se me olvidaba, mi hija es seguidora de la Marie Kondo esa, una nipona con los ojitos así como medio cerrados, que es una máquina en temas de organización minimalista. Así que queda todo niquelao, para echarle una foto con una buena cámara, que no es mi caso.

Ya está el altillo para pasar estado de revista. Ahora, el mismo día no, al día siguiente, que tampoco es tema de venirse arriba, a por el frigorífico.

Abren, cierran, limpian, tiran (lo caducado según el criterio de ambas dos), organizan, guardan, ordenan.  Y el frigorífico de tanto abrir, limpiar y cerrar, de tanto organizar, empieza a emitir un pitido de socorro. Algo así como pi pi pi pi pi.

Y llega el macho alfa, yo. Claro, si es que no paráis. Ya ha saltado la alarma de la temperatura. Al final los huevos a la bechamel no se van a poder comer. Bueno, a ver, dejadme, yo lo arreglo.

Y lo arreglo. Y se quita la alarma. ¿Cómo? Pues aplicando mis conocimientos y porque sé dónde guardo el libro de instrucciones. ¡Tomaaa! ¡Marikondo!. Y , que le doy al botón de “Súper”, que sirve para forzar la bajada de temperatura de la parte de arriba del aparato. Y ya me quedo tranquilo. ¡Qué bien lo he hecho!

Y, después de comer, me echo la siesta. Pero una siesta de las buenas, no de esas de un ratito na , no, de las buenas buenas. A lo loco, sin pensarlo, el tiempo que tenga que ser. Y me levanto sin saber   si es por la mañana, por la tarde o por la noche (era por la tarde justo antes de los aplausos). Y mi esposa me dice eso de oye, que al frigorífico no se le apaga la luz de “Súper”, ya te lo has cargao. ¡Ostras! Que se me olvidó. Vale ahora le doy. Y le dí al botoncito y se arregló.

Y ahora viene el daño colateral objeto de esta historia. 

Recordad que la siesta fue más larga de lo habitual por culpa del confinamiento y la cantidad de series que estoy siguiendo y que me hacen ver la tele por la noche más de lo debido. Y todo ese tiempo la lucecita de "Súper" encendida y el cacharro enfriando a tope. Mientras preparo la cena, entiéndase ayudo o espero, cojo él último botellín de cervecita que nos quedaba desde que fui al supermercado hace nosecuantos días, y me lo encuentro con un recubrimiento de frío glaciar y con una escarchita blanquecina recubriéndolo, lo abro, deposito suavemente el contenido en mi vaso reservado para tal menester, con un dedito de espuma, con su  sabor amarguito. ¡Ojú! hijo, que gustito y que fresquita. Y el nota del Mel Gibson pasando calor con su coche tuneao  por los páramos desérticos. Será tonto. 

Por cierto, no he encontrado antónimo de "daño colateral". Tampoco lo he buscado ¿pa qué? 

Ahora la foto. No hace falta ampliarla, yo la describo:




Lo que se ve en grande es un imán que me trajo mi hijo de Toledo.
La luz naranja es la que se me olvidó quitar antes de la siesta.
La luz verde es la que indica que ya está todo OK (-18º) y que no hace falta que le des más caña al frigorífico, que la cervecita ya está fresquita.
Bueno, a ver con que daños colaterales me enfrento esta semana.


domingo, 29 de marzo de 2020

Daños colaterales del confinamiento




Me parezco a James Stewart en La ventana indiscreta, la película de Hitchcock. Pero sin la pierna escayolá, sin prismáticos y, como no podía ser de otra manera, sin la réflex.

No es que sea cotilla, que un puntito de cotilla tengo, es que añoro poder pisar nuevamente las calles de Sevilla abarrotada de gente y poder protestar a gusto de lo que sea. Que él caso es protestar. La verdad sea dicha, lo que añoro es la cervecita después del ángelus como mandan los cánones. Y si es con su correspondiente pisquilabis, mejor.  

No alcahueteo a los vecinos porque son mu tristes, mu sosos y tela de aburrios. Y una mijilla mayores. Lo que si me gusta es salir a escuchar a los pájaros, aunque ahora no sé distinguir entre un gorrión, un jilguero, un mirlo, una golondrina, una abubilla o un cernícalo primilla, cosa que antes si sabía, pa eso tuve la suerte de nacer en un pueblo en las estribaciones de Sierra Morena. Pero, como buen urbanita, he aprendido a distinguir los chillidos de las cotorras argentinas o cotorras Kramer, no sé,  no les veo bien el color del pico y, sobre todo, el zureo de las palomas. Pero, ¿qué ocurre ahora?

Lo que ocurre es bien sencillo. Que nuestra Madre Naturaleza, en su infinita sabiduría, le da la razón a mi tocayo Darwin. De las cotorras no sé nada. Tengo dos versiones. Una, que están confinadas en sus abigarrados nidos hasta que esto pase o, como buena especie invasora, se han pirado a otros lugares a par por saco y echar de su hábitat a las especies autóctonas.

Ahora de las palomas (por cierto, para los sabiondos, Columba livia), sé un poquito. No me gustan estos bichos, los que están por nuestras calles, plazas, barreduelas y demás elementos urbanos. Está demostrado que son ratas con alas, llenas de infecciones. Otra cosa son las silvestres que anda/vuelan por los campos alejados de las ciudades. Esas son las normales, ahora las de las metrópolis, ¡ofú!

Un buen amigo que entiende de esto como yo, bueno, entiende, no como yo que soy cortito en algunos temas, me dijo hace tiempo que en el momento de que les falte la comida, se piran a otro sitio.

Resulta, aquí viene lo de Darwin, que estos bichos se han acostumbrado al hombre. Se han acostumbrado a vivir a costa del ser humano. Se han acostumbrado a esperar el sustento diario en forma de migas de pan de bollo, de viena, de molde, de mollete, incluso del pan integral. Se han acostumbrado a no buscarse la vida y dedicarse a procrear cada dos por tres.  Y con las infecciones a cuesta.

Pero bueno, ha llegado el confinamiento humano. Ha llegado que nos quedemos en casita. Ha llegado el momento de la desaparición de las personas. Tranquilos, que es momentáneo, un par de meses má o meno.  Y las Columba livia no saben cómo buscarse el condumio, no saben como conseguir por su cuenta el pan suyo de cada día y no han tenido, creo, más remedio que pirarse a otros lugares. Están empezando a desaparecer como si fueran prófugos de la justicia darwiniana y la selección natural por fin,  sigue su curso.

En mi calle, sosa, triste y aburria, había una colonia de los columbos de, aproximadamente, veinte o cuarenta ejemplares. Y ahora



No quejaros, no tengo todavía un teleobjetivo como el de la peli antes mencionadas, pero si no ampliáis la foto  yo la describo:

Diez palomas, la vecina del cuarto más aburrida que yo, fumándose un cigarrito, echándole el pan que le ha sobrado del gazpacho y la tienda del chino cerrada.

Información contrastada y confirmada para animalistas:

   -  No se ven cadáveres de palomas por la calle.
    - Se han ido a otros hábitats a ver si la cosa les va mejor, que lo dudo 
 -Como las oscuras golondrinas que volverán a tu balcón para colgar sus nidos, las palomas vendrán    de nuevo para manchar tu coche claro con excrementos marrones y si es oscuro con mierdas albinas.    
 -Por fin los gorriones tienen el sitio que les corresponde y nos librarán de mosquitos el próximo   verano.

¿Los gorriones comen mosquitos? ¿No? Bueno, ahí está la evolución natural esperando.



viernes, 27 de marzo de 2020

Mi prima Angustias


Todos los días, antes, durante y posteriormente a los aplausos de las ocho de la tarde, me acuerdo de mi prima Angustias.

Es auxiliar de enfermería. Si los médicos y médicas, enfermeras y enfermeros, celadores y celadoras, y el resto de personal sanitario, incluyendo personal de limpieza, de vigilancia, de administración y un largo etcétera,  son primera línea de batalla en esta guerra que tenemos hoy, los, y sobre todo las auxiliares,  no es que sean la primera línea, no, ellas está donde caen las bombas, en las trincheras, en la vanguardia y en la retaguardia.

Ella, mi prima Angustias, comenzó su andadura en residencias de mayores por la Sierra Norte de Sevilla. Continuó muy cerquita de mi barrio, en el antiguo hospital psiquiátrico Miraflores con sus “viejecitos” y sus niños con necesidades especiales, muy especiales. Poco a poco fue cogiendo experiencia lo que le llevó a pasar al Hospital Universitario Virgen del Rocío.

En este Hospital Público, pasó por lo más granado de los departamentos. A saber: Hospital Infantil, oncología en el Hospital de la Mujer, urgencias, quirófanos, traumatología, quirófano de traumatología, UVI, UCI, unidad de quemados. Lo dicho, lo más selecto, lo más cañero, siempre al pie del cañón.

Al cabo de los años consiguió cambiar de hospital y la destinaron a la quinta planta de Hospital Universitario Virgen Macarena. Ahora estaba un pelín más tranquilita. Ya podía apuntarse en la Facultad de Medicina, que está justito al lado, para cursar estudios de enfermería. No es que sea una chavalita, pero su afán de progresar le lleva a seguir formándose. No consiguió plaza pero, qué más da, el año que viene seguro que la consigue.

 En la quinta, en otorrinolaringología, parecía  que la cosa estaba un poquito más tranquila. Oído, nariz y garganta, vale, no es el estrés  de una UCI de quemados, o trauma, o urgencias, pero también tiene sus “cosillas”.

¿He dicho que en la quinta planta? Sí, junto al ala que estaba preparada para recibir enfermos de infecciones “raras”. Èbola, gripe aviar, gripes de las malas  y todas las enfermedades raras e infecciosas que podemos prever. Y ahora el COVID19, con este no contábamos.

Cuatro alas o zonas. Una  con los contagiados confirmados. Dos con los posibles. Y otra, la de mi prima, la que era de otorrino, ahora convertida en zona de estambay. Por si la cosa se complica. Y la cosa se complicó hace tiempo. Y el ala prevista por si acaso la cosa se complica, a tope. En la zona de posibles contagiados, no están ni veinticuatro horas pues pasan directamente a la zona de “que sí, que si” que lo cogiste.

¿Y cómo trabajan? Sin parar, sin apenas descansar, sin rutina. Sí, sin rutina, en los hospitales no hay rutina.   Es lo habitual en un hospital si es que en los hospitales hay algo habitual. Es una lucha constante contra reloj y contra todo.

Mi prima me cuenta lo sucinto. Le digo que me mande fotos con los EPIs y no tiene tiempo para hacerlas. Y eso que sus jefes les piden que muestren en las redes sociales las condiciones de trabajo. Pero que no, que no tienen tiempo, que me llama el paciente de la 504.

Angustia siempre tiene una sonrisa en la cara y siempre positiva. Lo de al mal tiempo buena cara lo decían por ella. Cuando va al supermercado a comprar lo de toda una semana y va con sus guantes y su mascarilla, todavía hay gente que la miran rara. ¡Anda que exagerada! Seguro que piensan. Y ella lo que piensa es en eso de “si yo te dijera donde y con quién trabajo”.

A mi prima no le falta el sentido del humor. Ella y yo bromeamos conque a nosotros no nos pasará nada, que el virus no aguanta en el aluminio y como nos gustan las latas de cervezas, pues eso, inmunizados.

Pero cuando hablas con ella se le nota, aunque siempre este sonriendo y bromeando, esa angustia como su nombre, que reside en toda la gente de la sanidad. Los que de verdad lo viven y sienten la dureza de la situación. Y nosotros, mientras tanto, mandándonos memes, bromas y chascarrillos, yo el primero.  Y conforme va pasando los días se le nota más. Pero lo disimula, no exterioriza la dureza de la situación.

Angustias trabaja esta noche. Ahora seguro que estará descansando o, por lo menos intentándolo, porque le espera un montón de horas al pie del cañón, a pie de cama, pendiente de respiradores, de medicinas, de que el oxígeno no falte, de tener los guantes y la mascarilla bien puestos para no contagiarse. Porque si esta gente cae, caemos todos. Esta gente, las auxiliares de enfermería, que cuando estas en un hospital te solucionan más que el mismísimo director quirúrgico, que también, pero son ellas las que siempre están ahí.

Nada, que seguro que todos tenemos una prima Angustias. Y por ella y todas y cada una de las auxiliares de enfermería,  esas  con las que siempre puedes contar, va mi reconocimiento y mi gratitud.

Mi aplauso virtual y decirles que yo me quedo en mi casa. Que me separo de la gente todo lo que puedo y que aguantaré y resistiré lo que haga falta. Que me lavo las manos constantemente y que nos hacen falta muchas Angustias para salir de esto.

Angustias


 Un beso prima, para ti y todas tus compañeras de los hospitales




miércoles, 25 de marzo de 2020

¡Que corra el aire!




Los hombres, en nuestra inmensa originalidad, tenemos una frase muy recurrida en ciertos momentos para salvarnos de situaciones en las que puede peligrar nuestra integridad. Verbigracia:

Vestuario del trabajo. Por pura coincidencia tienes la taquilla en la calle más concurrida. Llegas tempranito, a eso de las 6:28 mucho antes de AM para cambiarte de ropa y ponerte el elegante uniforme de trabajo. Fila de taquillas a la izquierda, fila de taquillas a la derecha y en medio, un banco corrido a todo lo largo. Por la parte siniestra te encuentras al “Chino”, al “Velasco”, al “Lolo”, al “Maire”, al “Juanma”, al “Crasti”, al “Mancha”, al “Civiquito” y ya está porque el resto son del turno anterior.

Por la diestra. Te encuentras  al “Romana”, al “Rafi”, al “Negro, al “Muerto”, al “Topo”, al “Maromo” y ya está porque el resto son del turno posterior.

Intentas llegar a tu taquilla que, por pura casualidad, se encuentra justo en la mitad, y no paras de escuchar eso de

¡Que corra el aire!

Como este blog es para todos los públicos, obviaré la situación a las 15:10 cuando terminamos la jornada y vamos a las duchas. Pero…

¡Que corra el aire!

Puesto de trabajo. Estás enfrente de una pantallita táctil calibrando un detector de etiquetas que lleva dando porsaco todo el día y te encuentras que se te arrima por la parte de atrás  tu compañero nuevo que quiere aprender; el “Rafaserna” el eléctrico, a ver si  aplicas bien lo que te enseñó cuando instaló el aparato; tu jefe directo para interesarse por el motivo que la línea de producción esté parada; el jefe de sección, que como siempre, por pura casualidad, porque pasaba por allí, también quiere saber por qué no salen cajas camino del departamento de expedición. Todos juntitos y detrás de ti. Y entonces tú sueltas la frase

¡Que corra el aire!

En la Peña los Trastornaos. Llegas tarde, como siempre. El partido lleva un cuarto de hora y seguimos cero a cero ¡bien! El local a rebosar, un Derby es un Derby. Los buenos, los del Betis, están todos juntitos al fondo. Los del otro equipo de la ciudad, al principio del establecimiento. Y tú te enfrentas al reto de llegar  junto a los tuyos. Sorteas como puedes obstáculos humanos intentando no rozarte con nadie mientras pides la correspondiente cervecita y escuchas varias veces eso de

¡Que corra el aire!

En el autobús de la línea 3 camino al final de la Palmera. (Si queréis saber qué significa eso de “Al final de la Palmera” buscarlo en San Gugle Coronado) Te subes, acercando tu bonobú con trasbordo al lector y, por la parte la parte de atrás, se te cuela un señor mayor (en este caso un viejoporculero) que quiere picar antes que tú para sentarse junto a la ventanilla y acaba arrimándose más de lo permitido por los cánones varoniles. Entonces, con tu exquisita educación, dices eso de

¡Que corra el aire!

Está claro lo que significa la frase ¿no? Pues nada, ahora a aplicarla en el día a día que nos toca lidiar con esto del confinamiento, cuarentena o como queráis llamarla. Si tenéis que salir a la calle porque no tenéis más remedio que ir al super a por papel higiénico. Si tenéis que esperar cola para comprar la verdura y la fruta. Si tenéis que esperar en cola de a uno para comprar el paquetito de tabaco, ya sabéis aplicar la máxima que tenemos algunos:

¡Que corra el aire!

Y si son dos metros en vez de uno, mucho mejor.






lunes, 23 de marzo de 2020

Micaela, el origen I



Como ya he comentado en entradas anteriores, en casa tenemos un nuevo miembro que es Micaela. La tenemos desde mayo y ya está más crecida que en la foto que publiqué. Ahora procedo a contar su historia. Quién se lo crea, bien y quién no se lo crea po… que no se lo crea.

La recogimos con un mes, más o menos, y como debe ser, la llevamos al veterinario. Carmen, su veterinaria de cabecera, dijo aquello de “que chiquitita y bonita” a lo que Germán, su otro veterinario, contestó “se parece a Gizmo”.

La verdad que un poco se parecía por lo que, sin que nadie se diera cuenta, en casa, después de las doce de la noche, la mojé y le di de comer. Y de ,  que no se convirtió en un gremlins malo. Ya me quedé tranquilo. Ahora quedaba saber la raza. En la clínica (que por cierto se llama Kato) nos dijeron, creo que fue Germán, que era común europeo. A mí no me convenció mucho, así que me puse a investigar y, fruto de estas averiguaciones, descubrí el origen de Micaela. Resulta que…

Murat y Aysel eran una pareja de gatos que vivían plácidamente entre los patios y tejados del Palacio Topkati en la vieja Estambul. Rodeados de turistas y gente esperando la cita para el implante capilar, pasaban sus días sin más pretensiones que buscarse el sustento diario. Pero esa vida no iba con ellos. Querían conocer mundo y vivir experiencias nuevas. Un bue día, aprovechando la complicidad de la Luna que alumbra el Cuerno de Oro, se encaminaron al puerto y, sin pensarlo, se subieron al primer barco que se encontraron en el muelle.

El barco era el Katún Mandalá, un carguero que recogía chatarra para llevarla hasta el puerto de Sevilla con destino a la Siderurgia Sevillana. En la popa del buque, sobre las aguas del Bósforo, se despidieron momentáneamente de la vieja Constantinopla con la promesa de regresar después de las aventuras que esperaban encontrarse.

El viaje fue placido, sin complicaciones. Eso sí, muy aburrido. Un barco carguero no es precisamente un crucero de los que anuncia la Penélope Cruz pero como era gratis, mejor no protestar.

Y llegaron a Sevilla. Bajaron por el portalón de estribor y se dispusieron a conocer la ciudad conocida desde hace quinientos años como Puerto de India. Corretearon por el Parque de María Luisa, se besaron bajo los azahares del Patio de los Naranjos, cenaron en la azotea de la Hostería del Laurel y durmieron en la placita de Doña Elvira. Una vez enamorados de la magia y el embrujo de la vieja Isbilya, decidieron continuar su periplo y recrearse con otras ciudades y lugares.

A parte del turco y el armenio, su idioma de origen ya que eran de una zona cercana al lago Van al oeste de Turquía, empezaban a entender un poco la lengua de un tal Bécquer. Escucharon algo referente a una ciudad a la que los lugareños llamaban Carmona, que por lo visto también era milenaria. Junto a los Jardines de Murillo escucharon una conversación entre dos humanos que estaban junto a una furgonetilla de reparto y se decían uno al otro: -¿Dónde vas? –A pasar la ITV -¿Al polígono el Pino? - ¡Qué va! Me han dado cita en el Pilero, en Carmona.  Esa fue la palabra mágica.

Aprovechando un despiste, se encaramaron en la trasera del vehículo y pusieron, puso el conductor, rumbo a la ciudad de la campiña sevillana. Un trayecto corto, de apenas media hora, y ya estaban recorriendo las cálidas calles, las almenas y campanarios e, incluso se asomaron al balcón que enamoró al mismísimo Julio Cesar.

Llegó la hora de regresar. Las mezquitas de Estambul no eran lo mismo sin ellos y el gobierno turco los reclamaban. Pero existía un pequeño problema. Aysel estaba preñada y dio a luz tres vástagos. Un viaje de regreso tan largo no podían hacerlo con su pequeña camada. Volvieron a El pilero, no era el Palacio Sumergido pero les había dado suerte y allí habían nacido sus cachorros. Tenían que solucionar pronto la situación porque su prole ya necesitaba del calor humano y una vida lejos de viajes y, sobre todo, lejos de la situación del país donde tenían que regresar.  

Los astros se alinearon una vez más a favor de ellos y una sevillana, no sé muy bien como, se quedó prendada de la pequeña de sus cachorros y la adopto. No sin antes prometerles que la cuidarían y que sería una más en la familia.

Murat y Aysel se marcharon felices y tranquilos. Sabían que dejaban en buenas manos a su pequeña fruto de la magia y el embrujo de esta bendita tierra.

¿Una gata común? No Germán, no, Micaela en Van Turca, y no es nada común. Tú la conociste de pequeña, Carmen es la que la lleva y la conoce bien. Ahora está muy cambiada y la prueba a continuación. Además, después del lote de investigar que me he dado y encima encerrado en casa ¿me vas a llevar la contraria?

Esta es  Micaela:

Foto hecha con... ¡Con que va a ser!


Esto es un gato Van Turco:

 Foto de infogato.org


Ahora ¿Qué? ¿Tengo o no tengo razón? Vale, a lo mejor los buenos amigos de la Clínica Felina Kato tienen más datos que yo, que no lo dudo, pero mi investigación no me la quita nadie.

Esta historia tiene continuación. Por lo menos otra versión del origen de los Van Turcos y del origen de Micaela.




sábado, 21 de marzo de 2020

Una (larga) de confinamiento



Iba a seguir contando cosas de Micaela pero me he dado cuenta que no he comentado nada del virus de las narices. Del bicho ya se ha dicho todo o casi todo, así que no  me voy a enrollar contado cosas que seguro  ni se aproximan a la realidad. ¿Qué puedo contar? Pues de como llevo el confinamiento.
Lo primero es recordar que soy sevillano. ¿Esto qué tiene de novedad si la clausura es en toda España? Ponerse en mi lugar.


Nosotros vivimos en la calle. Disfrutamos de la calle. Nos relacionamos en la calle. El clima, la idiosincrasia, el sol y, sobre todo, la magia de esta ciudad, invita a salir y a vivir fuera de casa. Y encima estamos en primavera, la mejor estación del año para sentir el perfume del azahar, para ir con “media manguita” por la calle y no sentir ni frio ni calor, para darte un garbeo por el centro y meterte en una bulla. Y para muchas cosas más.



Entre otras  cosas nos hemos quedados sin derbi. El domingo pasado tenía que jugarse el Sevilla-Betis y fue suspendido. Pues nada, a aguantarse. Es lo mejor que se pudo decidir. Como curiosidad, de pasada, para simplemente informar, diré que se organizó un partido de FIFA (en la plei), retrasmitido en directo con comentaristas y todo, entre Sergio Reguilón, jugador del Sevilla y Borja Iglesias, jugador del Real Betis Balompié.  El resultado es lo de menos, lo importante es la iniciativa. Y también de pasada comentaré que el resultado fue 5-6 a favor de… ¡el Panda! Borja Iglesias. Ya jugaremos el de verdad dentro de unos meses y lo volveremos a ganar.



También nos hemos quedado si procesiones. Atentos a esta cuestión, sin procesiones. La Semana Santa está ahí, desde el Viernes de Dolores, día 3 hasta el Domingo de Resurrección, día 12 (Inciso informativo: 3 de Abril, cumpleaños de mi santa sufridora madre de nuestros hijos; 12 de abril: aniversario de boda, sin poder invitarla al teatro o a cenar, casi ). Lo que no habrá son hermandades por la calle haciendo su estación de penitencia.


 Pero, por si no lo sabéis, las Hermandades están los 365 días del año ayudando a comedores sociales, a personas en peligro de exclusión, a la infancia necesitada y una larga lista de actividades altruista. Lo que pasa es que las hacen sin bandas de cornetas y tambores, nazarenos, pasos, bambalinas, incienso y otros elementos cofrades. Pero bueno, ya queda menos para las procesiones de 2021.




Nos hemos quedado sin Feria. De momento. Sin Feria en Abril porque el ayuntamiento tiene previsto, si todo sale bien, que la disfrutemos en Septiembre. ¿Qué pasa? ¿Qué los de Bilbao pueden nacer donde quieran? po los sevillanos montamos la Feria de Abril en Septiembre. ¡Hasta ahí podría llegar la broma! Eso, que ya queda menos para tomarnos un rebujito y bailar un par de sevillanas, unos siete meses na má. 



¿Esta entrada de que iba? ¡Ah sí! De aislamiento, venga el teletrabajo.

Estos días he hecho teletrabajo. Nosotros vemos la televisión a través de un operador de esos que tienen muchos canales, un decodificador que graba, que está todo organizaito y demás. Pero resulta que hemos adaptado la antena comunitaria para tenerla operativa cuando llegue el apagón analógico y, claro, hay que resintonizar los canales que llegan por él éter. Sin problema, al lío. ¿Sin problemas? ¿El Naranjito? Enga ya hombre. , que cambio el tipo de entrada de “otro” a “antena” y a sintonizar. Sin dificultad, nosecuantos canales y nosecuantas emisoras de radio. Ahora a organizar y ponerlos por orden. Pero claro los televisores modernos mu planitos, mu grandes, mu buen sonido, mucho hachede efeka 5jotas y to eso, pero vienen sin manual de instrucciones. Así que a buscar por interné como se hace. Y lo encuentras, y en inglés, y te pones al lío. Y a pesar que tu dominio del inglés es B1 sin el 1, lo consigues. Todo organizaito. A probar. Perfecto. ¡Anda! ¡Se me ha olvidado Telecinco! Bueno, yo no digo nada, a lo mejor no se dan cuenta. Ese ha sido mi teletrabajo, un par de horas porque me he tenido que parar  dos de veces y acercarme a la cocina a por una cervecita o dos.

Qué largo es esto ¿no?

Bueno,  los aplausitos. Ni que decir tiene que los profesionales que está en primera, segunda y tercera línea de batalla, tiene todo mi apoyo y reconocimiento. Pero yo no aplaudo. No aplaudo físicamente, virtualmente todos los días. ¿Por qué no aplaudo? Porque mi calle es mu saboria, mu triste y mu sosa.
De pasada (creo que me estoy pasando con esto de “de pasada”) comentaré que en otra calle del barrio, en la calle Mar Adriático, organizan todos los días una fiesta a eso de las ocho de la tarde. Álvaro, el organizador, pone una mesa de mezcla y ameniza con música el encierro de los vecinos. Incluso se permiten peticiones y la transmiten a través del feisbu y la están liando en el buen sentido de la palabra.  ¿Y mi calle? A ver, es peatonal, con sus ventajas e inconvenientes. Por un lado tenemos la parte delantera de mi manzana con dos portales y la parte trasera de la manzana de enfrente, sin portales y la trasera de otro bloque alto. Se me olvidaba, también hay un chino que cerró la semana pasada. Estos notas seguro que saben algo  que nosotros no sabemos. Bueno, resumo, son 102 balcones y 204 ventanas. Las he contado, cosas del aburrimiento. Media de edad: creo que sobre sesenta y bastante. Esto solo está animado el día de reyes cuando vienen los nietos a recoger los regalos. El primer día nos asomamos y aplaudimos un tercio más o menos, ayer creo que fueron diez o doce. Lo dicho mu aburrios. Y la envidia que te da cuando escuchas a la gente de las calles de al lado.



Bueno, espera, a lo mejor, como son población de riesgo por el tema de la edad, no se atreven a salir ni a la ventana. Que va, es que son malajes y como dice mi hija "encima porculeros".

Me parece que me he pasado hoy. Esto es mu largo. Y al final no lo leen entero. Y después me quejo de que no hay comentarios. Y estoy encerrado. Y aburrio. Y eso que hoy no he mencionado ese aparato en el que el usuario ve directamente la imagen que va a fotografiar a través de un visor óptico sin ninguna clase de error de paralaje, de hecho todas las fotos menos unas las he rebuscado en la red.

Venga, que si puedo, la próxima entrada será más cortita. O no, que también puede ser.




jueves, 19 de marzo de 2020

Micaela


En la “entrevista” publicada hace unos días, comenté que “El Quillo”, nuestro gato, el gato de La Bodeguita, no está ya con nosotros. Después de 19 años su energía felina dijo basta y se acabaron sus días de aguantarnos y mandar por casa y, como todo buen gato, sobre nosotros.

Fue un palo pero, bueno, lo pasamos y ya está. Uno más de la familia que falta se nota. Pero la vida sigue. Y yo sabía, intuía, me los esperaba, me lo temía, que tarde o temprano, mi hija se iba a encargar de recoger de la calle otro “animal”.

Tardó su tiempo pero un día me dio la noticia. Yo había notado algo raro entre su madre y ella. Complicidad femenina que se llama. Sabiendo ambas dos que yo era reacio a tener de nuevo animales en casa, simplemente por lo mal que lo pasan, habían estado buscando algún “gatito” necesitado de sus cuidados.

Así que un buen día mi princesa me larga eso de mañana tenemos que ir a Carmona a recoger una gatita. No puse cara de estupor ni de nada, bueno, de tonto, pero esa siempre la tengo, y solo me atreví a decir una de mis palabras más socorridas: ofú.

Resulta que una protectora había recogido una manada de gatitos que estaban abandonados en un polígono industrial de la bella ciudad de la vega sevillana. Un mes tendrían más o menos. Los tenían acogidos una familia que tenían una gatilla con crías de la misma edad y las acepto dócilmente.
Pues nada, que el día señalado tiramos para Carmona, quedamos con la protectora en un veterinario y recogimos a la nueva integrante familiar.

Ellas ya habían decidido el nombre, Micaela. Sí, Micaela, ¿qué pasa? ¿Es raro? Po no. ¿Yo no he contado nunca lo del nombre de “El Quillo”? Pues ahora que no está lo puedo contar. El Quillo es el “Nick” o, vulgarmente, apodo, que utilizaba en las redes. Bueno, yo siempre le decía Quillo, pero su nombre verdadero era Chipi, abreviatura familiar de Chipirón. Vale que para bautizar somos especiales, pero es lo que hay.

¿Por qué Micaela? Po no sé, se les ocurrió a ellas y ya está. Y Micaela aparece en su pasaporte, en su chip, en su documentación y porque no tiene D.N.I. que si no también.

Es curioso lo del nombre, a saber:

Cuando está jugando o se le llama para comer o para avisarle que el sol está entrado por la ventana, ¡Mica ven!. ¡Mica toma!, ¡Mica mira!. 
Cuando hace alguna trastada o se porta regular tirando para mal, ¡Micaeeelaaaa!

Y la puñetera lo entiende a la perfección. No sé, a veces pienso que estos animales son más listos de lo que aparenta y siempre se ríen de nosotros.

Esto fue en Mayo del año pasado. Lógicamente esta esterilizada, con su chip, con sus vacunas, con su revisiones y con sus comidas adecuada a su peso y edad. Y a diferencia del Quillo, ¡no le gusta mi sillón! ¡Y puedo dormir la siesta yo solito!

Y ahora algo de su morfología. Según sus veterinarios Carmen y German de la Clínica Felina Kato (no es publicidad, es recomendación) es una gata común europea de color  calicó, vamos, de tres colores. Pero en esto discrepo de los veterinarios. Micaela es de raza van turca y en la próxima entrada lo voy a demostrar que para eso he hecho una ardua investigación hasta dar con la historia de su  progenitores.

Ahora las fotos (ni que decir tiene con que la he hecho) de los primeros días.

En la primera, la señora está durmiendo plácidamente como si estuviera tomando el sol en la playa de Matalascañas.

En la segunda, le estoy enseñando a escuchar y ver música clásica. De pasada diré que mi santa esposa madre de mis hijos me echó una bronca por permitirle que se subiera a la mesa estando el mantel de diario. ¡Pero es que estaba embobada! ¡La voy a quitar!

 Hoy en día está mucho más crecida, ya la mostraré y contaré más cosas, total ahora por una cosa y otra tengo tiempo. 


Esperando la playita.

 Aprendiendo buena música








martes, 17 de marzo de 2020

Entrevista rebuscada para una apertura anunciada


Foto rebuscada en interné, nada más que para adornar.




Hoy, en reportajes caseros, hemos localizado al desaparecido Naranjito y conseguimos hacerle una entrevista a pesar de lo perro y flojo que se ha vuelto.

Periodista. ¿Dónde te has metido todo este tiempo que desde Septiembre no sabemos nada de ti?
Naranjito. Ná quillo. No sé. Que me dió por ahí. Una pájara. Flojera totá.  Y mira que me han dado por saco para que abra La Bodeguita. Pero te coge en momento de esos tontos. Tontos de seis meses, pero, bueno, yo que sé, a ver si me espabilo y aporreo teclas.

P. ¿Y qué es de tu vida?
N. Seis meses dan para mucho. Un pequeño resumen, amo a vé: La salud, bien. La familia, bien. El encierro…

P. Lo de él encierro luego, por favor.
N. Vale, luego.  La salud: ya no tengo gota, ni cólicos nefríticos, ni el corona, creo. Y en líneas generales estoy hecho un chaval. No voy al gimnasio porque me canso que si no ya te contaría los bíceps, tríceps y abdominales que me saldrían.

P. Ahora el trabajo.
N. Jejeje. De lujo., fíjate que estoy ¡Prejubilao! Tal como suena.

P. ¿Y eso?
N. Pues nada, que me llamó el dire de recursos humanos y me lo propuso. Después de unas arduas negociaciones que duraron un par de días, bueno, arduas lo que se dice arduas no fueron. Más bien, mira esto te proponemos ¿qué te parece? piénsatelo pero no tardes tu eres un gran activo para la empresa y esto es lo que hay con la normativa en vigor al día de hoy mañana so sabemos lo que puede pasar consúltalo con la almohada y nos contesta lo antes posible que tenemos que negociar con más compañeros además ahora que te aguante tu mujer que nosotros ya te hemos aguantado bastante.
Más o menos esto fue lo que me dijo pero con puntos y comas. Yo no lo consulte con la almohada porque estaba en el turno de noche y de dormir poquito, pero, vale, venga, que sí, que palante.   Y aquí estoy.

P. Entonces de lujo ¿no?
N. Bueno no tanto. Veras ínclito entrevistador, para empezar se me ha  jodido la correa de distribución del coche. Y vale más el collar que el perro.  Ahora que podía viajar a esperar a ver como lo soluciono. Aunque es muy fácil, cuando abran los concesionarios a buscar y llorar. Aunque por otro lado como con lo de la cuarentena no puedo moverme a ningún sitio, pues de momento no me llevo disgusto económico.

P. Y tus compañeros ¿qué dicen?
N. Hay de todo. Unos se alegran de perderme de vista, otros se alegran  de que no les dé el coñazo, otros se alegran de coger mi puesto, otro se alegra de coger mi taquilla, otros se alegran de poder tomar café sin invitarme, otros se alegran de que no los llame para arreglar y modificar cosas. Lo que yo te diga, que la mayoría se alegran. Los que no se alegran son mis jefes directos porque dicen que ahora de quién tiran cuando hay marrones que solucionar.
En compensación con todo este cariño demostrado, tengo que organizar una quedada para tomarnos unas cervecitas con sus correspondientes tapitas. Con todos no, solo con un grupito selecto, que en la fábrica andamos por 700 y tengo que cambiar de coche. Y la cruzcampo  ha subido el precio del barril. Lo más seguro es que sea cuando se termine la cuarentena, allá por el mes de Junio o Julio. O en Septiembre en la Feria de Abril. No sé ya veré la fecha.
Una cosa si le quiero comentar a mis compañeros. A mí no tenéis que hacer ningún regalo. Ustedes REFLEXionar todo lo que hemos pasado juntos a lo largo de los años y con eso me vale. Vuestra amistad REFLEja los momentos vividos. Y tranquilos, que voy a apuntarme a un curso de macramé y no a uno de REFLEXología.

P. Ahora la familia
N. La familia bien. Mi señora agobiá por tenerme todo el día en casa pero lo sobrelleva. Los churumbeles bien.
El que no está con nosotros es el Quillo. Después de 19 años (más o menos 90 años al cambio con los humanos) nuestro gato se nos fue. Fue durillo pero esperado. Tantos años conviviendo con él es lo que tiene.
Pero bueno, ahora tenemos a Micaela. O mejor dicho, ella nos tiene a nosotros. Y Micaela, Mica para la familia, tiene para una jartá de entradas. Esta tarde me pongo a escribir algo.

P. El encierro ¿Qué?
N. De lujo. Mira que con esto de tener tiempo libre hice mis pinitos como cocinero. Con el apoyo incondicional de mi santa esposa, eso sí. Verbigracia: No cojas esa sartén que es muy grande y gastas mucho aceite. Baja el fuego al seis que se te quema. La espumadera esa es la que utiliza tu hija para las berenjenas, no la toques. No cojas las patatas nuevas que son para la tortilla. Te has pasado con la sal. A ver si se termina esto pronto y sale mi mujer a la calle y me quedo solo en la cocina. Aunque la posterior bronca sea monumental.
Solo salgo a por el pan nuestro de cada día. Y hoy me ha pasado una cosa curiosa. Después de comprar cuatro piezas, dos andaluzas y dos molletes para ser exactos, sin darme cuenta, será cosa de la cadencia acostumbrada, di la vuelta al bloque y  llegué a la puerta del Bar Andalucía. Y ná, que el Antonio y el Fran cumplen con las normas y están cerrado. La costumbre es la costumbre y pronto la recuperaremos. Cuando sea época de caracoles, o de pavía de bacalao, o de… ¿queda mucho?

P. ¿vas a seguir escribiendo?
N. ¡Claro! Mira, el piso está como los chorros del oro. Se limpia todos los días. Me he puesto al día con las series que tenía atrasadas. En un mes he leído cuatro libros y voy por la mitad del quinto. El móvil lo tengo saturado de vídeos del corona y cuando pueda empiezo a borrar cosas. El feisbú  no para de novedades. Y que puñetas, que me gusta escribir y ahora   tengo tiempo.

P. Una última pregunta ¿no te has planteado cambiar la foto de perfil?
N. Pues sí, la verdad es que sí. Pero voy a esperar a la quedada con los compañeros no sea que alguno de ellos lea esta entrevista y capte la sutil propuesta que lanzo a los cuatro vientos. Entonces, y solo entones, cambiaré la foto.

P. Muchas gracias por tu tiempo y espero que La Bodeguita vuela a tener las puertas y ventanas abiertas.
N. Se intentará, enga hasta más ver.