Foto buscada en la red |
Aprovechando las jornadas de
puertas abiertas con motivo de la celebración del Día de Andalucía, he visitado
nuevamente la sede del Parlamento Andaluz. Quería fotografiar el extraño
rosetón que existe en la fachada de la antigua iglesia, hoy en día Salón de
Plenos donde se deliberan las leyes, justo a la misma altura de lo que antes
era el altar. Despistándome un poco del grupo logré colarme en el Salón de los
Pasos Perdidos. Una vez dentro un escalofrío me recorrió el cuerpo. Noté una
presencia a mi espalda. En principio pensé en alguien de seguridad que me
reprendería mi atrevimiento por dejar de escuchar las explicaciones del guía.
Pero no. Al darme la vuelta vi como se estaba formando un cuerpo transparente.
Lucia un hábito de monja de otros siglos y le colgaba del cordón del cinturón
un manojo de llaves. Bajo una inmensa cofia de enfermera se me apareció un rostro de aspecto áspero y seco, con una
mirada etérea que me traspasaba. Pero lo que más me causo terror fueron sus
palabras:
-No te asustes iluso visitante, no
te asuste y escucha mis ultimas palabras en este lugar y promúlgalas a generaciones venideras.
Llevo rondando estos pasillos, salas y patios desde que mi señora Doña Catalina
de Rivera y su hijo el primer marqués de Tarifa, Don Fadrique, fundaran este
Hospital de las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo hace cuatrocientos y
setenta años. Los temerosos de Dios han dicho de mí que soy intolerante y de
difícil temperamento; que soy insensible; que solo asisto a los pacientes que
les quedan pocas horas de vida; que solo me aparezco a moribundos y
desahuciados. Pero no es cierto. Durante mi espectral vida he visto las
miserias de las personas y he intentado recordarles al ser humano la fugacidad
de su paso por este mundo y la obligación que tienen de hacerlo mejor cada día.
Cuando en épocas de penuria venían a vender su sangre para su sustento, por eso
hoy lo seguís llamando Hospital de la Sangre, me aparecía a los desesperados.
En épocas de guerra imitaba los llantos y gritos de los soldados moribundos
para que sus compañeros no olvidaran nunca la inutilidad de las conflagraciones
armadas. A los encargados de mantenimiento los asustaba con el ruido de
camillas sin engrasar por los pasillos de las zonas de autopsias, de esta forma
aceleraban sus trabajos. En los años que estuvo abandonado me aparecía a
ladrones y chatarreros amigos de lo ajeno y evité la rapiña de lo poco que quedaba. De vez en cuando me
aparezco por las ventanas para que los vecinos de la calle que lleva el nombre
del fundador del Hospital, sigan recordándome y que sepan que los vigilo en sus
quehaceres diarios. Pero ya no puedo más, después de tantos siglos asustando y
apareciéndome a seres humanos hay algunos
que me han vencido. Me he aparecido en sus celdas, que ellos llaman despachos;
en sus criptas, que ellos llaman aparcamientos; en su iglesia, que ellos llaman
hemiciclo. No hay manera que entre en razón. Se han sentando en sus
confortables asientos y no consigo que piensen en los demás. Ciento nueve
personajes y sus adláteres. Solo se dedican a discutir entre ellos y a esperar
a que cada cuatro años la gente ilusa les renueve su confianza. Por eso me voy,
mi asustado visitante.
-Me marcharé a la céntrica Iglesia
de la Anunciación que comparte cripta con la Facultad de Bellas Artes, Facultad que tantos artistas sevillanos ha
dado al mundo. Allí, en esa cripta está el Panteón de Sevillanos Ilustres.
Esperaré a que quiten de la tumba de Gustavo Adolfo Bécquer las cartas de amor
que han dejado el pasado día de San Valentín los enamorados y enamoradas. Me
uniré a los fantasmas de Santiago y La Ceci, que no es otra que Cecilia Böhl de
Faber aquella que escribió “Callar en vida y perdonar en muerte”. A los
estudiantes no lo asustaremos porque ellos se dedican a lo que se tienen que dedicar:
a aprender y a formarse. Y, además, saben convivir con espectros y fantasmas.
Incluso nos dedican fiestas de vez en cuando. Cuenta mi historia, asustado
visitante, cuenta mi historia y recuérdala el próximo 25 de Marzo cuando
deposites el sobre en la urna transparente para renovar a los ciento nueve
personajes que alejaron este impalpable cuerpo del Hospital de las Cinco
Llagas.
Con el tintineo que producían las
llaves, la figura flotó por el salón y atravesó la pared camino de la calle
Andueza. Con el miedo en el cuerpo, regresé con el grupo justo para sentarme en
uno de los confortables sillones del hemiciclo. No pude evitar la tentación y
abrí un cajón. Había un bloc de notas con el logotipo del Parlamento de
Andalucía. Sobre la primera página, con escritura de colegio de pago, unas
letras: Con Paco a las dos en el bar el Tremendo de Santa Catalina.
Aprovecha la ocasión Sor Úrsula,
pensé, aprovecha la ocasión y date una vuelta por este templo de la cerveza que
es El Tremendo. Y si te encuentras con algunos de los ciento nueve, métele un
buen susto de mi parte.
FELIZ DIA DE ANDALUCIA