(Basado en una historia real)
El comandante García dejo su
conversación con el encargado nocturno del muelle de Levante. Lo que me
faltaba, pensó. Hacía pocas horas que habían llegado a Ceuta de camino para la
Isla del Hierro con objeto de ayudar en la misión encomendada. Por lo visto el
volcán estaba haciendo de las suyas y tenían que controlar las aguas
colindantes. Aguas, que por otra parte conocía muy bien, ya que desde el 2007
patrullaba buscando traficantes y sobre todo controlando la inmigración ilegal
que llegaba a las Islas Canarias. Sus siete compañeros intentaban descansar en
los camarotes después de muchas millas de navegación por el Mediterráneo. Los
once nudos los habían exprimidos al máximo desde que salieron del canal de
Suez. Tres meses colaborando en la Operación Atalanta dejaron al barco un poco
maltrecho pero en perfectas condiciones para sus distintas misiones. Tenían que
reparar la cubierta de vuelo para helicópteros pero esto podía esperar. Joé,
estos yanquis no saben ni aterrizar en un barco.
El Rio Miño era un barco
marinero. A pesar de su pasado japonés, no en vano había sido uno de los
pesqueros con los que los hijos del país del sol naciente acaparan el mercado de
las capturas marítimas, los astilleros españoles lo habían transformado en una
patrullera de altura. Muchas modificaciones internas y de equipos de navegación
y en el exterior la clásica pintura verde y blanca de la Benemérita. En los dos costados junto a popa y en grande,
las palabras: Guardia Civil, para que no quepa duda a que cuerpo pertenece el
buque.
No tuvo más remedio que despertar
a sus subordinados. Le fastidiaba mucho porque después de tantas horas de
navegación un pequeño descanso era necesario para emprender la marcha y llegar
a tiempo a la nueva misión.
Todos en alerta. El Regu, mote
cariñoso con que apodaban al encargado del muelle tras su paso, hacía muchos
años, por el Cuerpo de Regulares de Ceuta era el que se había dado cuenta.
Tantos años de trabajo nocturno le concedía una visión y un oído especial en la
oscuridad. Los ochos guardias comenzaron la inspección. La cosa era seria.
Pistolas, chalecos antibalas, fusiles de asalto, todos en máxima alerta. ¿Esto
es un ataque? se preguntaban unos a otros.
Eran profesionales con años de
experiencia y sabían lo que hacer. Pensaban que después de estar muchos días en
aguas llenas de piratas tenía que ser en España donde sufrir un ataque. No
podía ser.
Rastrearon palmo a palmo todos
los recovecos y lugares donde se podían ocultar los terroristas. En pareja.
Apuntando con sus fusiles de asalto y dándose las novedades a través de los
intercomunicadores personales.
Fue el cabo Rodríguez el que los
descubrió. Noto como debajo de una lona verde se movió algo. Destapó la lona y
ayudado por una linterna, sin dejar de apuntar con su fusil, los descubrió. Tres
pares de ojos asustados lo miraban y solo se atrevían a decir: ¡menores,
menores! ¡no papeles!.
-Pero criaturas, ¿Cómo se os
ocurre meteros de polizón en un barco de la Guardia Civil? ¡y encima en un
barco que lucha contra la inmigración ilegal!
Mientras iban en el furgón del
mismo Cuerpo, Selbe, Amadou y Hadjibou pensaban
que eran muy afortunados. A los polizones cogidos en alta mar se les arroja por
la borda. Ellos regresaban con sus amigos de la Cruz Roja, para intentar de
nuevo pegar el gran salto.
(Patrullero Oceánico Rio Miño)
Pobres chavales, la equivocación que cometieron.
ResponderEliminarPor la parte de tarifa es corriente el ver faenar a los pesqueros japoneses, en busca del atún.
Buen relato Naranjito y veridico, como el que acabo de publicar.
Saludos, manolo
No les salió del todo mal la jugada. De caer en otras manos, quizás hubiesen acabado en el fondo del mar.
ResponderEliminarSaludos, Naranjito.
Manolo, creo que en Barbate tienen los japoneses una "base permanente". Igual que la Cruz Roja para atender a los inmigrantes "ilegales".
ResponderEliminarUn abrazo.
Dyhego, incluso mucho antes de llegar a la frontera de Ceuta. Los traficantes de personas siguen existiendo..
ResponderEliminarPor cierto que la noticia es real, la descubrí hace unos días en los periódicos, yo me he limitado a hecharle imaginación.
Un abrazo.
Con tu permiso me hago seguidor de tu blog y lo enlazo en Tomara que tu viera... un saludo.
ResponderEliminarMenos mal, como te he dicho en la primera parte de la historia, que los niños guardan siempre sus esperanzas e ilusiones...
ResponderEliminarPobrecitos!!
Estupendo relato, Naranjito, me tuviste en vilo hasta el final :)
Besotes.
Mamé, tienes permiso para lo que quieras. Esta Bodeguita está abierta a todo el mundo y sobre todo, a gente como tú.
ResponderEliminarUn abrazo.
Grácias Liliana, seguro que los tres lo intentaran de nuevo.
ResponderEliminarUn beso.
vaya historia.
ResponderEliminarEntre la ignorancia y la necesidad navegan rumbo a la esperanza, un día de estos encontrarán la salida.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo, como siempre ¡genial! y real.
Un fuerte abrazo de quien vuelve por aquí a gustar de estas historias que tan bien cuentas.
ResponderEliminarPues eso...un fuerte abrazo.
Verídica, Maria Eugenia, adornada, pero verídica.
ResponderEliminarUn saludo.
Pienso, querida Toruguilla, que muchas veces es más ignorancia que otra cosa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Grácias Don Juanma, como siempre, esta es tu casa para lo que quieras.
ResponderEliminarUn abrazo, maestro.