Otra vez historia de la vieja Ishbilia. Bueno historia lo que
se dice historia a lo mejor no, pero salpimentada con una pizca de leyenda ya
es otra cosa.
Resulta que, según reza en el escudo de Sevilla, esta es una
ciudad Mariana. Católica, apostólica y romana añadiría yo. Además con normas de
obligado cumplimiento. Bueno, ahora no son de obligado cumplimiento, pero en
tiempos inmemoriales (sí, he colado una palabrita chula) quién no cumplía estas
normas lo llevaba claro.
Para ponernos en antecedentes del meollo de la cuestión (otra
palabrita), si subís por la calle Villegas camino de la Plaza de la Pescadería,
para, por ejemplo, tomaros una cervecita con un montadito de chorizo picante en
la Bodega La Mina, en la esquina de la Iglesia del Salvador hay una hornacina
con la Cruz de Las Culebras y, debajo de esta, un azulejo con una Ley que dictó
el Rey Don Juan II. Lo de la Cruz de Las Culebras ya lo cuento otro día ¿vale?
Foto de la red. Desconozco autor. La cruz y debajo la Ley 11 |
En este azulejo pone, en castellano del siglo XV, lo
siguiente, traduzco y transcribo (jeje, otra palabrita):
ELREYD.JVAN.LEY11.ELREY.I.TODAPERSONA.QVE.TOPARE.ELSANTISIMO.SSACRAMENTO
………….
Bueno, venga, ahora en cristiano que si no, no hay quién lo
entienda:
El propio Rey y
cualquier hijo de vecino de esta ciudad que se cruce con el Santísimo
Sacramento, se tiene que poner de rodillas aunque el suelo esté lleno de mierda
y barro. Si no lo hace, se le embarga el caballo y encima se le pone una multa
de 600 maravedíes. Y si encima es moro o musulmán de catorce años para arriba
que se ponga también de rodillas porque si no se le quitará toda la ropa y se
quedará en pelota picada. Ley 11/siglo XV.
Bueno, ya tenemos los antecedentes, ahora vamos al lío.
Resulta que en el barrio de San Lorenzo había una taberna de
esas de vino peleón, pucheros aguados y juegos de naipes. En esta taberna
estaban, ya en un estado chisposo y diciendo eso de “egues mi henmano, te quiero
musho, un taco”, un grupo de habituales parroquianos, entre ellos Mateo el Rubio. Por
cierto, no confundir con el Rubius que ese es un yutuber que vive en Andorra.
En un momento dado escucharon unas campanitas y un murmullo
proveniente de la calle. Aunque el estado en que se encontraban no era para pasar
un control de alcoholemia por los alguaciles y migueletes de la época, se
asomaron prestos a la calle (presto, otra palabrita chula).
Dos monaguillos haciendo sonar campanitas chiquititas
precedían a un sacerdote que portaba en alto un pequeño sagrario donde iba la
Hostia Consagrada, o sea, el Santísimo Sacramento. Detrás del cura, unas
mujeres enlutadas haciendo el honorable oficio de plañideras, portando velas y
cirios. Se dirigían a dar la última
comunión a una persona que le quedaba menos de tres telediarios para pasar a otra
vida más tranquilita.
Pues nada, que el grupo de bebedores empedernidos (hoy estoy
que me salgo con las palabras), a pesar de su embriagadez pusieron rodillas en
tierra. Todos menos el Rubio. Esté, que era más chulo que un ocho y más vacilón
que un reguetonero, se quedó de pie y riéndose de sus compadres dijo
— ¡Pringaos! No tenéis nada entre las piernas. Ahora vais a
ver un hombre de verdad, hecho y derecho. Que sepáis, pardillos, que yo me
quedaré de pie.
En ese momento, un trueno retumbó por toda la calle y con un
teravatio de potencia, un rayo cayó sobre la cabeza de El Rubio dejándolo
petrificado y hundido hasta las rodillas por los siglos de los siglos y para mayor desahogo de los canes que
pasan por su lado con la vejiga llena.
Foto de ABC de Sevilla. Estado actual de Mateo El Rubio |
Desde aquél suceso, más o menos, lo mismo fue años
posteriores que tampoco hay que ser muy tiquismiquis, a esa calle de la collación
de San Lorenzo se le conoce como calle Hombre
de Piedra, distrito postal 41002, Sevilla.
Bueno, vale, que a lo mejor ese no es Mateo El Rubio pero las
crónicas de la ciudad y los cronistas dicen que sí. También, al Cesar lo que es
del Cesar (sigo fino hoy), parece ser que es un busto romano que antes estaba en unos baños árabes que había por ese lugar. Pero la leyenda es más interesante que la
realidad, así que me quedo con la historia
del vacilón de El Rubio y cómo sigue de piedra después de tantos años y tantos perritos que pasan por su vera.