Llegas de trabajar, a eso de las
siete y media, después de una larga noche cumpliendo fielmente con tus
obligaciones laborales. Aparcas junto a casa y a la sombrita mañanera. Cosa por
otro lado fácil en el agosto sevillano. Te das una ducha rapidita, te pones
fresquito. Le dices a tu querida esposa que si le parece bien, no le importa,
no le causa mucha molestia, te despierte sobre la una, para aprovechar el
primer día de vacaciones.
Preparas el dormitorio bajando la
persiana y dejando la ventana abierta para que no entren los rayos del Lorenzo
y solo deje entrar una suave brisa, si es que hay. Tu señora, madre de tus
hijos, sale temprano de casa para ir a sus quehaceres no sin antes quedar con
sus amigas para un cafelito con media de roquefort. Tus churumbeles fuera, uno
por el Algarve, mandándote fotos para ponerte los dientes largos. La otra, por
Zahara, sin mandarte fotos porque siempre ha sido muy independiente y te dice
eso de “papá no seas pesao”.
Y ahí está tu cama esperándote.
Sin pijama y sin nada, a lo salvaje, a dormir aprovechando el silencio estival
que reina en la calle.
Los primero instantes son
complicaillos. Le das vueltas al coco pensando en la noche recién terminada
coordinando líneas alternativas porque “la mayoría de tus compañeros se han
pedido el día y no tengo a nadie tan responsable y eficiente como tú”. Ná, solo es un ratillo. Al final
consigues dejarte vencer por un dulce sopor y a disfrutar.
Pero cuando llevas un tiempo
indeterminado empieza la alarma. Justo en la esquina de tu bloque, aparcado en
doble fila, un camión empieza a llamar a
los vecinos. Un ruido ensordecedor, taclan, taclan, taclan, el chocar de
objetos metálicos contra hierros como si no hubiera un mañana. Como avisando
que un bombardero B52 Stratofortress se aproxima por poniente para descargar
sus bombas. Un buen rato estuvo llamando la atención.
Y tú ya te has despertado. Pero,
venga, sigue, ya pasó la alarma, a dormir.
Pero cuando el peligro del B52 ha
desaparecido viene la segunda andanada de avisos.
¡Butaaanooo! Pero dicho con un torrente de voz que ya lo quisiera
un tenor de la Scala de Milán. Y otra vez
¡Butaaanooo!
¡La madre que parió al rumano! Esto dicho sin connotaciones xenófobas, pero
es rumano.
¡Butaaanooo! ¡Joé! ¿Es
que nadie lo va a llamar? ¿Qué pasa? ¿Qué to
el mundo está en Chipiona?
Foto encontrada en la red. Como hacía calor no tenía ganas de salir a la calle. Además mis bombonas son de las otras |
Y el silencio de nuevo. Ahora sí,
ahora a seguir en los brazos de Morfea. (-Naranjito, el dios griego del sueño
es Morfeo y no Morfea. Esa diosa no existe. -Vale, pero en los brazos de
Morfeo, medio adormilado te vas a acurrucar tú que a mí me da más confianza un
nombre femenino. No es por nada, cuestión del cromosoma XY) Después del inciso,
sigo.
Ya, por fin. Qué paz, que
tranquilidad, que sosiego. ¿Tiempo transcurrido desde la última alarma? ¿Cinco
minutos? ¿Un cuarto de hora? ¿Media hora? El transcurrir de los minutos en una
dulce duermevela es indeterminado, pero suena el porterillo. Tres timbrazos,
tres. Y terminas de despertarte. Atontado, amamonado, atolondrado, acarajotado,
sales del dormitorio y te encaminas a contestar mientras piensa: “Seguro que se
ha dejado la llaves en casa. Bueno, le abro y a intentar seguir durmiendo”
¿Quién es?
Butano, ¿quiere butano?
Ya está, ya no duermes. Ahora a
hacer cuatro cosillas y después una buena siesta.
Una comida suave y fresquita.
Ensalada, gazpachito, un poquito de sandía.
El aire acondicionado puesto en la temperatura adecuada. Tu sillón solo para
ti. En la televisión una película de triángulos amorosos o de crímenes sin
resolver. Da lo mismo. Se trata de dormir una buena siesta y como se hace en el
sillón de uno no se disfruta en ningún lado. Y empiezas a caer rendido. Y suena
el timbre. Y tu mujer te dice eso de han llamado, abre. Y tú, con la baba
asomándote por la comisura de los labios, maldiciendo que tampoco puedas recuperar
el sueño perdido, abres la puerta.
-Buenas tarde. Soy de gas
natural. Venía a hacerle una oferta para cambiar el butano y poner gas natural que…
Normalmente no soy mal hablado y
si el pobre comercial que me visitó a las cuatro de la tarde lee estas líneas
que no me tome en cuenta lo que le dije. Que yo no conozco a su madre que
seguro tiene una honorabilidad indiscutible. Que la profesión de meretriz no
venía a cuento y que lo de las deposiciones esta fuera de contexto. Y que no
tiene culpa de nada. Que me perdone. Que le eche la culpa a la competencia, al
butanero.
¡¡ Llevátelo a papel !!
Te comprendo. Un saludo
ResponderEliminarGracias, el apoyo siempre es bienvenido. Y el descanso debe ser sagrado. Bueno, mas o menos.
EliminarSaludos
Uyss que mal sienta...
ResponderEliminarY encima no descansas en todo el día.
EliminarJajajajajajaja.
ResponderEliminarTu ríete pero el que lo sufrió fui yo y no me hizo gracia.
EliminarEs broma, hoy tengo el modo irónico subidito.
Jajajajaja, perdona, Carlos, en las grandes ciudades de día no se puede descansar ni en agosto, que es el mes con menos personal, tráfico y barullo. Mira, trabajé de noche un año, creo que sabes mi profesión, además de pasarme las horas comiendo para no dormirme, cuando cmbiaba el turno a las 7.30, estaba más espabilada que un lagartija y cuando intentaba dormir, el ruido de ambulancias, bomberos, policía, etc, etc, no me dejaba pegar pestaña. Total, menos sueldo pero más descanso, que la noche al fin y al cabo está hecha para eso. Y ya sé qu tú tienes turnos.
ResponderEliminarDisfruta de tus vacaciones. Un abrazo.
Eso es lo malo de tener turnos. Cuando te has acostumbrado a la noche, entras de tarde. Cuando te has acostumbrado a la tarde, te toca de mañana. Así unos cuantos años. Aunque, hoy creo que no me acostumbraría a trabajar de siete a tres. Es cuestión de organizarte. ¡Pero es que las noches son muuuu largas!.
ResponderEliminarAbrazos.
Bueno, Naranjito, el primer día de tus vacaciones no se puede decir que fuera bueno, je, je, pero quedan muchos días y espero que al butanero le haya dado un pequeño cólico. A disfrutar de lo mucho que te queda de vacaciones. Un besote.
ResponderEliminarHay más butaneros, pero ahora me da igual el ruido. Y la tranquilidad que hay en la calle no tiene precio. Con lo bien que estamos ¿para que nos vamos a ir a la playa? Espero que en Mazagón no esté mi distinguido repartidor y el elegante comercial.
EliminarUn abrazo.
No quiero pensar que el butanero también haya cogido vacaciones y fuerzas para seguir esgañitándose bajo tu ventana diciendoooooo eso de el butanero, justo, justo cuando estás cogiendo el sueño.
ResponderEliminarHay que reconocer que estos butaneros se las saben todas, disfruta de tus vacaciones.
Abrazote utópico, Irma.-
En septiembre te cuento. Pero a estos señores nunca se le acaba la fuerza y a mi el sueño.
EliminarUn abrazo.