Eustaquio Canales llevaba dos semanas con el técnico alemán instalando la nueva aplicación en una de las máquinas en las que trabajaba. Ni él sabía alemán, ni el teutón sabía el idioma de D. Miguel de Cervantes y Saavedra. Pero se entendían los dos. Entre un inglés de F.P. II y los signos y la experiencia que da el estar durante muchas horas “al pie del cañón”, consiguieron poner en funcionamiento el nuevo accesorio.
Al final era bastante simple. El mismo concepto, pero con una pantalla táctil que sustituía el viejo sistema de pulsar F0, F3, F4, etc., pero mucho más fácil y rápido. De eso se trataba de conseguir los distintos cambios de formatos sean rápidos y eficientes.
Una pantalla muy moderna, de última generación. Para facilitar el trabajo a los operarios y conseguir una mayor eficiencia. El germano se marchó y dejó a los responsables la oportuna documentación, estando a su entera disposición para cualquier duda o problema que surgiera.
Empezaron a probar. Llegó el sr. Ingeniero responsable para adecuar los datos de los productos al trabajo diario.
Por favor Canales, retírese que no puede usted ver la clave de acceso de los parámetros. Gilipoyas, pensó el bueno de Eustaquio, si todas las máquinas de este proveedor tienen la misma clave. Y allí estaba el diplomado, modificando y probando, pero aquello no salía adelante. Las piezas caían una tras otras y no había manera de poner aquello en marcha. Eustaquio se mantenía en un prudente segundo plano, recogiendo y limpiando todo el rechazo que se acumulaba a la salida de su línea de producción. Cada vez que se acercaba, su “supuesto jefe” le miraba con unos ojos de “anda, quítate que tú de esto no sabes”.
No había forma. Aquello no funcionaba. El ingeniero modificaba una y otra vez todos los parámetros según las instrucciones que le habían dejado en los manuales. Optó por fotografiar la pantalla del nuevo sistema para, a través de correo electrónico, consultar con la central en Düsseldorf la solución. Se marchó el buen hombre para utilizar todos los medios “modernos” que tenía a su alcance, e intentar que el nuevo sistema ultramoderno funcionara a la perfección.
Eustaquio estaba harto. Llevaba desde las siete de la mañana limpiando y quitando piezas de rechazo que, por culpa de un señor que no quería escucharlo, se amontonaban y amenazaban con ganarse la bronca de su jefe inmediato.
Una vez que el ingeniero se marchó a su cálido despacho, para hacer las gestiones oportunas a través de la red, o de interné, o de lo que él creía oportuno; Eustaquio decidió, que como le quedaban quince minutos para terminar su jornada laboral, poner en marcha la línea de producción. Avisó al eléctrico de guardia y le dijo: Quillo dile a este que la máquina ya está funcionando.
En el camino a los aparcamientos se encontró con el ingeniero que regresaba de comer.
Canales, ¿Qué es lo que has hecho para que la máquina comienza a funcionar normalmente?
Perdona, pero son las tres y cuarto y me está esperando mi mujer para almorzar. Mañana hablamos.
El ingeniero llegó a su despacho y se encontró con un e-mail en su pantalla. El e-mail era muy escueto. Después de analizar las fotos y estudiar las consultas el germano le contestó:
IT TOUCHES THE GREEN BUTTON
Moraleja: Cuando termines tus estudios y, si tienes la suerte de conseguir un buen trabajo, cálate la boina hasta las cejas (solo metafóricamente) y pégate a las personas que tienen experiencia. Con tus conocimientos llegaras lejos. Pero nunca te olvides de escuchar a la fiel infantería.