Bueno, pues nada, que después de
mi parada en la farmacia pusimos rumbo a la playa. A una hora ideal, a esa que
otros domingueros ya tienen la sombrilla clavada y sus posaderas encima de las
toallas. Pero no importa, de casa a la playa del tapón se tarda una hora más o
menos, yendo despacito y parando a desayunar a mitad de camino, en La Pausa, un
área de servicio en Chucena donde no para nadie, solamente todos los coches que
van camino de las playas onubenses o del Algarve portugués. Pero da igual, se
trata de pasarlo bien y no agobiarse en la carretera. Y no me agobio, ni
siquiera cuando llego a la aldea de El Rocío y llevo cerca de dos horas y media
metido en el coche. Y no me agobio, ni siquiera cuando llevo escuchado el disco
Papito de Miguel Bosé desde que salí de
casa. Y no me agobio, ni siquiera cuando pienso, que con el atasco que hay,
puedo tardar una hora en recorrer los quince kilómetros que hay desde El Rocío
hasta la paya de los miarmas.
¿Qué no me agobio? ¡Una jartá! Así
que decido, en un momento de inspiración, o en un momento en que estoy hasta
donde todos piensan, cuando llego a la rotonda de Matalascañas, después de otro
repaso a las quince canciones del cd del Bosé, tirar a la derecha y poner rumbo
a Mazagón. Qué más da otros treinta kilómetros, se trata de pasarlo bien y
disfrutar. Pero no, no aguanto más, tengo que encontrar una playita güena y
remojarme en la mar salada.
Bueno, pues nada, que carretera y
manta. Dejo a mi izquierda el camping Doñana. -Esta playa está muy bien pero
con la gente que hay en el camping seguro que ya está llena. Apunta sabiamente
mi mujer. Sigo otro poco más y paso por el cruce que lleva a la base de
lanzamiento de cohetes y prueba de misiles que tiene el INTA (Instituto
Nacional de Técnica Aeroespacial) en El Arenosillo. Ya que los americanos de América del Norte
tienen Cabo Cañaveral nosotros no podíamos ser menos, y que mejor sitio que
Huelva. Entonces recordé que mi hija me había hablado de una playa por esta
zona y como vi varios coches girar a la izquierda, pensé: ¡Aquí seguro que hay
playa!
Un camino de tierra que termina
en un pequeño aparcamiento donde caben cincuenta coches. Yo debía de ser él
número setenta y tres, por lo que dejé aparcado el vehículo debajo de un pino
con las ruedas medio enterradas en la arena. Ya estoy en la playa ¡por fin! ¡Y
era la que mi hija me comentó!
Foto con el móvil. Veis como el nombre es oficial. |
Bueno, pues nada, que cogimos sus
sillas, sus sombrillas, sus esterillas, su bolso, su nevera azul de toda la
vida con sus filetes empanaos, mis litronas, su tinto de verano, su pipirrana,
sus huevos a la bechamel y su melón y empezamos a bajar, a bajar, a bajar. Primero
por un camino de cabras. Después por un corto camino de tablas que se han
puesto con el dinero recaudado con los dos euros que valen el aparcamiento.
Venga, que no voy a criticar los accesos, que la aventura es la aventura.
Bueno, pues nada, que por fin
estamos sentados cómodamente en sus sillas, bajo sus sobrillas en la magnífica
playa de Rompeculos.
Foto obtenida en www.sobrehuelva.com |
Como veis en la foto la playa es
una maravilla, cien metros de arena fina, un suave oleaje, muy poca gente y muy
tranquila. Dicen las malas lenguas que el nombre es debido al riesgo que corres
cuando bajas por el acceso de cabras o de tablas. Nada de eso el nombre ya
consta desde el siglo XIX, porque había un arroyo que se abrió paso entre las
dunas. Muy gráficos nuestro antepasados. Otras malas lenguas incultas dicen que
el nombre es debido a que como es una playa nudista hay una zona de “ambiente”.
Otra mentira cochina. De nudista nada de nada, al menos en la zona donde nos
aposentamos. En un momento de la
sobremesa en el que un servidor decidió dar un paseo para hacerle caso a la
médica del trabajo que me dijo que hiciera deporte, sí que vi alguna dama con
medio bikini, pero como en cualquier playa de nuestro litoral. Eso sí, cuando
ya llevaba un buen rato andando note que la cantidad de ropa de los bañistas
menguaba hasta tal punto que desaparecía. Pero muy bien, mucho respeto y mucha
libertad y cada uno a lo suyo. En un momento dado me di cuenta que mi meiba a rayitas desentonaba un montón, así
que no tuve más remedio que hacer lo que cualquier persona que se considere
liberal debe hacer. Me di media vuelta y regresé junto a mi esposa.
La playa ya he dicho que es un
encanto, pero tiene un par de peros. El primero ¡que no hay chiringuitos! ¡Cómo
puede existir una playa sin chiringuitos! Menos mal que llevábamos su nevera
azul de toda la vida. Y el segundo pero es el tema de los servicios. Dos
opciones o el Atlántico o los matorrales junto a los acantilados. Esta segunda
opción no la recomiendo no sea que lo del nombre de la playa no tenga nada que
ver con lo del riachuelo y las dunas.
El camino de regreso al coche me
abstengo de contarlo porque ya os lo podéis imaginar, camino de tablas, camino
de cabras y subiendo, pero lo que sí puedo decir es que cuando llegue la “calo
membrillera” pienso regresar a este paraíso. Saldremos tempranito y cogeremos
un buen sitio, con menos gente y entonces disfrutaremos de la naturaleza
natural y salvaje.
Foto con el movil. ¿A que es una playa normal? |