Foto procedente de Emergencias Sevilla |
Resulta que tengo un amigo que es
poeta y de los buenos. Aunque en su “vida normal” lejos de prosas, rimas, musas
y otros elementos relacionados con la lírica, es todavía mejor persona que
poeta. Bueno, tiene un defectillo casi perdonable, es sevillista. Pero eso es
otro tema y como es “casi perdonable” po eso,
que se lo perdono. Lo que nunca le perdonaré es que aunque me invitó a la
presentación de su libro de poemas
Piedra, papel y agua, en el Salón de los Cristales del Casino de la
Exposición de Sevilla, se le "olvidó" invitarme a la presentación que hizo de
un poemario erótico, de una conocida y buena escritora, en ¡un sex-shop! Eso no te lo perdono
Luismi, eso no.
¿Me estoy enrollando un poco?
Vale, al grano. Hace unos días publicó en las redes sociales un texto lleno de
añoranza e inspiración, como todo lo que escribe. Corto y pego desde su feisbu:
“Cuando anoche temblaban los cristales, yo viajaba con
cada trueno a la infancia. Cada tormenta es como volver a aquel lugar donde mi
madre apagaba el televisor, cerraba las persianas y rezaba para que la
tempestad acabara pronto. Mi hermana y yo contábamos los segundos que
transcurrían entre el rayo y el trueno para adivinar la distancia. Mi padre era
más sosegado, se ponía el pijama y se acostaba a escuchar la radio sabiendo que
nada ocurriría en nuestra casa.
Las
tardes, las noches de tormenta, parecen el fin del mundo, el Apocalipsis, el
ocaso, pero no son más que versos que escribe el aire o el tiempo; son
recuerdos que nos persiguen (nos perseguirán), son momentos donde uno sabe de
verdad lo que es el azar, lo que la vida tiene.” (Luis Miguel León)
Este texto te hace reflexionar,
te devuelve a la infancia. Aquellos días en que todo era magia, descubrimiento,
aventuras e incluso miedo. Y reflexionas sobre las etapas de la vida.
La infancia, cuando te sentías protegido en
brazos de tu madre a pesar del ruido de los truenos y la luz de los rayos que traspasaban las paredes.
La juventud, cuando disfrutabas
con tus colegas de aventuras: ¡Illo illo! ¡Qué chulo! ¡Ese sí que ha caído
cerca! ¡ira ira, otro! ¡Que guapo!
La madurez, cuando te levantas a
las cinco y cuarto de la mañana para ir a trabajar. Te acercas al coche, te lo
encuentras lleno de hojas de los árboles que los rayos y centellas de la
tormentita de las narices han depositado cariñosamente en los cristales y te
pasas un buen rato, bajo la lluvia, intentando quitarlas.
La madurez, cuando por fin coges
el coche, te vas a incorporar a la
autovía y te encuentras con los semáforos apagados porque los rayos y centellas
de la tormentita de las narices han caído, precisamente, en la subestación
eléctrica que alimenta de energía los
reguladores del tráfico mañanero. Y encima la gente no se acuerda como se
circula en un cruce sin semáforos.
La madurez, cuando tardas cuarenta minutos en hacer un recorrido que normalmente lo haces en diez, porque a
otros conductores les ha pasado lo mismo que a ti, por culpa de los rayos y
centellas de la tormentita de las narices.
La madurez, cuando coges el paso subterráneo
para acceder al polígono donde está tu lugar de trabajo y te lo encuentras con
una cuarta de agua por culpa de los rayos y centellas de la tormentita de las
narices y los granizos acompañantes.
La madurez, cuando llegas el
último a los vestuarios, con el tiempo justo por culpa de los rayos y centellas
de la tormentita de las narices, y te toca a ti pagar el café a los compañeros.
La madurez, cuando reflexionas y
dices eso de:
Ya no hay tormentas como las de
antes.
¡¡ Llevátelo a papel !!
Ya no hay tormentas como las de antes, lo he dicho hace un rato en otro blog, y en este caso no se debe a que recuerde con añoranza los años que tenia antes de tener todos los que tengo ahora, es que antes cuando había tormenta el cielo y la tierra se confundían y no veías mas allá de tus narices (soy chatilla) Un abrazuco
ResponderEliminarquizás cada uno en cada edad tiene su perspectiva.
ResponderEliminarAdoro las tormentas
Al menos esta te ha inspirado. Un beso
ResponderEliminarEster:
ResponderEliminarY aparte eras el protegido y ahora resulta que tienes que ser el que protege y resuelve problemas. Que no, que son las mismas tormentas.
Abrazos.
Maria Eugenia:
ResponderEliminar¿Me estas llamando mayor? Vale, a mi también me gustan pero cuando estoy tranquilito en casa y al día siguiente no trabajo.
Un abrazo.
Susana:
ResponderEliminarAl que inspiró de verdad la tormenta fue al bueno de Luis Miguel León, que pa eso es poeta. Yo solo reflexioné un poquito.
Saludos.
Me encantan las tormentas desde la seguridad de mi casa , me relajan y cuando no las hay me las buscó en youtube como sonido a través de mis auriculares .
ResponderEliminarQue lastima que las tormentas no sean como antes
Da mucho gusto escuchar las tormentas bien abrigado en la cama.
ResponderEliminarSalu2 sin tormentos.
alc producciones:
ResponderEliminarDesde casita a mi también me gustan, lo malos es el día después.
Abrazos
Dyhego:
ResponderEliminarVale pero ¿Y cuando te levantas? ¿Como te encuentras todo?
Abrazos