De verdad que pensaba dedicar
todas mis entradas de aquí a final de año, a temas serios, a temas con calado
social, a protestas y denuncias de cosas cotidianas que considero merecen un
poquito de conciencia humana. Un compañero, como os habréis dado cuenta tengo
compañeros para escribir entradas de todo tipo, me dijo en una ocasión que soy
muy previsible en mis historias. Tienes toda la razón, Lolo, cuando me dices
eso de como siempre en tu línea. Es
verdad que tengo una historia medio preparada para sorprenderlo en la que
mezclo un poquito de terror con erotismo, una hoguera de San Juan en un pueblo
de la sierra con un rio lleno de misterios, una anciana solitaria con una
modelo en horas bajas, pero tengo que aprende a condensar las quince páginas en
tamaño normalizado A4 que llevo escritas en un solitario folio para que, uno de
mis “particulares críticos literario”, no se aburra con tantas palabras juntas.
Ya me lo han dicho varios amigos, que
lote de leer, tío; ojú, no me cabe en la pantalla del móvil; ya lo leeré entero
luego; pero es que yo…
¡Otra vez me estoy enrollando!
Pues nada, a la calle a hacer los mandaos
que me encarga mi mujer y despejarme un poco, que no hay nada más relajante
que pasar una mañana de sábado en el mercado de abastos del barrio, rodeado de
gente y disfrutando de todos los puestos, hasta con él de la casquería. Paso
por delante de la sede de la Comunidad General de Propietarios y Residentes de
Pinomontano, conocida por los vecinos como la “socia” (de Asociación, aunque no existe la Asociación de Vecinos)
¿y que me encuentro antes de entrar en el edificio del mercado? Con esto:
fotoyuyu nº 1 |
Sí, es lo que parece, un coche de
muertos de los antiguos, de los que usaban la gente con póliza de decesos de
primera categoría para su último paseo a San Amaro (esto lo he deducido por la
matricula). ¿y que hace un coche fúnebre gallego en un barrio del norte de
Sevilla? Tiro otra vez de móvil obsolescente, me acerco con mucho cuidaito, en silencio, para respetar el
duelo, otra foto.
fotoyuyu nº 2 |
Pero amos a vé, Julito que pagas el taco, ¿tú crees que la gente cuando
vea tu coche de empresa, va a salir corriendo para empeñar su oro, sus
antigüedades, sus ¡diamantes!? ¿Y no había otro sitio donde aparcarlo? ¿Por qué
no lo pones delante de la Consejería de Educación o delante de la casa del
ministro Wert? ¿Pero es que ya no existe el Monte de Piedad? ¿Él de toa la vida? ¿Vida? Chunga está la vida cuando el icono de una casa de empeño es un
coche fúnebre.
Bueno, Lolo, ¿qué quieres que te
diga? En mi línea, pero si salgo a la calle y me encuentro con “eso”, pues ¡tú
me dirás! Y otra cosa, esta tarde estoy invitado a un bautizo. ¿Qué que tiene
eso de raro? Nada, tío, un bautizo por el rito ortodoxo rumano en la Biserica
Misericordia sevillana es de lo más normalito. Y la celebración posterior
promete. Y prometo llevarme mi cámara de fotos, la réflex todavía no me la han
regalado y creo que va a tardar. Y va a tardar por culpa del ministro Wert. Del
ministro Wert y de las matrículas de mis churumbeles. ¿Y porque escribo tantas
veces el apellido del ministro? Porque viendo el coche de la funeraria, digo de
la casa de empeño, me acuerdo del primer antepasado que fundó la
saga Wert.
Tres puntualizaciones finales.
La primera: ¿alguien podría
investigar por qué las cuatro letras que componen el apellido del responsable de la educación en España
están situadas juntitas, una detrás de otra, en la misma línea de los teclados?
La segunda: este tocho lo he
escrito antes de la celebración y posterior festejo del acristianamiento de la
nueva rumana-sevillana, para que nadie piense que llevo a rajatabla el dicho rumano que dice que hay que tomar vino: una copa para la salud, dos para el placer y tres para un buen descanso.
La tercera: si no os dá yuyu, podéis ampliar las fotos para disfrutar de los detalles.