Quizás para los sevillanos
sevillanos, la entrada de hoy no les resulte una novedad, pero, como dice mi
churumbel el mayor que es el experto en estadísticas y cosas de esas, la
Bodeguita la visitan gente de todo el mundo. Y yo tan contento recibiendo, en
esta su humilde casa, a ilustres visitantes de Chikiristan, Malajati o de las
Islas Perdidas en los Mares del Sur, vete tú a saber desde donde se asoman mi “legión” de visitantes.
Y a todos estos amigos foráneos
les quiero mostrar una tradición que todo buen enamorado de la Híspalis romana
debe conocer y pregonar a los cuatro vientos. Empecemos con una poesía:
Soy de la Sacramental
El artista me pintó
Y puso aquí un pajarito
-que es su forma de firmar-
oculto en un rinconcito
Todo aquel que lo encontró
dió su limosna al pasar
y a las Ánimas rezó
sí se quería casar,
siempre y pronto lo logró
¿Esto qué es lo que es? os
preguntareis ávidos de misterios y leyendas. Pues es un azulejo que se
encuentra encima de una ranura donde depositar donativos para rezar una
plegaria dedicadas a la Ánimas Benditas del Purgatorio. Pero no es este azulejo
en cuestión al que me refiero en el título, sino al que está justo encima de
él. Tranquilos que la foto (hecha con el móvil) la pongo al final, así que
seguir leyendo que si no, no os enterareis de ná.
Más que un azulejo es un mural
hecho en cerámica por el artista Juan Oliver, nacido en el aljarafe sevillano,
concretamente en Castilleja de la Cuesta. Este buen señor tenía la costumbre de
firmar sus obras con un carduelis, o
sea, con un jilguero. El artístico alicatado representa a las almas en tránsito
hacia su destino final, algunas de ellas rescatadas por ángeles y presentadas a
San Pedro, el dueño y señor de las llaves de cielo. Obsérvese, como curiosidad,
algún que otro obispo y papa rogando por la salvación de su alma. Y la firma
del autor está. De eso se trata de buscar el pajarito.
Si pasáis por la plaza de San
Pedro, en la fachada de la iglesia del mismo nombre, siempre observareis a personas de todas las
edades buscando en la pintura el detalle que escondió el mencionado Oliver. Y
como en esta ciudad hay gente que tenemos mucha güasa, también observareis al típico sevillano malaje (yo solo lo
hice una vez y porque eran alemanes los que estaban embobaos, que conste) que muy amablemente te dice eso de ¡aquí
está! Y encima te lo señala con el dedo. Nada, se acabó el misterio, adiós a la
diversión y adiós a la limosna. Totá, como
no lo he encontrado, no me caso. Esto último seguro que lo han pensado muchas
personas a las que les han fastidiado la búsqueda.
Y ahora os propongo que por un
momento os trasladéis al centro de Sevilla, pararos frente a la fachada de la
iglesia de San Pedro, levantá la
mirada y dejaros llevar por el juego de buscar al jilguero. Seguro que lo encontráis,
para ello un par de pistas
La primera por gentileza de mi
esposa: –Hay que buscarlo con ojos de
niños
La segunda, la segunda ya la he dicho cuando he transcrito la poesía
del azulejo pequeño.
Ahora viene la foto, aconsejo que
la ampliéis, si tuviera una réflex se notarían los detalles con mucha más
nitidez, pero ¡qué le vamos a hacer!
La foto la hice el lunes pasado
cuando acompañé a mi hijo al centro. Estando los dos intentando conseguir una
buena instantánea, se puso un señor delante
de nosotros alargó el brazo y con el dedo índice señalando un punto en
concreto, nos dijo mu risueño: ¡aquí
está! Claro que mi vástago y yo no nos pudimos reprimir y le soltamos un
sonoro: ¡chivato! Y er nota, encima se marchó riéndose, el mu gilipollas.
Ya solo me queda decir lo que se
puede leer a los pies del azulejo:
TENED COMPASION DE MÍ
AL MENOS VOSOTROS MIS AMIGOS