Como ya he comentado en entradas anteriores, en casa tenemos
un nuevo miembro que es Micaela. La tenemos desde mayo y ya está más crecida
que en la foto que publiqué. Ahora procedo a contar su historia. Quién se lo
crea, bien y quién no se lo crea po…
que no se lo crea.
La recogimos con un mes, más o menos, y como debe ser, la
llevamos al veterinario. Carmen, su veterinaria de cabecera, dijo aquello de
“que chiquitita y bonita” a lo que Germán, su otro veterinario, contestó “se
parece a Gizmo”.
La verdad que un poco se parecía por lo que, sin que nadie se
diera cuenta, en casa, después de las doce de la noche, la mojé y le di de
comer. Y ná de ná, que no se convirtió en
un gremlins malo. Ya me quedé tranquilo. Ahora quedaba saber la raza. En la
clínica (que por cierto se llama Kato) nos dijeron, creo que fue Germán, que
era común europeo. A mí no me convenció mucho, así que me puse a investigar y,
fruto de estas averiguaciones, descubrí el origen de Micaela. Resulta que…
Murat y Aysel eran una pareja de gatos que vivían
plácidamente entre los patios y tejados del Palacio Topkati en la vieja
Estambul. Rodeados de turistas y gente esperando la cita para el implante
capilar, pasaban sus días sin más pretensiones que buscarse el sustento diario.
Pero esa vida no iba con ellos. Querían conocer mundo y vivir experiencias
nuevas. Un bue día, aprovechando la complicidad de la Luna que alumbra el
Cuerno de Oro, se encaminaron al puerto y, sin pensarlo, se subieron al primer
barco que se encontraron en el muelle.
El barco era el Katún Mandalá, un carguero que recogía
chatarra para llevarla hasta el puerto de Sevilla con destino a la Siderurgia
Sevillana. En la popa del buque, sobre las aguas del Bósforo, se despidieron
momentáneamente de la vieja Constantinopla con la promesa de regresar después
de las aventuras que esperaban encontrarse.
El viaje fue placido, sin complicaciones. Eso sí, muy
aburrido. Un barco carguero no es precisamente un crucero de los que anuncia la
Penélope Cruz pero como era gratis, mejor no protestar.
Y llegaron a Sevilla. Bajaron por el portalón de estribor y
se dispusieron a conocer la ciudad conocida desde hace quinientos años como
Puerto de India. Corretearon por el Parque de María Luisa, se besaron bajo los
azahares del Patio de los Naranjos, cenaron en la azotea de la Hostería del
Laurel y durmieron en la placita de Doña Elvira. Una vez enamorados de la magia
y el embrujo de la vieja Isbilya, decidieron continuar su periplo y recrearse
con otras ciudades y lugares.
A parte del turco y el armenio, su idioma de origen ya que
eran de una zona cercana al lago Van al oeste de Turquía, empezaban a entender
un poco la lengua de un tal Bécquer. Escucharon algo referente a una ciudad a
la que los lugareños llamaban Carmona, que por lo visto también era milenaria.
Junto a los Jardines de Murillo escucharon una conversación entre dos humanos
que estaban junto a una furgonetilla de reparto y se decían uno al otro: -¿Dónde vas? –A pasar la ITV -¿Al polígono
el Pino? - ¡Qué va! Me han dado cita en el Pilero, en Carmona. Esa fue la palabra mágica.
Aprovechando un despiste, se encaramaron en la trasera del
vehículo y pusieron, puso el conductor, rumbo a la ciudad de la campiña
sevillana. Un trayecto corto, de apenas media hora, y ya estaban recorriendo
las cálidas calles, las almenas y campanarios e, incluso se asomaron al balcón que
enamoró al mismísimo Julio Cesar.
Llegó la hora de regresar. Las mezquitas de Estambul no eran
lo mismo sin ellos y el gobierno turco los reclamaban. Pero existía un pequeño
problema. Aysel estaba preñada y dio a luz tres vástagos. Un viaje de regreso
tan largo no podían hacerlo con su pequeña camada. Volvieron a El pilero, no
era el Palacio Sumergido pero les había dado suerte y allí habían nacido sus
cachorros. Tenían que solucionar pronto la situación porque su prole ya necesitaba
del calor humano y una vida lejos de viajes y, sobre todo, lejos de la
situación del país donde tenían que regresar.
Los astros se alinearon una vez más a favor de ellos y una
sevillana, no sé muy bien como, se quedó prendada de la pequeña de sus
cachorros y la adopto. No sin antes prometerles que la cuidarían y que sería
una más en la familia.
Murat y Aysel se marcharon felices y tranquilos. Sabían que
dejaban en buenas manos a su pequeña fruto de la magia y el embrujo de esta
bendita tierra.
¿Una gata común? No Germán, no, Micaela en Van Turca, y no es
nada común. Tú la conociste de pequeña, Carmen es la que la lleva y la conoce
bien. Ahora está muy cambiada y la prueba a continuación. Además, después del
lote de investigar que me he dado y encima encerrado en casa ¿me vas a llevar
la contraria?
Esta es Micaela:
Foto hecha con... ¡Con que va a ser! |
Esto es un gato Van Turco:
Foto de infogato.org |
Ahora ¿Qué? ¿Tengo o no tengo razón? Vale, a lo mejor los
buenos amigos de la Clínica Felina Kato tienen más datos que yo, que no lo
dudo, pero mi investigación no me la quita nadie.
Esta historia tiene continuación. Por lo menos otra versión
del origen de los Van Turcos y del origen de Micaela.
¡¡ Llevátelo a papel !!
Qué monada. Originalsí que es. Un beso
ResponderEliminarOriginal Micaela, que la entrada la puedo refutar con datos técnicos después de muchas horas de investigar. Y como el confinamiento dure lo que yo pienso que debe durar, esto va a dar para una tesis doctoral.
EliminarUn abrazo.
Entre tantas noticias pálidas, qué bueno ver la vuelta del naranja en todo su esplendor.
ResponderEliminarDesconocía esa raza de gatos.
Voy hacia atrás a ver qué más publicaste en este marzo activo
Abrazos (virtuales)
Tranquilo, Frodo, dentro de unos días explicaré el origen de estos mininos.Hay toda una historia detrás del origen. Siempre con el toque especial de esta tu Bodeguita.
EliminarAbrazos.
El gato es tuyo? tu lo mantienes? tu has investigado? el gato es lo que tu quieres que sea, y seguro que a llea le parecerá bien. Yo te dejo un abrazo y un cesto con toda la razón para que no te falte
ResponderEliminarA los gatos no los tenemos, nos tiene ellos a nosotros. Humano dame de comer, humano cámbiame la arena, humano quítate del sillón. Humano yo soy de la raza que yo quiera. Y un largo etc.
EliminarUn abrazo.
Buen recorrido has dado a la veterinaria. Seguro que nadie va a refutar lo que has investigado y de paso te has entretenido.
ResponderEliminarSea la raza que sea, es preciosa y a mí niña le ha dado envidia.
Saludos Charles.
Espero que cuando Carmen lea esto se lo tome con ironía que es de lo que se trata. Son unos peaso de profesionales y con un poquito de buen humor se vive mejor.
EliminarUn abrazo para ti y tu hija
Veo que te haces un Best Ssellers con Micaela...
ResponderEliminarCosas del confinamiento. Como esto dure mucho investigo el origen de esta raza.
ResponderEliminarQue digo como dure mucho, me pongo ahora mismo.
Abrazos.
Madre mía que investigación ajajaj. A mi me encanta la gata.. sea lo que sea. Besos!!
ResponderEliminarBueno la verdad es que es gata, raza gata. ¡Y en femenino! Otra fémina más en casa! ¡socorroooo!
EliminarUn abrazo.
pero si suena todo muy coherente, como poder desconfiar??
ResponderEliminarvi luz y pase, ahora me quedo... saludos
Gracias JLO, pasa cuando quieras, esta es tu Bodeguita. Coherente y contrastado, con su puntito de ironía.
EliminarUn abrazo y bienvenido.
Desde luego se nota que la Micaela es gata de mundo. Esa pose y esa mirada es de mucho glamur.
ResponderEliminarSe nota que está a gusto en vuestra casa.
Salu2, Naranjito.
Ya está creciendo y empieza a decidir como tiene que ser nuestra vida. ¡No me quea ná!
ResponderEliminarSaludos