Bueno, enga, que sigo, que se acaba el año y para el próximo me he
propuesto contar como mínimo cien batallitas de las mías. Lo primero la afoto:
La he hecho con mi móvil, como no
podía ser de otra forma. Creo que el pobre está con principio de alzeimer, cada dos por tres me sale un
mensaje diciendo que no tiene memoria. Pero digo yo que a falta de réflex
buenos son los celulares.
La tomé en una tienda de mi
barrio, en un chino para especificarlo un poquito mejor. Esta justo en la
entrada al establecimiento. Como veréis es un amplio catálogo de prendas íntimas
con las que despedir 2017 y recibir el
nuevo año. Tenéis donde elegir. Varios modelos y casi todas las tallas para
estar cómodos, elegantes y a la última. Y además son reutilizables, nada más
que tenéis que fijaros en los tendederos los próximos días y veréis la cantidad
de vecinos que recibieron el 2018 con ropa interior carmesí.
Y ahora la reflexión que me hago
para mí mismo y mi interior.
Si la tradición de tomar doce
uvas proviene de la iniciativa de productores vinícolas para dar salida a un
excedente del fruto de la vid, esta costumbre ¿a quién se le ocurrió?
Pues resulta que después de una
ardua y laboriosa investigación he descubierto el origen de esta tradición tan
arraigada.
Hace unos cuantos años, Lai Yun
Hao, insigne comerciante de artículos de
la vieja Catai, se equivocó al hacer un pedido y le enviaron un container lleno de las prendas en cuestión. Y
ahola ¿Qué hacel yo con to esto? Se preguntó poniendo los ojos así como
enclaustrados. ¡Ya tá! ¡Euleca!
¡Tenel idea!
La primera clienta que entró en
la tienda fue Encarnita. Cuando buscaba espumillón dorado con el que terminar
de adornar el árbol navideño, se topó de bruces, en un “amplio” pasillo de la
tienda, con un expositor parecido al de la foto.
-Oye Juan (todos los chinos de las tiendas se
llaman Juan y si no os lo creéis, se lo preguntáis) ¿y estas bragas tan
horteras?
-No oltela, son bonita –contestó rápido Juan Lai Yun Hao- son blaga
suelte. Tu ponel fin de año y velas mucho dinelo, mucha salú y mucho amol. Año
que viene sel año chino del conejo, mu felí, mu felí.
Encarnita compró un surtido de
las prendas y rauda y veloz se lo contó a todas sus amigas, que fueron a
adquirir los calzones, tanguitas y
demás, no sea que…
Pero hay no acaba la cosa, Juanlu, el hijo de Encarnita, se lo
comentó a sus colegas. –Quillo, quillo,
mi vieja ma comprao unos gayumbos coloraos de la suerte. ¡Con
esto triunfo la noche de las uvas!
¿Qué hicieron sus colegas? Pues eso que estáis
pensando, comprarlos. ¿Y lo que vacilarían con las pibitas en el cotillón de la
discoteca del polingano? Lo que no
sabían es que las pibitas ya tenían preparados los tangas y los guonderbrases granates. Es lo que tiene
que una nueva tradición se expanda exponencialmente de boca en boca y ayudado
por las ganas de un nuevo año lleno de dicha.
Yo no los tengo, me refiero a los
gayumbos rojos, pero resulta que mi señora esposa y mi hija se han ido al
centro ambas dos, solas, con mi bonobus, para, según ellas, hacer compras de última
hora. Espero que si se les ocurre alguna de las suyas, se pasen por el Women
Secret o por el Intimissimi, es que lo último que quiero es empezar el año con
salpullido.
Pues nada, que 2018 llegue
cargado de buenos momentos, mucha salud, mucha felicidad y lleno de deseos
conseguidos.
D.E.E. Lai Yun Hao, Juan para los amigos, vendió los 28.230 kilos
de ropa interior roja. Cerró la tienda. Vive en la playa del Palmar en Conil de
la Frontera. Se dedica a ver la puesta de Sol más bonita que hay en las costas
gaditanas, tomando gintonics que
parecen ensaladas mediterráneas. Y sí, aquella noche, él se puso unos
calzoncillos lojos.