lunes, 14 de marzo de 2011

El botón verde



Eustaquio Canales llevaba dos semanas con el técnico alemán instalando la nueva aplicación en una de las máquinas en las que trabajaba.  Ni él sabía alemán, ni el teutón sabía el idioma de D. Miguel de Cervantes y Saavedra. Pero se entendían los dos. Entre un inglés de    F.P. II y los signos y la experiencia que da el estar durante muchas horas “al pie del cañón”,  consiguieron poner en funcionamiento el nuevo accesorio.

Al final era bastante simple. El mismo concepto, pero con una pantalla táctil que sustituía el viejo sistema de pulsar F0, F3, F4, etc., pero mucho más fácil y rápido. De eso se trataba de conseguir los distintos cambios de formatos sean rápidos y eficientes.

Una pantalla muy moderna, de última generación. Para facilitar el trabajo a los operarios y conseguir una mayor eficiencia. El germano se marchó y dejó a los responsables la oportuna documentación, estando a su entera disposición para cualquier duda o problema que surgiera. 

Empezaron a probar. Llegó el sr. Ingeniero responsable para adecuar los datos de los productos al trabajo diario.

Por favor Canales, retírese que no puede usted ver la clave de acceso de  los parámetros. Gilipoyas, pensó el bueno de Eustaquio, si todas las máquinas de este proveedor tienen la misma clave. Y allí estaba el diplomado, modificando y probando, pero aquello no salía adelante. Las piezas caían una tras otras y no había manera de poner aquello en marcha. Eustaquio se mantenía en un prudente segundo plano, recogiendo y limpiando todo el rechazo que se acumulaba a la salida de su línea de producción. Cada vez que se acercaba, su “supuesto jefe” le miraba con unos ojos de “anda, quítate que tú de esto no sabes”.

No había forma. Aquello no funcionaba. El ingeniero modificaba una y otra vez todos los parámetros según las instrucciones que le habían dejado en los manuales. Optó por fotografiar la pantalla del nuevo sistema para, a través de correo electrónico, consultar con la central en Düsseldorf la solución. Se marchó el buen hombre para utilizar todos los medios “modernos” que tenía a su alcance, e intentar que el nuevo sistema ultramoderno funcionara a la perfección.

Eustaquio estaba harto. Llevaba desde las siete de la mañana limpiando y quitando piezas de rechazo que, por culpa de un señor que no quería escucharlo, se amontonaban y amenazaban con ganarse la bronca de su jefe inmediato.

Una vez que el ingeniero se marchó a su cálido despacho, para hacer las gestiones oportunas a través de la red, o de interné, o de lo que él creía oportuno;  Eustaquio decidió, que como le quedaban quince minutos para terminar su jornada laboral, poner en marcha la línea de producción. Avisó al eléctrico de guardia y le dijo: Quillo dile a este que la máquina ya está funcionando.

En el camino a los aparcamientos se encontró con el ingeniero que regresaba de comer.

Canales, ¿Qué es lo que has hecho para que la máquina comienza a funcionar normalmente?

Perdona, pero son las tres y cuarto y me está esperando mi mujer para almorzar. Mañana hablamos.

El ingeniero llegó a su despacho y se encontró con un e-mail en su pantalla. El e-mail era muy escueto. Después de analizar las fotos y estudiar las consultas el germano le contestó:

   IT TOUCHES THE GREEN BUTTON  

Moraleja: Cuando termines tus estudios y, si tienes la suerte de conseguir un buen trabajo, cálate la boina hasta las cejas (solo metafóricamente) y pégate a las personas que tienen experiencia. Con tus conocimientos llegaras lejos. Pero nunca te olvides de escuchar a la fiel infantería.

viernes, 11 de marzo de 2011

Adiós Paco Cano

Después de semanas de sufrimiento y dolor nos dejaste, querido suegro. Día tras días estuvimos a tu lado intentando ayudarte en la recuperación de tus males, de tu maldita enfermedad que rápidamente te iba consumiendo. Tu sabias de sobra lo que tenías y por eso no nos ayudabas a ayudarte. Pero allí estábamos nosotros, sobre todo tu hija. Horas tras horas, a tu lado, intentando hacerte ver que tenías que seguir adelante, que no te  rindieras. Pero tu sabías que tu menudo cuerpo no daba más de sí. Sabes de sobras que estuvimos todos, la primera, como he dicho, tu hija, tu esposa, tus nietos, por supuesto que yo también estaba a tu lado y no me ha pesado en absoluto. Cuando te preguntábamos si te dolía algo siempre decías que no. Pero no nos engañabas, tus ojos no han sabido mentir. Te dieron el alta hospitalaria y estuviste en tu casa el tiempo justo para saber que todo estaba en orden. Un par de horas y de nuevo al hospital para dejarnos esa larguísima madrugada, cuando tus órganos se iban apagando poco a poco.

Descansa tranquilo donde quieras que estés ahora. No te preocupes por tu rubia, que tu hija sabe cómo cuidarla. Tus nietos, a los que conoces muy bien,  salen adelante de todos los palos que les pueda dar la vida (tienen a quien salir), y yo me hecho a la espalda todo lo que sea necesario.

Hemos seguido todas tus instrucciones: no te pusimos coronas de flores y, cuando salga el maravilloso sol de tu Sevilla, te llevaremos rio abajo, pasando la esclusa. Por cierto, el dinero de las flores lo emplearemos, que conste que siguiendo tus instrucciones, en una buena comida, aunque nos sepa amarga. A tu quiosquero ya le hemos dicho que no te guarde tu ABC y las películas clásicas (antiguallas como dicen tus nietos) que tanto te gustaban.

Como te he dicho antes, descansa. Busca a tus viejos compañeros que se fueron antes que tú. Montaros en unos de los cientos de barco que construisteis en los Astilleros y navegar por esos eternos mares. Después regresar a Sevilla, iros a casa Vizcaíno, a Baturones o al Tremendo de Santa Catalina, o a cualquier bar de los antiguos. Y esta Semana Santa busca a tu cuñado y volver a vestiros de nazarenos.

Tu gente estará bien, cuenta con ello. De eso nos encargamos tu hija y yo. Y no te preocupes  por tu hija, que aunque la veías agotada ella sacaba fuerzas de no sé dónde, para horas tras horas cuidarte como tú te merecías. Ahora intentaremos volver a la normalidad sin tu presencia física pero con el cariño que nos dabas.

Adiós querido suegro, te tendremos en nuestros corazones y descansa Paquito, descansa que te lo mereces.