sábado, 15 de mayo de 2021

El origen de las palabras II: al liquindoi

 

Bueno, venga, sin escusas, que ya va siendo hora. Además, con las nuevas normas de aperturas y todo eso, ya puedo abrir La Bodeguita. Por casa estamos bien de salud y medio vacunados, y además habéis estado al liquindoi durante estas semanas y meses,… un momento, ¿he dicho al liquindoi? ¿A que no sabéis de donde proviene esta palabra? Yo sí que para eso he estudiado.

Pues resulta que a Napoleón Bonaparte no se le ocurrió otra cosa que intentar conquistar o invadir la España de todos los españoles. Casi lo consigue, pero la gente de la tacita de plata, más conocida por ser una ciudad que se fundó ochenta años antes que la de Troya, no se lo permitieron. Me refiero a Cádiz por si a estas alturas no lo habéis notado.   Nada que los gabachos asediaron durante mucho tiempo a los gaditanos que resistieron como pudieron.

Aprovechando la coyuntura, los hijos de la Gran Bretaña, enemigos acérrimos de los franceses y de todo aquél que circule por la derecha, ayudaban a los gaditanos y de camino le hacían la puñeta a los que decían eso de “güi güi, mesié, coman ta le vú”.

Con sus barcos y aprovechando el fuerte viento de levante, o de poniente, según, rompían el cerco marítimo que habían impuesto los amigos de Josefina, la parienta de Napoleón. Llegaban al puerto gaditano cargados de armamento, avituallamiento y poco más porque ayudar lo que se dice ayudar lo hacían pero cobrando a precio de oro las cosillas que traían.

Y hete aquí, más bien allí, que los gaditanos y gaditanas, como estaban caninos, es decir, cortitos de condimentos con lo que hacer los pucheros y guisos con que alimentarse, aprovechaban la ocasión para acercarse al puerto a ver si podían conseguir algo con que solucionar sus problemas de mantenimiento doméstico. Tomándolo prestado, por supuesto.

Pero claro los británicos, en su desconfianza natural que ha llegado hasta nuestros días, intentaban impedir la rapiña de los pertrechos que traían. Vale, para que nadie se disguste, la presunta rapiña.

Pues nada que el contramaestre, ya que el capitán del barco nada más que atracaban se piraba a los garitos que rodeaban el puerto, se encargaba de la vigilancia y el control de la estiba. ¿Cómo lo hacía? Fácil, le decía al pringao  del marinero de guardia que estuviera pendiente y que no se fiara de nadie. Se lo decía en inglés, claro:

-¡Look and do it!


Con el tiempo y después de escuchar muchas veces esta expresión, los gaditanos la tomaran como suya pero gaditaneandola una mijilla.

-Pisha ¿hoy qué?

-, estos notas están al liquindoi. A ver si luego cuando estén en el cambio de guardia nos subimos por la estacha de proa y aprovechamos la clarita.

Está claro ¿no? Pues nada que en vez de decir estoy pendiente hay que decir estoy al liquindoi

Por cierto, la foto no es de un barco inglés en construcción, es de uno español. Ya está más avanzado pero eso es otra historia.