Hace años que la tata Adelita no
acapara la primera fila para ver la salida de la Cofradía de su barrio. Sentada
en su vieja silla de enea, pegada a las piedras medievales que adornan la
puerta de la parroquia, esperaba durante una hora para poder ver en la calle
sus sagradas imágenes: Angustias de mi arma y mi señó Manué. En el interior del
templo todo estaba preparado. Su hijo mayor era uno de los componentes de la primera cuadrilla de Hermanos Costaleros que portaban el paso de
Cristo, su segundo hijo diputado de tramo y el pequeño y más alto de los tres,
portaba uno de los ciriales de la Virgen. Una señora muy querida en el barrio y
sobre todo en la Hermandad. De misa casi diaria, aunque un poco republicana,
siempre discutía con el cura párroco. –Que no, Páter, que no, que la gente de
mi marío, a quién mi señó Manué lo tenga en su gloria, no tuvo ná que vé con
aquello del 36. Si él fue de los primeros en acudir a apagar el fuego que
prendieron aquellos desalmaos.
Todas las madrugadas, bajo la
primera luna llena de la primavera, esperaba fervorosa la salida. Y todas las
madrugadas la esperaban a ella. Los primeros los costaleros. Antes de entrar en
el templo para formar la cuadrilla, se pasaban a saludarla.
-Tata, otro año más. ¿También
traes el jarabe? Venga una cucharaita.
-Adelita, un poquito de jarabe
que tengo la voz fatal.
Ella sacaba del bolso una botella de cristal con un líquido
transparente, llenaba una cucharilla de café y le daba a probar todo aquel que le pidiera.
-Toma hijo y que nuestro Manué te
de fuerza para llegar a la Catedral y traerme a mi Cristo mañana de vuelta a
eso del mediodía.
De esta manera casi todos los
componentes de la cuadrilla. Más tarde llegaba el turno a los nazarenos. Antes
de formar los tramos visitaban a la Tata Adelita, se levantaban el antifaz y
una vez reconocidos por ella, probaban el jarabe. Algunos pequeños nazarenos
también lo intentaban.
-Niño pa ti no hay jarabe, cuando
lleves cirio ven y me lo pides, que todavía llevas vara.
En una ocasión el Hermano Mayor
le preguntó por el origen del misterioso jarabe que hasta los acólitos lo
tomaban.
-Me lo trae todos los años por
Navidad mi cuñá Aguilita de Alcalá, pero
yo lo reservo pa mi gente güena que to las madrugá no vemos aquí.
Hace años que la Tata Adelita
(nunca supe por qué la gente le decía Tata) no espera a la Hermandad de Los
Gitanos en la puerta de San Román. Muchos vecinos del barrio la echan de menos
y sobre todo los viejos nazarenos que, por antigüedad, prosesionan muy cerca de
los pasos.
Por cierto, y para terminar,
mañana he quedado con mi hermana para desayunar en Alcalá de Guadaira que es
donde vive. Hemos quedado en el bar Baltanas
(“en cá Bartaná” dicen los alcalareños). Te ponen las mejores tostadas de pringá
que puedas probar. De camino, me compraré una botella de ligaito. ¿Qué que es
ligaito? Pues es un liquido transparente mezcla de anis seco y anis dulce. La proporción es un
secreto, pero todo el mundo lo prueba desde hace muchos años. Con moderación y
en contadas ocasiones, bridaré por la Tata Adelita, esté donde esté.