lunes, 30 de marzo de 2020

Daños colaterales del confinamiento II




Bueno, que aquí estoy como Mel Gibson encerrado en la Cúpula del Trueno pero sin perro que poder pasear por los desiertos de Australia. Eso sí, con unas jefas que mandan más que Tina Turner en Negociudad, mi señora esposa y la jefa de la casa, nuestra hija. ¡Las madres que las pario a ambas dos!

Con esto del confinamiento y, para seguir con la rutina que tenían antes, no se les ocurre otra cosa que ponerse a limpiar, ordenar, a limpiar otra vez, a ordenar otra vez que no están contenta como ha quedado la primera vez, a modificar la ubicación de donde están las cosas para que yo me líe, no encuentre y poder echarme la oportuna bronca y así un largo etcétera.

Manos a la obra. Ponen en el tocadiscos/cedé, un concierto de Alejandro Sanz al catorce de volumen. Quién me va a tapar esta noche si hace frío. ¡Niño! Que no lo bajes. Vale, vale. Y quítate de en medio que estorbas. ¡Si yo pudiera salir! ¡Papá! ¡¿Te quieres quitar de ahí?! ¡Ya!.

Nada, que se lían con el altillo del ropero empotrado. Empotrado en la pared, claro. Y, ¿sabéis lo que cabe en un altillo de un armario empotrado de dos metros de largo por sesenta centímetros de fondo? ¡Tela! Pero tela marinera. Cogen la escalera, bajan las cosas, seleccionan, deciden que guardar de nuevo, desechan lo que ni sabían que estaba ahí y no vale pa ná. Y yo por medio. ¡Papá! ¡¿Te quieres quitar de ahí?! ¡Ya!.

Y yo embobao con la cámara de Súper 8 de mi suegro y su correspondiente reproductor. ¿Esto estaba aquí? ¡Desde luego papá, parece mentira que vivas con nosotros!

Cogen la escalera, suben las cosas, ordenan, ponen mu bonito todo y meten en bolsas lo que no les sirve. Por pura casualidad, casi todo lo que no vale es mío. Pero no me quejo, soy el macho alfa.

Se me olvidaba, mi hija es seguidora de la Marie Kondo esa, una nipona con los ojitos así como medio cerrados, que es una máquina en temas de organización minimalista. Así que queda todo niquelao, para echarle una foto con una buena cámara, que no es mi caso.

Ya está el altillo para pasar estado de revista. Ahora, el mismo día no, al día siguiente, que tampoco es tema de venirse arriba, a por el frigorífico.

Abren, cierran, limpian, tiran (lo caducado según el criterio de ambas dos), organizan, guardan, ordenan.  Y el frigorífico de tanto abrir, limpiar y cerrar, de tanto organizar, empieza a emitir un pitido de socorro. Algo así como pi pi pi pi pi.

Y llega el macho alfa, yo. Claro, si es que no paráis. Ya ha saltado la alarma de la temperatura. Al final los huevos a la bechamel no se van a poder comer. Bueno, a ver, dejadme, yo lo arreglo.

Y lo arreglo. Y se quita la alarma. ¿Cómo? Pues aplicando mis conocimientos y porque sé dónde guardo el libro de instrucciones. ¡Tomaaa! ¡Marikondo!. Y , que le doy al botón de “Súper”, que sirve para forzar la bajada de temperatura de la parte de arriba del aparato. Y ya me quedo tranquilo. ¡Qué bien lo he hecho!

Y, después de comer, me echo la siesta. Pero una siesta de las buenas, no de esas de un ratito na , no, de las buenas buenas. A lo loco, sin pensarlo, el tiempo que tenga que ser. Y me levanto sin saber   si es por la mañana, por la tarde o por la noche (era por la tarde justo antes de los aplausos). Y mi esposa me dice eso de oye, que al frigorífico no se le apaga la luz de “Súper”, ya te lo has cargao. ¡Ostras! Que se me olvidó. Vale ahora le doy. Y le dí al botoncito y se arregló.

Y ahora viene el daño colateral objeto de esta historia. 

Recordad que la siesta fue más larga de lo habitual por culpa del confinamiento y la cantidad de series que estoy siguiendo y que me hacen ver la tele por la noche más de lo debido. Y todo ese tiempo la lucecita de "Súper" encendida y el cacharro enfriando a tope. Mientras preparo la cena, entiéndase ayudo o espero, cojo él último botellín de cervecita que nos quedaba desde que fui al supermercado hace nosecuantos días, y me lo encuentro con un recubrimiento de frío glaciar y con una escarchita blanquecina recubriéndolo, lo abro, deposito suavemente el contenido en mi vaso reservado para tal menester, con un dedito de espuma, con su  sabor amarguito. ¡Ojú! hijo, que gustito y que fresquita. Y el nota del Mel Gibson pasando calor con su coche tuneao  por los páramos desérticos. Será tonto. 

Por cierto, no he encontrado antónimo de "daño colateral". Tampoco lo he buscado ¿pa qué? 

Ahora la foto. No hace falta ampliarla, yo la describo:




Lo que se ve en grande es un imán que me trajo mi hijo de Toledo.
La luz naranja es la que se me olvidó quitar antes de la siesta.
La luz verde es la que indica que ya está todo OK (-18º) y que no hace falta que le des más caña al frigorífico, que la cervecita ya está fresquita.
Bueno, a ver con que daños colaterales me enfrento esta semana.


¡¡ Llevátelo a papel !!

20 comentarios:

  1. La madre que te parió!, me he inflado a reír porque la cosa es tal cual como la has contado, jajajajaj, es que los hombres en la casa lo que hacéis es estorbar, por eso la del chiste mandó al marido a la calle con 300 euros por si lo multaba la policía por haber salido de casa.
    Un beso, anda... anda....

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    1. Si, pero mi mujer me manda sin dinero. Yo le digo que es muy arriesgado, pero me contesta que no me preocupe, que en la comisaría se está muy bien. No se, no me fío, prefiero seguir estorbando en casa.

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  2. Si señor estorbando todo el rato pero sin perder el humor, lo de ordenar tiene su aquel si lo sacas y no tiras nada, luego no vuelve a caber por eso la costumbre de tirar lo de los demás, o sease lo tuyo pero de premio esa cervecita que ya te la habrás tomado con algo para acompañar. Un abrazo enorme y cuídate sin perder el humor

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    1. La cervecita se acabó y no me atrevo a salir a por más. Bueno, atreverme me atrevo, pero como convenzo que es solo por necesidad. De momento no hemos tirado nada, está en bolsas en la entrada de casa esperando poder ir al punto limpio, que esa es otra.
      Abrazos.

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  3. Al menos has superado un día de orden. Ya queda menos. Un beso

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  4. Jajajaajajjajajajajaja ole ese confinamiento salaooo jajaajajaja.

    Abrazote utópico.-

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    1. Claro, claro, que fácil es decirlo desde el lado femenino.
      Un abrazo.

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  5. Mi madre decía que "un hombre en casa es como un pelo que cae por la frente y te pasas el día soplando para quitarlo". No es que estorbéis, es que hijo mío estáis siempre en medio, ja,ja,ja.
    Me he reído mucho contigo porque es muy cierto lo que cuentas y cómo lo cuentas de bien.
    Espera que me pongo la mascarilla y te dejo cervezas en la puerta.🍺🍺🍺🍺🍺

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    1. Yo no estoy en medio, es que ellas están en todos lados. Y el detalle de la cervecita si que es solidaridad.
      Un aplauso de esos de las ocho.

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  6. a eso sumale que tengo perra y antes dos gatas... todo femenino!

    no entienden que somos prefectos... y te dejo un chiste que me gusto:

    "Mi señora no sabe que mierda hacer hasta que me ve sentado en el sillón" jaja, abrazo!

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    1. hasta "la" computadora (femenina) puso prefecto en vez de perfecto acá!!!

      nos tienen dominados uff...

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    2. Eso no es un chiste, es la realidad. El día que nos comprenda no lo creeremos.

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    3. Pues por aquí lo llamamos el ordenador. Algo tenemos ganado.
      Un abrazo.

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  7. Jajaja... Lo has contando que leerlo ha sido estar allí viéndolo.
    Abrazos para 3.

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    1. No, si verlo es muy fácil, lo malo es padecerlo.
      Un abrazo.

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  8. Con este confinamiento las casas van a quedar como los chorros del oro, jajaja.
    Salu2 colaterales.

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    1. Pues en mi casa ha aparecido hasta un traje de marinero. Miedo me da lo que puede aparecer si siguen limpiando.
      Saludos.

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  9. Si esos son los daños colaterales, cómo serán los daños directos de este confinamiento, Naranja.
    Espero esa cervecita, siendo que era la última reserva, haya sido la mejor del mundo.

    Cuidado con Alejandro Sanz. Los daños pueden ser irreversibles.

    Abrazos

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    1. No, si a mi Alejandro Sanz no me preocupa, lo malo que ahora ha puesto mi hija a Melendi para fastidiarme.
      Eso si que son daños colaterales.
      Saludos.

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